O mejor dicho, ¿por qué lo hace de forma tan lenta? Si bien los economistas denominamos a este fenómeno histéresis, sus causas inmediatas no están nada claras. De hecho, existen distintas explicaciones, aunque por supuesto no tienen por qué ser excluyentes. A continuación quisiera presentar cuatro de ellas (diría que las más importantes) con el fin de que aquellos que estéis interesados podáis encuadrar mejor el debate, especialmente en los tiempos que corren. No tengo intención de ponerme técnico (para los que tengan alguna idea de economía, siento si echáis en falta que no mencione la NAIRU ni una sóla vez); en todo caso, busco más incidir sobre las causas subyacentes del fenómeno que a su definición formal. En cualquier caso, si conocéis o pensáis en alguna más que a mi se me haya pasado por alto, no dudéis en decírmelo. Por mi parte, si recuerdo alguna más que considere que pueda resultar relevante o seros de utilidad,
actualizaré lo más rápido que pueda.

Explicación nº 1. «Si no estás en lista no entras». La primera teoría, conocida formalmente como modelo outsiders-insiders, establece que la persistencia del desempleo se debe a que en el mercado del trabajo los parados resultan discriminados por los empleados. No, esta teoría no afirma que los empleados se dediquen a sabotear las entrevistas de trabajo de los parados; más bien, esta discriminación se produce de manera indirecta. En concreto, el modelo indica que la causa principal reside en la acción de los sindicatos, para quienes los trabajadores empleados constituyen un activo, a diferencia de los parados. Un parado, a efectos prácticos, le importa poco a un sindicato. Los parados no tienen ningún puesto de trabajo por el que luchar, ningún salario susceptible de ser aumentado, ningunas condiciones laborales que poder mejorar, ninguna cuota que abonar
al sindicato ni tampoco, cómo no, ninguna papeleta que depositar en las votaciones sobre convenios colectivos. Además, qué vamos a decir, los trabajadores empleados tampoco es que se muestren demasiado entusiastas ante sus potenciales competidores. Los sindicatos y los empleados conocen mutuamente sus motivaciones y, por descontado, se refuerzan para alcanzar sus objetivos. De esta forma, aunque en época de crisis el paro pueda aumentar a ritmos frenéticos, en épocas de estabilidad, cuando la actividad empresarial se encuentra en expansión y las finanzas públicas son lo suficientemente robustas como para hacer frente a los gastos sociales del desempleo, es entonces cuando el poder de negociación de sindicatos y empleados puede hacerse más fuerte en este sentido. Esta teoría a su vez se utiliza para explicar las mismas diferencias esta vez  en un mercado de trabajo dual, es decir, entre trabajadores indefinidos y temporales, además de los parados.

Explicación nº 2. «Con trabajillos aquí y allá me apaño». Esta explicación, que en buena medida ya os adelanté en la entrada anterior, afirma que la persistencia del paro se debe a la existencia de una economía informal o sumergida más o menos activa. En España, según parece, esta actividad podría cifrarse en algo más de un 20% del PIB. Ahí es nada. Esta teoría entiende que aunque tanto el empleo formal como informal se destruyen rápidamente en épocas de crisis, en la posterior recuperación la contratación suele comenzar en el sector informal, debido a que por entonces la inseguridad del empleo todavía es elevada y el ahorro
de costes que supone para las empresas, asociados entre otras cosas al pago de impuestos y cotizaciones. El trabajador, en estas circunstancias, carece de incentivos para rechazar esta propuesta de empleo informal. De hecho, no le viene del todo mal. A fin de cuentas, en la situación de incertidumbre en que se encuentra la economía, tener trabajo es todo un lujo; además, al no estar declarado, puede cobrar su sueldo íntegro, al tiempo que, dado el caso, puede seguir cobrando el seguro de desempleo hasta que le sea posible con tal de que sea un poco cuidadoso. Esta situación, que en general suele darse en mayor medida en las PYMEs (que por otra parte son quienes generan la mayoría del empleo) lastra la creación de puestos de trabajo formales y, por tanto, su reflejo en las estadísticas oficiales de la recuperación. Por supuesto, sobra decir que este empleo sumergido dista mucho de estar asociado exclusivamente a las típicas imágenes de vendedores abundantes o albañiles chapuzas; de hecho, se trata de una
situación que además de frecuente goza de un elevado respaldo popular.

Explicación nº 3. «La pela es la pela». Esta teoría, quizá la más clásica entre todas, postula que si el desempleo persiste es debido a que los salarios no se ajustan en el mercado de trabajo. Le debemos a Keynes el mérito de ser el primero en hacer esta apreciación. En concreto, el economista inglés afirmaba que aunque los trabajadores no parecen tener ningún inconveniente en ajustar sus salarios al alza, éstos se muestran especialmente testarudos cuando sus salarios deberían ajustarse a la baja. Ésto sucede porque los trabajadores únicamente toman en consideración su salario nominal, no el real. De esta forma, el desempleo persiste, básicamente, hasta que los trabajadores aceptan una rebaja en sus salarios nominales que permita ajustarlos a su nivel real. Hasta que se produce, las empresas solucionan este sobrecoste producido por la rigidez de los salarios racionando el empleo, no los salarios, de
ahí la persistencia del paro. No obstante, los gobiernos de todo el mundo conocen desde antiguo una forma de que se produzca este ajuste prescindiendo de la opinión de los trabajadores a través de un mecanismo conocido como inflación, que logra reducir el poder adquisito en términos nominales hasta equipararlo a su nivel real. A pesar de todo, este método es bastante inestable, y no pocas veces se suceden efectos no deseados en la economía. Muchos economistas también afirmarían que el salario mínimo, o en general cualquier precio mínimo, tiene efectos similares a los antes comentados (otros no, pero eso es otra historia).

Explicación nº 4. «No te contrato porque no tengo hueco». Según esta teoría, la persistencia del paro se produce porque a diferencia del trabajo, del que puede disponerse inmediatamente una vez se contrata, el capital (entendido como las fábricas, la maquinaria, los medios de transporte, etc.) es algo que requiere tiempo para tenerlo a disposición. Asumir que el proceso productivo se efectúa a través de coeficientes fijos de factores productivos nos llevaría a una explicación paralela. Podemos entenderlo mejor con un ejemplo. Supongamos una fábrica que emplea a un número determinado de trabajadores, pongamos 20. Durante una crisis, las pérdidas de la fábrica aumentan hasta el punto en que la fábrica se ve obligada a cerrar. Su maquinaria, igual que su mobiliario, son liquidados. Los contratos de suministro de luz, agua y gas se cancelan. Las instalaciones dejan de
limpiarse y, pasados pocos meses, se deterioran. Ahora, supongamos que la crisis finaliza, dando paso a la recuperación. Un nuevo propietario se hace con la fábrica. La cuestión es que el proceso de puesta a punto de la fábrica, en el que también podemos incluir su liquidación, puesta en venta y adquisición por el nuevo propietario, no se realizan de forma inmediata; además de tiempo, normalmente hace falta realizar inversiones adicionales. El tiempo que transcurre hasta que la fábrica está lista para empezar a producir es el que explica la persistencia del paro. Naturalmente, si la fábrica de nuestro ejemplo, en vez de cerrar únicamente hubiese ajustado su plantilla para capear el temporal, ahora en la recuperación tendría mucho más fácil retornar a los niveles de producción previos, también en lo que se refiere a la contratación. Este argumento puede denominarse el de restricción de capacidad. A su vez, una versión de esta teoría fue propuesta por Keynes como explicación de la inflación; así, ésta
se entendería como el resultado del incremento en costes producido por las inversiones extra necesarias para aumentar la capacidad productiva de la economía una vez ésta alcanzaba el pleno empleo de los recursos productivos. No obstante, tal explicación podría ser correcta en el caso de que la estructura económica fuese homogénea, o lo que es lo mismo, que el capital fuese perfectamente sustituible (aunque todo ésto nos lleva a discusiones antiguas en la profesión); en otras circunstancias, es decir, asumiendo heterogeneidad, afirmaría que la explicación que he esbozado es posible aunque la economía no se encuentre en su frontera de posibilidades de producción.


27 comentarios

  1. Alex dice:

    excepcional. Me he apuntado y aprendido varias cosillas.

    ¿Alguna recomendación para España? Sobretodo con el punto de la economía informal. Por donde la formalizaríamos de forma mas eficiente?

    Saludos

  2. Ramón M. dice:

    @Alex,

    La verdad es que no existe ninguna receta infalible. En España es cierto que la economía informal o sumergida es un problema importante, pero no es el único. A mi juicio, la dualidad del mercado laboral es otra cuestión de la misma índole. Además del efecto insider-outsider que se genera entre trabajadores indefinidos y temporales, como adelantaba más arriba, la dualidad tiene ciertos efectos perversos en el mercado de trabajo; en particular, en lo referente a la formación específica de los empleados temporales.

    Desde Politikon, venimos defendiendo desde hace tiempo una propuesta de contrato único (Roger es especialmente insistente, aunque yo no lo sería menos), entre otras medidas que consideramos pueden resultar beneficiosas tanto frente a los problemas generados por la dualidad. Del mismo modo, me atrevo a afirmar que se trataría de una propuesta que también tendría efectos positivos frente al empleo informal debido al previsible incremento en la contratación, aunque esto quizá requeriría una justificación algo más rigurosa.

    De vuelta a las alternativas disponibles para «formalizar» la economía informal, antes de poder señalar posibles soluciones resulta conveniente dilucidar sus posibles causas. En términos generales, se admite que la economía informal o sumergida es resultado, primero, de la existencia de un espacio de actuación al margen de la legalidad, motivado principalmente por un escaso o deficiente control o inspección; segundo, por la presencia de elevados costes para las empresas, que suponen un incetivo para «esconder» sus actividades.

    No sabría decir en qué medida cada una de estas dos causas se dan en el caso español. Aunque me atrevería a inclinarme por la magnitud de los costes laborales, que entedería motivada por la rigideces del actual contrato indefinido (una vez más, aparece la dualidad), necesitaría pruebas algo más contundentes. Por tanto, sugiero que tomes esta última afirmación con toda la cautela que estimes necesaria.

    A pesar de todo, si tomamos mi intuición por correcta, tenemos dos maneras de actuar. Por las buenas, podemos tratar de hacer la economía formal más atractiva; una manera de conseguirlo es abaratando sus costes, aproximándolos en la medida de lo posible a los de la economía informal. En este sentido, una rebaja en las cotizaciones sociales, una reducción de la indemnización por despido, la concesión de ayudas directas a la contratación o, en general, todo aquello que contribuya a abaratar costes puede ser de utilidad. Naturalmente, esta estrategia conlleva ciertos sacrificios en materia de condiciones laborales actuales, por lo que no pueden tomarse a la ligera. Por las malas, y de forma no excluyente, un incremento en las sanciones o frecuencias de la inspección laboral también puede contribuir, si bien en exceso puede dar como resultado un «efecto rebote» nada deseable. En resumen: Lo más deseable consistiría en alcanzar una mayor flexibilidad en el mercado laboral, naturalmente, sin que ello implique
    renunciar a una seguridad que incluya una amplia protección en caso de pérdida del empleo. Esta propuesta suele encuadrarse bajo el título de flexiseguridad, y queda lejos de ser nueva. El principal objetivo, como decía más arriba, es simplemente hacer el sector formal más atractivo (más barato, más calidad). En España, dadas las circunstancias, más que un objetivo, se trata de una necesidad.

  3. mitcoes dice:

    Ningún modelo econométrico avala las ortodoxas explicaciones que formulas.

    A mi me gusta la política económica comparada.

    El único caso que conozco de aceleración de la recuperación del empleo es el de la jornada de 35h en Francia.

    Como aquí hay muchísimo más paro, debería ser de 30, pero obligando a contratar por cada 3 trabajadores uno nuevo.

    Obviamente con pleno empleo habrá inflación salarial, entonces permitir incrementar la jornada.

    Un motivo del paro es que desde ya hace mucho tiempo hay jornadas de 60h pagadas como de 40h y los sindicatos no dicen nada, precisamente en banca, seguros y en general servicios se da mucho el caso y gracias al miedo al paro los explotados son los primeros colaboradores.

    Sumando a las jornadas de 30h la inspección de estos puestos de trabajo, y por supuesto, cobrar lo mismo que por las de 40h, con la consiguiente inflación, que dejará más o menos igual el consumo, pero reducirá relativamente los créditos pues el tipo de interés apenas subirá al estar en la zona € es la medida adecuada. Dada la experiencia francesa que es la única que hasta el momento ha funcionado contra el paro.

    Pero no caerá esa breva.

  4. Lamidaeff dice:

    «Ningún modelo econométrico avala las ortodoxas explicaciones que formulas.»

    Y tu eres un gilipollas integral y eso es algo para lo que no necesitamos ningún modelo econométrico. Cretino

  5. José Luis Fernández dice:

    ¿Jornadas de 30 horas pagadas como jornadas de 40? ¿Obligación de contratar un empleado por cada tres que pasan de 40 horas a 30? No tengo muy claro que eso ayude a que las empresas se animen a contratar.

    Si soy empresario y necesito cubrir 120 horas laborales y ahora me arreglo con 3 empleados cuyo rendimiento ya conozco, qué me aporta tener que pasar a tener 4 empleados pagando un 33% más que antes y asumiendo los riesgos y los costes de una incorporación (una mesa, un ordenador, tiempo de capacitación, etc.).

    Esta propuesta me parece un suicidio. Te propongo otra que con la misma lógica sería interesante y seguramente no aceptes: si tienes pareja y no trabaja, que se obligue a contratarla como servicio doméstico pagándole por lo menos el salario mínimo (más los costes de seguridad social y demás).

    ¿Que no te interesa porque ahora entre tú y tu pareja os apañáis para hacer las cosas de casa sin ningún coste adicional? Ah, ¡vaya! Es que el dinero de los demás siempre parece más fácil de usar 😉

  6. Epicureo dice:

    En el análisis de la economía sumergida, nadie parece recordar que la mayor fuente de economía sumergida en España son las muchas horas extraordinarias ni voluntarias ni retribuidas que se echan una buena proporción de los empleados españoles, especialmente en épocas de crisis. ¿No os habéis fijado en que muchas oficinas tienen las luces encendidas de 8 de la mañana a 8 de la noche por lo menos?

    La reacción empresaria típica ante la crisis (excepto por supuesto la de todos los empresarios que estén leyendo esto) ha sido la siguiente: la mitad o más de los contratos temporales no se renuevan, por si acaso, y si luego las cosas no van tan mal, se obliga a trabajar el doble a los que quedan. «Si no te gusta ahí tienes la puerta.»

    Los problemas del mercado laboral español son tres: mercado laboral dual, inspección de trabajo inexistente y sindicatos burocratizados. Comparad con los países donde hay pleno empleo y está bien claro.

    Por supuesto, si hay reformas sólo se reformará el primer problema, tirando hacia la «flexiseguridad», pero como no se pueden aumentar los subsidios porque también hay que rebajar las cotizaciones, se quedará sólo en «flexi».

    Y eso no será efectivo contra el paro, porque un trabajador «flexi» es más esclavizable que uno fijo, y consume menos.

  7. Ramón M. dice:

    @mitcoes,

    No es cierto. Sin ir más lejos, aquí tienes un artículo clásico obra de Blanchard y Summers Hysteresis and the European Unemployment Problem (1986), en el que se toma como referencia principal la primera de las teorías que he expuesto, el modelo insider-outsider. A su vez, el trabajo original de Lindbeck y Snower sobre dicho modelo, del que puede encontrarse un buen resumen en The Insider-Outsider theory: A Survey (2002), también contiene referencias significativas. Del mismo modo, un trabajo en la misma línea con traducción al español que recomendaría es La crisis del paro (1996), de Layard, Nickell y Jackman. Por último, también me gustaría destacar un trabajo de Bentolila, Cahuc, Dolado y Le Barbachon, titulado Two-Tier Labor Markets in the Great Recession: France vs. Spain (2011) que analiza las diferencias en el desempleo español y francés a través de las características de sus respectivos mercados laborales, con una clara referencia a muchos de los aspectos que he mencionado en esta entrada a propósito de las causas y la persistencia del desempleo.

    En otro orden, acerca de tu propuesta, tengo mis dudas. No niego que la política comparativa tenga su utilidad, pero en este tipo de ejercicios suele obviarse que, además de la diferencia que se analizan, existen muchas otras que no suelen tomarse en consideración, o no en la medida que se debiera. Sobra decir que entre Francia y España, en general, y entre sus respectivos mercados de trabajo, en particular, existen numerosas diferencias al margen de la jornada laboral. El artículo enlazado de Cahuc et al. constituye un buen recopilatorio. En cualquier caso, considero que la aplicación de tu propuesta suscitaría algunas dificultades, no sólo en torno a su aplicación e inspección, sino también respecto a su viabilidad. A fin de cuentas, una reducción de la jornada de trabajo de una persona no tiene necesariamente por qué compensarse de forma directamente proporcional con el trabajo de otra; como decía, el capital (en este caso, el sujeto al puesto de trabajo) no es ni homogéneo ni perfectamente sustituible.
    Además, como indica @José Luis Fernández, la contratación de nuevos empleados lleva aparejados ciertos costes adicionales frente a la utilización intensiva de la mano de obra contratada con anterioridad (pago por cotizaciones y otros impuestos, por ejemplo); todo ello, naturalmente, sin contar otros posibles efectos asociados a economías de escala (por ejemplo, curvas de aprendizaje). Aparte de eso, pretender mantener los sueldos para compensar el efecto inflacionario vía costes a través de la inflación me parece querer jugar con fuego. Así pues, no es que niegue total validez a lo que planteas, ni mucho menos, pero no es menos cierto que hablar de racionamiento siempre me ha parecido el último recurso de los que, en economía, no tienen nada mejor que aportar.

  8. Ramón M. dice:

    @José Luis Fernández,

    «Te propongo otra que con la misma lógica sería interesante y seguramente no aceptes: si tienes pareja y no trabaja, que se obligue a contratarla como servicio doméstico pagándole por lo menos el salario mínimo (más los costes de seguridad social y demás)». ¡Me gusta! Eso sí, no lo digas muy alto, no sea que el gobierno de turno te lo copie para maquilla cifras, que nunca viene mal 😉

    @Epicureo,

    Coincido en muchos de los problemas que apuntas. En particular, comparto que «[l]os problemas del mercado laboral español son tres: mercado laboral dual, inspección de trabajo inexistente y sindicatos burocratizados». No diría que son las únicas relevantes, pero desde luego no puede negarse su importancia.

    Por otra parte, no es menos cierta la debilidad relativa en términos de poder de negociación que mencionas. Ésta es manifiesta en particular para los trabajadores temporales (es la consecuencia de tener un mercado laboral dual); no obstante, con algo más de un 20% de paro y alrededor de un 40% de paro juvenil, esta posición de inferioridad termina por convertirse en la tónica general.

    Esta circunstancia me recuerda a una teoría, bastante interesante, desarrollada por Bowles y Gintis en línea con las distintas propuestas sobre salarios de eficiencia; brevemente, ambos autores sostienen que la existencia de paro es una circunstancia deseada y hasta cierto punto motivada por las empresas, que de esta forma pueden monitorear el esfuerzo de sus trabajadores a través del despido, que por efecto del paro se convierte en una amenaza creíble. A fin de cuentas, sí, la posición de cada cual a la hora de negociar importa, y mucho.

  9. Epicureo dice:

    Ramon M, no son sólo las empresas las que desean que exista paro.

    Las políticas económicas de muchos gobiernos, en las últimas décadas, se han basado en la falacia de que hay «pleno empleo» con un 5 % de paro (el 10 % en España) y que no es deseable bajarlo mucho más porque «presionaría al alza» los salarios. Para evitarlo han recurrido a la política monetaria o, cuando esto no era posible (como en España) a fomentar la inmigración.

    Sí, el «ejército industrial de reserva» de Marx, exactamente.

  10. Información Bitacoras.com…

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  11. Heathcliff dice:

    Me da la impresión de que al hablar de pleno empleo y de porcentajes de trabajadores que podrían emplearse, consideráis la fuerza de trabajo una constante.

    La realidad, en cambio, nos enseña que cuando hay trabajo se permite la entrada masiva de inmigrantes para abaratar ese trabajo. Unos inmigrantes a os que no se puede expulsar en los momentos duros y que crearán un efecto multiplicador del problema en malas épocas, y un fuerte efecto llamada en caso de repunte.

    Sin política migratoria no hay salida para el empleo en estos momentos.

    Apunta esa otra causa, Ramón, si te parece que atino, aunque sea un poco…

  12. Epicureo dice:

    Heatcliff, es cierto que cuando había trabajo Aznar permitió la entrada masiva de inmigrantes para abaratar los salarios, y la cosa se descontroló bastante porque cuando se abre la puerta es difícil cerrarla. Pero ese problema ya se ha resuelto solo: desde el año 2008 la inmigración se ha reducido aceleradamente, y ahora mismo regresan más de los que entran.

    El efecto de la inmigración es el contrario del que dices. No crea ningún «efecto multiplicador» en malas épocas, al contrario, crea un efecto mitigador, ya que (salvo los que están arraigados con hijos, etc.) tienen más posibilidades de regresar que los nacionales de emigrar. O, si no, están mucho más dispuestos que los nacionales a aceptar empleos penosos y mal pagados.

    En todo caso, la política migratoria no puede consistir nunca en cerrar las fronteras a cal y canto y expulsar gente, primero porque no se puede y lo único que haces es convertir inmigración legal en ilegal, y segundo porque con nuestra tasa de natalidad es imprescindible la inmigración para estabilizar la demografía (y con ella la economía).

    Ya sé que ver por la calle tanta gente morena y que habla raro da un poco de asco, pero nos hacen falta.

  13. Ramón M. dice:

    @Epicureo,

    Eso que dices no es del todo cierto. De hecho, no es una falacia, sino un resultado bien fundado en economía denominado NAIRU (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment) o tasa natural de desempleo, que es aquélla por debajo de la cual la inflación aumenta; es decir, una tasa de desempleo más baja que la NAIRU provocaría que la inflación se incrementase, probablemente a un ritmo más que proporcional. La NAIRU fue el resultado de una teoría que, al tiempo que mantenía las conclusiones básicas de la curva de Phillips, a su vez permitía explicar el fenómeno de la estanflación, que cobró protagonismo a raíz de la crisis del petróleo de 1973.

    Aunque no sabría decir a ciencia cierta cuál es su vigencia actual, para saber más sobre su planteamiento formal, sus detalles y sus conclusiones, las referencias que le he dejado más arriba a @mitcoes son un buen punto de partida.

    No obstante, la apreciación (siempre interesante) del «ejército industrial de reserva» de Marx sí que tiene su manifestación, pero es a través del modelo insider-outsider, en el que la tasa de desempleo supera a la natural (o NAIRU) precisamente por efecto de la presión que los trabajadores ejercen a través de los sindicatos para mantener al alza los salarios.

    De hecho, la propuesta de Bowles y Gintis complementa bastante bien esta explicación; es más, los incentivos son coincidentes. Así, a los trabajadores les interesa que exista un cierto desempleo para mantener los salarios elevados; a los sindicatos básicamente únicamente les interesa los trabajadores empleados; por su parte, a las empresas les interesa tener un medio para disciplinar a sus trabajadores, y amenazarles con el despido es uno de ellos. Sin embargo, la amenaza de despido sólo tiene efecto si realmente existe algún perjuicio en ser despedido (si un trabajador despedido encontrase trabajo inmediatamente, como se supondría en un modelo competitivo, lo mismo daría).

    ¿Cómo conseguir que el despido sea efectivo? Por un lado, pagando un salario al trabajador por encima de la media del mercado, que es algo que a la vez que fideliza al trabajador le desincentiva a buscar trabajo fuera al aumentar su salario de reserva; ésta es la teoría de salarios de eficiencia clásica, ver Stiglitz y Saphiro (1984). No obstante, si todas las empresas siguen esta estrategia, este incremento salarial provoca que el nivel de salarios se sitúe por encima de aquél que vaciaría los mercados; en otras palabras, provoca que exista desempleo (con una tasa por encima de la natural).

    Este resultado tiene dos consecuencias: primero, al aparecer para el trabajador la posibilidad de un desempleo involuntario, el despido se convierte en una amenaza creíble y disciplinante; segundo, la estrategia de salarios de eficiencia de las empresas presiona al alza los salarios, lo cual beneficia a los trabajadores empleados en detrimento de los empleados; los primeros entonces tratarán de mantener esta posición, que se vería seriamente atacada si el desempleo se redujese. Estos dos eran precisamente los objetivos que buscábamos. Por tanto, como decía, ambas teorías se complementan y refuerzan mutuamente.

  14. Ramón M. dice:

    @Heathcliff,

    Como apuntas, es cierto que la inmigración es un fenómeno asimétrico. La llegada de inmigrantes en fases de crecimiento económico suele sucederse de forma rápida, mientras que el retorno de esos mismos inmigrantes es un proceso mucho más lento; es más, mucho de ellos nunca regresan. De hecho, Kantor habla de burbuja migratoria, pero no me queda del todo claro a qué se refiere. Quizá el mismo pudiera aclararlo.

    No obstante, analizar los efectos de la inmigración sobre el empleo o el desempleo es un asunto complicado, principalmente porque muchos de ellos, al residir de forma ilegal, sencillamente no se reflejan en las estadísticas (que es una situación homóloga a no existir, a efectos de políticas públicas). En este sentido cabe a ser prudente, y en buena medida coincido con las valoraciones que te deja @Epicureo. De todas formas, la estructura de la inmigración es heterogénea; todas las variables cuentan, de ahí que sea muy difícil establecer tendencias o características generales para todo el colectivo. Una buena fuente de información la proporciona el INE en su informe La población extranjera en España (2001), o también Encuesta Nacional de Inmigrantes 2007: una monografía (2009), que creo es la más reciente sobre el tema.
    Además, hay que añadir que el alcance de la incidencia de la inmigración sobre el ritmo de creación de empleo y de la estructura ocupacional no está del todo clara; no obstante, en esta entrada sobre inmigración señalo algunas posibilidades que, por lo general, no suelen tenerse demasiado en cuenta.

  15. Heathcliff dice:

    @Epicureo,

    No, no da asco ver tanta gente morena por ahí. 🙂
    Lo que da es ganas de preguntarse si no estaremos haciendo con la demografía lo mismo con el presupuesto: endeudarnos de modo que un día no podamos pagar.

    Adquirir mano de obra foránea a bajo precio, y con la promesa de pagarle luego una pensión, cubriendo sanidad y educación de sus familias, tiene algo del comportamiento del viejo señorito que dilapidaba la fortuna de sus mayores.

    Porque lo que se hace con esta política, que abarata el trabajo hoy y encarece el coste de las pensiones mañana, es hacer accionistas del país a quien sólo debería ser usuario.

    ¿Crees q

  16. Heathcliff dice:

    (Interruptus)

    ¿Crees que comprar un billete de avión y pagarlo honradamente debería hacerte accionista de Iberia?

    Yo creo que eso es ruinoso, pero me temo que se trata de otro debate…

  17. Heathcliff dice:

    Gracias Ramón. Seguiré atentamente lo que cuentas.

  18. Epicureo dice:

    Ramón, no sé qué es un resultado «bien fundado» en economía. Para un científico es algo que se comprueba en la realidad, y la realidad dice que la correlación entre paro e inflación es poco significativa, es decir, que influye muchísimo menos que otros factores. Por lo tanto no hay NAIRU que valga.

    Además tu razonamiento es absurdo. A los trabajadores no «les interesa» que haya paro en ningún caso. Sí les interesa que los salarios sean elevados, y si eso produjera paro, sería una consecuencia indeseada. ¿Ocurre eso realmente? No está nada claro. Por ejemplo, los países con salarios más altos suelen tener un bajo nivel de paro.

    Qué lástima que a los economistas las teorías no os dejen ver la realidad.

  19. Ramón M. dice:

    @Epicureo,

    Un resultado está «bien fundado», en mi opinión, cuando parte de una formalización previa coherente, ha sido comúnmente aceptado por la comunidad académica, ha sido utilizado con fines prácticos y, cómo no, ha obtenido una masa significativa de evidencia empírica a favor. En ese sentido, sí, la NAIRU es un resultado bien fundado en economía; de hecho, precisamente su utilidad radica en explicar por qué la correlación entre inflación y desempleo a veces adquiere más relevancia y otras veces menos. En cualquier caso, me remito a las referencias bibliográficas que he dejado más arriba.

    Dicho ésto, vuelvo a remarcar que no sabría decir a ciencia cierta cuál es su relevancia (académica) actual. En cuanto a líneas de investigación, a día de hoy éstas se han expandido, con muy buenos resultados, hacia los denominados modelos de búsqueda y señalización (search and matching models), entre los que destacan autores como Mortensen, Diamond o Pissarides, que obtuvieron el Premio Nóbel de Economía en 2010 por «sus estudios sobre el desempleo». Una buena introducción sobre este tema a cargo de la FED puede encontrase aquí. Cives también escribió hace tiempo una entrada bastante recomendable sobre los autores citados titulada Un Nóbel a la macroeconomía no-
    walrasiana
    .

    «Además tu razonamiento es absurdo. A los trabajadores no “les interesa” que haya paro en ningún caso. Sí les interesa que los salarios sean elevados, y si eso produjera paro, sería una consecuencia indeseada. ¿Ocurre eso realmente? No está nada claro. Por ejemplo, los países con salarios más altos suelen tener un bajo nivel de paro» (énfasis mío).

    Claro, pero es precisamente eso lo que vengo diciendo desde un principio. Sin ir más lejos, en el segundo párrafo afirmo «No, esta teoría no afirma que los empleados se dediquen a sabotear las entrevistas de trabajo de los parados; más bien, esta discriminación se produce de manera indirecta. En concreto, el modelo indica que la causa principal reside en la acción de los sindicatos, para quienes los trabajadores empleados constituyen un activo, a diferencia de los parados». Cuando hago referencia a que a los trabajadores les «interesa» que haya desempleo, lógicamente, estoy personalizando el resultado de su estructura de incentivos. No obstante, si he inducido a confusión, pido disculpas.

    Por otra parte, el que los países con salarios más elevados tengan una menor tasa de desempleo no muestra nada. ¿Tienen unos salarios mayores en comparación a quién? ¿A los otros países? Como digo, eso no nos dice demasiado; lo que interesa desde la óptica de estos modelos, en todo caso, es cómo es el salario vigente en el mercado respecto al que existiría en circunstancias competitivas, y de ser así, por qué existe divergencia, en qué grado, y qué consecuencias tiene sobre el desempleo. Naturalmente, no todo se reduce a unos pocos modelos; es más, el aspecto institucional, en particular el ligado a la negociación colectiva, tiene mucha importancia.

    Y no, no es que las teorías no nos dejen ver la realidad; simplemente, a diferencia de muchos, tratamos de clasificar la evidencia empírica en categorías que permitan, primero, una narración coherente de los hechos; y luego, un marco teórico que pueda ser utilizado indistintamente por todos y que permita comparar y contrastar los resultados. En eso consiste la ciencia, o bueno, al menos eso se intenta.

  20. Epicureo dice:

    ¿Cómo sabes cuál es el salario que existiría en «circunstancias competitivas»?

  21. Ramón M. dice:

    @Epicureo,

    «¿Cómo sabes cuál es el salario que existiría en “circunstancias competitivas?»

    No lo sé; de hecho nadie lo sabe, pero podemos tratar de estimarlo. Si por definición el salario que se daría en circunstancias competitivas sería aquél que vaciaría el mercado (o en otras palabras, en el que la tasa de desempleo coincidiría con la natural) entonces ante la persistencia de desempleo estructural no nos queda otra que concluir que el salario vigente es más elevado.

    Antes de que me pudieses decir que esta explicación no te convence (que por otra parte, aclaro, es la que hay) has de tener presente que los modelos en economía precisamente se utilizan para dilucidar las causas de esta situación, o en última instancia para tratar de ofrecer una explicación del fenómeno en sí (en este caso el desempleo). Podemos tratar de construir una narración más rica o más coherente, o tratar de ajustarnos más fielmente a los hechos, pero en definitiva todos empleamos modelos. Cuando afirmo que el salario de los trabajadores es bajo es porque estoy comparando su valor actual con el que supongo que debería tener, y esta suposición se basa, grosso modo, en unas creencias determinadas sobre cómo funciona el mundo, o sobre cómo debería hacerlo y por qué realmente no es así.

    Así que, antes de que surja una de esas aburridas discusiones sobre metodología, adelanto que podemos discutir el contenido de los modelos que utilizamos o proponer otros alternativos, pero no podemos, hablando con propiedad, criticar su utilización. Es algo que todos hacemos, metamos o no las matemáticas de por medio.

  22. Epicureo dice:

    Lo que no puede ser, Ramón, es que el modelo presuponga aquello que se trata de demostrar: «por definición» hay paro cuando los salarios son más altos que el salario competitivo, y la única forma de estimar este es decir que si hay paro los salarios son demasiado altos. Por supuesto que esto tiene que ser verdad, porque es un razonamiento circular.

    Perdona la discusión metodológica, pero tengo que decirlo. Si la economía lo que busca son sólo explicaciones narrativamente plausibles de los fenómenos del mundo basadas en creencias y suposiciones, está bien, pero no lo llames ciencia, llámalo mitología. Si lo que busca es un conocimiento operativo que nos permita hacer que las cosas sean más parecidas a como deben ser, tendrá que ser una ciencia, pero entonces sus modelos, además de narrativamente plausibles, deben intentar ser predictivos y falsables (o sea teorías).

    Y, lo siento, hay que criticar la utilización de los modelos. Tendrás que reconocer que lo modelos que has enlazado están hipersimplificados y no reflejan ni de lejos la complejidad de la economía. Pretender que generalizarlos de forma abusiva es la manera «científica» y «única posible» de tomar decisiones que afectan a millones de personas es una imprudencia mayúscula.

  23. Ramón M. dice:

    @Epicureo,

    No se trata de un argumento circular porque no expresa ninguna relación de causalidad. Si el salario vigente es superior al de equilibrio entonces habrá paro. De la misma forma, si hay paro entonces puede ser porque el salario vigente sea superior al de equilibrio, o no; puede que sea debido a otra causa. No puede hablarse de circularidad porque eso no es argumento, es sólo una proposición. Establecer la causa de por qué se produce sí es un argumento, y no es único. De ahí la variedad de modelos que pueden emplearse y, por supuesto, que quede espacio reservado al análisis. La estimación del resultado competitivo vendría dada porque, de concluirse que el salario vigente no es significativamente distinto del que se obtendría en equilibrio, entonces habremos de concluir que la existencia de paro se debe a otras causas que hasta el momento no habremos considerado.

    Ésto nos lleva a otro punto, a saber, el análisis de las posibles causas a explicar para un mismo fenómeno, que es la razón de la variedad de modelos existentes, no siempre excluyentes entre sí. En esta entrada he tratado de mostrar algunos de ellos (aunque cónstese, no se trata de explicaciones de por qué hay paro, sino de por qué persiste, propiedad que los economistas denominamos histéresis).

    Por otra parte, no, la economía no es mitología. Los modelos efectivamente, entre otras cosas, pretenden ser predictivos y falsables, cómo no (de hecho, por eso me sorprendía que dijeses que la NAIRU es falsa, dada toda la masa de evidencia empírica que se ha usado para contrastarlo históricamente, con resultados nada desdeñables aunque lejos de ser perfectos). Eso sí, no sobrevaloremos la falsabilidad. Un modelo no se desecha sólo porque sea contradicho una sóla vez, o dos, o cien (eso sí, alguna utilidad debe tener, lo que implica que tenga éxito de vez en cuando, de no ser así simplemente el modelo sería desechado, como ocurre continuamente en la práctica). De ser así para todas las ciencias, deberíamos haber tirado al río las ecuaciones de Newton sólo porque no predecía de forma estrictamente correcta (por diferencia de unos segundos) la órbita de Mercurio en determinados tramos de su trayectoria. ¿De verdad una teoría, que a fin de cuentas no deja de ser un medio de entender lo que nos rodea, debe ser
    desechada tan sólo porque algún hecho no encaje? No lo creo. Naturalmente, la economía, así como el resto de ciencias sociales, se encuentran lejos del potencial predictivo del modelo newtoniano o de la física en general; ahora bien, sus resultados también son menos firmes, se cuestionan más a menudo y se sustituyen y renuevan con mayor celeridad.

    Por último, sí, los modelos están hipersimplificados respecto a la realidad. Es cierto. No obstante, en cierta medida es lo que se pretende, tratar de captar cierto aspecto concreto de la realidad de forma que nos resulte comprensible, dejando un poco de lado lo demás. Este modo de proceder tiene sus riesgos, unas veces más que otras, pero ahí radica la diferencia entre unos modelos mejores y otros peores. No siempre aumentar en complejidad nos acerca a una mayor claridad de comprensión.

    Además, tampoco nos pongamos dramáticos. La principal virtud de un modelo, o al menos yo lo interpreto así, es ofrecernos una «moraleja», por decirlo de alguna manera. Así, el modelo de monopsonio, por ejemplo, puede permitirnos captar la idea de que en el mercado de trabajo las empresas al ser menos y estar más organizadas pueden tener un poder significativo a la hora de fijar los salarios; o los modelos de búsqueda que mencionaba más arriba, que la búsqueda de empleo es un proceso similar a una «prospección», por tanto el cómo se realice esa búsqueda también genera valor añadido, por mucho que se trataría de un proceso que no se efectuaría si los agentes tuvieran toda la información disponible.

    A pesar de todo, se ha avanzado mucho, y no dudo de que así será en un futuro. Obviamente, de la teoría a la práctica sigue habiendo un mundo; por eso mismo hay personas que asumen responsabilidad, toman decisiones, corren riesgos y, entre otras cosas, cobran un salario acorde a todas esas competencias. Y diré más: no creo que esas personas dejen nunca de existir (tampoco creo que cesen nunca las discusiones metodológicas, qué le vamos a hacer).

  24. Ramón M. dice:

    @Epicureo,

    Te dejo también un extracto del libro La metodología de la economía (1980) de Mark Blaug (que por otra parte recomiendo). Aunque se mencionan algunas de las críticas que planteabas, en concreto el texto se centra en una muy extendida contra la profesión, a saber, el empleo que desde la economía se hace de la cláusula ceteris paribus. No es que sirva para sentar cátedra, pero considero que no deja de resultar interesante.

    «Existe, tanto entre el hombre de la calle como entre los estudiosos de la ciencia, la extendida impresión de que las cláusulas ceteris paribus abundan en las ciencias sociales, mientras que raramente las encontramos en la Física, la Química y la Biología. Nada más lejos de la realidad. Una teoría científica que pudiese prescindir enteramente de las cláusulas ceteris paribus habría logrado, en efecto, ser perfectamente cerrada: ninguna variable de efectos importantes sobre el fenónemo en cuestión habría sido omitida de la teoría, y las variables incluidas en la misma mantendrían en efecto una cierta relación entre ellas y ninguna con variables exógenas a la misma. Quizás solamente la mecánica de los cielos y la termodinámica no atómica han llegado a aproximarse a una integridad tan perfecta. Pero incluso en el campo de la Física, las teorías tan cerradas y completas son una excepción, y fuera de la Física existen pocos ejemplos dentro de las ciencias naturales en los que el cetera relevante, en vez de
    quedar sometido a una condición de constancia, se encuentre, de hecho, formando parte de la teoría. Normalmente la cláusula ceteris paribus aparece en las ciencias naturales con tanta frecuencia como en las ciencias sociales, a la hora de contrastar una relación causal; generalmente estas cláusulas toman la forma de afirmaciones en el sentido de que se ignoran los efectos de todas las demás condiciones iniciales y relaciones casuales relevantes que puedan existir, aparte de las que van a ser contrastadas. En resumen, las ciencias naturales hablan de hipótesis auxiliares que aparecen en cada contrastación de una ley científica, mientras que las ciencias sociales hablan de leyes o hipótesis que se mantienen si se cumple la condición ceteris paribus. Pero el objetivo perseguido es el mismo en ambos casos, es decir, excluir del análisis todas las variables a excepción de aquellas que están específicamente incluidas en la teoría».

  25. Epicuro dice:

    Ramón M., si todos los economistas fueran tan humildes y pacientes como tú, otro gallo nos cantaría a todos. Lástima que las posiciones de poder no se ganan con humildad ni con paciencia.

    Lo que se percibe desde fuera de la profesión, ahora mismo, no es cuestionamiento y cambio de modelo. Lo que se ve es que las teorías económicas se defienden haciéndolas imposibles de falsar: esto es, si la realidad no se ajusta a mi teoría no es la teoría la equivocada, sino la realidad. Si eliminamos todas las trabas a la libre competencia, las cosas irán tan bien como en el modelo de libre competencia, que es perfecto. Si no van tan bien, es porque no hemos eliminado las suficientes. Y otros dicen, si la economía no se reactiva por la intervención del estado, es que el estado no ha intervenido lo suficiente. Lamentable.

    Ya sé que hay muchos estudios que van más allá del «homo economicus» y el mercado perfecto, y no hace falta que sigas citándomelos, no quiero abusar más de tu paciencia. El problema es que no se aplican en política, porque no hay incentivos para hacerlo.

    Lo peor de las crisis que estamos viviendo (son más de una) es que los que toman las decisiones siguen siendo los mismos y pensando lo mismo, y cobrando lo mismo. La primera medida que un economista debería exigir ante una crisis, antes que liberalizaciones o intervenciones, es el despido inmediato sin indemnización (o mejor, con sanción) de los responsables económicos públicos y privados (sean o no culpables, eso da igual). Así, por lo menos, los siguientes tendrán incentivos para esforzarse más. Mientras no ocurra esto, las crisis no dejarán de repetirse.

  26. productividad dice:

    Para que van a contratar mas gente si con menos hacen lo mismo? Las ERES debido a la crisis, han servido para que se carguen con mas tareas al personal, que no puede quejarse por miedo a quedarse en el paro. Trabajan mas horas, algunas sin cobrarlas, y otras como horas extras, mientras los sindicatos hacen la vista gorda. Pero como el anuncio de ikea: me voy a montar una fiesta aunque todo este mal.

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