Continuación de este artículo.
Las elecciones de noviembre del 2018 en Connecticut recibieron mucha menos cobertura que las legislativas federales, pero para el pequeño grupo de activistas que formaban parte de la Connecticut Campaign for Paid Family Leave los resultados invitaban al optimismo. Los demócratas no solo habían conseguido mantener su mayoría en la cámara de representantes, sino que habían roto de forma decisiva el empate que había hecho fracasar una ley tras otra en el senado. Los republicanos habían mantenido su tradición de escoger candidatos catastróficamente inútiles para gobernador, así que a pesar de la tremenda impopularidad del gobernador saliente, Dan Malloy*, los votantes dieron su confianza al demócrata Ned Lamont** para liderar el ejecutivo.
Los resultados además ocultaban algunos detalles importantes. Los demócratas controlaban 22 de los 36 miembros del senado (más la vicegobernadora, que es quien rompe los empates), cosa que les daba un buen margen de maniobra para aprobar leyes ambiciosas. 12 de estos 22 senadores habían ganado las elecciones tras recibir el endorsement (apoyo oficial) del Connecticut Working Families Party (WFP) ***. La WFP, un partido independiente / facción progresista de los demócratas / grupo de activistas profesionales, exigía como condición indispensable para apoyar a un candidato que este estuviera a favor de aprobar una ley de bajas pagadas por enfermedad. En la cámara de representantes, un tercio de los demócratas (30 representantes de 90, en una cámara con 151 escaños) eran también «gente» de Working Families. Los demócratas no sólo tenían mayorías cómodas, sino que además tenían una facción organizada que quería ese ley.
La existencia de todos esos legisladores, por supuesto, no era una casualidad. Durante años la gente de Working Families, el miembro de la coalición más cercano a la acción política (la mayoría de ONGs no pueden intervenir en campañas, pero WFP está organizado como un partido precisamente para poder meterse en política) se había dedicado a reclutar, entrenar, y presentar candidatos progresistas en primarias demócratas cada vez que tuvieran la oportunidad. La estrategia de WFP era casi siempre pragmática: el objetivo era nominar candidatos que pudieran ganar en las generales, no ir al tuntún presentando frikis en primarias con poca participación sólo para hacer ruido.
El objetivo ideal de la WFP eran escaños en distritos seguros para los demócratas (esto es, donde ganaban con facilidad) que tenían legisladores moderados o poco amigos de causas progresistas. En condiciones normales, WFP lo hace por las buenas y espera pacientemente a que el legislador se jubile. Cuando el representante o senador es especialmente insidioso y encuentran un candidato mejor, lo hacen por las malas intentando ganar las primarias. Connecticut tiene elecciones legislativas cada dos años, así que WFP había tenido tres ciclos electorales para «convencer» a demócratas recalcitrantes que se subieran al cargo. En el 2019, ese trabajo había dado resultados evidentes.
Cuando empezó el periodo de sesiones en enero del 2019 los miembros de la coalición empezaron a repasar la lista de legisladores e hicieron cuentas. Necesitaban 20 senadores que fueran síes convencidos para poder sacar la ley adelante (18 +2 de margen de error). Tenían 12 seguros, entre cuatro y seis probables, y entre dos y cuatro posibles. En la cámara baja el objetivo eran al menos 80 votos; empezaban con 30 blindados, 30 casi seguros, y 20-25 probables. El gobernador había prometido repetidamente durante la campaña electoral que quería esta ley.
El primer año de una nueva administración es siempre el más productivo legislativamente en los cuatro años de mandato. Tras años de presupuestos con déficits espantosos, la economía parecía estar dando un respiro a las cuentas estatales. La ventana de oportunidad para sacar adelante leyes ambiciosas estaba ahí, a su alcance.
Mañana, la batalla legislativa, dentro y fuera del capitolio.
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*Malloy ha sido un buen gobernador al que le importa un comino lo que piensen los votantes de él. Todos los políticos dicen eso en algún momento, pero Malloy lo cree sinceramente; es un tipo que parece odiar a todo el mundo. Que ganara dos veces es un milagro.
** Sí, este es el mismo Lamont que derrotó a Joe Lieberman en unas primarias allá por el 2006, pero perdió las generales.
*** Donde yo trabajo – de mi muy modesto papel en toda esta historia hablaré luego.