Ciencia recreativa

Apuntes inconexos sobre racionalidad y corrección política

2 Nov, 2012 -

Andaba leyendo este artículo sobre Nate Silver de la editora del NYT. Resumiendo, como sabéis Nate Silver es un estadístico que se ha dedicado a hacer predicciones sobre las elecciones americanas y ha dado bastante más probabilidad a Obama de ganar (75%-25%) que a Romney. Esto es algo que le granjeado afectos y odios sectarios según el lado. Silver respondió a uno de sus críticos ofreciéndole una apuesta: donar 1000$ a Cruz Roja si la predicción del otro acertaba. La editora del Times ha sugerido que esta era una mala forma de defenderse porque daba argumentos a sus críticos:

whatever the motivation behind it, the wager offer is a bad idea – giving ammunition to the critics who want to paint Mr. Silver as a partisan who is trying to sway the outcome. It’s also inappropriate for a Times journalist, which is how Mr. Silver is seen by the public even though he’s not a regular staff member.

Admito que es algo que me ha chocado razonablemente. Naturalmente, entiendo que está haciendo la editora del Times no es otra cosa que gestionar correctamente la imagen de su periódico: la gente que lee el Times probablemente cree que lo que hace Silver es más propio de un tahur que de un periodista íntegro y eso perjudica la imagen del periódico. Pero esto solo lleva el problema un poco más lejos. ¿Por qué piensa eso el lector medio del Times?

Personalmente, encuentro la posición de Silver total y absolutamente sensata. Como cualquier persona que haya estudiado algo de teoría de juegos o simplemente tenga un poco de intuición sabe, las preferencias/creencias que cuentan son las que revelan mediante las elecciones. La base de esta idea es la que está detrás de una buena parte de la teoría de los juegos con información imperfecta que, por cierto, dista, mucho, de ser una curiosidad teórica.

Luego, ¿qué es lo que hace inapropiado usar un mecanismo para que la gente que te critique revele, de forma creíble, si realmente cree lo que está diciendo o es simple «cheap talk»? Leyendo los argumentos de la mujer del Times mi sensación es que el hecho de apostar es algo que está mal visto, grosso modo, porque es supone tratar con algo de tan mal gusto como el dinero. Lo que Nate Silver ve como un mecanismo para asegurar cierta integridad, el lector medio, aburguesado del Times lo ve como algo de pésimo gusto. Lo que vemos, supongo, es en qué medida el dinero es un tabú social, algo visto como de mal gusto.

Esto me ha hecho gracia porque me ha recordado la brecha enorme que existe entre lo correcto y lo políticamente correcto. Como he argumentado en alguna ocasión, plantear que determinadas cosas no se pueden comprar con dinero o que tienen un «valor ilimitado» es, o ser un fanático, o, más probablemente, no tener muy claro qué es exactamente una decisión. Y sin embargo este tipo de afirmaciones son corrientes entre la gente. Lo que aparece es que determinadas cosas son consideradas, dentro de la instituciones sociales, como inconmensurables, y aún cuando ese tipo de concepciones lleven a paradojas irresolubles, es posible que cumplan una función evolutiva considerando ciertos bienes como «no económicos».

También me ha recordado el caso de Larry Summers. Este (interesantísimo) artículo cuenta como Summers aprendió cuando entró en político que el tipo de preguntas que son relevantes en un departamento académico no lo son siempre en la esfera pública. Así, argumentar que los datos posiblemente no apoyen la idea de que las mujeres son injustamente discriminadas o que posiblemente África esté demasiado poco contaminada son ideas provocativas, posiblemente correctas, que pueden nutrir una discusión racional y fructífera, pero que cuando uno es asesor demócrata es una magnífica receta para el suicidio político. Chris Dillow sugería aquí que el papel de los economistas está, precisamente, en ser capaces de hacer este tipo de preguntas desagradables, en apuntar paradojas, en denunciar la sabiduría convencional.

Todo esto plantea una idea más general. Enfocar el mundo desde un punto de vista analítico y racional supone muy a menudo ir contra lo que nuestros prejuicios, el sentido común o nuestras creencias más profundas nos sugieren. Mi experiencia como alguien que ha recorrido el camino que va desde la extrema izquierda –Garzón style–  hasta el lugar que nos reserve el espectro político a los partidarios de la ortodoxia macroeconómica a base de revisar y luchar sistemáticamente contra mis prejuicios, es que este tipo de contradicciones son ubicuas. El problema es, sin embargo, que este tipo de «heurísticos» cumplen, para todo el mundo una función a la hora de procesar información y, también, de vertebrar las organizaciones. Creo es que Aron el que decía que nunca se había metido en política porque lo quería era «entender». Cuando leo a Pablo discutir sobre «política real» siempre me acuerdo de esto.

Ya sé que este post no tiene hilo conductor, pero empecé a escribirlo a las siete y media de la mañana.


29 comentarios

  1. Molari dice:

    Dices que todo tiene un precio. ¿Por cuanto venderías a tu familia a un mercader de esclavos?

    Por lo demás, estoy deacuerdoen la parte que analizas la noticia que motiva el artículo. A mi también me parece razonable la apuesta para reafirmar la seguridad que se tiene en el modelo.

    • Cives dice:

      Sea «X» una cantidad suficiente para financiar un avance científico cuyo resultado fuera terminar cuyo resultado fuera convertir todos los pa´sies del mundo en democracias liberales viables. .

      X me parecería un trato bastante ventajoso

      • Molari dice:

        Touché, una respuesta muy racional, pero… ¿Podemos contar con que todo el mundo sería tan racional ante una propuesta de intercambio de esclavizar a su familia?

        La ortodoxia económica partiendo de la extrema racionalidad de los individuos me parece demasiado optimista.

        • Roger Senserrich dice:

          ¿Cuánto me dais por la suegra?

        • PaulJBis dice:

          Tu padre tiene una enfermedad terminal incurable. Prolongar su vida dos años costaría un tratamiento de 300.000 euros. ¿Venderías tu piso, tu coche y todas tus propiedades para darle esos dos años más de vida?

          • Buhonsa dice:

            Si el padre se lo permite, es un indeseable ,vamos.
            Yo tengo una enfermedad terminal incurable, también. Me han diagnosticado a lo sumo 80 años más de vida, desde que nací mis padres se han hipotecado, y gastado millones en mí, sin ningún trato ni acuerdo, algo así como la economía del don. El problema es que siento 1)la obligación de devolvérselo y/o 2)la obligación de seguir la tradición con mis descendientes.

            Si X provoca que el mundo se vuelva una democracia liberal, ¿dónde estaría tu familia, el mercader, y el que compró a tu familia al mercader? Tu respuesta excluye la posibilidad de su existencia según lo pactado, no me parece un trato justo… ¬¬

          • Molari dice:

            Hay gente que lo ha hecho, pero la tuya es una pregunta trampa. El punto que se está debatiendo es que todo tiene un precio para todo el mundo, y para rebatirlo basta encontrar un ejemplo donde alguien no haría o cambiaría algo por todo el oro del mundo. Puse el ejemplo del mercader, pero se puede ser todavía más bestia.

            2 años más de vida tienen un precio? probablemente, como casi todo en la vida, y?

          • PaulJBis dice:

            Bueno, pues dejemos de lado el dinero como forma de medir el valor (que me parece que es lo que está haciendo saltar a la gente) y usemos el ejemplo que ha puesto Cives varias veces ya: seguramente habrá mucha gente como la que describes, que no vendería a su familia por todo el oro del mundo… pero esa misma gente no tiene problemas en dejar a su familia que salga a la calle, que se suba a un coche, o incluso que coman alimentos que él no ha probado antes personalmente.

            Por tanto, está claro que el valor que dan esas personas a la vida de su familia, por alto que sea, no es «infinito».

  2. Maese Alcofribas dice:

    Estoy de acuerdo en general con la posición de Cives, que ya ha planteado en otros artículos, sobre que cuando uno profundiza en determinados trade-offs hipotéticos se da cuenta de que los principios absolutos no son tan absolutos, y de que la “gramática moral” que manejamos es algo de lo que no somos conscientes en gran medida, y que en gran medida funciona por heurísticos que nos pueden llevar a contradicciones racionales. El ejemplo de PaulJBis es un caso parecido al que se encuentran los economistas de la salud (donde estos no se jugarían sus recursos, pero sí los recursos públicos), y que es bueno explicar los ciudadanos para que comprendan la complejidad de las cosas, y los dilemas que aparecen en un contexto de recursos finitos.

    Sin embargo, entiendo que “todo tiene un precio” (para todos, añado) es algo que debe determinarse empíricamente. Dado el trade-off “sacrificar a un hijo a cambio de garantizar la existencia de democracias liberales en todo el mundo (o la paz en el mundo, por ir más lejos)”, si encontramos a una sola persona que no acepte ese trade-off, no podremos afirmar que todo tiene un precio para todos. Por otra parte, no entiendo en qué sentido la postura de ese individuo es irracional

    • Molari dice:

      Pues tienes razón, no tiene porque ser irracional, hay gente que sus valores pondrán por encima a su familia frente al bienestar de todo el resto del universo. Y es algo completamente racional. Y a la inversa también, claro

  3. Miguel dice:

    ¿Y a qué hora lo acabaste?

  4. AmalricNem dice:

    En los sistemas que se usan para gestionar la seguridad vial y ferroviaria las vidas tienen precio, diferente en cada pais y en cada momento, aunque solo sea para poder comparar las diferentes opciones entre si y buscar la opción que minimize el coste total (inversiones y vidas).

    Y antes de que decirme tonterias, estoy hablando de inversiones en seguridad vial que cuestan X y ahorran Y vidas si son rentables o es mejor invertir ese dinero en otras cosas.

  5. Adrián dice:

    A lo mejor es pelotear demasiado, pero escribes unas cosas interesantísimas a las siete de la mañana =)

  6. Francisco dice:

    Dices que solo un fanático o alguien que no entiende bien qué son las decisiones puede plantear que algunas cosas tienen valor ilimitado o no pueden cambiarse por dinero. Ese fanatismo es institucional. La Declaración Universal de Derechos Humanos , el Convenio Europeo de Derechos Humanos o las constituciones europeas modernas definen los derechos humanos como inalienables: son bienes o valores individuales que están fuera del comercio. Está prohibido venderlos. La afirmación de esa inalienabilidad no es solamente un lugar común en el pensamiento de la gente, sino una de las bases de las democracias liberales,

    Es cierto que ese rasgo de los derechos suscita problemas y paradojas. Dista mucho de ser una regulación analíticamente racional y coherente. Ya Bentham describió a los derechos humanos como disparates con zancos, destacando sus paradojas . Por ejemplo, cuando el valor individual de un derecho, el aprecio que su titular siente por ese derecho a la hora de tomar una decisión en la que queda comprometido, es bajo (el creciente comercio sobre la intimidad). Por ejemplo, en caso de conflicto entre dos derechos o dos titulares. Dada la diversidad estructural de los derechos humanos el rasgo de inalienabilidad debe ser formulado con más precisión en muchos casos.

    Pero esa declaración, incoherente y susceptible de refinar, sirve a un propósito : protecciones, inmunidades frente al poder. Los dilemas existen, es verdad, aunque son infrecuentes (los ejemplos de más arriba son irreales). Las normas jurídicas no están para resolver dilemas, sino para organizar y limitar el poder. La inalienabilidad no es un prejuicio ciego de seres irracionales y fanáticos, sino un rasgo normativo útil para hacer más llevaderas las servidumbres de la sujeción.

  7. Epicureo dice:

    Por supuesto: si aspiramos a ser racionales hay que luchar continuamente contra nuestros prejuicios, y lo que es aún más difícil, hay que luchar continuamente para descubrir nuestros prejuicios. El mayor problema es que, cuando muy satisfechos creemos haber eliminado un prejuicio, generalmente lo que hemos hecho es sustituirlo por otro prejuicio diferente.

    La economía ortodoxa está tan cargada de prejuicios como el izquierdismo más desaforado. Un prejuicio tremendo es pensar que la gente es racional y actúa consistentemente de acuerdo a sus preferencias y a la información de que dispone. Lejos de combatir este prejuicio, la teoría de la «preferencia revelada» de Samuelson, que tanto te entusiasma, lo que hace es colocar a este «ídolo de la tribu» en un altar a prueba de bombas.

    Un creyente en el dogma, naturalmente, pensará que la apuesta de Silver es una buena idea. «To put your money where your mouth is», como dicen los anglos, sería una prueba de sinceridad. Y no entenderá por qué a otros les parece mal; lo atribuirá a una cuestión estética, «mal gusto».

    Si, en cambio, consideras que la psicología humana puede ser algo más compleja que eso, y que en el hecho de apostar influyen emociones y motivaciones que nada tienen que ver con la evaluación precisa de las probabilidades, y generalmente son más poderosas (de no ser así el negocio de las apuestas no sería rentable), la cosa cambia. Entenderás que un mercado de apuestas es una pésima forma de realizar predicciones, simplemente porque hay gente a la que le «pone» apostar aunque no estén nada seguros, mientras que otros son aversos a las apuestas, incluso cuando están razonablemente seguros. En las apuestas participa en mayor medida la gente más insensata. Y cuanto mayor sea la cuantía de la apuesta mayor será este sesgo.

    La editora del Times, además, sabe que la apuesta puede ser una forma de manipular al contrario, independientemente de las creencias de uno. Hay un juego llamado «poker» que se basa precisamente en eso, y tiene bastante éxito. La fanfarronada de Silver no es precisamente un mecanismo diseñado teniendo en mente el principio de revelación, sino más bien lo contrario.

    • carlos dice:

      No creo que nadie piense en economía que la gente es siempre racional y actúa siempre consistentemente de acuerdo a sus preferencias. ¿Que se han usado modelos así para sacar conclusiones interesantes? Pues claro. Pero es porque modelar el comportamiento irracional es más complicado.

      Pero vaya, que creo que eso que estás criticando es un hombre de paja. Precisamente cita Roger en otro artículo reciente un par de artículos de ciencias políticas (ciencia social como la economía, mismos métodos y basándose en paradigmas similares) donde se habla de cómo los votantes no son racionales a la hora de escoger en unas elecciones.

      • Epicureo dice:

        «Porque modelar el comportamiento irracional es más complicado.» O, sea, están buscando la cartera debajo de la farola, porque allí hay más luz.

        Lo que piensen los economistas (ortodoxos) es irrelevante. Es un hecho que se comportan como si creyeran que los seres humanos son racionales (al menos en el sentido de que tienen preferencias consistentes y actúan de acuerdo con ellas). Según Samuelson, eso significa que lo creen.

        Ciertamente en otras ciencias humanas y sociales no sempre se aplica el paradigma de la racionalidad; no en ciencias políticas, no en sociología, desde luego no en psicología experimental. Pero es que los economistas neoclásicos, ortodoxos o mainstream (y Cives afirma serlo) se niegan en redondo a tener en cuenta los hallazgos de estas otras ciencias. Incluso, siguiendo a Samuelson, dejan de considerar la racionalidad como una hipótesis para convertirla en un axioma.

        No creo que esto sea sólo porque es difícil (que lo es), sino que en algunos casos puede haber un prejuicio ideológico. Sin racionalidad fuerte, la teoría de la optimidad de los mercados como asignadores de recursos no se sostiene. Lo cual hace que el programa político neoliberal sea menos justificable.

        Por supuesto que hay economistas heterodoxos, críticos o pluralistas que no aceptan el dogma neoclásico, no meto a todos en el mismo saco.

        • carlos dice:

          Si podemos sacar conclusiones interesantes de modelos sencillos, ¿por qué no? Luego ya los ajustaremos hasta que se parezcan más a la realidad.

          Y el caso es que a veces incluso asumiendo el modelo de racionalidad tenemos resultados bastante parecidos a la realidad.

          Y también decir que precisamente la economía ortodoxa moderna no considera los mercados así a pelo como óptimos a la hora de asignar recursos, todo el tema sobre sus imperfecciones y demás te lo has saltado.

          • Epicureo dice:

            Tengo un prejuicio (lo reconozco) contra los modelos teóricos basados en premisas que sabemos que son falsas. Lo siento.

            En cuanto a los mercados, no quiero decir que la economía ortodoxa no admita que hay mercados imperfectos (estaría bueno), el problema es que sueña con mercados perfectos.

          • carlos dice:

            Pues muchos modelos así son útiles en ciencia. La cuestión es si el modelo es útil o no, no cómo de simple sea.

            Y no es que la economía sueñe con mercados perfectos, es que nos sirven de referencia para saber qué podemos esperar como mucho de un mercado o de cambios en este. Si cambiamos algo y resulta que nos parecemos más a un mercado ideal quiere decir que estamos haciendo las cosas mejor.

            En serio, en ciencia (en todas, ingenierías incluídas por ejemplo) tienes montones de modelos ideales que en la realidad se ajustan «más o menos». Y son tremendamente útiles, sabiendo las reservas con las que se tienen que manejar.

            Tengo la sensación de que todos los economistas saben las muchas reservas que hay que tener al tratar el tema de los mercados perfectos. Pero no significa que a partir de esos modelos no hayamos sacado conclusiones útiles que explican fenómenos reales más o menos fielmente.

          • Epicureo dice:

            «Si cambiamos algo y resulta que nos parecemos más a un mercado ideal quiere decir que estamos haciendo las cosas mejor.»

            Eso es lo que me preocupa. Los mercados ideales son para Homo economicus, no para Homo sapiens.

            • carlos dice:

              Hombre, creo que todos podríamos estar de acuerdo en que si todos tomáramos decisiones racionales basadas en toda la información posible esas decisiones serían mejores, creo yo. Por eso son una referencia a comparar con la realidad. Nadie aspira a que exista en la realidad un mercado perfecto, pero sí aspiramos a arreglar y retocar lo necesario para que sean lo más parecido posible en la práctica.

              Además parece que le tuvieras miedo porque los mercados perfectos sean una cosa malvadísima, cuando resulta que son aquellos que generan el mínimo beneficio empresarial, porque tienen la máxima competencia y demás. Los empresarios prefieren tener mercados monopolísticos que perfectos.

              • Epicureo dice:

                El problema es que hay un elemento fundamental que no podeis «arreglar y retocar», que es la naturaleza humana. Podéis mejorar la competencia, la información y lo que queráis, pero como los que van a entrar al mercado son seres humanos y no máquinas de calcular, es perfectamente posible que el resultado sea más infelicidad para todos.

                Desde luego será más infelicidad para los empresarios, como bien dices, que prefieren el monopolio o el oligopolio. Y para los trabajadores, en el caso del mercado laboral, que prefieren uno regulado por acuerdos sindicales. La única manera de conseguir que los mercados sean libres, al final, es que las personas estén sujetas a una tiranía que les impida defender sus intereses como mejor les parezca, lo que no deja de ser una paradoja.

                • carlos dice:

                  No voy a darle más vueltas, creo que sigues pintando un hombre de paja cuando hablas de que no se tiene en cuenta la naturaleza humana y demás.

                  Los economistas lo hacen lo mejor que pueden para incorporarla, precisamente porque lo hacen lo mejor que pueden para intentar entender los problemas económicos y explicar por qué algunas soluciones son malas y otras son buenas.

                  Y a día de hoy creo que sabemos bastante más de lo que sabían hace un par de siglos acerca de cómo llevar la economía igual que sabemos más acerca de cómo cuidar el cuerpo humano, aunque en ambos casos quede todavía mucho por descubrir. Ese es el valor de la economía ortodoxa y si opinas lo contrario simplemente no estaremos de acuerdo.

  8. JLPC dice:

    Yo diría que el señor Silver se limita a aplicar una versión simplificada de la interpretación subjetiva estándar de la probabilidad:

    http://plato.stanford.edu/entries/probability-interpret/#SubPro

    No entiendo el revuelo. Si a alguien no le gusta esta interpretación, que eche la culpa a de Finetti, no a Silver 🙂

    • Epicureo dice:

      No creo que se pueda echar la culpa sólo a Finetti.

      Si Silver cree sinceramente en esa interpretación, y cree sinceramente que con esa apuesta no hace más que aplicarla, entonces está cegado por sus prejuicios intelectuales.

      Si Silver no cree sinceramente en esa interpretación, y solamente finge que cree para manipular a sus oponentes, entonces Silver no es una persona honrada.

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