Continuación de este artículo. Vale la pena leerlo antes. De nada.

Al cabo de un rato, el grupo que nos tenía esperando en el oficina de Jim Himes sale con sus carpetas y maletines, caminando apresuradamente hacia otra reunión. La recepcionista nos hace pasar, con cara de alivio, y nos dice que nos atenderán en seguida.

Jim Himes fue elegido el 2008, así que es un recién llegado al Congreso. Su distrito (Fairfield County) contiene alguna de los municipios más ricos de Estados Unidos, siendo como es hogar tradicional de banqueros y otra gente de mal vivir. Aunque ganó por apenas tres puntos, Connecticut es cada vez más demócrata, así que su reelección no debería ser un problema; los republicanos están muy ocupados peleándose por presentarse a gobernador o Senado.

El jefe de gabinete de Himes es un tipo relativamente joven, que habla rápido y hace montones de preguntas. El tipo es consciente que hay algunas bolsas importantes de pobreza en su distrito (Bridgeport es un erial), pero reconoce no saber demasiado sobre programas de nutrición infantil. Nos deja claro que su jefe votará a favor sin problema en los programas que estamos pidiendo, y se ofrece a añadir su nombre como co-patrocinador de la ley o pedir votos a sus colegas si es necesario. El problema, sin embargo, es que realmente no han seguido el tema demasiado, así que no sabe qué medidas están sobre la mesa.

No que esto sea un problema: llevo en mi carpeta un listado (de cuatro páginas) con todas las propuestas en consideración, y detalles sobre qué texto es su equivalente en el Senado. Los representantes (y en menor medida, senadores) tienen equipos relativamente pequeños (de cinco a ocho asesores en Washington, por lo que me dijeron, con algunos más en su distrito), así que les cuesta seguir toda ley que anda rondando por el Congreso. Jim Himes está en el comité de finanzas, así que se especializa en regulación bancaria; es comprensible que pregunten a los expertos (o sus jefes y colegas en la cámara) acerca de temas que no dominan demasiado.

Un vez aclarado este punto, explicamos que los programas de asistencia federales en Connecticut están muy mal administrados. Las agencias estatales procesan aplicaciones con una lentitud desesperante, causando esperas interminables y haciendo pedir ayuda un ejercicio kafkiano. Para reforzar el mensaje, hemos traído cifras concretas sobre Bridgeport, con porcentajes de solicitudes que van con retraso (más de la mitad) y de solicitudes urgentes (que toman una semana) fuera de plazo (un increíble 90%).

La gente de Himes había oído hablar del problema, pero no conocía las cifras – y están horrorizados. La reacción inmediata es que hay que hacer algo ahora mismo, y ofrecen tomar medidas de inmediato: una carta al estado y USDA sobre el tema, amenazando con un artículo en la prensa. Si el estado no hace nada (y, siendo veteranos de la política local, son conscientes que no será suficiente), hablan de llevar a Himes a una oficina de servicios sociales con cámaras de televisión detrás, dándole publicidad. Es mucho más que lo que nos había ofrecido DeLauro; Himes, siendo un recién llegado, necesita causas mediáticas populares como agua de mayo para venderse bien. Es una transacción política natural entre gente con un problema y un político buscando publicidad. Política antigua, de toda la vida.

Como norma general, uno sabe que su visita ha sido efectiva según el tiempo que te dedican. Con Himes nos ha ido bien: entramos 10 minutos tarde, salimos con 25 minutos de retraso – nos dieron 45 en vez de los 20 que nos tocaban. El tipo que venía detrás nuestro nos mira con cierto rencor cuando salimos de nuestra larga conversación en el recibidor (no tienen espacio para sala de reuniones), pero nos importa poco. Ahora camino del Senado, a hablar con la gente de Joe Lieberman.

La constitución americana, de origen, dice que ambas cámaras tienen el mismo poder. Si acaso, la Cámara de Representantes debería ser más poderosa, ya que tiene más atribuciones presupuestarias que el Senado. La invención del filibusterismo, sin embargo, ha cambiado mucho las cosas, y visitando las oficinas de unos y otros parece claro que la cámara alta mira a sus vecinos por encima del hombro.

Los senadores tienen varios edificios nuevos, y tienen oficinas grandes. Es cierto que un senador representa a veces muchísimo más votantes que un representante (no siempre; hay estados muy vacios), pero el garito de Joe Lieberman es palaciego. Los lobistas y tocanarices variados parecen ser conscientes del poder del Senado, y realmente le prestan muchísima más atención: los pasillos son un circo. Hay cuatro veces más gente que en la cámara de representantes, y muchísimos más profesionales. Incluso contando que hay menos senadores, las hordas de gente que hay por los pasillos son impresionantes. Todo el mundo va a ver a alguien, y van pidiendo de todo: dinero para el cáncer, vacas, tanques, sanidad sí, sanidad no, pesca sí, pesca no, veteranos, nucleares y una larga lista de causas y problemas.

Tras dar tumbos por uno de los edificios del senado un rato, entramos en las dependencias del senador independiente de Connecticut. De nuevo nos toca esperar, esta vez en una salita estrecha pero no demasiado incómoda. Al rato, una chica bajita y delgada de unos 22-24 años nos pide que pasemos, diciéndonos que la reunión será en el segundo piso. La oficina es grande, laberíntica; la seguimos a una sala de reuniones tamaño zulo en un rincón.

Tras sentarnos, la muchacha se sienta en la mesa y nos pregunta qué queremos, diciendo que su jefa, la vicesecretaria de asuntos sociales no podrá venir, ya que tenía otra reunión. Mi buen amigo Joe Lieberman no ha enviado un asesor o alguien que hable con él de vez en cuando. No ha enviado alguien que trabaje para alguien que hable con él de vez en cuando. No señor. El tipo nos ha plantado la becaria de alguien que habla de vez en cuando con uno de los asesores que a veces hablan con él.

Exacto. El hombre se toma los temas de nutrición infantil en serio.

La reunión no dura demasiado. Es fácil darse cuenta que la información que traemos y todo lo que digamos no llegará a ninguna parte. Como mucho, dos líneas en uno de esos informes que acaban al fondo de un cajón. Como somos educados, le soltamos el rollo a la becaria en 10 minutos, y nos vamos, resignados. Al salir, una auténtica horda de gente trajeada esta esperando – la mayoría, claramente no ahí para hablar con una becaria. En política, sigue habiendo clases.

Resumiendo: la visita valió la pena. Es curioso ver en directo cosas sobre las que he leído mil veces, pero cuesta de traducir en algo práctico. Sí, el acceso es importante. Sí, tener a lobistas todo el año es una ventaje enorme. Sí, la falta de medios es un problema grave, incluso en Estados Unidos. Una visita puntual, pequeñita y poco importante, pero realmente fascinante.


10 comentarios

  1. Ian Curtis dice:

    Vaya, yo que quería que le vociferaras a Lieberman gravemente (con vídeo en YouTube de la escena incluido) para, una vez aliviado, decirle: «bueno, pero tengo unas cosillas que pedirle…»

  2. Rosa Sogues dice:

    La verdad estoy francamente horrorizada pensar que en EEUU las cosas funcionen en plan tercermundista .Niños con hambre ? parece que no pueda ser,peró porque no me extraña?

  3. Marc Fargas dice:

    Una lectura muy interesante, un «así funciona este país» de primera mano.

    Gracias!

  4. Vicho dice:

    Vaya por delante que soy de provincias, así que esta pregunta puede sonar algo estúpida: ¿Esto mismo se puede hacer en España?

    Quiero decir, ir al Congreso y hablar con todos y cada uno de los congresistas sobre un determinado tema. Yo diría que no. Soy incapaz de pensar en un equivalente de Jim Himes en España. En general, los congresistas de los partidos grandes no tienen mucha libertad de movimientos así que supongo que ir allí a hablar con todos ellos no tenga mucho sentido.

    Aun así tengo mis dudas: ¿Algo por el estilo podríamos hacer aquí? Por lo pronto, parece una democracia más directa.

  5. Alatriste dice:

    Vicho, en mi opinión poder claro que puedes, llamas al dipuitado en cuestión, conciertas una cita y vas a verle, pero ¿Para qué sirve eso? En los sistemas europeos todo es distinto. En general la disciplina de partido es mucho más fuerte, y eso produce incentivos y formas de trabajar totalmente diferentes. Ir a tratar de convencer al diputado Fulano o al senador Mengano de que apoye esto o de lo otro – por no hablar de exotismos como que aparezca como «patrocinador» de una ley – es poco útil, es al partido en bloque al que hay que mover, y probablemente en España nuestro equivalente a los lobbistas de Washington dedica su tiempo a los apparatchiks de los partidos mas que a los parlamentarios.

  6. Creu dice:

    En España, si estas interesado en mover alguna cosa concreta, con quien debes hablar es con quien este encargado de esa tarea. Una sola visita por partido, me parece mucho mas efectivo.

  7. Lamidaeff dice:

    «En España, si estas interesado en mover alguna cosa concreta»

    Aparte de los trajes; regalar trajes siempre es buena idea.

  8. Ignacio dice:

    Gran artículo, Roger. Me ha encantado todo lo que has contado. Veo que sigues en forma!!!! A ver si hablamos un día de éstos. Espero que todo vaya bien por allá.
    Un abrazo,

  9. […] unas cuantas semanas, Roger Senserrich, dentro de su trabajo, se fue a Washington DC para tratar de convencer a representantes y […]

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