Ahora & tal vez me pidan que trabaje en el IESE
Esta es una reflexión que me lleva dando vueltas a la cabeza desde hace cierto tiempo y como hoy es domingo y mañana sacaremos algún post sesudo sobre algún gran tema de nuestro tiempo creo que merece la pena sacarla a modo de divertimento.
Una de los hechos estilizados de la observación psicológica casual es que las personas tendemos a rehuir la ambigüedad. Tendemos a pensar en términos categóricos, cualitativos y absolutos. Separar lo bueno y lo malo, lo conveniente de lo inconveniente, etc. Hacemos y nos demandan que hagamos predicciones relativamente seguras sobre lo que va a ocurrir. Pretendemos que existen cosas que tienen un valor ilimitado. Solemos partir de la base de que muchas cosas no se pueden medir.
Sin embargo, tanto el conocimiento que tenemos de las cosas como nuestro comportamiento respecto a ellas se entienden mejor en términos continuos, cuantitativos y relativos. Lo que estoy planteando aquí no es esto sea superior, es que nadie se comporta según la lógica de los absolutos porque lleva a consecuencias absurdas.
Pensad en el valor. Es algo que he expuesto varias veces: salvo el propio concepto de «bien», no hay nada que tenga una valor absoluto, porque lo que sea que consideremos «bien» es siempre una agregación, una escala comparativa de distintos bienes y males que nos permiten elegir entre oportunidades y entre amenazas. No hace falta irse a arduas decisiones de política sanitaria. El ejemplo que pongo siempre es el de la vida. Tendemos a pensar que «la vida humana tiene un valor ilimitado». Pero en la práctica todos dejamos que nuestro hijo de seis años cruce la calle por el paso de cebra aún cuando existe la posibilidad -pequeña- de que un coche a toda pastilla lo atropelle. Esta acción es incoherente con la idea del «valor ilimitado»: significa que a partir de cierta prudencia en la preservación de la vida, buscamos otras cosas como poder tener una existencia funcional. Entender que esto es así, es decir, que actuamos la mayor parte del tiempo de acuerdo con una conducta distinta de la de un fanático y que tiene sentido hacerlo aunque prima facie parezca contradecir nuestras intuiciones éticas, es algo que en mi opinión facilitaría a la gente la toma de decisiones.
Algo similar ocurre con la «verdad». Si a uno se le pregunta explícitamente, todos reconocemos que «en la vida no hay nada seguro»: el ordenador en el que estoy tecleando podría no existir o Rosa Díez ser una mujer de bandera y yo tener alguna deformación visual que no me permita verlo. Pero en general no somos capaces de incorporar este tipo de ambigüedad a las cosas. Tener un convencimiento de que algo sea cierto «al 80%» es algo que la mayoría de nosotros interpretamos como «seguro». Pero un 20% de error es fallar una de cada cinco veces que es, bastante. La idea de fondo es que «seguro que sí» «casi seguro» son palabras, lenguaje que dan cierta sensación de ser categóricas, no de ubicar intervalos en una escala del 0 al 100.
En la práctica, esto tiene varios problemas que los «behavioural economists» están hartos de hacernos ver. Por un lado, crea sesgos pesimistas u optimistas porque la diferencia entre que algo no ocurra con un 20 % de posibilidades o un 2% es enorme, pero en nuestro esquema mental, al no discriminar entre ambas, tendemos a tomar cursos de acción similares en ambos casos. En la práctica, esto nos hace subestimar sistemáticamente el tipo de riesgos a los que estamos expuestos. Por otro lado, el hecho de no usar la probabilidad para medir nuestro grado de ignorancia dificulta el aprendizaje al incorporar información nueva, es decir, dificulta mucho nuestra capacidad para cambiar de opinión. Cuando uno aprehende la realidad como un continuo de probabilidades, el shock cognitivo que supone que ante un hecho nuevo algo pase de tener una probabilidad del 0,75 a una del 0,45 es considerable pero asumible después de todo. Si uno piensa en términos categóricos, estamos hablando de pasar de algo «seguro» a algo, a lo sumo, «improbable», lo que no solo es mucho más traumático, sino que en muchos casos simplemente se ignora o se atenúa para evitar el trauma.
No pretendo que esto sea la panacea. Pero es una de esas pequeñas ideas -que los juicios ocurren en la incertidumbre, que todo es ambiguo y relativo- que, después de la de la reflexión, parecen relativamente obvias pero que tendemos a no ser capaces de incorporar en nuestra forma de pensar. Entiendo que es algo que permite que la gente entienda las cosas de una forma más adulta y no vea sus expectativas frustradas y tome decisiones más «racionales», en el sentido de «coherentes».
El teorema de Bayes es muy sutil. Aquí hay un curso muy bueno
https://www.ai-class.com/course/video/videolecture/36
No hay nada como un domingo para cargarse la Ilustración. Cosa, por otro lado, necesaria en un 80 %.
El pensamiento intuitivo está cada vez más infravalorado 🙂
Pablo, como bien sabes los humanos somos de todo menos coherentes.
Lo que planteas esta relacionado con el clasico debate en el ambito de la teoria de la decisión entre utilitaristas y relativistas.
Yo, como tu, por lo que extraigo de tu articulo no creo que sea posible generar una función de utilidad que recoja todas nuestras inquietudes en el vacio. Cuando se ha intentando generalizar las tecnicas optimización matematicas monocriterio (simplex, Newton, gradiente, algoritmos geneticos, etc..) hacia problemas multicriterio siempre han llegado al muro de la agregación de preferencias.
Todos los metodos de decisión multicriterio cardinales se basan en generar de una forma u otra funciones de utilidad, pero no intentan que sean genericas sino que son adaptadas al problema en cuestión porque, en general y ahi llego a tu articulo, todo es relativo y la importancia de cada parametro depende de su relación con los demas en cada momento.
Ademas, a la hora de darle importancia a las cosas no solo cuenta la importancia que le demos a cada una sino las alternativas sobre las que elijamos. (el ejemplo mas facil es de los coches, la importancia de los criterios es diferente si eligo entre un mercedes un audi y un bmw o entre un seiscientos y un mercedes)
Personalmente creo que el metodo AHP/ANP de ayuda a la decisión deberia enseñarse en las universidades, porque permite priorizar muy facilmente y «medir» la incoherencia de la decisión.
Es adorable que nos confundáis.
http://acid-mind.blogspot.com.es
Me parece a tener en cuenta que el ser humano es también un ser irracional. Un ser capaz de argumentar que un hecho es «bueno» si es llevado a cabo por personas afines a él y malo si lo hacen personas contrarias a su manera de pensar.
Las falacias ad hominem no están presentes sólo en nuestra cabeza. La teoría de los marcos mentales de Lakoff* está muy presente en nuestras decisiones y en la manera en que recogemos la información que recibimos.
*Para más información sobre la Teoría de los Marcos Mentales: http://acid-mind.blogspot.com.es/2012/10/la-teoria-de-los-marcos-mentales-de.html
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