Por NeG Pol Antràs se pregunta por qué dentro de un panorama de horripilante crisis económica general el sector exportador español parece gozar de buena salud, a pesar de todo. El artículo es francamente interesante, pero me gustaría añadir un par de notas.
Primero, tengo la sensación que España, en cierto sentido, tiene una ventaja comparativa considerable en el diseño y construcción de proyectos megalíticos. Las constructoras españolas son grandes, eficientes y baratas, siendo capaces de ejecutar proyectos complejos. Telefónica no es una empresa especialmente ágil, pero se siente cómoda con programas de infraestructura. CAF puede fabricar material ferroviario a muy buen precio, y (gracias a la extraña manía de Renfe de comprar sin orden ni racionalidad aparente) están acostumbrados a diseñar trenes a medida en lotes pequeños. Repsol, Gas Natural y demás empresas son también ex-monopolios estatales, y si hay algo que les chifla es ejecutar grandes obras que requieren gigantismo burocrático.
Es algo parecido, aunque a una escala menor, de algo que comentaba Yglesias diciendo que el socialismo es una de las grandes exportaciones francesas. Un sector decente de la economía española está especializada en gestionar o apoyar grandes proyectos que requieren una capacidad de control y organización considerable – algo que en un mundo lleno de países en desarrollo te asegura un mercado decente.
Por descontado, estos no son los único exportadores, hay otros. Pero es algo que España en agregado hace sorprendentemente bien.
Como dice en ese mismo artículo, los países se acaban especializando en aquellos productos en los que tienen una demanda interna potente. Y es innegable que el bien más demandado en España son las obras faraónicas.
Las infraestructuras son un bien exportable. ¿uh?
(el templo de Debod no cuenta)
El material ferroviario, encofrados, servicios de ingeniería, sistemas de señales de vía, traviesas, raíles, catenaria, material de telecomunicaciones, centralitas de telefonía, repetidores, gasoductos, etcétera si lo son.
Y hay empresas con un montón de experiencia en todo ello.
En definitiva, tenemos el grado de burocrácia + improvisación adecuado para las grandes obras.
La economía francesa nos enseñó que el papel interventor -y en muchos casos director- del estado en las grandes empresas estratégicas puede desembocar en una ventaja definitiva para su desarrollo y posterior salto hacia la hegemonía mundial.
Ejemplos a punta pala, del tipo Elf y TOTAL, Matra-Alcatel, Arianne Espace, Renault, Bouygues, Dassault, Thales, AREVA, etc, etc, no siempre empresas públicas pero sí muy monitorizadas y tuteladas por la République, nos demuestran que, en ciertas ocasiones, las oligocracias con institutos de prospectiva económica no son tan malas. Lo malo, en el caso español, es que tienen su base en los tarifazos vía BOE.
[…] Una de las peores chifladuras que he escrito por esta página es decir que España potencialmente puede tener una ventaja comparativa considerable exportando infraestructuras. […]