La escasa representación de mujeres en cargos políticos en relación con su partic- ipación en la población mundial ha llamado la atención no solo desde el punto de vista político, sino también desde el académico, en los últimos años. Y es que la brecha entre hombres y mujeres, en cuanto a representación política se refiere, es la que menos ha disminuido entre 1995 y 2000 si la comparamos con las brechas en oportunidades económicas, en educación y en derechos legales (Norris y Ingle- hart, 2000). En este sentido, las políticas de reservas o cuotas para mujeres han sido una propuesta recurrente para incentivar la participación política de mujeres tanto en países desarrollados como en desarrollo. Pero ¿importa el género del representante político para la elección y los resultados de políticas públicas?
Existe una amplia literatura empírica sobre diferencias de género en preferencias. Por ejemplo, Croson y Gneezy (2009) documentan estudios recientes en los que se obtiene que tanto las preferencias sociales como las preferencias por el riesgo y las situaciones competitivas difieren con el género. En concreto, estos estudios señalan que, en general, las mujeres son más aversas al riesgo y sensibles a las reac- ciones sociales que los hombres, mostrando menor preferencia por las situaciones competitivas que éstos. Existe también evidencia empírica sobre diferencias de género en cuanto a preferencias políticas. Por ejemplo, los resultados de Edlund, Haider, y Pande (2005) sugieren que las mujeres en países desarrollados tienden a favorecer la redistribución de gastos públicos hacia los niños.
Sin embargo, el hecho de que las preferencias por políticas públicas difieran con el género no implica directamente que el género del representante político influya en sus decisiones sobre políticas públicas. Una posibilidad es que las mujeres sean más conscientes de los problemas que afectan a su propio colectivo y/o que sean más sensibles hacia ellos. Otra posibilidad es que las mujeres tiendan a expresar más sus intereses y necesidades cuando su representante político es una mujer (ver Clots-Figueras, 2012). Por ejemplo, The New York Times recoge cómo Maya Yadav, una de las mujeres involucradas en el consejo político de un pueblo de India, afirmaba lo siguiente tras negociar un descuento para la construcción de un aseo en cada casa del pueblo: “Before this, pregnant women had to walk into the fields, (…) No man would have thought of this”.
Así, el género del representante político tendrá un efecto sobre las decisiones de políticas públicas si las diferencias en preferencias, o en la sensibilidad hacia las necesidades del colectivo con el que se comparte género, se trasladan al compor- tamiento político. Uno de los primeros trabajos empíricos en tratar esta cuestión fue el de Chattopadhyay y Duflo (2004). El trabajo muestra que la representación de mujeres en los gobiernos rurales locales (Gram Panchayats ) de India tiene un efecto positivo sobre la provisión de bienes públicos favorables a sus preocupa- ciones. Los autores miden la importancia de un bien o servicio público para el colectivo de mujeres a través del número de quejas recibidas por parte de este colectivo en el gobierno local. En concreto, las mujeres elegidas bajo la política de cuotas de un tercio de los puestos de los Gram Panchayats (de la que se ha hablado en el blog, aquí) invierten más en agua potable, en el Estado de Rajastán, y en agua potable y carreteras en el Estado de Bengala Occidental. Ver con más detalle los resultados del trabajo aquí.
Otros trabajos han estudiado el impacto del género del representante político so- bre ciertos resultados. Por ejemplo, Clots-Figueras (2012) estudia la relación entre representación política de mujeres y nivel educativo de la población para el caso de India. Si las mujeres en política son más sensibles hacia las necesidades de su colectivo, y la educación es percibida como favorable para el bienestar de las mu- jeres, entonces cabría esperar una relación positiva entre representación política de mujeres y educación. Otra posibilidad que explicaría una relación positiva es que las mujeres en política fueran más sensibles hacia los intereses de los niños. Aunque desde el punto de vista empírico es difícil distinguir entre las dos explica- ciones, los resultados para áreas urbanas muestran que la representación política de mujeres tiene un efecto positivo sobre la probabilidad de que un individuo posea, al menos, educación primaria.
En línea con esto último, en mi trabajo estudio para el caso de Indonesia (donde no existen políticas de reservas para mujeres en los gobiernos locales) si la rep- resentación política de mujeres tiene un efecto positivo sobre la probabilidad de matriculación preescolar y primaria. Si bien la ley obliga a los padres a ma- tricular a los hijos de 7 años de edad en el primer año de educación primaria, la educación preescolar hasta los 6 años es opcional en los pueblos rurales de Indonesia. Los resultados muestran que la representación política de mujeres a nivel local (equivalente al municipio, en España) aumenta la probabilidad de que un niño sea matriculado en el primer año de educación primaria. Respecto a la educación preescolar, el efecto es positivo solo cuando se estudian los pueblos donde la participación ciudadana, medida a través del número de grupos sociales, es superior a la media muestral. Este resultado parece razonable si se tiene en cuenta que la educación preescolar, al no ser de carácter obligatorio, generalmente depende del trabajo voluntario de la comunidad (ver UNICEF Indonesia, 2012; UNESCO Jakarta, 2003).
Para terminar, me parece importante destacar el papel de los canales a través de los cuales el género del representante político puede afectar a los resultados de políticas públicas. Por ejemplo, el trabajo de Clots-Figueras (2012) sugiere que el efecto positivo de la representación política de mujeres sobre educación en India ocurre a través del aumento en la asistencia escolar y el número de pueblos con colegios de educación primaria. Por otro lado, mis resultados sugieren que la participación ciudadana puede jugar un papel relevante. Avanzar en esta dirección supondría un paso importante en el estudio de la relación entre ciertas características de la identidad del representante político, como el género, y las decisiones sobre políticas públicas.
Referencias
Chattopadhyay, R., and E. Duflo (2004): “Women as Policy Makers: Evidence from a Randomized Policy Experiment in India,” Econometrica, 72(5), 1409–1443.
Clots-Figueras, I. (2012): “Are Female Leaders Good for Education?,” American
Economic Journal: Applied Economics, 4(1), 212–244.
Croson, R., and U. Gneezy (2009): “Gender Differences in Preferences,” Journal of Economic Literature, 47(2), 448–474.
Edlund, L., L. Haider, and R. Pande (2005): “Unmarried Parenthood and Redis- tributive Politics,” Journal of the European Economic Association, 3(1), 95–119.
Norris, P., and R. Inglehart (2000): “Cultural Barriers to Women’s Leadership: A Worldwide Comparison,” IPSA 2000 paper.
UNESCO Jakarta (2003): “National Case Study on the Situation of Early Child- hood Care and Education Services in Indonesia,” Discussion paper, UNESCO Jakarta.
UNICEF Indonesia (2012): “Education and Early Childhood Development (ECD),” Discussion paper, UNICEF Indonesia.
Me gusta este artículo, y comparto la necesidad de tener en cuenta las características de la identidad del representante político, como el género, a la hora de asignar carteras ministeriales y funcionariales de alto nivel. Me parece más razonable que reducirlo todo a un sistema de cuotas, y permite reconocer mucho mejor los valores que cada colectivo aporta para contribuir al bien común. Esto permitiría sacar partido de las diferencias, en lugar de hacer que todo pase por el mismo embudo.
No obstante, me temo que los intereses partidistas no van a permitir nunca una visión tan objetiva del asunto. Hay mucha gente viviendo de las políticas de género mal entendidas, y desgraciadamente una estadística se puede interpretar de diferentes formas.
Gracias por el comentario. Como bien dices, dudo que un enfoque como este se pudiera plantear con «facilidad» en el panorama actual. Aun así, estudios como los que cito en la entrada sugieren que habría que tener en cuenta las posibles implicaciones de políticas que afectan a la identidad del político, como las cuotas de género en este caso.
¿La Ideología de Género es una ideología de futuro o una rémora del pasado?
No se por qué me parece que comenzamos a echar de menos un mundo de hombres-hombres y de mujeres-mujeres en vez de el que esta ideología nos propone para enfrentarnos y «deconstruirnos».
Estamos asistiendo a los efectos de la mudanza de Arquetipos en Occidente y comienzan a surgir las dudas lógicas de si una sociedad de mujeres masculinizadas y de hombre afeminados nos va a conducir a alguna parte que no sea la regresión evolutiva como especie. Los efectos ya son patentes.
A fin de cuentas ¿qué sentido tiene para una mujer asociarse vitalmente con un arquetipo de hombre afeminado o, viceversa, para un hombre plantearse en serio la convivencia de por vida con una mujer masculinizada que, a fin de cuentas son los arquetipos emergentes y machaconamente reforzado por un sistema que ya se sabe fracasado?
Arquetipos estos que nos son bombardeados por las estructuras de Poder desde la más tierna infancia. Una infancia y una sociedad programadas hasta la extinción y su gradual reemplazo por otros tipos de sociedades y culturas menos manipulables.
Y buena parte de ello por mera conveniencia de un Poder que lo necesita para perpetuarse.
Incluso admitiendo, que es mucho admitir, que los arquetipos tradicionales de nuestra especie debieran ser aún más corregidos por nuestra actual «sabiduría» colectiva, comienza a ser abrumadora la evidencia de que estamos siguiendo en demasía un camino que en muchos aspectos resulta ser destructivo para nuestra cultura.
Un camino que refleja las necesidades y los resultados de un Sistema de Acceso al poder político a través de Partidos y una Ideología dominante que exigen –estructural y dinámicamente– la fragmentación social y la confrontación entre segmentos de población y grupos de interés así como la «deconstrucción» de aquellas culturas consolidadas que habían construido un relativo éxito colectivo histórico durante al menos desde el Renacimiento hasta los años 70 del siglo pasado.
Nadie puede decir hoy, en Occidente, que Mañana vaya a ser mejor que Ayer. Nadie.
Lo que está ante nuestros ojos es Todo lo Contrario incluso con la masiva omisión de Datos y de Relatos a la cual estamos sometidos.
Más o menos, lo anterior viene sugerido por un grupo de simpáticas abuelas que han tenido tiempo de ver varias generaciones de descendientes y se preguntan
¿Qué está pasando y a quién interesa?
Hace unos meses un Director asociado de la consultoría de Kissinger, en un tour de conferencias sobre geopolítica en Europa y USA, se preguntaba en voz alta por la evidente degradación de nuestros liderazgos.
Algo que ya representa un grave déficit colectivo y la punta de un Profundo Iceberg con consecuencias que saltan a la vista.
De algún lugar ha surgido, porque los grandes liderazgos no salen de la nada ni nacen en entornos estériles egocéntricos.
Y todos dependemos de ellos en nuestras vidas. En las familias, en los trabajos, en la voluntad de construir, en todas partes.
Entre los rasgos más notables de cualquier liderazgo están la Capacidad de Transgresión y el Altruismo. En vez de fomentarlos los estamos penalizando entre nosotros. Los estamos erradicando.
Nada de esto es promocionado por las Ideologías que hemos tenido los últimos años en la sala de calderas y en las tuberías de nuestra forma de vida. Todo lo contrario. Nuestros niños varones son cada vez más como niñas y viceversa.
Cuando la Ciencia deja de ser Transgresora………………se muere. Y cuando se confunde Correlación con Causalidad todos nos morimos antes.
Tenemos mucho sobre lo que reflexionar. Y, con seguridad, no nos van a dar desde el Sistema Político-Presupuestario ni un Euro, ni un duro, para estudiarlo desde una Academia capturada como nunca en la Historia.
Buenos días y gracias a la autora por su trabajo y la oportunidad de comentarlo.
Es interesante esto que expones. ¿Podrías adjuntar las fuentes de esa causalidad entre la libertad de roles y la regresión evolutiva como especie y sociedad occidental?
Aún así, no me queda claro lo del hombre afeminado y la mujer masculinizada. ¿Te refieres a las personas transgénero? ¿Qué cualidades de género de orígen no cultural se están intercambiando esos ejemplos que expones?
Hola Manu,
Bienvenido al siglo 21. Lea
http://www.dailymail.co.uk/femail/article-3513571/US-mother-spends-7-000-trip-France-marry-romantic-ceremony-Eiffel-Tower.html
– La «regresión evolutiva» no existe.
– Los arquetipos tampoco existen en la Naturaleza.
– Lo de hombre-hombre y mujer-mujer tampoco es un concepto biológico, por lo que supongo que con ello se refiere a hombres y mujeres enfatizando y sobreactuando con mucho aspaviento sus respectivos roles tradicionales. Le puedo asegurar que muchas personas no apreciamos eso ni echamos de menos tenerlo en mayores cantidades -aún.
– Lo malo de defender de boquilla las libertades individuales es cuando va la gente y se toma eso en serio, supongo. Las libertades individuales estaban bien cuando formaban parte del capital social exclusivo de los señores serios con sombrero, que nunca tendrán bastante de ellas, pero luego hasta los gatos quieren zapatos y así ¡dónde vamos a ir a parar! ¡a la decadencia de Occidente!
La regresión evolutiva no solo existe sino que está siempre presente en cada desaparición de especies y especímenes. También de su adaptación regresiva. Tenemos miles de ejemplos cotidianos de ello.
El ser humano, individual y colectivamente, ya dispone, de una cierta capacidad de marcar direcciones evolutivas y algunas sociedades no resisten la experiencia sobreviviendo porque han elegido caminos equivocados, es decir, vías cegadas que las convierten en sociedades culturalmente «perdedoras». Ha sucedido y seguirá sucediendo.
Yo prefiero los conceptos sobre evolución biológica de verdad a la mitología New Age y las pseudoterapias. Discúlpame
Yo invitaría a reflexionar sobre estas declaraciones de Antonio Banderas:
http://www.huffingtonpost.es/2016/04/02/antonio-banderas-facebook_n_9601442.html?id_externo_promo=ep-ob&prm=ep-ob&ncid=ep-ob
Y este mensaje de Pedro Sánchez en el debate sobre el Estado de la Nación de 2015 acusando al PP de haber roto: «un pacto entre generaciones que decía que si se estudiaba se encontraría un trabajo digno, que si se trabajaba se cobraría un salario digno con el que llegar a fin de mes.»
Este post trata dos temas distintos:
1 — Las diferencias entre humanos. Los que aceptamos que no hay dos humanos iguales nos enfrentamos con el problema de identificar y explicar las diferencias. Muchos han intentado explicar estas diferencias agrupando a humanos según alguna dimensión. Sin duda, la dimensión género parece una de las más importantes, quizás la más importante. Aunque uno pueda identificar diferencias en las preferencias entre mujeres y hombres, todavía falta mucho para explicar su origen y también para determinar si hay o no otras diferencias que quizás sean más importantes para explicar diferencias en el comportamiento entre mujeres y hombres. Sobre este tema, la ciencia todavía tiene mucho por contribuir y esperemos que lo haga (aunque uno duda porque la ciencia parece haber perdido el rumbo, en particular las ciencias sociales cuando se ponen al servicio de los ambiciosos de poder y riqueza).
2 — La elección de gobernantes y representantes en las democracias constitucionales. En principio, los candidatos en esas elecciones buscan el menor número de votos que le permita acceder al poder y ejercerlo, y para lograrlo deben concentrarse en algunos grupos de la masa de votantes (el costo de buscar un número mayor del mínimo aumenta y en algún momento el costo marginal es altísimo). Sí, quizás una mujer candidata considere conveniente concentrarse en grupos de mujeres, pero francamente no creo que a-priori uno puede decir mucho en favor de esta idea. En particular, si hacemos el supuesto razonable de que la masa de votantes se divide en 50% mujeres y 50% hombres, ningún candidato –sea mujer u hombre– ignoraría al 50% de esa masa. Sí, en algunas situaciones específicas puede que sea claro que a uno de los candidatos le convenga concentrarse en el voto de su género, pero lo más probable es que el candidato termine equivocándose. En todo caso, el post está lejos de siquiera empezar a contestar la pregunta de su título.
Dos notas no referidas al post. Primero, Manu Oquendo se refiere implícitamente al tema de los cambiantes roles de las mujeres y los hombres en la historia de la humanidad, algo que quizás algún día se pueda analizar a partir de un mayor conocimiento sobre diferencias biológicas y culturales entre géneros pero todavía estamos lejos de poder hacerlo. Mientras tanto lo seguiremos discutiendo desde visiones normativas, o peor desde posiciones políticas para movilizar votantes.
Segundo, dado lo que ha estado ocurriendo bajo las presidentas CFK en Argentina, DR en Brasil y MB en Chile por el bando femenino y bajo varios presidentes varones en otros países de AL, sería interesante preguntarse si las diferencias de género han sido importantes para explicar sus respuestas al gran shock de los «commodities» desde 2004 en sus dos fases.
Miriam,
En relación a la pregunta específica con que titula su post, me permito re-escribirla como ¿Importa el género de los miembros de un comité en la toma de sus decisiones colectivas? y sugerirle leer este paper
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnx0ZWxsaW5nc2Vuc3NlfGd4OmFkMjU1Y2E0N2Y2Y2Q2Ng
Gracias por la sugerencia. El título de la entrada sólo trata de motivar la presentación de la literatura que se expone más adelante. Mi intención, con los resultados de trabajos empíricos que comento, era introducir la perspectiva empírica del citizen-candidate model, un modelo muy estudiado desde el punto de vista teórico en Political Economy. Dos referencias básicas para los que puedan estar interesados en este tema son Osborne and Slivinski (1996) y Besley and Coate (1997).
Miriam,
Gracias por su respuesta. El enfoque teórico de la política basado en el modelo citizen-candidate no me parece adecuado porque tengo una idea muy distinta de la política y el gobierno. Yo considero que el gobierno es gestión del poder coercitivo del Estado y la política es competencia por ese poder y por lo tanto las ideologías y las políticas públicas son instrumentales al acceso, el ejercicio y el goce del poder. Desde mi perspectiva, la historia de la política y el gobierno —más en tiempos de monarquías y dictaduras, pero también en las democracias constitucionales— está marcada por el surgimiento “espontáneo” de candidatos ambiciosos que compiten por el poder coercitivo del Estado, el premio más grande que cualquier competencia puede ofrecer, mucho más si se tiene la capacidad de hacer efectivo el monopolio que ese poder necesariamente implica en relación a los habitantes de un territorio. El hecho de que en las democracias constitucionales el poder esté formalmente distribuido en unos pocos órganos nos recuerda lo difícil que es concentrar toda la acción de gobierno en un único órgano y la tensión que se deriva de cómo se organiza el ejercicio del poder, pero en ningún sistema de gobierno se puede analizar una parte sin considerar su totalidad. Algunas mujeres han logrado poco o mucho poder, pero no parece prioritario preguntarse bajo qué institucionalidad de la política y el gobierno las mujeres tienen mayor probabilidad de acceder, ejercer y gozar el poder (si alguien produjera evidencia fiable de que las mujeres han hecho una diferencia significativa en el ejercicio del poder, entonces esa pregunta sí podría ser prioritaria).
Yo no estoy tan convencido, no veo la necesidad de generalizar. Ya no hay por qué decir que los hombres son más proclives a x cosa y las mujeres tienden más a hacer esto otro. Yo creo firmemente en la individualidad de cada uno, la cual sobrepasa el género y la genética asociada.
¡Un saludo!
Si el género importa a efectos de estudiar y explicar las diferencias de mortalidad y esperanza de vida de hombres y mujeres, de ocupación y puestos de trabajo en el mercado laboral, de fracaso escolar o preferencias de estudios universitarios, lo sorprendente sería que no importase en la representación política.
En cualquier caso, en este asunto, como en general todos los que tienen que ver con los sexos, conviene proceder con mucha cautela y pensar por ejemplo que todas las grandes revoluciones legislativas del feminismo fueron llevadas a cabo por Parlamentos de amplia mayoría masculina.
Y que si algo le falta a esta ideología no son abnegados pretendientes masculinos.
La cuestión a mi modo de ver tendría al menos dos vertientes: conocer las brechas entre hombres y mujeres en los diferentes ámbitos de lo social, pero también cuál es el criterio y quién lo establece para dictaminar que unas son de género y otras no. O dicho en términos que todo el mundo pueda entender, cuáles son aquellas que la sociedad debe poner todo su empeño en corregir y cuáles no importa que se sigan produciendo.
Porque en relación con la cuestión que nos ocupa hoy, dicha brecha se produce a todos los niveles. La preocupación o el interés que muestran hombres y mujeres por debatir sobre los temas políticos, como en general por los temas sociales, es diferente. En alguna otra entrada de este mismo blog comentamos la importante diferencia por sexo en la participación de hombres y mujeres en dos tipos de blogs: los que se ocupan de temas económicos, políticos y sociales y los que se ocupan de salud, belleza y moda.
Pero sucede también que la militancia de hombres y mujeres en los partidos, y mucho más cuando estos son nuevos o no están suficientemente consolidados, es muy diferente según el sexo. Entiendo además que tomar el mundo como unidad de referencia, sin diferenciar áreas geográficas por desarrollo o tipo de creencias, no puede conducir más que a la media del pollo, si tú tienes dos y yo ninguno, la media aritmética es tranquilizadora ya que ninguno de los dos pasaríamos hambre al tocarnos un pollo a cada uno. Porque, ¿cuál es la media entre España y Arabia Saudí o entre Suecia y Afganistán?
Pero es que la ideología de género resulta muy selectiva en el tema de las brechas, por ejemplo no encuentra preocupantes, ni tan siquiera motivo de interés y estudio, brechas como las que se producen en cuanto a mortalidad y esperanza de vida, suicidio, siniestralidad laboral, enfermedad mental y muchas otras que marcan diferencias pronunciadísimas entre los sexos.
Y alguna vez merecería la pena pararse a debatir alguna de ellas por ejemplo la de que el mejor predictor de enfermedad y esperanza de vida de las personas es la posición social que ocupan, de tal modo que cuanto más bajo sea este nivel mayor es la probabilidad de enfermedad y menor la esperanza de vida y, por contra, a mayor nivel en la escala social mayor esperanza de vida y menor probabilidad de enfermar, y sus posibles implicaciones en todo lo que tiene que ver con la teoría del patriarcado y la ideología de género.
Evidentemente la trayectoria en nuestro país es un ejemplo. La falta de cargos con perspectiva de género, que no femeninos porque no siempre quiere decir que se vayan a implementar políticas públicas que favorezcan a unas personas u otras en cuentión del sexo con el que se nace, habrían facilitado la educación en igualdad, incorporado medidas de conciliación y corresponsabilidad, etc.
Quizá si en vez de gastar el dinero en infraestructuras que ahora nos ahogan habríamos invertido en escuelas infantiles y en permisos de paternidad iguales de hombres y mujeres.