La noticia más importante hoy en Estados Unidos no es la gripe porcina. La noticia más importante hoy es Arlen Specter, Senador Republicano por Pennsylvania, anunciando que está hasta el gorro del nivel de montañismo histérico de su partido y que abandona el barco. Specter se pasa al partido demócrata, convirtiéndose en el senador número sesenta de los demócratas (cuando finalmente llegue Al Franken al Senado), y en la persona más odiada por el movimiento conservador en décadas.

Es una noticia importante no por el hecho que a Obama le adoren tanto que incluso crea tránsfugas (aunque algo hay de eso; más luego), sino porque como comentaba el otro día, sesenta es un número mágico: es la cantidad de votos que uno necesita en el Senado para romper una minoría de bloqueo. Con la deserción de Specter, el partido demócrata puede pasar, en teoría, cualquier reforma que le plazca, siempre que consiga mantener la disciplina.

No que eso sea especialmente fácil. Como dice el tópico, controlar el partido demócrata es como dirigir un rebaño de gatos pulgosos famélicos en celo en un día de luna llena. Reunir los votos para según qué leyes seguirá siendo complicado, especialmente en cosas que afecten los intereses de un estado de forma muy pronunciada.

Aún así, la ventaja psicológica y táctica para la Casa Blanca es tremenda. Hasta ahora, el juego era mantener los demócratas en línea mientras que convencían a dos o tres republicanos para que cambiaran de bando en ese voto en particular. Los «desertores» tenían una influencia tremenda para arrancar concesiones, pero eran atacados de forma despiada por los vociferantes popes del movimiento conservador, estilo Sean Hannity, Rush Limbaugh y otros Federicos locales. Cruzar el Rubicón es un riesgo enorme para un político, como veremos después.

El escenario ahora ha cambiado. Primero, porque la Casa Blanca puede señalar a cualquier potencial desertor demócrata como alguien que está torpedeando la agenda de un presidente (aún) muy popular, asociándose con esos tarados radiofónicos conservadores. Segundo, mantener la disciplina más fácil de lo que parece, ya que sólo la necesitan para romper bloqueos; Obama puede pedir lealtad para evitar filibusterismos, pero dejar que los senadores menos entusiastas voten en contra de la ley y esta siga siendo aprobada. Sí, el primer voto permite que el segundo suceda, pero basta para cubrir las espaldas a muchos.

Esto no significa que Obama ahora pueda convertir Estados Unidos en Suecia, por descontado. El Senado es menos peligroso a la hora de tumbar legislación, pero sigue siendo un sitio lleno de demócratas, partido muy grande, muy diverso, y muy poco amigo a veces de hacer cosas con sentido o racionalidad o -en algunos casos- de cambiar las cosas de veras. Será más fácil, pero no sencillo.

Una nota rápida, por cierto, sobre por qué Specter ha cambiado de bando: el tipo es un obsesivo electoralista. En los últimos meses ha votado con Obama varias veces (el ejemplo más visible, el plan de estímulo), así que los popes del movimiento conservador lo han atacado como nunca. En noviembre del 2010 le toca reelección, y el sector duro del partido republicano, profundamente cabreado, le iba a tratar de echar en las primarias. Las encuestas le daban como perdedor escandaloso en estas, así que su futuro político estaba en juego.

La cuestión es, en Pennsylvania Obama ganó de goleada. Pat Toomey, un tipo ultralibertario montañés integrista que probabablemente iba a arrebatarle la nominación republicana, no puede ganar unas elecciones en en el estado ni harto de vino. Specter sabe que si quiere ser competitivo con Toomey, tiene que tomar posiciones que hacen imposible ganar las generales. Si quiere vivir para luchar otra día, el partido republicano no le vale, así que se ha ido al otro lado. De hecho, el tipo lo ha dicho en voz alta, tan pancho.

¿Oportunista? Sí, mucho. Specter es la clase de político que mataría a un gatito a martillazos si eso le diera votos; por un sillón en el Senado, el tipo es capaz de vender a todo su clan. La verdad, yo que soy un poco cínico no me parece mal; un político electoralista es un político que hace lo que los votantes quieren que haga, algo que al fin y al cabo es lo que buscamos al montar una democracia.

Sí, eso significa que el hombre no es que tenga principios demasiado sólidos, pero siempre he preferido un cínico listo que un ideólogo imbécil. A largo plazo, tienden a ser menos peligrosos. Esperad ver un montón de increíbles piruetas legislativas por parte de Specter estos días, esta vez moderándose a toda pastilla para evitar una primaria demócrata, y ganar fácilmente las generales. La política es divertida.

Matthew Yglesias, por cierto, lleva diciendo que Specter iba a desertar desde hacía meses. El tipo la ha clavado.


6 comentarios

  1. Roger Senserrich dice:

    Por cierto, sí, ya lo sé, los demócratas ahora son 57, más Lieberman (independiente) y Bernie Sanders (socialista, independiente – Vermont mola), más Al Franken, aún litigando con su oponente en Minnesota a ver si le dejan ser senador de una vez por unas elecciones que ha ganado.

    Lieberman y Sanders votan siempre con los demócratas, y Franken (sí, es el Al Franken ex- de SNL) que suponemos será confirmado a finales de mayo. Son 60, a la práctica.

  2. Roger Senserrich dice:

    Y por cierto, es obvio que la Jihad del sector más conservador de los republicanos contra sus moderados ha sido un éxito rotundo. Ahora ya son una minoría cualificada, no ya absoluta.

  3. Carlos dice:

    La verdad es que no tengo ni idea de cómo va allí el asunto este de los tránsfugas, pero si ahora el tío se arriesga a tener que presentarse a unas primarias con los democrátas; ¿no podría quedarse como independiente?

    ¿Para un tipo que, digo yo, será conocido y tendrá sus contactos con la prensa; es imprescindible presentarse a las elecciones con el respaldo de un partido?

    Yo es que a pasarse de un partido al opuesto no le veo más que problemas con los votantes. No todo el mundo es tan comprensiva con los oportunistas como tú, aunque llevas mucha razón en que es el objetivo de la democracia.

  4. Roger Senserrich dice:

    Depende del estado. Pennsylvania tiene una «sore loser law» (ley del perdedor amargado) que dice que si pierdes unas primarias, no puedes presentarte como independiente. Esto no es así en todos los estados (Connecticut, por ejemplo, no lo tiene).

    Sobre la necesidad de ser apoyado por un partido… bueno, tiene su sentido. Los partidos tienen una infraestructura de movilización que un candidato independiente no tiene; el ser demócrata le permitirá tener el apoyo de los sindicatos, por ejemplo, algo que no tendría sin cambiar de lado. Puedes ganar como independiente, pero es mucho más fácil hacerlo en un partido; especialmente si así logras evitar una carrera a tres bandas.

  5. […] para bloquear la nominación. Los senadores más conservadores (y los que no lo son, pero temen una primaria) votarán en contra, pero sin hacer el suficiente ruido para bloquear la […]

  6. […] para bloquear la nominación. Los senadores más conservadores (y los que no lo son, pero temen una primaria) votarán en contra, pero sin hacer el suficiente ruido para bloquear la […]

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