Pasar reformas en Estados Unidos es (insisto) muy difícil. No es sólo cuestión de necesitar una mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado; el proceso necesario para llegar a ese voto es rematadamente rebuscado.

Cualquier propuesta de ley pasa por dos, tres o cuatro comités. Si el presidente de un comité no está de humor, la ley puede quedarse encallada durante meses. Muchos temas dependen de varios comités, así que puedes tener reformas compitiendo entre ellas a ver quien llega más lejos. Evidentemente, las dos cámaras tienen sus doscientos comités y subcomités, así que puedes estar trabajando en el Senado y tener Representantes aprobando una cosas completamente distinta al mismo tiempo.

Hay más. Las leyes, por descontado, reciben enmiendas a espuertas – a menudo, totalmente surrealistas, del estilo de tener expansiones del derecho a llevar armas de fuego en parques nacionales en una ley que regula tarjetas de crédito. Aún peor, otro comité puede añadirte cosas que convierten tu proyecto en una aberración mutante. O el Senado puede forzar cambios haciendo algo parecido. Ah, y sí, evitar filibusteros y bloqueos extraños, la CBO y el Frente de Liberación de los Gnomos del Jardín y sus desalmados
lobistas y donaciones de campaña.

La administración Obama tiene tres ambiciosas reformas avanzando a la vez de forma más o menos gloriosa en el Congreso. Cuando alguien intenta hacer salchichas utilizando una maquinaria disfuncional llena de cretinos asustadizos, gente más o menos adicta a sus donantes de campaña, tipos a los que no les caes bien y gente que no está de acuerdo contigo, uno espera problemas y obstaculos, y para superarlos, una cierta creatividad táctica es requerida.

La Casa Blanca está siguiendo dos estrategias muy distintas para aprobar la reforma de la sanidad y la reforma del sistema financiero. Para reformar la sanidad, la administración ha dejado que sean legisladores los que tomen la iniciativa, con tres leyes circulando y rebotando de comité en comité a ver quién sobrevive. En el Senado tenemos dos propuestas, una más moderada y otra más ambiciosa. Los senadores tienen mucha capacidad de maniobra, así que ahora mismo anda ocupados cosiéndose a enmiendas. Tarde o temprano las dos reformas chocarán una con otra, produciendo un texto único más o menos coherente.

Mientras tanto, en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi utiliza los amplios poderes que el reglamento de la cámara le otorga para mover una propuesta de sanidad adelante. Aprovechando esto, la reforma según dicen será mucho más ambiciosa; probablemente a la izquierda del Senado.

¿Cuál es el plan de la Casa Blanca? Aprovechar estas discrepancias. El Senado producirá un híbrido raro, ligeramente conservador. La Cámara de Representantes sacará un texto coherente. Y con un poco de suerte, y si el Senado no tiene un ataque de pánico (más concretamente, supera el ataque que tienen ahora) y no se atreve a votar nada, cuando las dos cámaras negocien un texto común quizás salga algo que valga la pena.

La estrategia para la reforma del sistema financiero ha sido muy distinta. La Casa Blanca sabe que el Congreso está lleno de gente que sabe (o cree saber) sobre sanidad, así que han preferido dejarles la iniciativa y confiar que el equilibrio de fuerzas (y entusiastas tortazos retóricos desde el ejecutivo cuando haga falta) produzca algo bueno. Sobre bancos, finanzas y mercados, sin embargo, no hay demasiados Congresistas que sepan demasiado – el legislativo ha creado la espantosa sopa de letras regulatoria básicamente para sacarse el problema de encima. La iniciativa de la reforma, en este caso, la ha tomado Obama, con una propuesta muy detallada.

Lo más curioso de la reforma puesta sobre la mesa es que es relativamente ambiciosa en algunas cosas, y muy poco ambiciosa en otras. Al hablar de principios y protecciones, la mayoría de ideas son muy sólidas; la creación de una agencia de protección al consumidor potente es muy inspirada. Sin embargo, cuando hablamos de simplificar el absurdo laberinto regulatorio del país, con un montón de agencias cada una vigilando una parcelita, el texto no cambia gran cosa a primera vista, manteniendo la inmensa mayoría de ellas.

Desde el punto de vista institucional, es un arreglo extraño. Los principios que ordenan la nueva regulación (vigilar el riesgo sistémico, aumentar el control del riesgo, proteger al consumidor, crear mecanismos para desmantelar bancos enormes de forma controlada) son sólidos y van todos en la dirección correcta; el organigrama para implementarlos es aparentemente un caos. ¿Por qué?.

En gran parte, por el Congreso. Las agencias regulatorias no están todas controladas por el mismo comité; de hecho, hay comités bastante absurdos regulando cosas que no deberían. Por ejemplo, por motivos históricos que no vienen al caso, el comité de agricultura controla la agencia que regula y vigila los mercados de futuros. Los comités están llenos de gente que no tienen puñetera idea sobre qué es el mercado de futuros, pero sí están encantados de recibir donaciones para su campaña de la gente que se gana la vida en esas cosas a cambio de legislación amable.

Cualquier reforma que intente cambiar qué comité controla cada agencia tendrá una resistencia alocada y vociferante de políticos perdiendo donantes supervisión y control democrático. Lo bonito (preocupante) del tema, sin embargo, es que la mayoría de congresistas realmente tragarán con una reforma sobre el fondo del asunto sin demasiado problema, especialmente si viene de la Casa Blanca. Si la nueva ley sobre el sector financiero viniera del comité vecino (digamos Barney Frank consolidando todas las agencias bajo supervisión de su glorioso comité), el Congreso se convertiría en una verbena espantosa de lucha entre comités envidiosos.

La idea es, por tanto, evitar que el Congreso se pierda en detalles tontos organizativos, con la Casa Blanca actuando como policia de tráfico desde el principio. Marcar el terreno en lo técnico, hacer que los cuatro políticos que saben lo que hacen se diviertan un poco, y aprovechar que no están siendo demasiado amenazadores para sacar votos en el resto y aprobar la reforma.

¿Funcionará? A saber. El Congreso es una institución disfuncional por buenos motivos; por definición, no son precisamente buenos pasando leyes coherentes. Ambas reformas serán trituradas por legisladores; confiemos que el producto final sea decente.


10 comentarios

  1. Roger Senserrich dice:

    Por cierto: si creíais que el post sobre la CBO no era friki, aquí tenéis dos tazas. :-).

    Si os parece que me voy demasiado a temas megaoscuros, por favor, avisad. Puedo hablar de otras cosas.

  2. Sr. vaya dice:

    Para nada.

    Los no-economistas tardamos más pero se agradecen mucho los temas oscuros-negro fuerte.

    Bon dia

  3. Demócrito dice:

    Roger, sólo te puedo decir que a mí me ha interesado. Mala señal.

  4. Roger dice:

    Enlace el video de Obama cargándose una mosca hace un par de días. La diferencia de estilo y calma fue tremenda; el tipo es un ninja.

  5. RATKO dice:

    Nada, nada estos post que llamas frikis son los mejores, destilan ironía y mala uva a partes iguales, y ese tonillo jocoso referido a instituciones como el Congreso y el Senado de EUA me encanta. Asi que ya sabes, más frikismo.

  6. Carlos dice:

    «por motivos históricos que no vienen al caso, el comité de agricultura controla la agencia que regula y vigila los mercados de futuros»

    Juas.

    Muy bueno el post.

  7. Alatriste dice:

    @Carlos

    Si no recuerdo mal, se debe a que los primeros mercados de futuros funcionaban «apostando» (y en algunos casos probablemente sobren las comillas) sobre si la próxima cosecha sería buena o mala, y solo después los futuros se ampliaron a funcionar con minerales, petróleo, etc., etc.

    Vamos, que en su momento esta peculiaridad tuvo todo el sentido del mundo, aunque a estas alturas no tenga ninguno.

  8. […] cuando hablaba sobre la corrosiva, fustrante, interminable batalla que un presidente de los Estados Unidos tienen que luchar cada vez que quiere aprobar legislación? […]

  9. […] cuando hablaba sobre la corrosiva, fustrante, interminable batalla que un presidente de los Estados Unidos tienen que luchar cada vez que quiere aprobar legislación? […]

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