Cuotas y representación & Igualdad

Por qué las listas cremallera marcan la diferencia

4 Mar, 2015 - - @kanciller

En diferentes ocasiones hemos comentado la conexión entre la representación descriptiva (que los representantes se parezcan a los representados), la representación simbólica (las actitudes de los representados) y sustantiva (las políticas que se aplican). La idea es tan sencilla como que si las mujeres desempeñan más puestos de representación política se refuerza tanto su papel frente a los votantes, erosionando su sesgo machista, como favoreciendo una mejor representación de sus intereses. Esta idea ha llevado a llevado a que gran número de países incorporen la idea de establecer mecanismos de promoción de la representación de género, especialmente desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU en Pekin (1995).

En todo caso, estos esfuerzos no eran nuevos. A partir de los años sesenta comienza un impulso decidido para actuar desde el lado de la oferta política estableciendo discriminación positiva para las mujeres. Esta idea, que se ha sustanciado sobre todo en las cámaras legislativos, ha tomado dos caminos. El primero es el establecimiento de cuotas dentro de los partidos políticos. Determinadas formaciones políticas, de manera voluntaria, deciden reservar puestos en sus listas para mujeres. El segundo es el establecimiento de previsiones constitucionales o legales que obligan a todas las organizaciones.

Empecemos por intentar entender por qué los partidos, a partir de determinado momento, se deciden a promocionar a mujeres en sus filas.

 

map

(Y aquí el mapa interactivo con el estado de la cuestión)

 

El contagio en la representación de género

Una de las teorías clásicas para explicar la representación de las mujeres en las listas parlamentarias es la “teoría del contagio”, de Matland y Studlar. Según su artículo clásico, al principio un partido pequeño (pero competitivo) decide promocionar mujeres. Esto, además de demostrar que la feminización de las listas no implica problemas electorales, abre el juego y presiona al resto de partidos a tener que imitarle para competir por el voto femenino. Se supone que esta dinámica, en general, la arranca un partido a la izquierda de los socialdemócratas, que luego lo imitan y que se extiende al resto del sistema. Este “contagio” en la representación femenina ocurriría tanto a nivel general como a nivel de cada distrito.

Como se puede ver, la teoría implica que una vez que existe un actor empieza a poner mujeres en listas la propia competición electoral se encarga de lo demás. Sin embargo, aunque muchos autores la han dado por demostrada, lo cierto es que ha sido critica de manera contundente; no solo que los partidos deberían anticiparse a las listas del rival para imitar su composición de género, es que además muchas veces son los partidos socialistas los primeros que implementan representación por cuotas internas de mujeres.

A mi juicio la crítica más contundente es la omisión de un factor fundamental; la dimensión intra-partido. Aquí al menos dos elementos son fundamentales. El primero es la actuación de los grupos feministas de dentro de los partidos, los cuales hacen un papel fundamental potenciando la presencia de candidatas. Es obvio que su margen de actuación es dependiente no solo de la propia tradición ideológica del partido – con más campo a izquierda que a derecha – y del escenario particular del partido – por ejemplo, cuanta sea la representación que espera en las próximas elecciones. Así y todo, es clave.

El segundo elemento interno fundamental es el propio proceso de selección de candidatos. Cuando su nombramiento está centralizado, el liderazgo del partido tiene más capacidad para encargarse de que se cumpla la cuota al nivel del distrito que cuando es descentralizado. Por lo tanto, no parece que la mera imitación baste como mecanismo para aumentar la presencia de mujeres en las listas, especialmente vía la cuota de los partidos. Veamos la segunda vía, la cuota obligatoria.

 

Las cuotas legales y el sistema electoral

Pese a que las reformas electorales son algo excepcional en los últimos años sí que han proliferado aquellas dirigidas a garantizar una presencia paritaria de mujeres y hombres en las instituciones políticas. Actualmente, son más de 60 los países que cuentan con cuotas electorales de género legisladas. Por ejemplo, en España la Ley de Igualdad modificó la LOREG (artículo 44bis) introduciendo el “principio de presencia equilibrada de género”.

Las listas electorales, para poder ser proclamadas, deben incluir un mínimo del 40% y un máximo del 60% de cualquiera de los dos sexos. Esta proporción se aplica tanto en el conjunto de las listas como en cada tramo de cinco puestos. Importante, recalcar que si no se cumple el requisito la candidatura no es válida, un enforcement clave para que la cuota funcione bien. Como contraejemplo, en Francia el incumplimiento apenas implica una multa económica que la UMP paga gustosa con tal de tener barra libre designando candidatos.

 

cuotas

 

Lo que sabemos según la evidencia disponible es que, de lejos, las cuotas legales son el elemento más efectivo para conseguir una mayor igualdad de género en los cuerpos legislativos. Sin embargo existen dos elementos condicionantes claves.

El primero es la magnitud del distrito, es decir, cuantos escaños hay en juego en cada circunscripción. Hasta lo que sabemos cuanto mayor sea la magnitud del distrito, más proporcional sea el sistema, más probable es que la cuota sea efectiva. La razón es que cuando hay distritos pequeños la representación de los partidos queda reducido al primer y, como mucho, segundo puesto de la lista. Dado que en los partidos políticos todavía predomina la tendencia a colocar hombres como cabeza de cartel o en distritos seguros esto hace que las mujeres queden fuera.

Por ejemplo, en Soria en 2011 las listas de PP y PSOE cumplieron el requisito 60/40. Sin embargo, al elegirse solo dos diputados entraron los dos primeros de cada partido, hombres ambos. En los uninominales mayoritarios, como imaginaréis, esto es extremadamente acusado y aplicar cuotas es todo un reto.

El segundo elemento fundamental es el tipo de papeleta. Los sistemas de listas cerradas que implementan una cuota no tienen demasiados problemas, logrando gran representación efectiva de mujeres y minorías. Sin embargo, la cosa se vuelve más compleja en otro tipo de sistemas. Por ejemplo, en los sistemas con voto preferencial resulta clave el orden de los candidatos y las candidatas en las listas. Las mujeres siguen siendo ubicadas por las cúpulas de los partidos en posiciones menos viables que los hombres. Pero lo importante es que el voto preferencial hace que las campañas electorales y presentación de las candidaturas sean cruciales.

Las mujeres no sólo parten de posiciones más bajas en las listas, sino que tienen menor visibilidad en los medios de comunicación. Además, no suelen disponer de la ventaja adicional que da tener un puesto previo de diputado o de alcalde – las mujeres cargo público suelen tener, en promedio, carreras políticas más cortas. Esto las coloca en inferioridad frente a sus contrapartes masculinas del mismo partido al hacer que sean menos conocidas entre el electorado. Pero además, las mujeres suelen tener menos recursos políticos para competir, ya sea para captar fondos o para beneficiarse de su veteranía política, con lo que el sistema de voto preferencial hace que sean marcadas (y por tanto elegidas) en menor medida, un mecanismo parecido al que les hace perder primarias con más frecuencia.

La situación no es mucho mejor en los bien-amados sistemas mixtos “alemanes”. Las mujeres apenas son elegidas en los distritos uninominales – hay un sesgo de poner a los hombres en distritos uninominales seguros – y casi todas ellas entran gracias a la lista. Sin embargo, incluso en los compensatorios (los escaños se asignan primero con los uninominales) el resultado final es una representación de género de un máximo del 30% de media, bastante lejos de los objetivos de una cuota. Incluso en algunos sistemas como México, rizando el rizo, se manipulaban las cuotas con las conocidas como “juanitas”. El sistema era tan sencillo como designar candidatas para cumplir el requisito de la cuota, las cuales inmediatamente tras la elección dimitían y eran suplidas por hombres.

Por lo tanto, aunque las cuotas legales se muestran como las más efectivas, elementos clave como el tamaño de los distritos o la estructura de la papeleta condicionan su eficacia, lo que me lleva al último punto.

 

Por qué creo que las listas cremallera son una buena idea

La representación de las mujeres en los parlamentos es condicional a elementos de oferta y de demanda. En ese sentido, hay que entender que lograr un objetivo en torno al 50% siempre va a ser condicional a elementos propios no solo a la propia elección, sino también a las decisiones que adoptan los partidos y cómo se relaciona con las instituciones. Dado que las cuotas legales se muestran como las más efectivas para ello y es la senda por la que estamos transitando en España – creo que con acierto – es necesario pensar en cómo podemos maximizar su impacto.

Es complicado controlar que los partidos decidan colocar a hombres en puestos de salida o distritos seguros. Sin embargo, sí es posible reducir la masculinización de las listas si se opta por las listas cremallera, en la que hombres y mujeres se suceden alternativamente, y que permite impedir que los dos o tres hombres se coloquen siempre delante en los primeros puestos del tramo de 5. En Bélgica la aplican solo para las dos primeras posiciones dentro del tramo y opera bien. En algunas autonomías como Andalucía, Castilla La Mancha, Euskadi o Baleares sus leyes autonómicas también lo contemplan y, no en vano, son los parlamentos con más representación de mujeres.

Esto es algo que, a mi juicio, nunca deberíamos perder de vista si afrontamos una reforma electoral tanto en el nivel autonómico como general. Si nos planteamos ir hacia un cambio de sistema que suponga un desbloqueo de las listas o (espero que no) un sistema mixto, las listas cremallera pueden servir como un recurso para contrapesar el hecho de que las mujeres tienden a ser menos votadas. Además, si finalmente también pasamos a ampliar la magnitud del distrito, con provincias que escojan más diputados (manteniendo la fragmentación partidista constante), las listas cremallera servirán para reforzar su efecto positivo.

En resumen, la representación de género en los parlamentos se ve especialmente favorecida por fijar sistemas de cuotas reguladas por ley y con un sistema de sanciones efectivo. Pues bien, si se quiere ser lo más eficiente posible a la hora de que las cuotas sean efectivas, es complicado no estar a favor de las listas cremallera.

 


19 comentarios

  1. John Connor dice:

    En resumen, si las mujeres son menos votadas tenemos que, espada flamígera en mano, impedirlo cuanto antes.

    Obviamente si se obliga legislación mediante a que haya mujeres en la parte superior de la lista por narices habrá más mujeres en los parlamentos, pero no hace falta hacer un sesudo estudio para ver eso.

    El asunto es, ¿por qué es intrínsecamente bueno que haya más mujeres? ¿Por qué es el sexo el criterio a seguir y no la extracción social, las características físicas – rubios, morenos o pelirrojos – o el gusto por la pintura de los candidatos? Esta pregunta es la que la ideología de género jamás contesta, la respuesta se supone y se mira con condescendencia a los que no pasen por el aro.

    En fin, veo que Politikon va viento en popa camino de la subvención del Ministerio de Igualdad, que se ocupa de la igualdad tanto como el de Defensa de defendernos.

    Un saludo,

  2. Creo que la propuesta no está bien enfocada. La desigualdad no sólo existe entre hombres y mujeres, existe también entre mujeres, entre personas en general. La abundancia de distritos pequeños es un problema para las listas cremallera, por lo tanto, según eso, la solución para las listas cremallera es hacer desaparecer a los distritos pequeños. La existencia de distritos pequeños da voz a personas (mujeres y hombres) que viven una realidad parcialmente distinta a la de quienes viven en las zonas densamente pobladas.

    Creo que los avances en igualdad no pueden venir de dar voz a un colectivo con baja representación quitándosela a otro, eso más bien es una refinada forma de clientelismo político disfrazado de lucha por la igualdad. Esa lucha deja a las mujeres, o a cualquier otro colectivo, a merced de la beligerancia de un partido concreto en función de los complejos equilibrios entre clientelas. Porque la cuestión es: ¿la lucha contra las desigualdades sociales es una cuestión de principios o de estrategia política?

    Un cordial saludo.

  3. Javier dice:

    Una apreciación interesante:

    http://www.theatlantic.com/entertainment/archive/2015/03/how-to-get-more-women-on-tv/386378/

    «Interestingly, our findings run parallel with a lot of what’s known from affirmative-action policies: It’s not at the top tier or the middle tier where you can suddenly create balance in diversity, because those pools are only so large. It’s at the tier where, for the most part, anybody on the list is as valuable and welcome as anybody else in the tier that prioritizing a discriminated-against group can achieve a great amount of difference.»

    En grupos pequeños como los barajados en este artículo parecen ser malos objetivos para una política de cuotas.

  4. José Salver dice:

    Me empieza a aburrir este asunto. Mucho.

    Creo que directamente podemos avanzar más. Propongo cambios más efectivos.

    Primero, suprimimos las elecciones.

    Segundo, establecemos un sistema de renovación del Congreso, los parlamentos autónomicos y los ayuntamiento en que se salga cada año un 15% de los concejales, y sean sustituidos por nuevos, elegidos del siguiente modo:

    Tercero, vamos a las Universidades, y pedimos dos listas separadas: la de los 20 o 30 (o los que necesitemos) hombres con mejor expediente, y otra idéntica de mujeres.

    Cuarto, a los primeros los encasquetamos como diputados. A los de enmedio como autonómicos. A los últimos como concejales, empezando por los municipios mayores y siguiendo por los menores.

    Quinto, ya tenemos un 50% de representación: ya era hora. Solo había que dejar de tener en cuenta monsergas tales como las diferencias de opinión, de gustos, de inquietudes, ni la voluntad de nadie, ni su vocación, ni sus capacidades reales ni sus inclinaciones.

    Sexto, somos la repanocha de progresistas. Lo hemos logrado.

    • Victor dice:

      Me parece que este comentario resume totalmente el principal problema de la ideología de genero: no ha lugar para el libre albedrío de los individuos. Ni su voluntad, ni pensamiento propio… Pretenden que seamos copias y que el sexo es un constructo social y como tales, estemos mecánicamente representados en todos los ámbitos.

      La negación de la realidad para que no interfiera con la ideología que se ha construido. Mucha gente esta viviendo del cuento, de ingenierías sociales inutiles. Es aburrido.

  5. Alatriste dice:

    Aunque siento cierta simpatía por la objeción de John Connor – después de todo cualquier imposición de cuotas limita la libertad de elección del votante – tengo que decir que hay como mínimo dos factores que en mi opinión la invalidan:

    – la primera es que ya teníamos un sistema de cuotas en el parlamento que no tiene nada que ver con el feminismo, y bastante complejo. Un detallado sistema de cuotas geográficas que asigna x diputados y senadores a los residentes en cada cachito de suelo…

    – la segunda es que lo más frecuente es que no votemos a personas sino a listas, con excepciones como la británica. No se trata de que «las mujeres son menos votadas», se trata de que los ciudadanos – y ciudadanas, por una vez se impone el doble sujeto – no pueden escoger cuántas mujeres quieren en el Congreso. Los partidos presentaban listas casi exclusivamente masculinas, y aún con el sistema de cuotas tienden a presentar listas pensadas para que los elegidos sean varones.

    A esto se pueden presentar objeciones obvias, como que las militantes de los partidos no son precisamente un 50%, pero en realidad este tema es solo una parte de un problema más general. Cualquier sistema de cuotas, incluidas las tradicionales de representación geográfica que no se cuestionan porque «ha sido así de toda la vida de Dios» lleva a una serie de preguntas incómodas. Para decirlo con todas las letras ¿Por qué la provincia de Soria debe ser representada por Fulano Mengánez y las mujeres deberían ser el 50% de las cámaras en un mundo ideal, pero no se aplica el mismo principio a la edad, las minusvalías, la edad, la educación, la renta, la religión, el idioma materno, la etnia, la preferencia sexual o cualquier otra diferenciación que pudiera hacerse? No hay representación reservada a la juventud, los minusválidos, los licenciados…

    Se podría sostener que si, por poner un ejemplo, los jubilados quieren representación nadie prohíbe formar un partido que busque el voto de los mayores, pero aplicamos otro rasero a la geografía y desde hace poco al género. Hemos decidido – seamos quienes seamos «nosotros» – que esos dos criterios son de importancia superior a cualquier otro.

  6. Martin Olalla, JM dice:

    Esto es sobre el sufragio pasivo.

    Sobre el sufragio activo también hay para hablar. En mi universidad la papeleta contiene el sexo del candidato (sólo hay dos posibilidades, excluyentes, de momento) y en una elección múltiple el voto sólo es válido si se marcan candidatos dentro de la banda 60-40.

    Artículo 14

    «1. Con objeto de propiciar la representación equilibrada
    de mujeres y hombres, en las elecciones para cubrir más
    de un puesto, cada elector podrá votar como máximo a
    un sesenta por ciento de candidatos de un mismo sexo,
    porcentaje que se calculará sobre el número máximo de
    candidatos a los que se puede votar. En el caso particular
    de que el número máximo de candidatos que se pueden
    votar sea tres, cada elector podrá votar como máximo a
    dos candidatos de un mismo sexo.»

    http://www.us.es/downloads/elecciones/NormativaEleccionesParciales2014.pdf

  7. Eduardo Guevara de Bonis dice:

    El día 8 es el día de la mujer trabajadora, este artículo lo siento como un homenaje, a mis mujeres, a mis amigas, a mis compañeras y al conjunto de las mujeres, incluso a las mujeres que no creen en la igualdad de genero.
    No hace muchos días, decía de la lluvia fina al respecto de las listas abiertas a 2 columnas y concluir en cremallera. Este artículo expone, con claridad, las ideas que un viejete no tiene en su pluma, pero si en sus ideas, y vivencia. No es baladí la exposición de las ideas, menos la machaconeria en su difusión, el culmen esta en que se ponga en practica, primero a pequeña escala, en pequeños grupos y trascenderlo a grupos mayores, es lo que hace que su penetración se fortalezca poco a poco, pero con fuerza.
    Solo desde el machismo se combate este tipo de propuesta, argumentos peregrinos, mañana argumentan cualquier otra cosa diferente y contrapuesta.
    La solución no es buscar sus defectos, que los hay, sino como podemos mejorar lo que hay.
    Tuyo y de le causa obrera.

    • Victor dice:

      Decir que solo desde el machismo se «combate» estas ideas es no haberse parado a escuchar ni a pensar las objeciones. Como con cualquier ideología, no ha lugar para la critica.

  8. Gerard dice:

    ¿Y que hacemos con los que no se sienten ni hombres, ni mujeres? (intergénero, agénero, género neutro, bigénero, pangénero, género fluido, tercer género,…)
    http://es.wikipedia.org/wiki/Genderqueer
    ¿Cómo los metemos en la cremallera? ¿Los discriminamos directamente o los utilizamos de comodín?

    • Christian dice:

      ¿Alguien se acuerda de las famosas primarias de EQUO? Sí, sí: aquellas donde se forzaba la paridad a cualquier precio: el 50% de los candidatos eran del género (o sexo, no lo especificaron) masculino. El otro 50%, femenino (ni hablar de, como han dicho por ahí, otras identidades sexuales). En definitiva: estabas votando a la gente por lo que tenía entre las piernas.

      Nada le importó a EQUO si esa cantidad X de personas de uno u otro género (o sexo) eran o no competentes. No se hablaba de personas competentes, sino de hombres y mujeres.

      En 2015 seguimos con el antediluviano debate de tetas y pitos. Lo más gracioso es que, quien fomenta esta ideología tan sexista, lo hace tratando de apelar a la igualdad. De chiste.

  9. Daniela Díaz dice:

    Estáis atrayendo a lo mejor de la imbecilidad internetil con estos artículos. ¿A quién se le ocurre…?

    Bueno, alguno de los imbéciles más selectos es habitual, al menos no se puede decir que lo hayáis atraído con estos escritos.

    • Vellana dice:

      ¿Qué es poesía? –dices mientras clavas
      en mi pupila tu pupila azul.
      ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
      Poesía… eres tú.

      GAB

    • José Salver dice:

      En la discusión sobre cualquier tema, aparte de los argumentos, cabe la ironía, el sarcasmo, la pulla. Lo que no cabe es el insulto. Cuando alguien, subido en algún tipo de pedestal, recurre al insulto como forma de contestación, queda descalificado ante sí mismo y ante los demás.

      Un saludo.

        • José Salver dice:

          No tengo nada contra Vargas Vila, tan prolífico como irreverente, a la par que adelantado, lo cual es sin duda un gran mérito. Pero reconocerá usted conmigo que, para que un insulto se pueda considerar como una bella arte y no como una muestra de inferioridad intelectual, quien lo profiere debe hacerlo en un contexto. Debe, por tanto, justificarlo, argumentarlo: desasnarlo adecuadamente.

          De lo contrario, un insulto crudo proferido en medio de una discusión, resulta ser solo eso: una ridícula muestra de inferioridad intelectual.

          Pero de nada de eso es de lo que estábamos hablando en esta amable conversación.

          Saludos, hombre, saludos. 🙂

          • Sgt. Kabukiman dice:

            Bueno si, pero la precisión que usted efectúa, muy acertadamente, respecto al insulto cabe también hacerse respecto a la ironía, el sarcasmo, la pulla.

            Justificar, argumentar, desasnar…

            • José Salver dice:

              El tiempo, y la acumulación de evidencias, da y quita razones, estimado contertulio.

              Un cordial saludo.

  10. Aloe dice:

    Que las mujeres alcancen una posición igualitaria en las posiciones de poder y en las Asambleas representativas es importante, pero no es la única consideración que se debería tener en mente cuando se habla de sistemas electorales.
    Todo el contexto de la discusión (o casi) parte de la consideración de que las cúpulas de los partidos decidan unilateralmente las listas, y sigan teniendo todo el poder al respecto, y lo único que se discute es cómo atarles un poquito las manos para que no sean tan desvergonzados.
    Siendo una mujer, e importándome mucho el tema de la igualdad en la representación y el aumento de mujeres en puestos de poder, no lo sacrificaría todo a eso. Por ejemplo, no sacrificaría la mejora del sistema electoral, la adopción de un sistema mixto estilo alemán, ni la apertura de las listas. Los votantes deben tener más poder de decisión, no menos todavía. Y ya elegiremos más mujeres si nos dejan.

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