Y Grecia se estrelló, para sorpresa de casi nadie a estas alturas. Si alguien me lo hubiera dicho hace tres años, por eso, lo hubiera tomado por loco. Mi opinión no ha cambiado demasiado, así que no me voy a repetir – los griegos se van a comer un plan de ajuste de los que crean afición. A la disciplina fiscal, se entiende. Va a doler.

Un pequeño comentario sobre posibles contagios. Cuando pensamos en Grecia, debemos tener la imagen de un contable gastando como si fuera un banquero. El país tenía unos números más o menos razonables, pero estaba gastando dinero como si fueran Noruega. Al hablar de España, la imagen es distinta: nosotros seríamos uno de esos tipos con montones de talento que no trabaja lo mínimo posible. El país tiene un potencial gigantesco (¡de verdad!) pero hemos decidido colectivamente que esto de trabajar duro y pasar reformas es demasiado esfuerzo. Somos California con un aprecio desmesurado a perder el tiempo.

Dicho en otras palabras: el mercado nos ha perdonado hasta ahora porque el gobierno está apretando los dientes en el tema fiscal (subiendo el IVA) y moviéndose con una parsimonia increíble hacia una reforma laboral decente. Si aprobamos reformas y nos libramos de la miriada de cuellos de botella absurdos que estrangulan la economía española, saldremos de esta. Si escondemos la cabeza bajo el ala y tratamos de aplazar lo inevitable, lo vamos a pasar muy mal.

De hecho, no estoy del todo seguro que aún estemos a tiempo – cuando el mercado pierde la cabeza, no son gente que ande leyendo la letra pequeña antes de salir por piernas. Más vale que tengamos algo que enseñar allá por Julio.