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Nota rápida sobre la huelga como conflicto social

29 Mar, 2012 - - @jorgesmiguel

Una nota rápida -que no apresurada- sobre la huelga como arma de presión y movilización social. La huelga obrera es un instrumento cuya edad de oro queda en el pasado, y que factores como la terciarización de la economía y la precarización y fragmentación del trabajo van haciendo progresivamente inadecuada. Eso no quiere decir que haya llegado el momento en que las organizaciones sindicales puedan prescindir por completo de ella, o que, como anuncian algunos adalides del dospuntocerismo, las movilizaciones sociales vayan a tener lugar exclusivamente en el ciberespacio o en la noosfera. Pero sí que en el lenguaje y la praxis de la huelga perviven y se delatan modos de relación, categorías sociales y, sobre todo, una idea central de conflicto que colisionan con los supuestos habituales de nuestras «sociedades del consenso».

Tomemos por ejemplo el comportamiento violento de algunos piquetes. Por más que condenemos esas actitudes, es estúpido pensar que una movilización masiva de este tipo, donde normalmente los actores se juegan tanto y donde el comportamiento de los otros afecta de manera directa al éxito o fracaso de la convocatoria, no dé lugar a incidentes, y por supuesto, coacciones por ambos lados -tanto como pensar que se puede prevenir completamente cualquier tipo de violencia en una manifestación multitudinaria. La idea de que cada trabajador elija en conciencia si secundar la huelga como un actor racional libre y completamente indeterminado tiene sentido como planteamiento legal de partida; como descripción de la realidad es profundamente defectuosa, una pura fantasía libertaria. Porque, de hecho, esa decisión está condicionada por numerosos factores -sociales, personales, políticos, laborales- ajenos a la opinión particular del trabajador sobre la convocatoria. Un problema a la hora de recibir e interpretar estos fenómenos es que la noción de conflicto social, incluso en tiempos de crisis como estos, es cada vez más ajena a nuestras sociedades posmodernas -pensemos, por ejemplo, en lo desfasado que suena el lenguaje de «lucha de clases», o las urticarias que provoca la idea de «choque de civilizaciones» para la visión progresista del mundo. Pero el conflicto social sigue latiendo bajo los grandes pactos tácitos y los discursos del consenso, aunque no necesariamente corresponda con la vieja lucha de clases, sino más bien con otro tipo de enfrentamientos, como las dialécticas generaciones, la oposición entre insiders y outsiders, las «guerras culturales», etc.

¿Significa esto -por dejarlo claro- que deba tolerarse cualquier agresión o coacción? No. Significa que el conflicto social no puede eliminarse completamente por más que lo hagamos desaparecer de los discursos, y que debemos esperar un cierto umbral de violencia y coerción cuando éste se manifiesta.


7 comentarios

  1. […] aunque parece que vamos camino de un empate técnico con la del 2010. Como comentan tanto Jorge San Miguel como Ramon Marrades, es posible que la huelga general, como instrumento de protesta, esté […]

  2. MARA dice:

    A mi no me sirve la huelga como medio de protesta. Me pagan por trabajo terminado, entregado y facturado. Da igual si trabajo hoy o si trabajo el domingo, es mi problema como orgnice mi tiempo ¿Cómo protesta un denominado «falso autónomo» teletrabajador por esta reforma laboral?

  3. Ruben dice:

    Se agradece este post tras no parar de oir discursos normativos a lo largo del dia del tipo: cada uno tiene que poder hacer lo que quiere, los piquetes no deben impedir a nadie trabajar etc etc. Incluso he oido a un tertuliano en la radio que reclamaba que se prohibieran los piquetes. A mi eso me parece análogo a intentar prohibir los tanques en una guerra. Un sinsentido fuera de la realidad.

    Un saludo

  4. […] metodológica asociada. A primera vista parece que mi intuición que las huelgas generales (compartida por otros) que las huelgas generales son una “tecnología” de protesta cuyo momento ha […]

  5. […] Ayer fue el día de la huelga general contra la reforma laboral aprobada por el gobierno de Rajoy que, como era de esperar, tuvo escaso apoyo y el poco ruido que hizo, además, se sumió en las críticas pues la gente no está muy de acuerdo en que sea la salida o sirva para algo. Las pocas formas de protesta que tenemos como instrumento las clases medias y bajas fundamentalmente contra el establishment se han quedado obsoletas y ya lo dicen el politólogo Roger Senserrich o Jorge San Miguel. […]

  6. […] cada vez más las voces que afirman que la huelga ya no es un método eficaz de protesta; y el leve seguimiento que han tenido las últimas convocatorias generales en España, […]

  7. Fritz dice:

    ¡Muy bien! Como dices, se debe asumir un cierto «umbral de violencia», al igual que, llegado el caso, un cierto uso de la fuerza por parte de los guardianes del orden contra manifestantes pacíficos en desacato. ¿Pero es posible entender una huelga de verdad sin piquetes?, ¿pero la auténtica lucha obrera puede tolerar hasta sus últimas consecuencias que el trabajo se siga realizando? ¡Ay! Todavía recuerdo cuando en mi infancia los días de huelga general eran algo así como de estado de excepción, en los que uno debía tener cuidado al salir a la calle, no fuera que… Cuánto fariseísmo.

    La otra parte del razonamiento es que, quizá, este fariseísmo es el menor de los males que pueda afectar a una sociedad. De otra forma, la costumbre de resolver los conflictos por medio de la violencia sería simplemente el síntoma de una sociedad más violenta, y la gente buena no queremos eso.

    PD: como es lógico, el piquete está prohibido, solo se tolera cuando es «informativo». ¡Juas!

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