A estas alturas me parece que es bastante obvio que el PSOE no va ganar las elecciones el 20-N, haga lo que haga el candidato. Los últimos tres años de gobierno y la crisis económica mundial han convertido al partido en algo radioactivo para la mayoría de votantes. No hay nada que hacer.

Los votantes también lo saben, por descontado. No es que lean las encuestas (la mayoría no lo hace), pero es bastante obvio. Cuando ven a Rubalcaba prometer grandes ideas, diciendo que cuando él mande todo será distinto, la reacción más habitual supongo que será tomárselo a broma, sabien que nada de lo que dice sucederá.

La cuestión es entonces cómo uno puede hacer campaña ante esta realidad tan deprimente. No puedes ganar las elecciones, hagas lo que hagas, así que todo lo que digas va a sonar un poco ridículo. Quizás es hora de dejar de lado las proclamas de victoria, y empezar a decir de forma explícita que tu objetivo no es ganar las elecciones, sino evitar que el PP saque mayoría absoluta.

La verdad, no sé si funcionaria o si es una buena idea, pero creo que puede tener cierto sentido. Primero, porque no estás tratando a los votantes como borregos, algo que el candidato socialista lleva haciendo de forma sistemática los últimos tres meses. Segundo, porque no deja de ser un objetivo razonable, y puede que incluso hasta popular: el PSOE quiere ser el partido que desde la oposición ayuda al gobierno a aprobar reformas ambiciosas, pero que asegura que estas no hagan daño a los más débiles ni que estén cargadas hasta los topes de concesiones a los nacionalistas.

Obviamente, el mensaje no puedes soltarlo así directamente («votadme para que no pierda de mucho») pero sí puede empezar a aparecer en la campaña de forma un poco más indirecta. Rubalcaba puede hablar de ofrecer pactos de estado en temas importantes de forma obsesiva, por ejemplo, o pedir el voto para ser la voz de los más débiles ante una derecha que cree que va a controlarlo todo. No creo que todo esto le dé muchos votos (a estas alturas, ya me diréis) pero al menos le permitirá ir por España sin decir bobadas populistas vergonzosas, a la vez que refuerza su imagen de político adulto, responsable y serio, o lo poco que queda de ella.

Perder el PSOE perderá igual, claro está. Pero al menos no lo hará dando vergüenza ajena.