Política

Intelectuales, cientificos y el debate público

16 Jun, 2013 - - @kikollan

¿Quienes deberían ocupar la esfera pública para hablar de actualidad, política o economía? ¿Las páginas de opinión de los periódicos deberían ser un espacio para intelectuales en sentido amplio o deberían privilegiar a los científicos sociales? De un tiempo a esta parte éste es un debate recurrente en prensa y redes sociales, en el que han participado Ignacio Sanchez-Cuenca, Ramón González Férriz o Pablo Rodriguez Suanzes. Desde el ámbito de la ciencia social se quejan, sobre todo, de la superabundancia de opiniones de escritores y ensayistas en detrimento de los especialistas, pero en el fondo lo que se discute es qué opiniones merecen atención, cómo debe opinarse y a quién debemos escuchar.

Es un asunto sobre el que tengo una posición ambivalente. Es evidente que defiendo la información rigurosa y que querría un debate público más analítico. Lo que no veo tan claro es que los especialistas académicos sean los únicos que pueden contribuir a un debate de ese tipo.

Comunicar bien. Mi primera inquietud tiene que ver con comunicar bien. Para participar del debate público uno tiene que ser legible e interesante, no basta con cuidar el mensaje, importa también la forma. La gente lee el periódico casi por placer… así que captar la atención es obligatorio. Si no lo fuese, si nos gustase leer cosas áridas y tuviésemos tiempo infinito, quizás no harían falta periódicos: la gente leería revistas académicas los domingos y entre croissants. Pero tal y como son las cosas, “escribir bien” es una habilidad valiosa para participar del debate.

Existe por tanto un compromiso (consustancial al periodismo) entre el conocimiento del que escribe y su capacidad de comunicar. Un ejemplo de esta tensión la tenemos en el divulgador científico, que conoce los rudimentos de la técnica y a la vez es un hábil comunicador. Mi impresión es que estos expertos híbridos son también útiles para debatir sobre política, economía o cualquier otro asunto.

Lo que importa es el contenido. Entiendo que la formación de una persona puede ser un buen atajo a la hora de prejuzgar sus opiniones —sin más información, prefiero leer un artículo sobre aviones de un ingeniero que de un médico—, pero sin olvidar que es un atajo y que lo esencial es siempre el contenido: las ideas y sus argumentos. El mundo científico es (casi) ejemplar a este respecto. Cuando se evalúa un manuscrito para su publicación en la mejor revista científica se juzga solo el trabajo y su proceso. Ningún revisor pregunta al autor sobre formación, y no importa si es catedrático en una universidad de prestigio, un doctorando desconocido o un empleado de patentes. Lo que importa es el trabajo: si aporta datos, si no tiene fallos de lógica, si expone sus hipótesis y es riguroso al hacer afirmaciones.

Me diréis que una pieza periodística es distinta, que no puede ser auto-contenida, por espacio y claridad, y que necesariamente tiene una componente opinativa. Es verdad: un trabajo académico y un texto periodístico son distintos… pero es importante observar que son distintos por su contenido y no tanto por sus autores. Por eso lo que quiero no son más firmas de científicos y académicos en la prensa, sino artículos de opinión que sean más rigurosos, cautos e informados, con independencia de quien los escribe.

El valor de las opiniones de un especialista. Dando por hecho que no todas las opiniones tienen el mismo valor, y asumiendo que la prensa necesita opiniones, ¿no debería darse preferencia a las de científicos sociales? De nuevo tengo dudas al respecto. Sí creo que las opiniones de un investigador sobre su especialidad son mejores. Sin embargo, el problema es que sus áreas de expertise son cada vez más diminutas porque la academia está ultraespecializada —poniéndome de ejemplo, he hecho una tesis en biotecnología computacional y sé bastante sobre un tipo concreto de modelos matemáticos para un tipo concreto de microorganismos, pero mi opinión sobre transgénicos, por decir algo, no tiene nada de especial—.

En general los académicos tienden a ser personas curiosas e informadas, pero cuando abrimos el foco y los alejamos de su muy concreta especialidad, su conocimiento y sus opiniones dejan rápido de ser tan especiales. Otros intelectuales honestos e informados pueden ser voces igual de valiosas. Pienso en perfiles de expertos no académicos, ensayistas, divulgadores o periodistas. Llevado al extremo, se podría argumentar que un investigador excelente no tiene tiempo (ni incentivos) para informarse y reflexionar más allá su especialidad, mientras que experto divulgador o un analista puede dedicarse por completo a adquirir una visión amplia de una disciplina o de la propia actualidad. Estos perfiles de expertos, analistas o estudiosos más generalistas bien pueden salir de la academia, pero también de fuera de ella.

Por una reputación basada en estadísticas. Si aceptamos que el valor de la evidencia científica lo otorga el contenido y no el autor, cuando un científico escribe opinión debería ser despojado de parte de sus credenciales. No de todas, porque acepto el atajo de asumir que un especialista es alguien formado e informado, pero doy a este heurístico un valor relativo. Creo que una mejor alternativa sería basar la reputación de un analista en su rendimiento como tal, o por decirlo en términos deportivos, en sus “estadísticas”: tenderé a confiar en aquellos que den consistentemente argumentos razonables e informados y no sigan una agenda ni se muestren partidistas, pero sobre todo, tenderé a confiar en aquellos cuyas opiniones no sean continuamente refutadas por los hechos. Tomando la clasificación de Philip Tedlock, usaría la trayectoria de un experto para distinguir a los zorros de los erizos.

Por cierto, los resultados de Tedlock proyectan sombras que conviene tener en cuenta: aunque los expertos hacen mejores predicciones políticas que personas corrientes, sus predicciones se demostraron bastante malas, solo un poco más precisas que el azar y peores que algoritmos de extrapolación muy simples.

Por estas y otras cuestiones no creo que los especialistas académicos tengan que monopolizar el espacio público de la opinión. Primero, porque la comunicaciones es una habilidad en si misma y exige cierta especialización. Segundo, porque en la medida en que entramos en el terreno de la opinión y la especulación, la ventaja de un especialista se diluye y otros perfiles (algo) más generalistas son útiles. He exagerado mi postura un tanto, pero digamos que tiendo a una solución de compromiso: quiero más textos de expertos esporádicos hablando de su especialidad y también quiero que las piezas de opinión estén mejor informadas y sean más cautelosas, pero no me importa tanto si las escriben académicos, intelectuales o divulgadores.


13 comentarios

  1. Teresa Cabarrush dice:

    Excelente artículo, quizás lleve mucha razón en el último párrafo. El cuidado tanto de la forma como del fondo de la comunicación es valiosísimo, pero mi pregunta es ¿ no hay demasiada manipulación en el mundo de la comunicación ?.

    http://www.youtube.com/watch?v=5_sv1xxYjX8

    Felicidades por el artículo. Saludos.

  2. Muy interesante Kiko.

    Creo tendemos a dar un mayor valor a las opiniones del experto porque usamos sus credenciales como un atajo informacional. A falta de mejor información, confiamos en que las aportaciones de los expertos sean de mayor rigor e interés que la del resto de ciudadanos. Una forma de ahorrarnos los costes de investigar quien escribe cada una de las opiniones que leemos a diario es mirar la afiliciación del firmante (profesor de universidad, investigador en algun centro, etc.). En general yo creo que es una práctica eficiente. Por parte del lector, yo entiendo (y práctico) a menudo esta lógica. Otra cuestión es el editor del medio de comunicación. Este se le espera que investigue más allá de la afilicación del firmate para, así, evitar «hacer un Chislett».

    PD: Tetlock concluye que un experto tiene PEOR (y no mejor) capacidad de predicción que un ciudadano corriente (no experto). Sólo tiene mayor capacidad predictiva que los estudiantes de universidad XD

  3. Epicureo dice:

    Yo quiero datos en la prensa, y preferentemente que escriba sobre ellos alguien que sepa distinguir una media de una mediana, es decir, no un periodista.

    Mi experiencia es que es bastante frecuente que los técnicos y científicos se expresen no sólo con corrección, sino también con claridad y elegancia, y al nivel de su interlocutor. Aunque hay de todo.

    Creo más raro que una persona «de letras» comprenda bien los conceptos científicos, incluso cuando se molesta en intentarlo; a muchos escritores (¡y políticos!) les ufana declarar que siempre fueron negados para las matemáticas, pero ningún científico querría que se sepa que comete faltas de ortografía, si es que lo hace.

    Pero no olvidemos nunca que un científico puede tener una agenda política e ideológica tan fuerte como cualquier lego. Y que cuanto más experto es, más capacidad tendrá para seleccionar los datos que apoyen sus ideas y disfrazar los que no lo hagan. No es un problema en ciencias naturales, pero en ciencias sociales es innegablemente grave.

    • naiara dice:

      No me voy a poner gremial pero diría que la mayoría de los periodistas sí sabe distinguir media de mediana. Incluso, HORROR, puede que Manolo Lama pueda hacerlo.
      Me hace bastante gracia que se presuma de objetividad y luego, cuando hablemos de ciertos sectores ya convertidos oficialmente en saco de las hostias, no se os adivinen otra cosa que no sean prejuicios.

      Un saludo.

      • Epicureo dice:

        Pues qué pena que cuando toca escribir un artículo que habla de estadísticas siempre ponen a hacerlo a uno que no sólo no las distingue, sino que ni siquiera sabe lo que es una media.

        Como demuestran, objetivamente, los miles de titulares que empiezan con la frase «cada español gasta al año…», que prácticamente son un subgénero.

  4. Shine dice:

    Lo que deberían desaparecer es la opinión de los medios, que con las noticias ya tenemos suficiente.

  5. Jesús Cid dice:

    Entiendo, por lo que se comenta aquí de los resultados de Tedlock, que NADIE debería hacer predicciones, ni expertos ni legos… Buen consejo que no excluye la necesidad de buenos analistas informados de la realidad. Lo que yo hecho de menos en la prensa es una aproximación más científica a los problemas sociales y económicos y menos ideología, más preguntas y menos respuestas. Más pros y cons, riesgos y beneficios, fortalezas y debilidades, y menos derechas e izquierdas, culpables e inocentes, buenos y malos.

    Es mucho pedir, supongo.

    • Kiko Llaneras dice:

      Más que no hacerlas, quizás hacerlas pero sabiendo que son predicciones con mucho margen de error. Lo digo pensando en que el ejercicio de intentar predecir puede ser valioso para entender las cosas y tomar mejores decisiones, aunque uno no acierte.

      La solución digamos rigurosa es plantear diferentes escenarios e hipótesis y dar predicciones en cada una de ellas. Evitar las decisiones dominadas y tratar de asociar probabilidad a cada escenario. No es nada fácil.

  6. Homelandz dice:

    Muy buen artículo y muy de acuerdo con Kiko. Sólo matizar que hay que distinguir los ámbitos, en la prensa generalista, que se dirige a un público no especialista, debería primar el carácter «divulgativo», en un blog especializado, por ejemplo, no tanto, y en una publicación académica sería un aspecto secundario (y sólo publicarían expertos).

    Hay que adaptar el mensaje a la audiencia, y en la medida en que la habilidad comunicativa o los perfiles generalistas sean más útiles habrá más intelectuales y menos científicos. Y viceversa.

    Otro punto interesante es el de cómo implementar lo de la reputación basada en las estadísticas. Una alternativa es que sean los medios quienes analicen la trayectoria de sus colaboradores y publiquen los datos para que el público separe a los zorros de los erizos, que la selección de colaboradores dependa de ese rendimiento e incluso que se module la remuneración en función del desempeño. También se podría pedir a los colaboradores que complementen sus artículos aportando en Internet fuentes, datos, visualizaciones o respuestas a los comentarios de los lectores.

    No creo que muchos tertulianos o columnistas actuales estuvieran a la altura (las tertulias de politikon si lo estarían). Y desgraciadamente no creo que sea lo que demanda el público.
    De hecho, no creo que podamos resolver satisfactoriamente el problema de quién debe «ocupar la esfera pública para hablar de actualidad, política y economía» si nos olvidamos de la calidad de las audiencias. Pero ese es otro tema.

  7. Jose R. dice:

    Pues me parece una opinión bien fundada… por una vez, nada a matizar.

  8. Carlos Jerez dice:

    Gracias Kiko, muy buen post.

    Justo ahora, gracias a Antonio Cabrales, encuentro un artículo de M. Sebastián (experto) de hace 10 años explicando porque estábamos entrando en una burbuja inmobiliaria y sus posibles perjuicios al crecimiento a largo plazo y al sistema financiero. Estoy seguro que no tendría la misma repercusión que si lo hubiera escrito o comentado Losantos o Gabilondo.

    http://elpais.com/diario/2003/06/22/negocio/1056286344_850215.html

    En cualquier caso estoy de acuerdo con Kiko, saber transmitir es muy importante. Para mi lo ideal sería que los periodistas colaboraran o usaran expertos como fuentes, a la hora de escribir los artículos. Pero para mi eso se enfrenta con varios problemas, del más mezquino, al medio no le interesa eso políticamente, al más mundano, los periodistas (y cualquiera) pueden tener fuertes opiniones sobre algo que no son expertos, pasando por el simple de hecho de que venda más escribir una chorrada populista.

    Decía Epicureo que los periodistas no saben ni de medias ni de medianas y es cierto que se les suelen dar mal los números (yo creo que a veces los manipulan para ser más sensacionalistas) el problema es que a veces los expertos usan lenguaje demasiado técnico que alejan al lector del artículo. Para mí si hace falta usar algún argot técnico, tiene que ir seguido de una explicación o ejemplo sutil, pero no dar una definición que sería algo pesado. Básicamente hay que enseñar el lenguaje como le enseñarías español a un extranjero, sin repetir lo que sale en el diccionario.

    Para mí un ejemplo muy bueno de comunicador es César Molinas (con sus aciertos y errores en el diagnóstico) quien sabe transmitir muy bien, atrapa al lector y se puede permitir meter conceptos nuevos para la mayoría y crear debate a partir de ellos.

    Saludos.

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