Ayer hizo diez años que un senador estatal por Illinois y candidato al senado de los Estados Unidos llamado Barack Obama subió al escenario de la convención demócrata que iba a nombrar a John Kerry como candidato a presidente e hizo esto:
No es un discurso perfecto. Obama está visiblemente nervioso al principio, algunos chistes son recibidos con total indiferencia, y tanto las menciones a John Kerry y su servicio en Vietnam como los constantes homenajes a las tropas suenan ajenas al hilo argumental del discurso. El punto álgido de la intervención no coincide con el final, y no está bien alineado con la mención a Kerry. Obama tiene discursos mejores (Iowa*, este sobre raza, Arizona o el mejor, Sandy Hook), sin duda, pero este es especial. No sólo porque fue el discurso que le hizo famoso, sino porque cambió, de un plumazo, cómo iba a hablar el partido demócrata y la izquierda americana durante décadas.
La crítica que se le hace más a menudo a Obama es que una vez llegó a la presidencia nunca fue el político que vemos en este discurso. La idea de un líder unificador, que ve más allá de las diferencias partidistas, que construye consensos a base de un liderazgo inspirado y decidido nunca pasó de ser retórica de campaña. El «yes we can» se convirtió en partidismo, lucha de trincheras y un país cada vez más dividido.
Esta crítica siempre me ha parecido absurda. La política será muchas cosas, pero desde luego nunca se parece a lo que vemos en las películas. Un líder carismático, por inspirador que sea, nunca va a convencer a sus enemigos políticos que actúen en contra de sus propios intereses. Obama podía ser todo lo brillante que quisiera, pero ante un partido republicano unificado y dispuesto a oponerse a absolutamente todo lo que dijera (y que conste, lo hacen porque esto es política y les conviene: estarán locos, pero no son estúpidos) el sistema político americano pasaría a ser una horrible guerra de trincheras en el momento en que los demócratas perdieran su mayoría en el Congreso.
La historia relevante de la presidencia de Barack Obama, y lo que va a definir su legado como presidente, no son los seis años posteriores a la derrota electoral casi inevitable** de las legislativas del 2010. Es lo que hizo antes, cuando tenía mayoría en la Cámara de Representantes, una supermayoría a prueba de bloqueo en el Senado y una catástrofe económica bajo sus pies. Lo que hizo fue feo, marrullero, confuso, lento, poco inspirador y en ocasiones deprimente, pero se puede resumir en una idea muy sencilla: aprobar tanta legislación como sea posible, tan a la izquierda como los legisladores demócratas permitieran, y básicamente cambiar tanto como pudo con el tiempo que le dieron.
Eso quiere decir una reforma de la sanidad que había sido el Santo Grial de los demócratas desde hacía un siglo, un estímulo fiscal enorme (y más comparado con el fracaso de la UE), una limpieza del sistema financiero tan decidida como los demócratas moderados le permitieron, una reforma de Wall Street que está funcionando bien, salida de Irak y una ambiciosa ley de igualdad de género. Una vez perdida la mayoría, aún se las arregló para prolongar los estímulos fiscales (el pacto sobre el techo de la deuda incluía recortes de impuestos considerable) e incluso forzar a los republicanos a subir impuestos más adelante. Todo esto lo hizo a rastras, entre peleas, debates, gañidos, tea partiers enfurecidos y demócratas hartos que su jefe les pida suicidarse electoralmente de forma repetida, pero lo sacó adelante igual.
A la hora de gobernar Obama nunca fue el líder inspirador de las masas que vimos durante la campaña. Cuando le tocó escoger entre dar grandes discursos, buscar políticas fáciles de aprobar que hicieran feliz a todo el mundo y proteger su mayoría o partirse los cuernos e intentar cambiar el país con medidas concretas, hizo lo segundo. Fue el tipo que sacó sus promesas electorales adelante, aunque eso le costara perder su aura mágica del 2004.
Podría haberlo hecho mejor, ciertamente. En el 2009, por ejemplo, la Cámara de Representantes aprobó una ley contra el cambio climático por un margen escasísimo de votos (Pelosi sacó todo lo que pudo de su grupo parlamentario, una y otra vez), pero Obama nunca tuvo tiempo, estómago o convicción para moverla en el Senado. La Casa Blanca subestimó la resistencia de las bases republicanas a una reforma migratoria, así como a sus intentos de aprobar una reforma fiscal. Los intentos de grand bargain en presupuestos acabaron en nada, aunque la salud fiscal del país es buena a medio plazo.
Todo esto ha hecho de Obama un político normal, un tipo más aburrido. No es el líder de masas que atraía multitudes allá donde fuera, y no despierta la ilusión y fantasías heroicas del 2008. Los discursos de campaña, la retórica, levantó emociones y esperanzas. El carisma nos atrajo a todos. Lo que no podemos olvidar, sin embargo, es que fue la política de trinchera, las reformas polémicas, las divisiones, recuentos de votos, chillidos y política de pico y pala lo que realmente cambió el país. Esas leyes, esas vidas cambiadas, esa economía que evitó una gran depresión valen mil discursos.
En política nunca debemos confundir lo bonito con lo importante. El romanticismo en solitario no sirve absolutamente para nada. No lo olvidemos.
Yo fui voluntaria de su campaña en el 2008. La verdad es que fueron momentos muy bonitos, de ilusión y confianza, de querer hacer cosas. Fue increíble formar parte activa de ese proceso. Por eso quizás ciertas traiciones me duelen más. Me estoy refiriendo en concreto a su política de derechos constitucionales y humanos: que alguien que se pasó las primarias y la campaña por la Casa Blanca criticando a Bush al defender que seguridad y libertad no son imcompatibles luego mire para otro lado cuando le hablan de Guantanamo, del espionaje del NSA, etc., me parece inexcusable. El derecho a un juicio justo no es algo «bonito», es algo «importante». Los derechos humanos, así como los garantizados en la constitución, no son aspiraciones románticas, son elementos fundamentales en un estado democrático. Darle un «free pass» en ese sentido me parece un error.
Justo iba a mencionar Guantanamo. Para mi, sin duda, una muy fea sombra en la historia de Obama.
Quizás lo sea, pero depende del Congreso, no de Obama. Y el Congreso no ha querido cerrar Guantánamo.
Sobre la NSA, es un programa heredado. A mí no me molesta, y no creo que sea el gran mal que muchos dicen, pero en esto soy un liberal un poco raro.
Puse esos ejemplos como podría haber puesto otros. Lamentablemente no faltan. El vídeo es muy largo, pero siempre merece la pena escuchar atentamente a Glenn Greenwald, al que me consta que has mencionado alguna vez en Twitter: http://www.chicagosocialists.org/content/civil-liberties-under-obama-glenn-greenwald
El otro día vi esta escena de «The West Wing» sobre la importancia de la privacidad en la era de la información.
https://www.youtube.com/watch?v=pj4PwyfDNuI
«it’s about the next 20 years. In the ’20s and ’30s it was the role of government. ’50s and ’60s it was civil rights. The next two decades are going to be privacy. I’m talking about the Internet. I’m talking about cell phones. I’m talking about health records and who’s gay and who’s not. And moreover, in a country born on the will to be free, what could be more fundamental than this?»
Con musiquita de discurso conmovedor de fondo y todo. Aún me estoy riendo.
Eso es porque no te sabes los derechos civiles, no comprendes los peligros de un estado policial y no has entendido el alcance, lo que compromete y cómo se ejecuta el espionaje masivo.
A mi no me molesta dice…
¿y qué os parece la reforma migratoria postergada ad infinitum? porque por ahí sí se le pueden ir millones de hispanos desencantados a los demócratas. Sí, a los republicanos los repudian más, pero aquí tenían un buen nicho para lustros….y lo pueden perder. Creo yo, vaya.
Quizás no venga al caso, pero me gustaría mencionar la película «Lincoln» de Spielberg. Delicioso cómo muestra la forma barriobajera, manipuladora y trapisondista con la que Lincoln logra la derogación de la esclavitud… aunque la iniciativa partiera de sus más hondas convicciones.
Gran post señor Senserrich, enhorabuena.
Gran película, desde luego. Yo diría que a la media hora final le sobran 20 minutos – como a casi todas las de Spielberg – pero en mi opinión es lo mejor que ha hecho en bastantes años.
Interesante artículo. Creo que la dificultad de la que habla el artículo para hacer grandes cambios, ya que hay que convencer a las alas más moderadas del partido, es un arma de doble filo, en el sentido que da estabilidad pero puede dejar las reformas a medias. Creo que la reforma sanitaria es un paso positivo en la buena dirección, lo que no implica que no quede camino por recorrer. En cuanto a las políticas expansivas creo que pueden suponer un riesgo para la economía americana e internacional. Me parecería mucho más correcta una apuesta por la estabilidad presupuestaria.
Un cordial saludo.
El sistema americano tiene como todos sus inconvenientes. Las listas abiertas dejan mucho margen a los lobbies para comprar votos uno a uno, es muy difícil por parte de los ciudadanos seguir quien ha votado que y porque, (creo que las listas abiertas fomentan más la corrupción).
Pero en referencia a tu post hay que tener en cuenta que el otro partido casi siempre puede bloquear en una u otra cámara. Al ser presidencialista (al no tener jefe de estado distinto de jefe de gobierno) obliga que los “check and balances” sean diferentes. Todas las leyes tienen que ser aprobadas por las dos cámaras, al ser tan bipartidista es imposible tener coaliciones programáticas que duren una legislatura, con elecciones cada dos años la gobernabilidad es chunga.. A parte está el filibuster que obliga a tener el 60% del senado para aprobar legislación, además obliga a aprobar presupuestos y aumentos de límites de déficit que pueden paralizar toda la administración.
Es un sistema bastante disfuncional. Demasiados bloqueos, de ahí su obsesión por bipartisan politics, personalmente prefiero un sistema más parlamentarista.
Eso que dices: “aprobar tanta legislación como sea posible, tan a la izquierda como los legisladores demócratas permitieran, y básicamente cambiar tanto como pudo con el tiempo que le dieron.” no creo que sea feo, se suponía que era de izquierdas (liberal) y al final no lo ha sido, de hecho se quedo corto, como krugmanita que soy si algo ha fallado es que no ha tenido arrestos para ser lo que parecía y ha intentado ser demasiado conciliador con una derecha hiperagresiva -baste ver el número de veces que los republicanos han intentado repeal obamacare o el impeachment, o bloqueos con filibuster.
Iowa es mi discurso favorito, pero no es yes we can, ese fue el segunda primarias, las de New Hampshire
https://www.youtube.com/results?search_query=obama+2008+new+hampshire
Sorry por enrollarme, que gratos recuerdos cuando aún creíamos.
saludox
Las nuevas tecnologías tienen un gran potencial emancipador, pero también un gran potencial para el control. Hacia cuál de los dos extremos va a bascular nuestra política es la gran cuestión de nuestros días; no me cabe duda de que en unas cuantas décadas, cuando tengamos cierta perspectiva histórica, lo que hoy nos parecen escaramuzas van a ser tratadas como los temas fundamentales de nuestra época.
Internet, y todo lo demás, ha cambiado la forma en que nos organizamos, nos movilizamos, construimos universos discursivos (este blog es un ejemplo), cocinamos nuestra dieta informativa, nos relacionamos con otros, cooperamos para poner en marcha proyectos como Wikipedia… los cambios radicales que han experimentado las industrias de contenidos, los medios de comunicación, ahora los taxis y hoteles, esos cambios tienen derivadas políticas. Quién controla la información es la cuestión fundamental de esta época. Hablo de las disputas por el copyright, las patentes, Wikileaks, Snowden, la censura china de Internet, el ciberespionaje…
La vigilancia masiva e indiscriminada de la NSA es un ejemplo de lo peor que puede pasar, y me temo que la actitud de la administración Obama en este tema, por muy heredado que sea, es un gran fracaso histórico.
No le regateo méritos a Obama, no creo que hubiera una alternativa mejor y estoy de acuerdo en la reivindicación de la política pragmática y «fea» que hace el artículo. Pero no puedo pasar por alto a la NSA.
Totalmente de acuerdo.
Y añado otra cosa que no me gusta nada: en los últimos años mucha gente ha sido asesinada por drones. Al margen de los méritos de abatidos así, las formas son importantes. No se puede defender el estado de derecho puertas adentro y luego ir por ahí fuera asesinando alegremente y sin rendir cuentas ante nadie. Eso sí, discretamente.
La verdad es que lo de atacar con drones no es el problema, en la medida en que los objetivos se consideren válidos según su normativa interna, civil o militar.
El problema es cuando se utilizan esos medios, u otros, para asesinar a sus propios ciudadanos, incluidos menores de edad, sin juicio (Abdulrahman al-Awlaki). Eso sí que deja el legado de Obama por los suelos. No por este hecho puntual, sino porque cuando en el futuro otros presidentes de los EEUU utilicen el precedente en mayor escala y quizás por otros motivos, todos se acordarán de quién abrió la puerta…
Héctor
«…que los objetivos se consideren válidos según su normativa interna, civil o militar»
No creo que pueda ni deba ser válido matar a nadie, sea ciudadano o no, sea en territorio propio o ajeno, sin un juicio previo. Y menos aún si en la acción te llevas por delante a otras personas.
[…] Obama, diez años después […]
[…] Obama, diez años después. En Politikon. […]