Masturbación intelectual

El precio de todo y el valor de nada

24 Oct, 2011 -

Estoy ya de vuelta de vacaciones y he escrito un par de posts en el exilio que iré publicando. Tengo además que escribir sobre repartición de la renta entre factores de producción. Intentaré reunir tiempo.

Uno de los primeros libros de ciencias sociales que me acuerdo de haber leído (Le régime politique de l’Union Européenne, de Paul Margnette) contenía una frase que se ha quedado grabada en mi memoria. Margnette reseñaba el debate sobre el déficit democrático de la UE y decía algo así como “Y entonces, los académicos de la teoría política redescubrieron algo que los politistas nunca habíamos olvidado: que los partidos políticos son esenciales para la democracia”. Creo que si me acuerdo de la frase es porque para el todavía abogado que yo era entonces, aquello era todo un golpe contra mi línea de aprendizaje basada en abstracciones, grandes principios y pensamiento deductivo.

Hace un rato leía en facebook un comentario que se indignaba por el bipartidismo diciendo que se trata de algo “poco democrático” porque “echan a gente del sistema”. Automáticamente yo he pensado en escribir algo intentando explicarle que los parlamentos con demasiados partidos tienen graves problemas de gobernabilidad. Si no lo he hecho ha sido porque me he dado cuenta de que, aunque yo lleve razón, es totalmente imposible que yo gane un debate de ese tipo.

Hablo de “debates de este tipo”, para referirme a esos debates como “seguridad vs. libertad”, “democracia vs. gobernabilidad”, “eficiencia económica vs. igualdad”, “estado vs. mercado”, “el valor de la vida humana”, “estabilidad vs. respeto de los derechos humanos”. Mi experiencia me dice que en todos estos casos las acciones e intuiciones de casi todo el mundo sugieren que, o bien se trata de falsos debates (es decir, dónde no hay un conflicto de verdad), o bien existe un tradeoff entre ambos valores. Si uno lo piensa de forma honesta y desapasionada, es bastante obvio que no existe nada parecido a libertad sin seguridad, que el valor de la vida humana no puede ser infinito (porque entonces nadie saldría a la calle por miedo a que lo atropellen), que todo el mundo cree que las sociedades demasiado desiguales son injustas pero todo el mundo prefiere vivir en EUA que en la China del gran salto hacia adelante, etc.

Sin embargo, esto es algo que, por alguna razón que espero que algún psicólogo freudiano me explique, nunca se traduce en el debate público dónde lo que domina es la ética de los grandes principios. Mi sensación introspectiva es que mis prejuicios me llevan a defender intuitivamente que “más democracia”, “más justicia”, “más igualdad” o “más libertad” es, en contra de lo que me dice el análisis desapasionado, siempre e incondicionalmente una buena idea y mi experiencia me lleva a comprobar que si no lo hago seré inmediatamente tachado de cínico, comeniños o, mucho peor, de ser de derechas. Cuando debato con alguien de mi cuerda, el debate casi siempre es un concurso de poses para ver quién es capaz de llevar la lógica abstracta de la teoría al punto más extremo.

La verdad es que no pienso que sea un problema de izquierdas o derechas, porque el debate estructurado al otro lado del espectro político parece estar basado en el mismo conjunto de abstracciones y exageraciones, dónde, esta vez, “los valores” suelen ser además estéticamente repugnantes. Llevar la “lógica de la igualdad” o el “respeto de los derechos humanos” al extremo me parece un error intelectual, pero idolatrar a los empresarios y el mercado o intentar medir el rigor por quién está más a favor de invadir países árabes no solo es un error, es una barbaridad.

Todo esto me hace pensar en muchas cosas. Lo primero es que el debate público, en contra de lo que pueda pensarse, tiende a estar polarizado en torno a poses ideológicas, eso que suele llamarse de forma tan zafia la “batalla de las ideas”. En esta dinámica, la “pasión”, la “firmeza” o “la fuerza de las convicciones”, es decir, algo que en general suele tener que ver con la cerrazón intelectual, el fanatismo y la incapacidad de ser honesto, son generalmente algo digno de admiración. A la inversa, el análisis matizado y desapasionado que es necesario para llegar a un diagnóstico razonable parece ser algo que sistemáticamente es expulsado. Leí por ahí que esto es una consecuencia de la dinámica periodística que preside la formación de la opinión pública: un periodista busca un relato coherente, un titular, un hecho, un lugar, una hora, un actor responsable, un juicio y una moraleja; las ciencias sociales, en cambio, nos hablan de complejidad, de muchas variables, de abstracción y de inconcreción.

Segundo, siempre pienso en mi formación científica como el corsé intelectual que disciplina y guía mis prejuicios ideológicos e intuiciones morales. Y lo cierto es que esta formación lleva siempre o casi siempre a una desmitificación, es decir, a una deconstrucción de las narrativas míticas, a una moderación de los planteamientos extremos y a un diagnóstico matizado. Esta visión desencantada del mundo es decepcionante cuando, como es mi caso –y espero que el de cualquier persona con un gramo de moralidad intelectual-, uno empieza los libros con un atisbo de esperanza, por pequeño que sea, de encontrar algún ingrediente de alguna receta mágica para salvar el mundo y lo que el libro le devuelve es invariablemente ambigüedad, incertidumbre y pesimismo. Es también una visión decepcionante, desagradable, para quién está acostumbrado a pensar en el mundo, no de forma científica, sino a golpe de juicios morales sin ambigüedad.

La realidad es casi siempre en política excesivamente sucia, ambigua y turbulenta para competir con la belleza de los principios y los relatos míticos y para la mayor parte de la gente –que incluye a la mayor parte de partidos minoritarios- ignorar la realidad macrosociológica en su discurso personal tiene un coste muy pequeño, así que la elección más racional consiste en mantenerse fiel a la teoría. Me hace gracia, siempre termino volviendo al conflicto entre la “ética de los principios” y “la ética de las responsabilidades”.


9 comentarios

  1. Creo que, sin hablar de ningún tema en concreto, es uno de los mejores posts que he leido en tu blog.

    En el fondo todo se resume en una simple decisión: creer en Dios (o en el imperativo categórico o en cualquier otra cosa que garantice la existencia de unos valores absolutos) o no.

    De ahí al hedonismo (o al cinismo, que es la versión intelectual del hedonismo) hay dos paso.

    Gracias por compartir tus pensamientos, sobre todo estos que son tan tristes. Estaba dudando en ir a ver por segunda vez una de Beckett, y ahora voy seguro 🙂

  2. Eleder dice:

    Comparto la admiración por el post.

    Pero, si he entendido bien el comentario de Sebastián, disiento de él. Se puede creer en unos valores absolutos, pero a la vez ser consciente de que la complejidad del mundo no permite «atajos» sencillos, y que con un mundo complejo hay que tratar de forma compleja.

  3. carlos dice:

    A veces algunos os ponéis en contra de la reforma electoral usando hombres de paja. No se pide reforma de la ley electoral sólo por motivos perrofláuticos y hay buenos motivos para estar en contra del sistema electoral actual.

    Para empezar, no es bipartidismo, sino bipartidismo imperfecto dependiente de nacionalistas. Le quita el derecho de veto y toda la representatividad a las 3as y 4as opciones nacionales, pero no impide que opciones regionales se erijan como los partidos llave para formar mayorías.

    ¿Qué sucede cuando a eso le juntas un modelo de Estado completamente abierto? Pues el cóctel explosivo que tenemos en España.

    Juntémosle a eso que el sistema electoral actual genera unas barreras de entrada altísimas. Tanto PP como PSOE se encuentran racionalmente a gusto en dicho sistema, por lo que actúan como cártel frente a alternativas. Ambos tocan poder entre autonomías y gobierno central siempre.

    Es decir, el sistema no genera todos los incentivos positivos que podrían obligarlos a mejorar, porque saben que están en un mercado con una competencia muy reducida.

    Pero en resumen, que no se me puede decir que el sistema se plantea para garantizar la gobernabilidad cuando muchos gobiernos han seguido quedando en manos de minorías y, encima, minorías nacionalistas. En EEUU o UK eso no pasa.

  4. Manuel dice:

    Ocurre también que la consecuencias de una decisión son imprevisibles,
    porque la experiencia anterior nunca es exactamente igual a la nueva
    situación. Y a veces la intuición funciona mejor, esta probado
    empíricamente con datos como te gusta a tí. Quizá citar a Punset
    no te guste como ya comentaste una vez, pero el que no quiere ver
    algo que está ahí no tiene toda la información…
    http://www.redesparalaciencia.com/62/redes/redes-4-la-intuicion-no-es-irracional

  5. antonio dice:

    ‘las sociedades demasiado desiguales son injustas pero todo el mundo prefiere vivir en EUA que en la China del gran salto hacia adelante’
    Desde luego, estos ‘economistas de mercado’. Mercados rescatados, claro. Un día de estos hazte una encuestilla y da elegir entre vivir en EUA y paises nordicos, a ver que te sale. ¿O la realidad no debe hechar abajo una buena teoria? En esos paises es donde tienes ‘una deconstrucción de las narrativas míticas, una moderación de los planteamientos extremos y un diagnóstico matizado’. Y en donde los economistas de mercado más innovadores han descartado hace muchos años que haya conflicto alguno entre ‘seguridad y libertad”, “democracia y gobernabilidad”, “eficiencia económica y igualdad”, “estado y mercado’. Habrá que estudiar (y practicar) más, seguro. Saludos,

  6. ¬a. dice:

    hola cives, no te había leído todavía, y me gusta lo que leo.
    Incidiendo en tu análisis recuerdo que no hace mucho aparecieron en los medios ciertas informaciones sobre la visión que tenían en China de la crisis occidental, interpretándola como causada no sólo por la adicción capitalista a la deuda, sino también como el producto de sociedades que no tienen buenos mecanismos para la implementación de las soluciones óptimas, creo que no llegaban a decir que el problema era la democracia, pero el sentido era ese. de hecho a veces se sabe cuál es la menos mala de las soluciones pero no existe un mando responsable; en otras, las soluciones son ambiguas y no sabemos cual es mala o biena pero la inacción nos paraliiza como sociedad. Hay que volver a Arrow.
    un buen dictador -popular-, cuánto mejor. de hecho si observamos la evolución política de nuestras sociedades podemos comprobar como el sentido que llevan es ése, lo que pasa que ahora debemos someternos al dictador malo -los mercados-, y por ello las políticas de los partidos mayoritarios y responsables se parecen cada vez más –ppsoe- o son posibles gobiernos fantoches -italia- o aparentes singobiernos sinquesenote -bélgica-.
    Sobre mi postura personal creo que contra todo relativismo debemos oponer el juicio objetivo, y este no se encuentra en un debate habermasiano sin fin, en donde todos tienen el mismo derecho a hablar –horror!!- y el deber de escuchar –sino esto se convierte en algo menos productivo que el 15-M-. El debate es positivo, la exposición de posturas también, pero con un orden y, sobre todo, con alguien que tenga la última palabra, más pronto que tarde, sobre lo que se ha de hacer. Y si bien la libertad es una de las necesidades del alma humana, también lo es la obediencia, recordémoslo. cuando se niega ésto, como hace el liberalismo más ramplón, acabamos en situaciones en las que lo que se niega es la realidad, como sucede cuando los economistas burgueses estudian economía industrial con bases teóricas microeconómicas, resultando lo que se dice en comicidad.

  7. Carlos Jerez dice:

    Hablando de ciencia versus narrativa mítica, Cives se te echa de menos hablando de las cosas «terrenales».

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