La cumbre sobre la sanidad en Estados Unidos llegó y pasó, y es difícil decir realmente qué ha cambiado. El asunto ha durado siete horas, con un debate a ratos denso, a ratos lleno de retórica idiota sobre cómo reformar el desastroso sistema de salud del país.

No comentaré demasiado sobre el debate en sí; lo he seguido durante el día en la oficina, como ruido de fondo cuando he podido, y la verdad, no es que nadie haya dicho algo nuevo. En general diría que el debate lo han ganado los demócratas; los republicanos presentaban un plan excepcionalmente limitado (sólo daría cobertura a 3 de los 45 millones de americanos sin seguro) y sus argumentos eran, en general, entre ridículos y contradictorios. A efectos prácticos, sin embargo, esto no tiene demasiada importancia, ya que los medios no se van a preocupar de informar sobre estos detalles nímios como los efectos de una posible reforma; lo importante hoy era la carnaza, y aquí el efecto es más difícil de definir.

Los medios se están fijando en dos cosas. La primera, la muerte de Andrew Koenig y de una cuidadora de orcas en Seaworld (en fin), y la segunda, el hecho que de bipartidismo poco, y que no se ha llegado a ningún acuerdo. Los medios querían o un circo o una especie de catarsis de estadistas responsables, y lo único que han visto es siete horas de debate sesudo con gente que no se ponía de acuerdo, así que están dando esa noticia, frunciendo todos el ceño.

¿Sorpresa? Ninguna, de hecho. Ya he mencionado antes que los republicanos (como Rajoy) no tienen el más mínimo incentivo para pactar. La prensa americana, sin embargo, sigue emperrada con esta absurda idea de glorificar el consenso y el bipartidismo, obviando el hecho que que uno de los dos partidos está trabajando activamente para bloquear cualquier ley. El problema es que la minoría que quiere que el partido gobernante se estrelle tienen capacidad real para vetar la ley, así que esta clase de exigencias de pacto crean situaciones imposibles. Los medios informan que hay dos partidos y hay desacuerdo, pero no que este desacuerdo es realmente una estrategia racional de sabotaje.

El debate, sin embargo, no ha sido realmente un espectáculo inútil – al menos, no para los demócratas. Recordad que si quieren pueden aprobar una ley en solitario, utilizando una maniobra parlamentaria que evita la necesidad de obtener una supermayoría en el Senado (50 votos de 100 en vez de 60 de 100); lo que necesitan son agallas, y dejarse de historias sobre buscar consensos y hacer posturitas. El debate, en este sentido, creo que ha dejado bien claro varias cosas para los miembros del partido más cobarte del mundo:

  1. El partido republicano no tiene la más mínima intención de mover un dedo para aprobar una ley. La que sea. No se están tomando el problema en serio. Ni se molestaron en debatir con ideas.
  2. Los republicanos creen que asegurar un 7% de los 45 millones de americanos que no tienen cobertura médica es una medida suficiente. Lo único que entienden por consenso es que los demócratas acepten esta idea.
  3. Los demócratas, si quieren evitar que el aumento de los costes de sanidad lleven el país literalmente a la bancarrota (EUA gasta un 18% del PIB en sanidad, prácticamente el doble que la media de la OCDE, y los gastos suben más deprisa que en ningún sitio) están completamente sólos. La solución republicana es dejar a gente sin sanidad.

Los dos puntos más importantes, sin embargo, son los siguientes:

  1. La Casa Blanca ha descartado completamente la posibilidad de aprobar una reforma de tercera que arregle el problema a medias. Nada de pasitos pequeños. La reforma será seria o no será.
  2. Obama ha dicho claramente que se han acabado las bromas:  si los Republicanos no quieren ni siquiera ceder un milímetro para llegar a un consenso, a pesar que la reforma es esencialmente una propuesta moderada (algo que el presidente señaló repetidamente), ahí se quedarán. El partido demócrata va a intentar aprobar la reforma en solitario.

Dicho en otras palabras: Obama está convencido que la ley es buena, y que una vez aprobada los hechos le darán la razón. Por tanto, va a hacer lo imposible para aprobar la reforma, aunque tenga que arrastrar a su partido entre alaridos, lloros y pataleos. El público real de este evento era, ante todo, el propio partido demócrata. El mensaje es que la ley es buena, necesaria, y moralmente correcta, pero, por encima de todo, que es ahora o nunca – y el Presidente está dispuesto a tirar del carro.

La ley es, realmente, una buena reforma. Ahora mismo, todo depende del valor de unas decenas de representantes en la cámara baja, y unos pocos senadores, que esta reforma sobreviva. Veremos cómo se mueven las cosas los próximos días. La sensación que tengo es que Obama ha puesto las cartas sobre la mesa, entrando a por todas – y en estas situaciones, los legisladores tienden seguir al líder del partido, especialmente cuando el objetivo final está tan, tan cerca.

Hay esperanza.


6 comentarios

  1. Roger Senserrich dice:

    Por cierto, si algo dejó claro el debate es que Obama es un gigante en una reunión de enanos. Su capacidad de explicar ideas complejas y dar sentido a una discusión está a años luz del resto de políticos de ambos partidos. Sólo Paul Ryan se explicaba a un nivel comparable, a pesar que estaba mintiendo como un cosaco.

    Sí, Ryan es republicano, y andaba inventándose cifras de déficit público de la CBO. Para variar.

  2. Roger Senserrich dice:

    Por cierto – y dejo de comentarme a mí mismo, aquí tenéis una lista de ideas republicanas en la ley de sanidad de Obama. Son un montón:

    http://www.whitehouse.gov/health-care-meeting/republican-ideas

  3. Heathcliff dice:

    Me da miedo leerte en estos artículos proque cada vez que lo hago termino preguntándome si la democracia es siempre, y en todas partes, la mejor opción.

    🙁

  4. JOSE dice:

    ¿Y qué pasa con la opción pública?

  5. Roger Senserrich dice:

    Muerta y enterrada a corto plazo, creo. No era demasiado importante, de todos modos.

  6. JOSE dice:

    ¿No era importante? Según tenía entendido era la garantía de que las aseguradoras no pactarían entre si los precios o los servicios al tener que competir con la oferta pública.

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