Política

Medios públicos autonómicos: elementos para un debate

6 Nov, 2013 - - @jorgegalindo

Este es un artículo escrito en caliente porque, como sabréis, la Generalitat Valenciana acaba de anunciar que cierra RTVV, con Canal 9 a la cabeza. Esta decisión, sumado al ridículo proceso que ha llevado hasta ella (y del que alguien debería dar cuenta en el Consell, por cierto), abre dos debates que son recurrentes cuando hablamos de medios públicos en España, particularmente de los autonómicos. El primero es una discusión sobre responsabilidad: es difícil justificar que medios con una fracción de la audiencia de otros privados tuviesen plantillas varias magnitudes mayores. Sin embargo, la pregunta que surge es de quién era esto la culpa, o por qué los empleados han de pagar por las ambiciones megalómanas de los políticos. El segundo debate es más general: por qué y para qué necesitamos televisiones públicas (sobre todo autonómicas, aunque es extrapolable a RTVE). Esta es una ocasión tan buena como otra cualquiera para cuestionarnos la necesidad de medios públicos. Intentaré aquí ofrecer algunas guías que me parecen útiles para resolver dicha cuestión. Pero, me temo, ninguna solución, dado que ni yo mismo tengo clara mi opinión al respecto.

La primera cuestión, sin embargo, sí me parece relativamente fácil de resolver sin necesidad de entrar en los pormenores de la legislación laboral española, en la decisión del TSJ o en la enorme torpeza desplegada por el gobierno valenciano*. Durante años la sociedad valenciana (o, cuanto menos, una parte mayoritaria de la misma) y el Partido Popular establecieron un pacto tácito que es tan viejo como la democracia: poder a cambio de rentas. Este intercambio se dio de muchas maneras, y una de ellas fue un hipertrofiado gasto público en áreas, digamos, curiosas: RTVV en lugar de escuelas, desarrollos arquitectónicos y urbanísticos sin mejorar infraestructuras básicas, etcétera. Los votantes nunca decidieron romper el acuerdo a pesar de que a dónde iba el dinero y cómo se gastaba era algo bastante evidente. Por descontado, esto tuvo como consecuencia un nivel de endeudamiento y de gasto corriente que se volvió insostenible una vez la Comunitat dejó de crear empleo para empezar a destruirlo. Es perfectamente comprensible que ahora los ciudadanos hayan decidido castigar a quienes antes ensalzaron, pero lo que no puede pretenderse es que esto fue una «estafa» en la que muchos fueron engañados por unos pocos porque la asimetría de información no era tal. También es cierto que la distribución de responsabilidades debería ser consecuente con las rentas obtenidas durante la burbuja, lo cual implica que los políticos han de perder el gobierno (¡pero eso depende de los votantes!) y, si procede, afrontar responsabilidades penales… mientras que los ciudadanos se han de someter a la pérdida de, al menos, una parte de dichas rentas. Idealmente tendríamos un mercado laboral eficiente y un estado de bienestar en condiciones que, juntos, garantizasen una recolocación digna en un periodo de tiempo razonable. Por desgracia, por infinita desgracia, no es así. Y, de hecho, aún hay una razón más, imposible de eludir, para acatar el resultado actual: ninguna ley puede crear el dinero que no tenemos. Los costes de los recortes deben distribuirse de manera equitativa, pero esta distribución solo puede ser realista (dentro de los márgenes razonables del pago de la deuda que tenemos asumida).

Dejando de lado este aspecto llegamos a la pregunta central: si debemos renunciar por completo a las televisiones autonómicas. El argumento más habitual para defender la existencia de un medio audiovisual público es garantizar la provisión de ciertos contenidos que el mercado no proporciona por sí mismo. En el caso de autonomías con lengua propia, además, se argumenta que es necesario hacerlo en una lengua que el mercado no encuentra rentable de normal. Comencemos por explorar esto desde un punto de vista general para después saltar al caso específico de las televisiones autonómicas españolas.

La premisa de fallo de mercado no es, de por sí, errónea. Al contrario. Es fácil justificar que la oferta privada de información, por ejemplo, es insuficiente. No hay más que echar un vistazo a los telediarios de cualquier canal privado para darse cuenta de que no son un medio precisamente adecuado para decidir a quién votar, o la postura de uno sobre tal o cual asunto de relevancia pública. El argumento de segundo orden respecto a la falta de «contenidos de calidad cultural» me parece mucho más problemático, por cierto, puesto que supone que existe una cultura mejor que otra, supone que el Estado está en disposición de evaluar cuál es y supone que puede proporcionarla a un coste razonable. Sin embargo es más factible pensar que existe una serie de asuntos de relevancia e interés general sobre los cuales el ciudadano medio debe poder informarse, siendo la decisión final obviamente suya. La línea en algunos casos es borrosa, sí, pero probablemente vale la pena informar a veces sobre minucias (es decir, pasarse) si lo realmente importante está también dentro. Como digo, es fácil ver que el mercado no cubre este área de manera conveniente. No en España, desde luego. La razón, por supuesto, es que el público no lo demanda. Quien menos lo demanda es quien mayor déficit de información y conocimientos tiene: estamos, pues, ante una especie de selección adversa. Por desgracia, no podemos obligar a los españoles a ver lo que no quieren. Pero sí podemos ponérselo lo más cerca posible, y eso es su mando a distancia.

Detectado el fallo de mercado, cabe evaluar si el sector público está en disposición de cubrirlo. Por desgracia, a primera vista no parece que así sea. Tanto el Gobierno de turno como el Estado en su conjunto tienen intereses en juego en casi cualquiera de las informaciones que pueden ofrecer, por distintas razones. El Gobierno tiene interés en mantener buena imagen, en ser reelegido, en vender sus políticas y en tapar sus vergüenzas (léase corrupción, por ejemplo). El Estado también tiene interés en tapar sus vergüenzas, en mejorar su imagen y en mantener, si no incrementar, su tamaño. Parece, por tanto, poco confiable dejar nuestro garante de la información no sesgada en manos de una entidad dependiente del Ejecutivo. De hecho, parece una nefasta idea.

Afortunadamente, hay alternativas. Para empezar, podemos ceder el control al Parlamento, quien se encargaría de escoger al equipo directivo y fiscalizar las emisiones. Pero claro, un Parlamento con una mayoría absoluta también tiene sesgo (y sin ella puede tenerlo). Así que tenemos que implementar supermayorías, con la dificultad que esto implica para encontrar consensos a cada decisión. Otra opción, quizás más ágil, es construir un organismo independiente de los partidos políticos, al estilo de un Banco Central o una autoridad fiscal independiente. O, al estilo anglosajón, establecer un órgano de control mixto o independiente dentro de la organización que vigile al cuerpo ejecutivo determinado por el Gobierno o por el Parlamento, garantizando que el medio defiende los intereses de los contribuyentes (literalmente, cada habitante del Reino Unido paga una tasa separada por tener acceso a la televisión). Otra alternativa es contar con un cuerpo de trabajadores puramente meritocrático, circunscribiendo la elección «a dedo» a la cabeza de la organización. Y, en cualquier caso, no son excluyentes entre ellas: uno puede tener una televisión pública con periodistas de carrera, un grupo encargado del control interno, una financiación semi-independiente del Ejecutivo y un mandato de independencia y una cabeza elegida por mayoría de dos tercios del Parlamento.

Pero ni siquiera bajo todas estas circunstancias la falta de sesgo estaría garantizada: al fin y al cabo es un ente público tratando de cubrir un fallo de mercado sobre el cual el conflicto es demasiado fácil (a diferencia de la política monetaria y el relativo consenso general en torno a la conveniencia de controlar la inflación y mantener el control de la masa monetaria lejos de las manos de los partidos). De hecho, la dirección de RTVE se elige por mayoría de dos tercios desde 2006, si bien en actual Gobierno del PP decidió hacer más fácil el desbloqueo (solo 48 horas para pasar a «mayoría simple»). En cualquier caso, parece lo más cerca que podemos llegar a algo parecido a un medio de información independiente.

Ahora podemos saltar al caso que nos ocupa: las televisiones autonómicas. Lo primero que tenemos que preguntarnos es si es necesario ofrecer información regional, es decir, si el fallo de mercado se mantiene. Es fácil argumentar que en algunos casos incluso se acrecienta: invertir para audiencias más pequeñas es mucho menos apetecible para cualquier agente privado. Pero atención: esto justifica la existencia de alguna entidad que proporcione información de carácter autonómico, no de una entidad por Comunidad Autónoma. Si las economías de escala son lo suficientemente ahorrativas, vale la pena considerar la posibilidad de que exista un solo medio español que se subdivida en 17 apartados . La única razón que ahora mismo se me ocurre para que el Ejecutivo de cada autonomía quiera tener el suyo propio es garantizar el control sobre el mismo, justo lo que queremos minimizar. Si, por el contrario, existen argumentos en términos de eficiencia o preferencias diferenciadas sobre el tipo de información que no pueden resolverse con un esquema como el propuesto, tendría sentido mantener 17 televisiones autonómicas. Pero a mí ahora mismo no se me ocurren.

Esta alternativa se vería reforzada si aceptamos que no procede encargar la producción cultural en general al Estado. Ni las tertulias, ni Cuéntame, ni Operación Triunfo, ni todas las producciones que a El Terrat se le puedan ocurrir, ni Vaya Semanita, ni a Rafa Nadal ganándole a Djokovic, ni a Ángeles González-Sinde entrevistada en 24h de TVE como estoy viendo ahora mismo de fondo. La línea es gris, como he dicho antes: de acuerdo. Pero igual que ciertas cosas caen claramente dentro del paquete necesario (informar en detalle sobre la subida o bajada del desempleo), otras caen fuera de manera obvia. Esto deja recursos y espacio para un montón de información regional.

Lo que debemos preguntarnos, pues, es si pensamos que el hecho de que el mercado no proporcione suficiente información relevante en determinados formatos (al fin y al cabo, escrito en inglés y en internet todo se puede encontrar) justifica la intervención estatal. Si decidimos que sí, tenemos que ponerle precio a dicha intervención (que, seguro, será más bajo que la factura que RTVV, TV3 o RTVE han supuesto para el contribuyente), intentar circunscribir al máximo los contenidos a resolver el problema, y garantizar que el Estado y el Gobierno minimice el traspaso de sesgos a la información para no conseguir el resultado contrario. Si el precio que estamos dispuestos a pagar es demasiado bajo o si pensamos que dados otros aspectos de nuestro sistema político no podemos garantizar la minimización de sesgos (la preponderancia de los partidos políticos, la debilidad de la sociedad civil fuera de los mismos), tal vez debamos comenzar por cambiar lo demás.

Una última consideración con respecto al rol de los medios autonómicos en la promoción de las lenguas: si uno considera un vehículo que transporta información de una persona a otra, el uso del idioma por parte del medio deberá simplemente ajustarse al uso de los hablantes y no intentar influenciarlo. Si uno lo considera un activo político en clave nacional, esto no cambia en absoluto el criterio del medio (en un mundo en el cual el sesgo por parte del Ejecutivo quedase minimizado). Si, por último, el idioma se considera patrimonio a proteger, podemos aplicar la crítica con respecto a «qué es cultura que merezca ser protegida». Lo que quiero decir, en última instancia, es que si queremos que un medio público sea algo parecido a un provisor de información que no encontramos en el ámbito privado, es probable que, en un contexto en el cual el nacionalismo es un eje de conflicto partidista, para mantener el objetivo central sea conveniente renunciar a todos los demás.

Esto no son más que elementos para un debate. Pero es uno que considero necesario. Así que a debatir.

*Soy consciente de que dentro de RTVV no todo era, ni mucho menos, de color de rosa. Parece que la dirección coaccionó a varios periodistas en diversas ocasiones, y probablemente llegó a ser una práctica habitual. Esto, sin embargo, no invalida lo argumentado, aunque tiene obvias implicaciones para dirimir el grado de castigo merecido por las autoridades implicadas.


13 comentarios

  1. Guille Muñoz dice:

    Sobre las lenguas, que parece el aspecto básico y fundacional de las televisiones autonómicas, al final (o mejor dicho, al principio) nos asalta el caso de la ETB, donde para poder darle a la mayor parte de la población una «perspectiva vasca» de la realidad (no hablo de manipulacion, sino de información cercana y cultura autóctona -incluyendo la promoción del euskera, aunque suene paradójico) tuvieron que crear ETB-2 en castellano.

  2. Paco dice:

    Preguntas licitas, pero hay que fijar un marco común para discutirlas. Pare empezar hay que aceptar que el debate no es o todas o ninguna, sino establecer que principios, requisitos y obligaciones justifican la existencia de las televisiones regionales y los servicios públicos.
    Tambien hay que establecer unas referencias básicas. No es lo mismo la calidad de TV3 que la de Castilla La Mancha. Y es necesario tener referencias de ambas para poder opinar.
    Y el factor de la television como apoyo al idioma solo se puede discutir con quien sea bilingüe (de lo contrario es perder el tiempo).

    Con esos requisitos sobre la mesa, entonces podemos empezar a hablar

  3. Hander dice:

    «La única razón que ahora mismo se me ocurre para que el Ejecutivo de cada autonomía quiera tener el suyo propio es garantizar el control sobre el mismo, justo lo que queremos minimizar. Si, por el contrario, existen argumentos en términos de eficiencia o preferencias diferenciadas sobre el tipo de información que no pueden resolverse con un esquema como el propuesto, tendría sentido mantener 17 televisiones autonómicas. Pero a mí ahora mismo no se me ocurren.»

    La cuestión no es si se te ocurren a tí, la cuestión es si le ocurren a la mayoría de «un» electorado. La gracia de las teles de nivel municipal, autonómico o estatal es que dependen (o deberían depender) del control y FINANCIACIÓN del electorado/contribuyente de tal territorio.

    O sea, quien (mayoritariamente) quiere tele que se la pague, quien no quiera tele que no se la pague.

    Esta es la teoría, luego hay mil problemas de representatividad, control político, etc, y, particularmente, problemas derivados del galimatías que supone el reparto de ingresos fiscales, competencias y gastos entre las administraciones españolas (bien lejos de un modelo federal puro).

    Al fin y al cabo, la dicotomía TELE PUBLICA vs. HOSPITALES es una falsa dicotomía como lo es PINTAR PASOS CEBRA vs HOSPITALES, y debería ser el electorado el que defina las prioridades y márgenes de gasto en cada actividad que considere oportuno.

    PS: Por cierto, ayer leí (sin fuente original) que los telediarios del Canal 9 (o NOU, como creo que se llama ahora) mantenían un share nada desdeñable del 12-15%, muy por encima de la media del canal. Sí que existe esa demanda insatisfecha, pero, como bien planteas, ese es solo el primer problema a considerar :D.

  4. Folks dice:

    «el uso del idioma por parte del medio deberá simplemente ajustarse al uso de los hablantes y no intentar influenciarlo.» LA MISMO LA DIJE EL OTRO DIA DE QUE TENEMOS QUE HACER.

  5. Borja dice:

    Dices: «el uso del idioma por parte del medio deberá simplemente ajustarse al uso de los hablantes y no intentar influenciarlo».

    Pero es que esa lengua SE USA. Las zonas rurales, que en la Comunidad Valenciana tienen muchísima población, son mayoritariamente valencianoparlantes (y en las ciudades todavía se habla). La única forma que tienen esos hablantes de acceder a una tele o a una radio en su lengua es esta. ¿Que discrimina a los castellanoparlantes? Vale, pero éstos tienen muchas otras opciones para informarse, tanto locales como regionales. ¿Que influencia el uso de una lengua sobre otra? Mentira: quien es castellanoparlante no va a cambiar su lengua por ver una tele en otra; en cambio, un valencianoparlante aprenderá y usará el español por narices. Por eso, es enriquecedor para el primero y positivo para el segundo. Además, en todo caso, el valenciano se entiende sin problemas.

    Sin caer en cuestiones de identidad, se puede defender desde posiciones pragmáticas como la que pareces adoptar.

    Por lo demás, un texto muy interesante, ¡seguid así!

  6. […] los que viven en regiones no bilingües, como los madrileños, a menudo no entienden bien. Pero, en el debate sobre si las teles autonómicas son necesarias, creo que la clave es otra. Y es que un medio de comunicación autonómico es la única forma de […]

  7. Kanarion dice:

    Necesidad de una televisión pública

    De entrada, hay que tener en cuenta que la mayoría de la población recurre a la televisión y a la radio en mucha mayor proporción que a la prensa escrita como medios de información. Habría que tener en cuenta que peso relativo tiene Internet. Para que una democracia sea real, la población debería tener acceso a opiniones plurales y a informaciones objetivas. Los medios de comunicación privados son empresas y como tales tienen sus intereses económicos, y también tienen intereses políticos e ideológicos. Para mí, una justificación de las radios y televisiones públicas es dar la posibilidad de difundir sus ideas a organizaciones y colectivos que no cuentan con los recursos económicos, así como favorecer los debates entre diferentes visiones políticas e ideológicas.

    La (supuesta) pluralidad que ofrecen los medios privados es limitada. Además de los intereses de empresa, la pelea por la audiencia hace que cuando un programa tenga éxito sea imitado por los competidores. La consecuencia: si triunfa un culebrón, todas las televisiones emiten culebrones; si triunfa un «reality show», todas emiten un programa similar, … La televisión pública debería tener una oferta cultural o de entretenimiento no satisfecha por los medios privados. Además habría que tener en cuenta la demanda de amplias minorías que no son consideradas por los medios privados.

    Dentro de las amplias minorías podemos considerar a quienes demandan información sobre su propia comunidad autónoma o contenidos en su propia lengua o referidos a su propia cultura.

    ¿Es una radio-televisión autonómica la fórmula?

    No puedo opinar sobre lo que ocurre en otras comunidades. Para ver un culebrón o una película comercial estadounidense no considero necesario financiar una televisión pública. Tampoco financiaría una radio-televisión que se limita a ser portavoz del partido en el gobierno.

    En Canarias hemos tenido RTVE-Canarias y la radio televisión autonómica. RTVE-Canarias tenía un centro de producción aquí. Además del tele-Canarias (el telediario a nivel de aquí) se produjeron programas míticos:
    -Tenderete, un programa sobre la música canaria, con un amplio seguimiento. Recuerdo el comentario de un compañero valenciano diciendo que en Valencia no existía un programa equivalente, a pesar del arraigo de las bandas de música. También comentaba que la música valenciana languidecía y se estaba perdiendo.
    – Senderos isleño, algunos de sus episodios tiene el valor de documento antropológico, e incluso ha dejado constancia de alguna tradición oral que se hubiera perdido de otra manera.
    – La luchada, dedicado a la lucha canaria.

    Con estas referencias quiero plantear:
    – ¿Es necesario tener un radio-televisión en cada comunidad autónoma?
    – ¿Es necesario que emitan las 24 horas?

  8. AmalricNem dice:

    Jorge, el articulo se ha quedado obsoleto de forma casi inmediata. La respuesta de la gente y del personal de RTVV ha sido alucinante.

  9. Hombre, no: no es un artículo de actualidad. El esquema de análisis para resolver la pregunta vale igualmente. Si la gente demanda una televisión pública y está dispuesta a pagar su precio, tendrá que proporcionarse asegurando una minimización del sesgo.

  10. L dice:

    Hay un paso del razonamiento que no llegas a dar y que es muy importante sobre todo cuando hablamos de intangibles como la cultura, que es si, ademas de habiendo un fallo de mercado, el coste de oportunidad que tiene proveer el servicio pasaría un analisis coste beneficio de un juicio de valor razonable.

    O dicho de otra forma: hay muchos bienes publicos. De manual que no son Provistos por nadie y es razonable que sea asi. La defensa frente a un posible ataque alienigena es algo que nadie esta produciendo, no porque no sea un bien publico, sino porque gastarse el dinero que costaría asegurarse contra algo tan improbable no sale a cuenta.

    O, puesto de una forma todavía menos amable: cada euro gastado en television autonomica, subvención cultural, mantenimiento de museos y demas, es un euro que no nos gastamos en camas de hospital, guarderías, subsidios antipobreza o educación o un euro que hay que recaudar sobre los salarios de la gente. Ahí hay un obviamente un juicio valor implicito, pero que no se contempla porque se da por hecho que estamos entre gastar o no gastar.

  11. Jaime dice:

    «Es fácil justificar que la oferta privada de información, por ejemplo, es insuficiente.»

    Niego la mayor, sigo sin entender por qué la TV debe ser un servicio público, habiendo infinidad de TV privadas sin coste alguno. Ver la TV no es un derecho, ni una necesidad básica, ni una obligación, es una opción. La «información parcial y de calidad» es una quimera, no existe, es imposible de alcanzar porque la información, siempre, la dé quién la dé, va a ser parcial. Dígame un solo medio de comunicación público de cualquier lugar del globo que sea imparcial, y deje que me eche a reír.

    A día de hoy existen infinidad (y me quedo corto) de fuentes para conocer cualquier asunto desde diferentes puntos de vista. Para cualquiera que quiera informarse de verdad y molestarse en buscar, claro.

    La TV pública es una pérdida ingente y absurda de recursos. Todos los argumentos esgrimidos aquí servirían igualmente para la prensa. ¿Por qué no plantear también un periódico público?

  12. […] como arma propagandística propia loando las buenas acciones propias y silenciando todo lo demás, RTVV sirvió para repartir presencia e influencia a distintos líderes sociales valencianos, auténticos valedores de una red clientelar que estaría […]

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