Política

Lo uno y lo múltiple

31 Oct, 2012 - - @kanciller

Hay un creencia que es, más que ninguna otra, responsable de la masacre de individuos en los altares de los grandes ideales históricos – justicia, progreso, la felicidad de las generaciones futuras, la sagrada misión de la emancipación de una nación, una raza o una clase, o hasta la libertad misma, que exige el sacrificio de los individuos por la libertad de la sociedad –. Esta creencia es que en alguna parte, en el pasado o en el futuro, en la revelación divina o en la mente del pensador, en los pronunciamientos de la historia o de la ciencia o en el corazón simple de un buen hombre no corrompido, hay una solución definitiva. Esta fe antigua se apoya en la convicción de que todos los valores positivos en que han creído los hombres tienen que ser, en último término, compatibles, e incluso implicarse unos a otros. La verdad, la virtud y la felicidad (…) Pero ¿Es esto verdad?

Se nos dirá que en alguna parte, de alguna forma, es posible que coexistan juntos todos estos valores, puesto que si no fuera así el universo no sería un cosmos y carecería de armonía. [Sin embargo], admitir que la satisfacción de algunos de nuestros ideales puede hacer en principio imposible la satisfacción de otros significa afirmar que la idea de una satisfacción humana total es formalmente una contradicción (…) una quimera enunciada por los filósofos metafísicos, desde Platón hasta Hegel o Marx. Supone el abandono de una noción de armonía final en la que todos los enigmas se resuelven y las contradicciones se resuelven.

El mundo que nos encontramos en nuestra experiencia cotidiana se caracteriza por enfrentarnos con elecciones entre fines últimos y exigencias absolutas, en la que la realización de nuestras elecciones implica el sacrificio de las opciones descartadas. De hecho, tal es así que los hombres conceden un valor inmenso a la libertad de elección. Si tuvieran la seguridad de que existe un estado perfecto, realizable por los hombres en la Tierra, en el que no hubiera conflicto entre los fines que ellos persiguen, entonces desaparecería la urgencia y la angustia de la elección y con ellas la importancia crucial de la libertad de elegir.

No tengo ninguna duda de que la certeza dogmática es la responsable de que la mayoría de los tiranos e inquisidores despiadados que ha habido en la historia tuvieran la convicción profunda, serena e inamovible de que lo que hacían estaba completamente justificado por su fin. Pero también me parece que puede demostrarse que es falsa esta creencia (…).  Si, como creo, los fines de los hombres son múltiples u no todos ellos son en principio comparables entre sí, entonces la posibilidad de conflicto – y de tragedia – nunca podrá eliminarse de la vida humana, tanto de la personal como la social. (…) El grado de libertad de un hombre o un pueblo para elegir como vivir debe sopesarse frente a demandas de otros valores como la igualdad, la justicia la felicidad, la seguridad, por poner algunos ejemplos.

No hace falta señalar el hecho de que el monismo y la fe en un único criterio han resultado ser siempre una fuente de profunda satisfacción tanto intelectual como emocional. Pero tanto si el modelo de juicio se deriva de la perfección futura – como en las mentes de los philosophes del siglo XVIII y de sus herederos tecnocráticos de nuestros días – como si está enraizado en el pasado – tal como los neoconservadores de los países de habla inglesa, teócratas franceses o historicistas alemanes – está condenado puesto que es bastante inflexible a toparse con un desarrollo humano no previsto que no podrá acomodar y entonces [no dudará en] mantener sus ideales absolutos a costa de vidas humanas, lo cual ofende por igual a los principios de la ciencia y de la historia.

Quizá el ideal de la libertad de elegir fines, sin pedir que tengan validez eterna y el pluralismo de valores a él ligado sean, tan solo, el fruto tardía de nuestra decadente civilización capitalista: un ideal que no reconocieron ni las edades remotas ni las sociedad primitivas y que la posteridad contemplará con curiosidad, quizá con simpatía, pero con poca comprensión. Puede que así sea. Pero no me parece que de esto se concluya en escepticismo. Los principios no son menos sagrados cuando no puede garantizarse su duración.

De hecho, puede que el deseo mismo de garantías acerca de que nuestros valores sean eternos  o de que se encuentren seguros en un lugar celestial y el objetivo no sea sino la nostalgia profunda de los valores absolutos de nuestro pasado primitivo. Como dice un admirable escritor de nuestro tiempo (Schumpeter): “Darse cuenta de la validez relativa de las convicciones propias y, no obstante, defenderlas resueltamente, es lo que distingue a un hombre civilizado de un bárbaro”.

                                                                                                                                                                                                           Dos conceptos de libertad. Isaiah Berlin


14 comentarios

  1. Cives dice:

    Por favor, no más metafísica burguesa. Please

  2. polkillas dice:

    ¿Así? ¿Sin un «Te quiero»? ¿Sin más comentario? ¿A favor, en contra, todo lo contrario? Qué arduo.

  3. Josei dice:

    Dudo horrores que los «históricos dictadores e inquisidores» fuesen tan «románticos» e idealistas como el señor Berlín cree.

  4. Elijah Snow dice:

    Pues a mi me ha parecido un artículo bastante interesante. Casi bonito.

  5. Vaca_mu dice:

    Muy interesante el artículo pero para mi gusto es demasiado pesimista. Me explico. Si partimos de la base de que hay ideas mejores que otras, y aún siendo relativistas se puede admitir que hay ideas mejores y peores en su contexto, no es descabellado pensar que pueda existir La Idea en un sentido Hegeliano*. De la Historia lo que hay que aprender es que todas las grandes Ideas del pasado no son tan definitivas como se pudo pensar y por ello siempre hay que tratar las nuevas con una cierta prudencia. Esto implica que tal vez se pueda descubrir o encontrar esa Idea pero que desde luego no se puede ser radical en su defensa no vaya a ser que nos estemos equivocando como tantas otras veces.

    *Autor, aclaro, que detesto, pero como su vocabulario ha trascendido pues no queda otra que usarlo

  6. Capitalismo y globalización. dice:

    Para no volver al siglo XIX «la izquierda» tiene que volver a Hegel. Y antes o después lo hará.

    • Manu Oquendo dice:

      Por favor. De Guatemala a Guatepeor?

    • Buhonsa dice:

      La izquierda está sufriendo la confrontación de «clases» entre los Estados-Nación. La adopción de la acepción «clase» como atributo es errónea, y difuminada, no es representativa, es más una clase distributiva, subjetiva sin conformar agregado, no éste en su conjunto. Los «trabajadores» ahora cooperan con los capitalistas y viceversa para obtener un objetivo común, no están enfrentados. Se coopera tmb, vía el comercio, con otro estados pero existe la «competición de clases». El bienestar de unos afecta directamente al bienestar de otros. Digamos que si ciertas «clases» no entienden de jornadas laborales de 8 horas, flexibles, vacaciones e indemnizaciones cundentes, es imposible que no afecte negativamente a quienes sí están familiarizados con estos conceptos y claman una paulatina mejora o al menos exigen continuidad con lo «pactado». Volver a Hegel es extender la maníaca interpretación del trabajador alienado, que no es más que una concepción metafísica. Creo que «la izquierda» o lo que se entienda por izquierda no pisa tierra, o tienen intereses que mantener para dar una cierta impresión engañosa, con la insaciable necesidad de nociones opacas con bases erróneas del pasado, traídas a un presente que para nada conocen o no están interesados en conocer, respetar y a lo sumo, actuar en consecuencia.

  7. tremere dice:

    La perspectiva funcionalista de que hay cooperación y no conflicto tiene poca base en la realidad. Solo hay que ver quien esta empeorando su situación y quien o no la empeora o inclusa la mejora. Los recortes de derechos, privatizaciones y demás llevan de nuevo al siglo XIX y va a ser difícil hablar de funcionalismo entonces…

    • Capitalismo y globalización. dice:

      :-).

      Lo malo es que viajeros-callejeros se vende mejor que Lenin, ¿entiende?

      • tremere dice:

        Si por ahora Lenin no se vende muy bien no, pero ya veremos lo que pasa si siguen liberalizando para «mejorar servicios y abaratarlos» y eliminando costes de despido para «fomentar el empleo».

    • Buhonsa dice:

      Los trabajadores de los países pobres que se han industrializado o lo están haciendo, ganan. Y casi seguro los trabajadores de los países ricos, que sufren una suave pero persistente descapitalización que poco a poco va minando los salarios, y especialmente los salarios de los trabajadores menos cualificados. Pierden.
      Ganan sin embargo los profesionales de alta formación y creatividad. Ganan las sociedades pobres con fuerte ética del trabajo y sobre todo de la iniciativa, y pierden las sociedades ricas con una cultura del ocio. Ganan China e India y pierde Occidente.

    • Buhonsa dice:

      El problema es que han decidido proteger las rentas de privilegio de los insiders, buscar ganancias de productividad con altos niveles de desempleo (profundizando su estructura de capital, y limitando la base de trabajo). Esas regulaciones crean un 40% de paro juvenil (60% para los inmigrantes), un alto nivel de pago de prestaciones sociales, unos bajos niveles de crecimiento y un número de horas de trabajo que ronda las 35 semanales. En definitiva una sociedad crecientemente estamental, estancada y dividida, buscando evitar las tensiones de un capitalismo irrestricto, y les está saliendo el tiro por…

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