El mes que viene acaba el plazo de inscripción de candidaturas en las primarias presidenciales republicanas en varios estados, y el partido lleva toda la semana dedicándose a buscar el Santo Grial. La última esperanza (blanca) del ala conservadora del partido, Rick Perry, naufragó de forma lamentable en los últimos tres debates, algo que ha dejado a los grandes popes del movimiento preocupados. A poco más de tres meses del inicio de las votaciones, el único candidato creíble dentro del partido es un tipo inteligente, pragmático, razonable, algo que parece completamente intolerable en el GOP actual.

Repasemos los candidatos. Rick Perry ha tropezado repetidamente en los debates a preguntas realmente idiotas. Michele Bachmann está completamente loca. Ron Paul, aparte de estar ido, sufre de un aislacionismo intolerable. Rick Santorum es un desconocido. Herman Cain tiene un plan económico basado en un eslogan para vender pizza. John Huntsman cree que el cambio climático es algo real. Media america sigue odiando a Newt Gingrich. El único tipo vagamente competente es Romney, alguien que cometió la desfachatez de aprobar una reforma sanitaria basada en planes de la impecablemente conservadora Heritage Foundation, pero que ahora es vista como algo parecido a comunismo. Por mucho que el pobre Mitt jure y perjure que es conservador (y lo es – más que Reagan, en muchas cosas), Rush Limbaugh, Hannity y sus muchachos no se lo creen.

Esto ha creado un extraño vacio en la campaña, ciertamente. El ala moderada del partido (lo poco que queda del viejo establishment) anda preocupada de veras que Romney, un tipo que realmente puede ganar las elecciones, no esté siendo aceptado como mal menor. El ala conservadora, mientras tanto, cree que el ex-gobernador de Massachusetts es inaceptable, pero se enfrenta al problema que ninguno de los candidatos realmente duros en estas primarias son demasiado buenos. El resultado, de forma un tanto surrealista, es que tenemos a ambos sectores del partido buscando a la desesperada en el último momento un candidato salvador, sea quien sea.

El nombre más repetido estos días es el del gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie. El tipo lleva menos de dos años en el cargo (fue elegido en noviembre del 2009), tras ejercer de fiscal de distrito durante los años de Bush en el estado y haber trabajado de lobista (para Bernie Madoff, por cierto) una época. Christie se ha hecho famoso estos últimos años por su estilo directo y brusco al hablar con periodistas y votantes; hay decenas de videos en Youtube del hombre respondiendo a votantes en town halls llamándoles poco más que idiotas a gritos, la mayoría de veces de forma merecida. El hombre habla claro, no se anda con rodeos y tiene una capacidad tremenda para generar titulares allá donde pasa. Aunque eso no lo ha hecho excesivamente popular en su estado, lo cierto es que el tipo me gusta, y más teniendo en cuenta que aun siendo conservador, es capaz de ser razonable.

Y ese es exactamente el problema. Aunque Christie es muy conservador, el tipo tiene algunas ideas fuera de la ortodoxia del partido, hasta el punto de estar mucho más cerca de Mitt Romney que de Rick Perry. Rush Limbaugh, el líder no oficial de la derecha dura del partido, advertía a sus oyentes (servidor incluído – soy así de masoca) que Christie es un submarino del establishment del partido, no un portador de la verdadera fe. El gobernador de Nueva Jersey ha tenido la desfachatez de pactar cosas con los demócratas en su estado, y no deja de repetir que llegar a acuerdos es algo bueno y necesario. Esto, para Rush, es una señal de debilidad, de perroflautismo, de rendición prematura, no de fortaleza constitucionalista tea partier. Los republicanos, comentaba, deben nominar un conservador de verdad. Y si Rick Perry no da la talla, es cosa de arrastrar a Marco Rubio, Paul Ryan a estas elecciones, o apostar por algún otro candidato ya disponible.

Es una situación realmente extraña, ciertamente. Las voces mediáticas con más peso en el partido no tragan a Mitt Romney. Las bases del partido no acaban de creer lo que dice. Las élites del partido temen que si es candidato el partido se divida y eso les debilite de cara a las generales. Todo eso cuando Mitt Romney ha demostrado repetidamente ser el candidato con mejor organización, más capacidad para recaudar dinero, mejor equipo de prensa, talento para debatir y presencia mediática de todos los presentes. Lo tiene todo, menos convicciones – o si las tiene, son las de un tipo conservador pero razonable, que hizo un trabajo estupendo como gobernador de uno de los estados más progresistas del país.

¿Qué sucederá? La verdad, no lo sé. Christie tiene mejor prensa que Romney en los medios conservadores, pero sigue siendo un moderado. El partido vive en este extraño bucle donde para ser popular entre los activistas uno necesita soltar burradas completamente inaceptables para el electorado en general, así que no hay nadie que las bases respeten de veras que pueda sobrevivir un debate mínimamente racional fuera de la burbuja mediática de Fox News (*). Todos los moderados más o menos presentables, sin embargo, son vistos como unos flojeras, haciéndolos medio inaceptables para las bases.

Si tuviera que apostar (que no lo haré), diría que el candidato será Romney. A pesar de todo, sigue siendo el mejor político entre los presentes. Chris Christie es demasiado listo como para meterse en la máquina de picar carne que serán estas primarias; su año es el 2016, siempre que gane Obama el año que viene. Si se presenta, sin embargo, el gran perjudicado será Romney, no Perry, y todo dependerá si se concentra el voto conservador en alguien o no.

(*): y sí, soy de la opinión que Marco Rubio o Paul Ryan, si se meten en las primarias, sonarán igual de enajenados que sus colegas ya en las elecciones ahora. Gran parte de la retórica del partido es conservadores hablando a conservadores; en unas generales, o algo que atrae la atención de gente fuera del partido, tendrán problemas igual. Rubio quizás menos, ya que tiene un historial más corto, pero el tipo tiene ideas muy raras.