Unión Europea

Grecia en el tortuoso camino de la modernización

15 Jul, 2015 - - @politikon_es

Terminé hace una semana el trabajo del politólogo griego Stathis Kalyvas “Modern Greece: what everyone needs to know“. El libro es una historia de Grecia, desde la fundación del Estado hasta la crisis del Euro, pero desde el punto de vista de un politólogo. El autor hace recorrer al lector la historia del país (un buen resumen del libro y la historia aquí) usando las lentes de la ciencia política. Al hablar de relaciones internacionales, de los conflictos internas, del papel del ejército, de las instituciones económicas y políticas, de la evolución del sistema de partidos, lo hace usando conceptos de política comparada que permiten poner en perspectiva estos conflictos y tejer una narrativa coherente.

El libro

El lector se pregunta probablemente si la lectura responde a las expectativas del título y nos cuenta “lo que todo el mundo necesita saber“. En efecto, Kalyvas comienza el prólogo planteando su libro como un ensayo histórico -y no como un libro de historia- que permita arrojar luz sobre como la situación del país hoy debe ser vista con la perspectiva de doscientos años de historia. Y en esto (probablemente puede decirse que entender la situación actual del país no requiere conocer tan a fondo un periodo tan largo de tiempo), el libro no constituye una simple guía «para dummies«, sino que mira con bastante detenimiento muchas dinámicas cuyo eco en el presente es difícil de escuchar. Aún así, el estilo es fluido y directo, dinámico y legible, y muy accesible para cualquiera interesado en el devenir de este país.

Los capítulos más interesantes desde el punto de vista de la comprensión de la crisis actual son probablemente los últimos, en los que cuenta la historia reciente desde la transición a la democracia, la entrada en la CEE primero, en la UE y en el euro. Para aquellos que perciben, consciente o inconscientemente, las democracia europeas como homogéneamente similares a las de Europa occidental en su funcionamiento y su calidad “por defecto”, el libro promete sorpresas, igual que para aquellos que atribuyen todos los males de Grecia a la presunta inmoralidad política de sus ciudadanos.

El relato de Kalyvas muestra cómo el país evolucionó, después de la democratización y bajo el mando de Andreas Papandreu, hacia un régimen similar a los populismos latinoamericanos que, al tiempo que trajo la libertad política y social, socavó las ya de por sí frágiles instituciones del Estado griego. El Estado fue cartelizado por el PASOK, que usó su influencia para tejer una estructura clientelar bien enraizada en la administración y a nivel local; el Estado muestra estar capturado por una gigantesca red de intereses particulares que obtienen exenciones fiscales o regulatorias. Con la excepción del mito del tiempo de trabajo -Grecia es uno de los países de la OCDE que trabaja más horas- todos los demás lugares comunes con los que está familiarizado el lector -el clientelismo, la extensión de la evasión fiscal y la ineficiencia recaudatoria, son confirmados en buena medida, y los indicadores arrojan una imagen desastrosa. A muchos niveles, la historia recuerda la de otros partidos socialistas, como el PSOE o el PS francés, que en los años ochenta se plantearon experimentar con terceras vías pero, a diferencia de éstos, Papandreu no recapacitó hasta bien entrados los noventa.

La historia muestra entonces cómo las reformas de los noventa, bajo las restricciones de la entrada en la moneda única, consiguieron poner a Grecia en una senda de modernización aceptable. Sin embargo, las hipotecas institucionales se mantuvieron y la entrada en el euro relajó la presión de modernizar el país que, como otros países de la Eurozona, acumuló deuda externa que le permitió gastar sin recaudar, creando dinámicas políticas y sociales perversas.

En suma, para alguien que, como fue mi caso, empezara el libro con la esperanza de encontrar matices al panorama desolador ofrecido en los medios, el relato no parece demasiado halagüeño. Pero, sugiere Kalyvas en su conclusión, esta interpretación sería solo parcialmente correcta. En efecto, una visión completa, y esto es algo que el libro muestra con bastante éxito, requiere entender cómo lo que Grecia es hoy es el resultado de la hipotecas acumuladas de su historia. Y vista en perspectiva, la historia del país es mucho más exitosa: un país balcánico se convirtió en uno de las primeras democracias de su entorno; logró entrar en la Unión Europea y mantener un régimen sin violencia civil significativa desde entonces. Posiblemente, el estándar con el que haya que comparar a Grecia no sea necesariamente Suecia, sino otros países de la región y, a la vista de esta comparación, el saldo parece netamente más positivo.

En torno a las bases institucionales de la democracia

Me gustaría terminar esta reseña con una pequeña reflexión respecto del escenario actual. La crisis griega ha llevado a un conflicto entre gobiernos que responden a los intereses de sus distintos electorados. En ausencia de un electorado común, las dinámicas intergubernamentales se han traducido en la acentuación de los antagonismos europeos, que no han sido limados por la legitimación europea. En particular, en un marco en el que existe una negociación entre países en la que cualquier pacto sea un punto intermedio, el resultado será necesariamente percibido como una imposición externa: cualquier concesión de Alemania será percibido por su electorado como un atentado contra su soberanía; cualquier concesión de Grecia será considerada como una abdiación ante el poder de los paises del norte. La percibida falta de “pertenencia” (“ownership”) que experimentan las opiniones públicas de cada país respecto a los resultados de las negociaciones intergubernamentales amenaza con desatar el escepticismo respecto al proyecto europeo y la eficacia de la democracia misma.

Ante esto, uno podría considerar deseable un trato que fuera el fruto de un debate informado en cada país. Si todos perdemos con el Grexit, ¿no ganaríamos todos con la permanencia? ¿No son conscientes los países del norte de la eurozona de lo poco razonable de sus demandas y no podrían “vender” a sus electorados esta idea? En particular, ¿no sería posible establecer una agenda de reformas, una hoja de ruta propuesta por los propios griegos, que los demás países se comprometieran a apoyar económicamente? El relato de Kalyvas, sin embargo, sugiere en mi opinión que hay razones para ser pesimista.

Como decíamos, la imagen que arroja la historia de Grecia es la de un país institucionalmente débil, capturado por intereses particulares y en el que la democracia es un sistema de gobierno disfuncional. Por tanto, los socios europeos de Grecia parecen tener razón creyendo que muy difícilmente cumplirán los griegos sus compromisos si no es bajo la amenaza de estar al borde del precipicio. El sistema político del país no producirá esa hoja de ruta por sí solo, la sociedad civil, el electorado griego no demandará esas reformas.

Pero al decir que Grecia es una democracia disfuncional, capturada por grupos de interés y una cultura política (un conjunto de prácticas e instituciones que se retroalimentan) clientelar e ineficiente, de ninguna manera habría que pensar que no es una democracia. Si esto fuera cierto, la solución sería relativamente sencilla ya que el sistema carecería de legitimidad y sería posible propiciar una transición a la democracia de forma (más) sencilla. Pero Grecia es una democracia, una que ha crecido y madurado en simbiosis con unas instituciones determinadas -y no otras.

A pesar de “la imagen manifiesta” de la democracia como una transparente deliberación representativa en busca del interés común, la imagen científica nos enseña que las democracias realmente existentes funcionan como un equilibrio de fuerzas entre distintos grupos de interés organizados en partidos, coaliciones civiles, lobbies y corporaciones. Todas las democracias son en alguna medida disfuncionales como lo es la griega, pero muchas de ellas consiguen salir adelante sin convertirse en un protectorado. Y es que, disfuncional o no, la democracia griega es la única que tienen los griegos. Grecia es una democracia, y sobre todo, sus decisiones soberanas son percibidas como democráticas por los griegos. Por ello las imposiciones externas, con mucha más lógica cuando suponen admitir que el país está en un callejón sin salida, son vistas con predecible hostilidad.

En mi opinión, la tensión esencial del problema griego reside ahí. Por un lado, los socios europeos perciben, con cierta razón, que Grecia es poco menos que un estado fallido, incapaz de poner su casa en orden, y solo están dispuestos a prestar ayuda bajo unas condiciones muy duras (en términos distributivos) y precisas que aseguren que cumplirán con sus compromisos. Por otro lado, la dureza y precisión de estas condiciones es demasiado fuerte para que no sea vista por los griegos como una injerencia externa en el funcionamiento normal de su sistema democrático. Este tipo de dinámicas corporativas y clientelares, estos equilibrios de poder que impiden las reforma del país están, en realidad, íntimamente imbricados con el funcionamiento de su democracia (y de todas), el sistema que produce la emergencia de esa imagen de legitimidad. Por ello, cualquier intento de sortear sus efectos venido de fuera, no digamos ya de abolirlo, es naturalmente percibido como una agresión a la lógica del sistema democrático.

El reto del caso griego -y de todas las democracias que se enfrenten al reto de modernizarse bajo la égida de la comunidad internacional- está en ser capaz de transplantar las instituciones democráticas de un equilibrio político y social perverso como en el que se encuentran, a uno virtuoso. Aún cuando esto sea posible, es difícil ver como podría serlo en el muy corto plazo y más bajo una condicionalidad tan estricta. Sin embargo ¿qué alternativas había?


23 comentarios

  1. Álvaro Castro dice:

    Sorprende ver que, al abordar la temática griega, se consiga esquivar con un éxito tan rotundo un breve análisis (una frase, ni que sea) sobre la situación de emergencia social que vive el país.

    Esperemos que el libro no sea un análisis tan interesadamente frío (por motivos partidistas) como lo que es esta reseña.

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      La verdad, no era consciente de que mi análisis tuviera motivaciones partidistas. Creo que en ningún sitio niego que la situación social interna de Grecia sea mala; es algo que vemos todos los días en las noticias, como tampoco lo hace el libro. Doy por hecho que a todo el mundo le parece deseable que la situación fuera otra, simplemente elijo enfocar lo poco de original que creo que tiene mi análisis hacia aspectos que se tratan con menos frecuencia.

      Un saludo

    • Alatriste dice:

      Pues a mí lo que me sorprende es que alguien desaproveche de una forma tan manifiesta sus dotes telepáticas. Porque si no es telepatía me gustaría saber en qué se basa la afirmación de que el autor, si no dedica espacio a la «emergencia social que vive el país» lo hace «interesadamente» y «por motivos partidistas»…

      Personalmente prefiero un análisis de cabeza fría a uno de cabeza caliente… y la verdad, no veo en qué mejoraría el artículo repetir algo que todos sabemos más que de sobra.

    • SamRiesgo dice:

      Yo diría que, si tienes a las instituciones públicas respondiendo a intereses particulares (como dice el artículo), es de esperar que no funcionen correctamente para la sociedad y que, por tanto, es se encuentre en estado de emergencia social (como comentas). Además de que lo vemos todos los días en las noticias, justo después de las negociaciones 🙂

      Un saludo Álvaro.

  2. navarta dice:

    Siendo andaluz, una región con un peso económico similar al de Grecia o Portugal, el caso de Grecia me resulta familiar en algunos aspectos, y a la vez, me genera simpatías irracionales hacia ese pueblo.
    Y digo esto, porque me entran sudores fríos, sólo de pensar que en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, donde se sientan las distintas CCAA españolas para repartir la financiación de la mismas, Andalucía debiera contar con el beneplácito de comunidades como Cataluña, Madrid o Baleares para cubrir sus gastos.
    Sólo pensar los recortes leoninos a los que seriamos sometidos y los comentarios sobre vagos, maleantes, PER, y demás artillería pesada denostadora, me quitan las ganas de criticar al gobierno griego actual, y menos aún a ese pueblo.

    • Ramsey dice:

      No entiendo ¿algo muy parecido no ocurre ahora?

      • Miguel dice:

        Pues no. Si no existiera el Gobierno de España (que ya sé que parece que no exista, pero aún está ahí) y la financiación autonómica dependiera de tratados paridos en reuniones de los presidentes de las comunidades autónomas, notarías la sutil diferencia.

    • Mr. X dice:

      Bueno, es que según se ve en ciertos medios somos la hostia, hemos hecho los deberes y por eso no estamos como los griegos, etc. Mentira cochina, francamente.

      La diferencia entre la situación de Grecia y España es la siguiente: que cuando teníamos la prima de riesgo por los cielos, un señor llamado Draghi dijo aquello que compraría bonos españoles, si hiciera falta, hasta el infinito y más allá si hacía falta, hasta que bajara. Porque Grecia ya se había hundido, y si hubiera ido España detrás, ya no había UE.

      Teniendo en cuenta lo cerca que estuvimos de la quiebra y el motivo por el que no nos fuimos al cubo de la basura, deberíamos contemplara a los griegos con algo más de simpatía.

    • Carlos Jerez dice:

      Totalmente de acuerdo pero en el sentido contrario. De acuerdo en que las diferencias de solidaridad se explican en gran parte debido a la existencia de un gobierno nacional y no de un consejo de comunidades autónomas decidiéndolo todo. Sin duda, comparto que es una buena idea tener un gobierno nacional para decidir las políticas de ese ámbito igual que las europeas deberían depender principalmente de un gobierno europeo y de su parlamento. Ahora bien, precisamente las políticas de transferencia constante son una pésima idea que permiten que políticas locales (en las regiones receptoras) comparativamente peores se mantengan gracias a las transferencias.

      Creo recordar que Roger publicó algo relacionado cuando escribía en neoprogs, con un trabajo sobre el caso italiano, en el que se mostraba que esas transferencias no conseguían mejorar el nivel de vida de los beneficiados precisamente por hacer sostenibles esas malas políticas. Ahora además podemos disfrutar de otras de las consecuencias de esta solidaridad forzada, con una mayoría cada vez más grande de catalanes queriendo independizarse, en buena medida por tener que realizar esas transferencias, aún más dolorosas durante la crisis.

      Ni En Grecia, ni en España ni en Andalucía lo que necesitamos son transferencias constantes sino en casos de emergencias, ayudas a cambio de reformas que permitan mejorar nuestro crecimiento económico y sostenibilidad financiera.

  3. Indígena. dice:

    La UE no pretende modernizar a Grecia sino convertirla en una colonia de Alemania.

    Que vayan a robarles 50.000 millones de euros en empresas públicas, recursos naturales, bienes privados que serán confiscados y patrimonio artístico y cultural, es una buena prueba que el objetivo es saquear, no «modernizar».

    Hay un desprecio del norte hacia el sur y es cada vez más palpable.

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      Estoy de acuerdo en la idea de que los países del norte -y sus opiniones públicas- tienen cada vez más animosidad respecto a los del sur (y viceversa). Lo que creo que merece la pena preguntarse es por qué si, como se dice a menudo, una solución distinta sería del interés de todos. Más o menos esa es la pregunta que intento responder en la segunda parte del post.

  4. Hander dice:

    «Y vista en perspectiva, la historia del país es mucho más exitosa: un país balcánico se convirtió en uno de las primeras democracias de su entorno; logró entrar en la Unión Europea y mantener un régimen sin violencia civil significativa desde entonces. »

    ¿te refieres a la democracia del sXIX o la posterior a la 2a guerra mundial?

    Gracias!

    • Luis Abenza dice:

      Para ser honesto, estaba haciendo una afirmación algo vaga («una de las primeras de su entorno») a propósito. Cualquiera de las dos es válida. En el siglo XIX, Grecia es pionera en la región (estamos hablando de un país que se independizó del imperio otomano); en el siglo XX es uno de los primeros países de la «tercera ola de democratización». Puedes mirar el enlace http://www.debatecallejero.com/de-donde-viene-grecia/

  5. […] El tortuoso camino de la modernización en Grecia […]

  6. Argos dice:

    Nota: el artículo es muy interesante, pero le sobran comas (ortográficas) por todos lados.

  7. S4nt1R dice:

    Sinceramente, creo que los argumentos presentados por el artículo y procedentes del libro yerran en algún aspecto fundamental al atribuir completamente la crisis de deuda a las carencias institucionales de Grecia, olvidando los graves defectos del diseño de euro, que hacen que para todos los países participantes, excepto para Alemania, sea una moneda extranjera. Y que el Banco Central, en lugar de ser un prestamista de último recurso, sea un acreedor más, utilizado por los poderes políticos que dominan el euro, vulnerando su independencia, como arma de negociación definitiva, mediante la destrucción del sistema financiero de un país. Y también hay un argumento definitivo. El propio FMI reconoce que el programa que se impone a Grecia, en beneficio exclusivo de los acreedores, va a volver a fracasar y no por culpa de los gobiernos griegos, sino porque técnicamente es insostenible, va a profundizar la depresión destruyendo aún más la economía de Grecia.

    • Luis Abenza dice:

      Hola,

      Fíjate en que no, no omito el problema del diseño del euro, sino que hablo (si bien es cierto que brevemente porque es un libro sobre Grecia, no sobre el Euro) de los problemas del Euro:

      La historia muestra entonces cómo las reformas de los noventa, bajo las restricciones de la entrada en la moneda única, consiguieron poner a Grecia en una senda de modernización aceptable. Sin embargo, las hipotecas institucionales se mantuvieron y la entrada en el euro relajó la presión de modernizar el país que, como otros países de la Eurozona, acumuló deuda externa que le permitió gastar sin recaudar, creando dinámicas políticas y sociales perversas.

      Hay además en ese párrafo un enlace a un artículo en el JEP que cuenta los problemas del euro en detalle.

  8. susana dice:

    Repetir el análisis de que Grecia es un «Estado fallido» y hay que poner la casa en orden… ya no sé de qué sirve. Y tampoco sé si lo de «fallido» es un supuesto demasiado asumido por todos. Tal vez el «fallo» institucional es el resultado de la aplicación de una política monetaria y económica en unas condiciones de diseño por sí mismas defectuosas y que crearon dinámicas perjudiciales para el desarrollo institucional. O tal vez no, tal vez fue el path-dependency del clientelismo, actores políticos, sinergias internas. No tenemos forma de ver qué hubiera pasado si el Euro y Maastricht no hubieran existido. Lo que sí podemos decir es que hasta la crisis financiera el país sobrevivía (mintiendo y con deuda, ok, pero no tengo muy claras las alternativas viendo su historia). Y el choque de la crisis lo ha llevado a la bancarrota del sistema financiero, sí. Pero no tengo tan clara si la causalidad de lo fallido está en sus instituciones internas o en el sistema económico y monetario en el que estaba inserto. Supongo que es más complejo de lo que parece y desenredar la causalidad ni siquiera se pueda.

    Y dejando aparte todos estos supuestos sobre un Estado fallido, el análisis de Abenza toma la lupa de qué es un sistema democrático cuando tal vez sea más interesante entrever la relación de esas instituciones «débiles» con el sistema político-económico que ha resultado del proceso histórico que comenta. Y en esto me refiero sobre todo a las interacciones (complementarias o no) entre el desarrollo del Estado de Bienestar, sistema educativo, mercado laboral, tipo de producción, tamaño de empresas, modo de financiación… además de la relación de estas dimensiones con el nivel macro de la integración del euro. Y ahí tal vez sí vemos cómo el sistema pervive aún siendo disfuncional y por qué es tan difícil reformarlo de la noche a la mañana. Y porque recortar una pensión en Grecia no es lo mismo que recortar una pensión en Alemania, porque de una pensión se sostiene una familia y es el único pilar desarrollado (tal vez desorbitadamente) del Estado de Bienestar. Cuando en Alemania hay toda una red asistencia más allá de las pensiones.

    En general, tal vez falte paciencia institucional y política. O tal vez falte otra tipo de estructura gubernamental y económica que permita implementar reformas sin llevarse por delante dos o tres generaciones, porque tal vez sea imposible reformar sino es de manera incremental y no radical. Porque es fácil teorizar desde el punto de vista de las ciencia política; más difícil es hacer política según las circunstancias.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Susana,

      La verdad, he leído tu comentario dos veces y no he sido capaz de encontrar qué, exactamente, te parece incorrecto en el análisis del post que es a) Un resumen -creo que fiel- del libro y b) Una interpretación de dónde está el conflicto entre países y entre opiniones públicas.

      Siento que no te gusta que aparezca en el texto el término estado fallido. Pero, fíjate, que fui muy cuidadoso usando el término única y exclusivamente para describir la percepción de los socios europeos de Grecia.

      Por un lado, los socios europeos perciben , con cierta razón, que Grecia es poco menos que un estado fallido, incapaz de poner su casa en orden, y solo están dispuestos a prestar ayuda bajo unas condiciones muy duras (en términos distributivos) y precisas que aseguren que cumplirán con sus compromisos.

      y mi única aseveración tiene que ver con que esa percepción tiene cierta justificación derivada de la incapacidad de grecia (de sus instituciones políticas y económicas) para comprometerse de forma creíble en un trato «ayuda financiera por reformas». Personalmente, pienso que es mejor hablar de debilidad institucional (relativa) pero me interesaba subrayar que la percepción de los interlocutores -que es lo que cuenta en las negociaciones- era esa y, aún cuando pudiera ser exagerada, no es totalmente absurda.

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