El 23 de abril de 1971, hoy hace casi cincuenta años, un joven veterano de la guerra de Vietnam de porte aristocrático testificaba ante el comité de exteriores del senado de Estados Unidos.
Sus credenciales eran impecables: hijo de un diplomático, miembro de una familia acaudalada de Nueva Inglaterra, educado en Yale, en 1966 se presentó voluntario para servir en la marina. Tras varios meses de teniente en una fragata, pidió ser transferido a una unidad fluvial, sabiendo que eso significaba patrullar el rio Mekong en una lancha en contacto directo con el enemigo. Condecorado con una estrella de plata y una estrella de bronce, herido tres veces en combate, nadie podía negarle sus agallas o su sentido del deber.
Ese día, hace casi cincuenta años, este veterano habló sobre el error que había sido la guerra de Vietnam, y pedía la retirada de las tropas. Lo hizo lanzando una pregunta muy simple:
“How do you ask a man to be the last man to die for a mistake?” (¿Cómo le pides a un hombre que sea el último hombre en morir por defender un error?”)
El hombre que pronunció estas palabras era John Kerry, y el video de su intervención es simplemente extraordinario.
Hoy he pensado mucho sobre esta comparecencia. Joe Biden, en un discurso largamente esperado, ha anunciado que Estados Unidos completará su retirada de todas las tropas aún presentes en Afganistán antes del 11 de septiembre.
Es el final de una guerra que ha durado veinte años, costado la vida a más de dos mil soldados americanos, cientos de miles de afganos, y 2,2 billones de dólares entre gastos directos, cuidado de veteranos e intereses. Esto es, Estados Unidos se ha fundido en una guerra en un maldito secarral en el fin del mundo una vez y media todo el PIB de España.
Y la ha perdido.
Porque es obvio que Estados Unidos ha perdido la guerra. Los objetivos iniciales de la guerra de Afganistán eran como mínimo nebulosos, pero pronto derivaron en una interminable semi-ocupación militar para evitar que el patético, corrupto, incompetente e impopular gobierno de Kabul perdiera el control del país hasta construir una democracia (je) estable. Nunca lo consiguieron. Los talibanes controlan casi todo el país, el ejército afgano es incapaz de enfrentarse a ellos y el resultado más previsible es que diez minutos después de que el último marine deje la capital el país se hunda en el caos. No que nadie en Afganistán vaya a notar demasiado la diferencia, porque el país lleva sumido en el caos desde hace décadas.
El Pentágono, el establishment militar que lleva dos décadas luchando esta guerra sin ganarla, supuestamente se ha resistido lo indecible a aceptar la decisión de Biden. Las objeciones son conocidas; es “irresponsable” irse del país sin tener un “acuerdo” con los talibanes, o sin haber conseguido que la situación sobre el terreno cumpla con una serie de requisitos/ objetivos que dejen claro que el gobierno de Kabul controla el país. Todo el mundo sabe que los talibanes van a ignorar cualquier acuerdo a la que se vayan las tropas, y los generales llevan prometiendo que, si les dan seis meses más y 10.000 soldados para arreglar las cosas desde hace veinte años, y nunca lo han conseguido.
Un puñado de esos mismos generales que han fracasado una y otra vez, ahora jubilados, han argumentado que otra intentona más es lo que Afganistán necesita, diciendo que si los talibanes no pactan es porque saben que Estados Unidos no se va a quedar para siempre. La respuesta, por tanto, es fingir que no se irán nunca, a ver si les engañan. Porque obviamente los talibanes no pueden leer el Washington Post en el móvil.
Los republicanos, como era de esperar, creen que todo mal, y que si no hay tropas en Afganistán los terroristas han ganado y van a venir a matarnos a todos. Porque obviamente durante la gloriosa ocupación militar de Irak y Afganistán en occidente no ha habido ni un solo ataque de terroristas islámicos, que sólo pueden lanzarse desde una fortaleza secreta de malo de peli de James Bond en un país sin soldados americanos. Ya se sabe.
Lo cierto es que aparte de Lindsay Graham, que nunca ha visto un país que no valga la pena bombardear, la reacción del mundo conservador ha sido bastante limitada. En Fox News, que el presidente de los Estados Unidos poco menos admitiera la derrota en la guerra más larga de la historia del país ni siquiera ha está en la portada de su página en internet:
La mayoría de los medios conservadores siguen una línea parecida; Breitbart, OAN, o Newsmax ni siquiera lo tiene en portada. Sólo el Daily Caller tiene algún artículo medio destacado sobre ello, e incluso allí están mucho más entusiasmados sobre un escándalo incomprensible en una ONG de Black Lives Matter.
¿El motivo? Bueno, por una vez, la derecha parece estar haciendo caso a la opinión pública. Los sondeos indican un apoyo abrumador a acabar la guerra desde hace años (rondando el 75%). Trump hizo campaña contra Hillary en el 2016 prometiendo que iba a poner punto final a la guerra interminable. De hecho, su plan de haber sido reelegido era sacar a las tropas de Kabul antes de mayo, pero la administración Biden retrasó la retirada.
Los únicos en favor de seguir la guerra son los psicópatas como Graham y los militares que no quieren admitir que han perdido. El resto del país quiere pasar página. Sobre qué sucederá en Afganistán ahora, por supuesto, al americano medio le importa un comino.
Mi sensación, aunque disto mucho de ser un experto en la región, es que Afganistán volverá a ser lo que ha sido siempre: un lugar donde las grandes potencias tienen roces y conflictos de baja intensidad, con un gobierno central entre débil e inexistente, y varios centros de poder regionales conviviendo de manera precaria en una paz armada. Un sitio deprimente para vivir, sin duda, y más si sus vecinos (porque la maldición de Afganistán es que tiene muchos vecinos) deciden intentar intervenir.
La guerra de Afganistán fue, sin duda, un error. Quizás no lo fuera el 2001, como represalia a los atentados del 11-S, pero se convirtió en uno desde el mismo momento en que la intervención se convirtió en una ocupación sin objetivo aparente. Joe Biden, que apoyó la guerra entonces, entendió relativamente pronto este hecho, y se pasó toda la presidencia de Obama intentando convencer a su jefe de que era la hora de marcharse. Una vez en la presidencia, ha tomado la decisión correcta, porque es literalmente la única decisión que tenía sentido.
No es fácil aceptar que has perdido, y más cuando eres una superpotencia. Hoy Joe Biden lo ha hecho.
No sé que decirte, Roger. Este tema es uno de esos que le hacen a uno decidir que jamás se meterá en política porque hay ocasiones en las que todas los opciones no solo son malas sino odiosas.
Para empezar es evidentemente cierto que la invasión y ocupación de Afganistán pronto degeneró en una situación en la que los Estados Unidos no sabía qué cosas querían conseguir, solo las que quería evitar. Eso siempre es mala señal.
Luego, también es cierto que una de las lecciones de la historia es que los libertadores extranjeros rara vez, o nunca, tienen éxito. Da igual que sean franceses plantado Árboles de la Libertad que rusos erigiendo estatuas de Lenin, que estadounidenses derribando otras estatuas; cuando se van las cosas vuelven gradualmente a su estado anterior.
Pero por otro lado me resulta repugnante la idea de dejar Afganistán como estaba, solo que peor, y sobre todo me pregunto qué es lo que vamos a hacer si no son los jefes tribales quienes toman el poder (ellos se dedicarían a lo de siempre, a las guerras intestinas, al opio, y a mantener el país en la ruina sin molestarnos demasiado) sino una u otra facción similar al «Estado Islámico». O si Irán interviene en el país, que tiene una considerable minoría chíita, y Pakistán responde. O si China (que tiene una pequeña y sumamente curiosa frontera con el país) decide que quiere participar en el Gran Juego. Una cosa es que queramos olvidarnos de Afganistán, y otra cosa es que podamos…
Hace mucho tiempo que no entraba en el blog. Para hacerlo he tenido que enfrentarme a bastantes dificultades porque mi antivirus, Avast, parecía impedirlo. Finalmente he tenido éxito y veo que solo Roger Senserrich parece estar escribiendo con su habitual buen estilo y supongo que desde Connecticut.
Bueno, un saludo y gracias por si alguien me ilustra sobre lo que ha sucedido en el blog los últimos años.
John Kerry es una persona decente. Esto es mucho decir para alguien que se mueve donde se mueve. Su propio partido, su propia administración, lo putean con saña, incluso, ya lo hizo el mismo Obama (sí, él, personalmente). Sigue siendo el mismo tipo que patrullaba y se merece todo el respeto.
EEUU ha perdido todas las cosas que seriamente se pueden llamar una guerra desde 1945. Con contundencia, además. Ha destrozado, ha aniquilado, ha dejado un tsunami de cadáveres, y ha perdido. Como en el modelo occidental de guerras, evidentemente mucha gente se ha hecho no rica, sino riquísima. Esto ya es algo público y notorio en eso que antes se llamaba el tercer mundo y que está a punto de comerle la tostada al glorioso Occidente. La caída de Roma está a la vuelta de la esquina si no despabilan. EEUU hubiese pagado un precio bestial incluso en la II GM si la URSS y China no hubiesen puesto 75 millones de muertos entre las dos. Que le saliera tan «barata» fue otro acicate más a los Corleones del MIC.
Afghanistan, como todo, estaba tan tranquilo antes que las agencias occidentales fueran por allí a enredar. No hay nada que indique que vayan a dejar de hacerlo, lo único que hace EEUU es retirar tropas que va a necesitar en otros escenarios, nada más.