Malas noticias para amantes de la comedia política involuntaria: la campaña de primarias republicana llega a su fin. Rick Santorum, el último candidato semi-viable aparte de Mitt Romney, suspendió su campaña en una rueda de prensa en Gettysburg esta tarde. Es decir, lo que ya sabíamos al menos desde Ohio es casi oficial: Romney es matemáticamente inalcanzable, y será el candidato del GOP en las generales si no ocurre alguna desgracia.

Por descontado, el impagable Ron Paul sigue en ello, que él está aquí para vender su libro a sus acólitos, y Newt Gingrich tampoco ha abandonado, que por algo debe dos millones de dólares y tiene que seguir embaucando gente en lo que queda de campaña. El tipo tiene suficiente jeta como para pedir dinero en su página de internet diciendo que es el «último conservador verdadero en la campaña». Casi nada. Estos dos, por descontado, no cuentan para nada, y aunque quizás den alguna sorpresa en algún sitio y suelten burradas, Mitt Romney lo tiene ganado.

Por cierto, lo de anunciar tu derrota en Gettysburg, Pennsylvania, en el campo de batalla donde los ejércitos confederados perdieron la batalla decisiva de la Guerra Civil, no creo que sea casual. La base conservadora del partido republicano sigue estando en el sur, al fin y al cabo. Uno de esos guiños que sueltan de vez en cuando.

Así que Romney será el candidato. Empieza mal: en la última encuesta de ABC News está a siete puntos de Obama, 51-44, merced de un resultado realmente espantoso en el voto femenino. Pasarse un mes hablando de condones no parece haber hecho ningún favor a los republicanos, aunque ahora mismo esta encuesta es casi completamente irrelevante: queda un mundo. La campaña no empieza de veras hasta las convenciones, este verano. Y aunque Obama parte como favorito (todos los incumbents lo son; no por nada especial) habrá partido, casi seguro. Especialmente con Rajoy intentando cargarse la economía mundial con esta falta de entusiasmo que le caracteriza.