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El segundo de Mitt Romney: Paul Ryan (I)

12 Ago, 2012 - - @egocrata

Mitt Romney tiene candidato a vicepresidente, Paul Ryan. Es una elección un tanto sorprendente, pero no del todo inesperada; aunque Ryan no era la elección más obvia (Rob Portman o Tim Pawlenty eran más previsibles), su nombre sí que había salido en bastantes quinielas, y era el preferido en círculos conservadores. El contraste con la completamente inexplicable nominación de Sarah Palin hacía que cualquier elección iba a sonar bien de inicio, eso está claro. Aún así, creo que Paul Ryan es un candidato a vicepresidente excelente que va a mejorar, y mucho, esta campaña electoral. Veamos por qué.

1. ¿Quién es Paul Ryan?

Empecemos por fácil: Paul Ryan es un congresista de 42 años, católico, seguidor de Aynd Rand en sus ratos libres que representa un distrito moderadamente conservador de Wisconsin. Como todo paladín de la libre empresa y la iniciativa privada viene de una familia relativamente acomodada, trabajó en el negocio de sus padres una temporada, fue a una universidad pública y lleva metido en política desde hace veinte años. Fue becario en el Congreso, trabajó en el equipo de varios congresistas y senadores y ganó su escaño a los 28 años.

Paul Ryan es famoso (para un congresista) desde hace relativamente poco; hasta el 2009, era un político bastante anónimo incluso en círculos conservadores. El gran promotor de la carrera de Ryan, y quien lo convirtió en uno de los símbolos del partido republicano fue Barack Obama. Todo empezó cuando en los turbulentos primeros días del tea party, cuando los líderes conservadores no sabían qué hacer con ellos, cuando nuestro congresista insistió que el partido necesitaba presentar un plan alternativo a Obama, unos presupuestos concretos, definidos y explícitos que demostraran sus principios. La propuesta de Ryan era increíblemente conservadora incluso para lo que es habitual en el partido republicano, con planes para desmantelar Medicare (el seguro médico para jubilados, increíblemente popular) y reducir el gasto público de forma descomunal. La Casa Blanca, en vista de lo impopular de las propuestas, decidió tomarse a Ryan como el enemigo a batir, ninguneando a los moderados. Esto no tardó en colocarle en el centro de todos los debates, y de ahí a conseguir el apoyo de las bases republicanas sólo hay un paso. Veremos si los demócratas se arrepienten de haberle dado fama estas elecciones.

Los medios americanos tienen una cierta debilidad por Paul Ryan, esencialmente por dos motivos. Primero, es joven, se explica bien y (según dice todo el mundo) es un auténtico encanto de persona. Nadie tiene manía a Paul Ryan; Mitt Romney parece tener una habilidad especial para conseguir que la gente le coja tirría, algo que no sucede con su vicepresidenciable. Segundo, el congresista es uno de los pocos políticos en Washington que parecen estar cómodos hablando de números, grandes cifras, diseño de presupuestos y teorías de gobierno. Ryan es además uno de esos halcones presupuestarios que disfruta hablando de sacrificios, dureza, recortes impopulares, deuda que nos va a matar a todos y poner cara de serios para dar confianza, algo que pone a mil a las élites periodísticas americanas. No todo lo que dice tiene sentido (más luego),  pero para el periodista medio el tipo suena como un genio.

Mi impresión, compartida con bastante gente, es que la reputación de Ryan sobre concreción y valor político está increíblemente sobrevalorada. Sus «valientes» presupuestos son estupendos brindis al sol que hacen muy feliz a las bases del partido, pero que nunca llegan a ningún sitio (el GOP está en minoría en el Senado y Obama los vetaría de inmediato); eso le permite incluir una cantidad enorme de grandes proclamas y reformas revolucionarias, toneladas de matemática creativa y después pasearse por Washington diciendo que su plan arreglaría todo. Los periodistas, que de sumar y restar saben poco, no se fijan en los números, sólo en la apariencia de seriedad y gafapastismo y se lo tragan con entusiasmo. Lo cierto es que antes que Obama llegara a la Casa Blanca el bueno de Ryan no vió una medida que aumentara el déficit público que no le gustara (voto incluso a favor del rescate bancario, algo que los tea partiers dicen oponerse), por no decir que si uno mira sus «brillantes» presupuestos con detalle de hecho aumentan el déficit a corto plazo.

Esto no quiere decir, sin embargo, que Paul Ryan sea tonto; en este aspecto creo que sólo es deshonesto. Si uno lee entrevistas con el tipo (Ezra Klein tiene varias; leedlas) está claro que sus conocimientos sobre economía y políticas públicas están bastante por encima de la media. Aunque el tipo ha tenido suerte colocándose en primera fila y gran parte de sus propuestas sean elaboradas cortinas de humo, Ryan no es un político del montón; cuando quiere, sabe de lo habla. En esto sí se parece a Mitt Romney, otro político capaz de hacer números cuando no tiene que fingir ser un cavernícola peligroso.

En el artículo siguiente, las consecuencias políticas de Paul Ryan. Por qué Romney ha escogido a alguien del ala derecha del partido, qué significa esto para su candidatura y por qué creo que esto puede mejorar la campaña electoral. 


2 comentarios

  1. drdcr dice:

    Otro superliberal que vive de la política desde bien joven. Me encantan todos los que viviendo de lo público desde hace mucho tiempo hablan de recortarlo todo.

  2. El Burgués dice:

    Ayn Rand no toleraría la agenda social del GOP, por mucho que se intente identificar el objetivismo y el libertarianismo con el neoconservadurismo o paleoconservadurismo que ahora domina más o menos el GOP.

    Por el resto, un buen artículo.

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