Una crítica recurrente tanto de partidos minoritarios como de diferentes asambleas de indignados es que el bipartidismo fomenta la corrupción. Se asume que dado que PSOE y PP son los únicos partidos con opciones de gobierno, éstos tendrían más facilidades para llegar a acuerdos que les permitan escapar del control ciudadano. Una suerte de omertà entre ambos para no cambiar un status quo de corrupción generalizada.
Dejando al margen que los defensores de esta idea parecen ignorar el caso del Pentapartito italiano, me he puesto a indagar en los argumentos que ha manejado la ciencia política sobre el impacto del número partidos y sistema electoral en la corrupción. Casi toda la literatura parte de un modelo agente-principal, con todas las virtudes y asunciones que supone.
Según este modelo el votante, que es el principal, quiere elegir a unos políticos con un mínimo de honradez y competencia mientras que el agente, el político, quiere permanecer en el poder. Por lo tanto, asumamos que el votante no obtiene pagos por la corrupción, o lo que es lo mismo, que no existe caciquismo, y que el político es auto-interesado y siempre preferirá estar en el poder.
Dado que hay asimetría en la información entre ambos actores, el político tiene la oportunidad de obtener ganancias vía corrupción ya sea para su uso personal o para financiar sus campañas electorales. Sin embargo, la literatura considera que hay un trade-off entre lucrarse con la corrupción y parecer honesto, y por tanto, entre corromperse y ganar votos. De aquí que la estrategia preferida por el agente sea intentar que su comportamiento corrupto pase desapercibido.
La literatura sobre el tema se centra en el sistema electoral como una variable institucional crucial que operaría a través de su efecto en el número de partidos. En este artículo, por ejemplo, se señala que los países con sistemas proporcionales, al generar multipartidismo, tienen menos corrupción. Por el contrario, en este y este otro se apunta lo opuesto, que los sistemas electorales mayoritarios en distritos uninominales, al causar bipartidismo, son los que fomentan la honradez de los cargos públicos.
La literatura, sin embargo, aún tiene ciertos problemas para diferenciar y aislar el efecto del sistema electoral y de partidos sobre la corrupción. Estas variables están muy asociadas entre sí y solo recientemente algunos artículos han afrontado la cuestión. De todas formas, la idea de que el bipartidismo evita la corrupción continúa recibiendo hasta la fecha más respaldo empírico.
Pero ¿Por qué mejor que haya dos partidos que varios? Se han dado principalmente tres baterías de argumentos:
1. Si te pillo, yo gano: Dado que en el modelo de agencia el control de la corrupción es ex post, en un sistema bipartito el grupo de la oposición tiene buenas razones para esforzarse en controlar al partido en el poder. Y es que es evidente que si la oposición llama la atención al electorado sobre la corrupción del gobierno, de entrada, tendrá unos claros réditos electorales en régimen de monopolio.
Sin embargo, en un sistema multipartito no está claro quién se beneficiará electoralmente de la corrupción del partido en el gobierno. Es más, puede ser que un partido denuncie la corrupción y no necesariamente reciba más votos, sino que simplemente se distribuyan entre todos los partidos por igual o incluso vayan a un tercero.
Además, si el multipartidismo opera en un sistema electoral mayoritario o similar, los votantes pueden tener problemas para coordinarse y penalizar al gobernante corrupto ¿A qué partido votar para sancionarlo? Frente a la clara alternativa del bipartidismo puede darse la paradoja de que los partidos de la oposición suban electoralmente pero, dados los componentes mayoritarios del sistema, no se traduzca en suficiente representación para poder desalojar al corrupto partido del gobierno.
2. ¿Quién le pone el cascabel al gato?: El segundo argumento habla de un problema de acción colectiva. Es razonable pensar que la existencia de múltiples partidos puede ayudar a controlar la corrupción del gobierno ya que hay más ojos vigilantes. Sin embargo, también hay razones para pensar que en un contexto multipartidista los políticos preferirán abstenerse de gastar su capital en la denuncia de malas prácticas.
Imaginemos tres partidos viables en un país. Si un partido investiga al gobierno, descubre una corruptela y lo denuncia, de entrada ignora si recibirá el beneficio electoral del demérito del contrario, como he argumentado antes. Pero además, dado que la estrategia del partido en el poder será el clásico “y tú más” para tratar de ocultar su responsabilidad, los dos partidos se enzarzarán en una escalada a ver quien es más corrupto.
Ante estas acusaciones cruzadas, el tercer partido que ha permanecido fuera de la controversia saldría beneficiado electoralmente sin necesidad de hacer nada, una posición claramente ventajosa. Por lo tanto, en el sistema multipartito no habría tantos incentivos para denunciar públicamente la corrupción visto este problema de acción colectiva.
3. Cuantos más seamos… ¿más reiremos?: La última idea se refiere al hecho de que los sistemas multipartidistas conllevan la existencia de gobiernos de coalición, lo que impediría a partidos y votantes penalizar la corrupción de manera eficaz. La idea clave es que se daría una dispersión horizontal de la responsabilidad al aumentarse el número de actores implicados.
Por el lado de los partidos, como hay muchos competidores, es más fácil que la agenda se desvíe del comportamiento irregular del gobierno mientras que potenciales socios se abstendrían de denunciar si piensan que pueden tocar poder. Pero además, los votantes tendrían más dificultades para detectar al corrupto ya que en los gobiernos de coalición la responsabilidad entre sus miembros se difumina y la sanción electoral es más complicada.
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Como se ve, todos estos argumentos son plausibles dentro de una lógica de principal-agente. Sin embargo, si nos centramos en las limitaciones que competen al lado de la oferta, creo que el argumento sobre las bondades del bipartidismo en el control de la corrupción necesita un pre-requisito que no siempre se cumple: un agente alternativo con opciones de ganar.
Si el argumento subraya que lo importante es que mediante la rendición de cuentas se pueda desalojar al partido corrupto del poder, ante la ausencia de una oposición alternativa que tenga capacidad real de hacerlo el que sea o no un sistema bipartidista será irrelevante. Por ejemplo, si la oposición está desgarrada por cuestiones internas u organizativas, y por tanto no es una opción viable, el control electoral de la corrupción es imposible.
Es lógico que se considere que el sistema bipartidista puede controlar mejor las malas prácticas dado que elites y votantes pueden coordinarse más fácilmente en torno a unas siglas, al menos en los sistemas de corte más mayoritario. Pero, en cualquier caso, lo fundamental es que, sea uno o varios partidos, exista una coalición alternativa con capacidad real de desalojar al gobernante en caso de ser corrupto. Que haya un palo amenazante sobre el incumbent.
Así que, de acuerdo con la evidencia disponible, el bipartidismo no fomenta la corrupción sino todo lo contrario. Pero es que me da lo mismo porque centrarse en el bipartidismo como fuente de corrupción es errar el tiro. Creo que lo verdaderamente relevante es que haya oposiciones políticas fuertes que puedan desalojar a los partidos cuando se pasan de la raya. Y es precisamente su ausencia en algunos lugares lo que puede ayudarnos a explicar muchas de las cosas que estamos leyendo estos días en los periódicos.
¿Qué asamblea de indignado afirma Que el bipartidismo fomenta la corrupción?
Es que oiga, del bipartidismo he leído mucho, pero esto qué usted dice suena a hombre de paja para que usted cuente lo que le apetece.
«Otro igual», en serio quieres que te colgemos en un post todas las webs de asambleas que encontremos donde digan algo de bipartidismo y corrupción???????
Kanciller, al final todo siempre sale funcionamiento de las instituciones. No importa como se constituya la oposición, si no su capacidad y su funcionamiento.
Estoy de acuerdo con el argumento principal la falta de alternativas reales fomenta la corrupción. Personalmente me gustaría que hubiera 4 o 5 partidos naciales que cubieran todo el espectro político. Derecha, centro-derecha, centro-izquierda, izquierda, etc de forma que los votantes pudieran cambiar con cierta facilidad de uno a otra más próximo en función del desempeño que tubiera el partido en el gobierno. Uno de los problemas actuales es que muchos votantes de un partido (PP o PSOE) no están dispuesto a cambiar su voto, como mucho abstenerse de votar, por mal que estos gestionen ya que encuentran que la alternativa no es aceptable ideológimente.
Se me ocurre que el bipartidismo no tiene que fomentar la corrupción en el partido en el poder exclusivamente, sino como una cultura política: cuando hay dos partidos, uno está en el poder y otro en la oposición, pero el que está en la oposición es siempre «la única alternativa». No me considero un ‘indignado’, pero el argumento de la ‘omertá’ tiene algo de razón: cuando la oferta de «partidos de gobierno» está controlada por dos agentes, estos agentes no tienen ni que colaborar entre ellos ni que coordinarse para trabajar juntos por unas circunstancias evidentes que les beneficien a ambos: las circunstancias les benefician inmediatamente. Ejemplo: si soy la única alternativa de gobierno, ¿por qué voy a molestarme en estar ‘limpio’, cuando simplemente puedo estar ‘menos corrupto’ que mi oponente? Esto, trasladado a cualquier otro rasgo negativo que pueda tener un partido nos da la medida del gran defecto del bipartidismo. Ejemplo: estando en la oposición, ¿por qué molestarme
en diseñar una política económica aceptablemente inteligente si me basta con tener una mínimamente coherente en un contexto de partido gobernante a la deriva? Y sí, estoy hablando de las últimas generales. Tengo la impresión de que un sistema multipartido fomentaría una competencia positiva entre los partidos en la oposición.
[…] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos Bipartidismo y corrupción politikon.es/desdelakancilleria/2012/01/19/bipartidismo-y… por Roerich hace […]
«Estoy de acuerdo con el argumento principal la falta de alternativas reales fomenta la corrupción. Personalmente me gustaría que hubiera 4 o 5 partidos naciales que cubieran todo el espectro político»
Veamos las Baleares, no sé si hay/había 6 0 7 partidos, y corrupción a mansalva en todos o casi todos ellos.
Un saludo.
No puede ser que la educación tenga algo que ver también, o quizás otros factores? Podríamos preguntarnos porqué los países nórdicos, por ejemplo, están arriba del todo de esta tabla:
http://en.wikipedia.org/wiki/Corruption_Perceptions_Index
Ya sé que no es el tema principal del post pero tiene bastante que ver.
Andalucía y Valencia como ejemplos claramente ilustrativos. Y el País Vasco en el extremo opuesto de contexto menos propicio para la corrupción. Muchas gracias por el post (¡y supongo que también a Cives por invitarte a politikon!).
Pues no sé yo… perdona el atrevimiento, pero creo que una de las premisas del modelo falla estrepitosamente en este pais: «el votante […] quiere elegir a unos políticos con un mínimo de honradez y competencia».
Creo que hay bastantes ejemplos (Valencia, Andalucia, Madrid…) donde vemos que la corrupción no pasa factura en España. Pocos votantes cambian su voto a otro partido por casos de corrupción (como mucho, simplemente dejan de votar). Creo que se ha establecido el dogma de «todos los políticos son iguales» y, por lo tanto, el votante «prefiere» que le roben los suyos…
Hola a todos y muchas gracias por los comentarios. Creo que para responderlos se pueden agrupar en tres grandes bloques.
El primero es que, evidentemente, la estructura partidista no es el único componente que explica la corrupción. Pensad que el leit-motiv de la entrada es el control electoral de los partidos en el poder. Otras consideraciones como si el bipartidismo afecta a la justicia, el rol que pueda jugar la educación (como se dice en #7), los medios de comunicación o la cultura política se han quedado deliberadamente fuera. He cogido solo uno de los muchos hilos del tapiz ya que la corrupción es multi-causal. Ahora, todo constante… ¿Sería menor si tuviéramos muchos partidos en vez de dos? La evidencia no respalda esa idea.
En el #4 se defiende la idea de que existe un dilema del prisionero, una situación subóptima en la que ninguno de los dos partidos tiene incentivos para cooperar en la sanción de la corrupción. Sin embargo, creo que esta lógica es difícil de mudar porque si se persigue la sanción electoral del oponente, al fin y al cabo, solo puede ganar uno de los dos partidos. Por lo tanto los incentivos son a denunciar antes que a no hacerlo, como pasa de hecho continuamente. Por mas que se concluya que más partidos es mejor, no se presenta un argumento que indique que se coordinarían de manera más eficiente que siendo dos, incluso si fuera un dilema del prisionero.
El segundo bloque de comentarios se refiere a las asunciones. Por supuesto, esto es algo problemático. Por ejemplo en #9 se han referido al hecho de que puede que los votantes no prefieran elegir a políticos honrados. Sin lugar a dudas, este tipo de modelos asumen elasticidad en los votantes y que no se benefician de la corrupción. Es verdad que los elementos ideológicos pueden ser un componente de anclaje que impida la accountability. Eso, en todo caso, no es algo nuevo. Si siempre se vota al mismo partido con indeferencia de lo que haga en el gobierno, no hay control. Pero en la corrupción o en cualquier otra materia.
Hay algunas ideas interesantes sobre institucionalización de partidos que se meten con este asunto ¿Es bueno que los votantes cambien mucho de partido? Depende, porque puede indicar tanto que hay mucho control electoral como que el sistema de partidos es un auténtico jaleo. Creo que en este tema hay todo un campo por explorar. Por otra parte, también se asume que los partidos siempre prefieren gobernar y tener poder lo que puede que no sea extrapolable a todos ellos.
El tercer bloque se mete con el tema de las autonomías. Es culpa mía, por acabar la entrada como lo hago, claro. Pero ojo, que en estos casos no solo hay una dispersión de la responsabilidad horizontal (pensad que suele haber más partidos a nivel autonómico que nacional) sino también vertical (La culpa es de Madrid). En estos casos se ha visto que el control político es mucho menor ya que en las CCAA ha habido muchísimos menos cambios de gobierno que en el Estado así que parece que hay algo aquí que no termina de funcionar…
Gracias de nuevo por los comentarios
Gorgias Marat,
Si, por favor, traeme donde se afirma tal cosa.
[…] el bipartidismo el mejor sistema para evitar la […]
[…] la pasada entrega me metí con el tema del número de partidos y si éste podía o no afectar al control de la corrupción. A raíz de la sección de comentarios, en la que ha surgido el ejemplo de varias autonomías, me […]
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