Política

Sucesiones populares y reglas disfuncionales

23 Jun, 2018 - - @kanciller

De forma sobrevenida, y con el expresidente del gobierno retirado a Santa Pola cual Lucio Quincio Cincinato, el Partido Popular está inmerso en el proceso de reemplazo de su liderazgo. Cómo resuelva esta cuestión tendrá implicaciones fundamentales para el sistema político español. Sin embargo, la novedad del sistema de elección interna llena todo el proceso de incógnitas. Sobre eso justamente quería hablar un poco más:

1. Un sistema complejo

El sistema de elección de líder del partido popular no son unas primarias – al margen de que los medios de comunicación recurran a esta idea por economía del lenguaje. El de los populares es un sistema “mixto” bastante difícil de entender:

El censo: De entrada, los militantes que quieran participar en el proceso deberán preinscribirse antes en su sede local. Por lo tanto, no ocurre como en los sistemas “un militante, un voto” en los cuales los afiliados son parte del censo electoral por defecto – recordemos que cada proceso del PSOE ha tenido que actualizarlo, perdiendo unos cuantos cada vez. Esto implica que por primera vez el PP se va a tener que conocer a sí mismo: El mito de 900.000 afiliados va a ser complicado de mantener si al final no se inscriben para participar más de una cuarta parte.

Como último recurso han tenido que recurrir a una especie de “tarifa plana” de 20 euros porque casi el 90% de los afiliados no estaban al corriente de pago, pero así y todo es probable que el porcentaje de participación esté muy por debajo del de primarias disputadas – no digitales – de otros partidos.

Fase uno: El día 5 de julio habrá una doble urna:

Los ya confirmados precandidatos se escogen en la primera urna. Si uno de ellos consigue más del 50%, mayoría en las 60 circunscripciones y sacar más de 15 puntos al siguiente, será candidato único. No parece que vaya a ser el caso, por lo tanto, pasarán el corte los dos candidatos más votados por los militantes mientras superen el 10%.

Los compromisarios se escogen en la segunda urna, y son los representantes de los afiliados en el Congreso posterior. El sistema de elección es mediante un sistema de listas abiertas entre aquellos representantes que quieran optar a serlo – si no hay más candidatos que los que ya se eligen en la circunscripción (provincias e islas) se proclaman inmediatamente. Los compromisarios van mínimo 6 por provincia y luego el 75% según afiliación y el 25% según el voto obtenido.

Fase dos: El día 20 y 21 de julio se celebra el Congreso. Allí irán los 3134 compromisarios que tienen la responsabilidad de elegir al presidente/a del Partido Popular. Estos compromisarios sólo tendrán que optar en el caso de que sea elección competida entre dos candidatos, como parece que será. En todo caso, no todos estos delegados han sido elegidos ya que 522 de ellos son miembros natos. El candidato que obtiene la mayoría será el nuevo líder del partido y candidato a la presidencia del gobierno.

2. Un sistema MUY arriesgado

Este diseño es, a mi juicio, muy disfuncional y extremadamente arriesgado para ser el de un partido conservador: una misma decisión puede tener una doble legitimidad.

De un lado, la de los afiliados que, en caso de no ser «coronación» y estar competida, deciden quienes son los dos candidatos que van a la segunda vuelta. Del otro lado, el de los compromisarios dentro del propio Congreso, que deciden quién se convierte en presidente/a. Haciendo una analogía sería como si el presidente del Gobierno lo votaran directamente todos los españoles y, si no saca mayoría absoluta, desempatara el Congreso de los diputados entre los dos candidatos más votados.

Poca broma con esto. Asumamos por un momento que todos los precandidatos se mantienen en la carrera hasta el último momento y que tenemos un resultado como sigue:

Sáez de Santamaría 40% // Cospedal 30% // Casado 15% // Margallo 10% // Otros 5%

Los que pasarían a la segunda ronda serían Sáez de Santamaría y Cospedal, la primera en cabeza como “la candidata más votada” por los militantes. Pero sabemos bien que en la segunda ronda los aspirantes eliminados podrían apoyar a una u otra (algo propio de los sistemas a dos vueltas), incluyendo los poderes territoriales – Feijoo ha dicho que se pronunciaría entonces ¿Y por qué deberían apostar por Soraya Sáez de Santamaría?

Por más que la campaña pasara de abierta a una más sutil (ahora el selectorado no son los afiliados, son los compromisarios, un cuerpo más pequeño) sería perfectamente posible que precandidatos y aparatos territoriales apoyasen en el Congreso a la segunda opción en voto directo. Y como resultado que los compromisarios optaran por Dolores de Cospedal, haciéndola presidenta.

Sería una ironía demasiado malvada que pactos en los despachos (sic) arrebataran el derecho a gobernar de la lista más votada (sic), pero tendría implicaciones orgánicas explosivas. Con estos o con otros nombres, con cualquier combinación posible de votos entre los candidatos y hasta si sólo se hubieran presentado dos. E insisto, no es que sea un supuesto teórico, es que es exactamente lo que ha pasado en el PP de Cantabria, que ha saltado por los aires por este motivo. Conjurar ese riesgo va a ser un reto si el resultado en la primera fase está equilibrado y no hay garantías de integración – con lo poderoso que es un presidente del PP es más que probable.

Esto introduce complicaciones adicionales porque reglas poco claras genera incentivos en los contendientes a cuestionar la limpieza del resultado. Además, quien quedara primero en votos de la militancia tendría incentivos para elevar los costes de que el Congreso no le ratifique – “no concebiría que no se respete la voluntad de los afiliados”, algo que ya hemos empezado a escuchar. El diseño del censo ha sido un problema adicional. Como hay que preinscribirse y esto supone que la participación pueda terminar siendo baja – pese a ser primarias competidas – los aparatos locales podrían tener mucho poder ya desde la fase inicial.

Más aún ¿Qué pasaría si son los compromisarios “natos” los que decantan la balanza en el Congreso? ¿Se consideraría legítimo?  ¿Sería fácil una integración en el caso de una decisión contrapuesta entre militancia y Congreso? ¿Y qué decisión tomará cada uno de los aparatos territoriales con un sistema de elección de compromisarios totalmente orgánico? Desde luego, hay pocas dudas de que lo farragoso del proceso ha instalado una bomba de relojería en Génova 13.

3. Una coda para la próxima

Los Congresos están bien y a mi juicio no son menos democráticas que las primarias. Ambos sistemas tienen problemas e inconvenientes, como todo, pero intentar un pastiche entre ambos modelos dejando la última palabra al Congreso es un error de bulto en el diseño. Es la primera vez que lo hacen, es cierto, pero con hacerlo mal una vez puede ser suficiente.

Este error puede costar caro en un contexto en el que existe una clara competencia del Partido Popular con Ciudadanos y los primeros tienen necesidad de incorporar cambio de caras, de discurso y, especialmente, de cohesión detrás del liderazgo. Que el sucesor o sucesora de Mariano Rajoy pueda estar cuestionado por el procedimiento de elección puede hacer más difícil esto último. Por eso el próximo liderazgo en de los populares haría bien en revisar este sistema. Si opta por un modelo mixto, mejor como el CDA de Países Bajos, que ponen el Congreso antes y los militantes eligen entre una terna de líderes. Si no, como los Republicanos franceses, primarias a dos vueltas de militantes e inscritos.

Mientras que eso llega, que siga el baile.


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