americanadas & Política

Observatorio del apocalipsis (VI): acrobacias extrañas

13 Jul, 2011 - - @egocrata

El debate sobre el límite de la deuda en Estados Unidos se ha metido en la fase de propuestas bizarras* hoy.

Todo empezó ayer, en la última rueda de prensa de Obama sobre las negociaciones. Por primera vez desde que empezó todo este pollo, la Casa Blanca salía con el mensaje inequívoco que ellos estaban dispuestos a aceptar billones de dólares en recortes de gasto, siempre que los republicanos accedieran al menos a subir algunos impuestos a las rentas altas. La idea es sencilla: el déficit el altísimo y el acuerdo es necesario, así que todo el mundo debe sacrificarse un poco. Los demócratas defienden que los que más tienen carguen con parte del coste, con subidas de impuestos el 2013; los republicanos se niegan rotundamente, hasta el punto de rechazar eliminar una (incomprensible) deducción para propietarios de aviones privados.

Es un mensaje sencillo y directo, patéticamente obvio. Es incomprensible que los demócratas no hayan utilizado este mensaje hasta ahora. Con esta pregunta directa a los republicanos tan simple («¿crees que las subvenciones fiscales a las petroleras son más importantes que las becas a estudiantes pobres?». Se escribe sólo) el debate deja de ser sobre si queremos más o menos deuda, y se convierte en uno de qué clase de gasto público prefieres proteger. Las encuestas señalan que los votantes son relativamente hostiles a acumular deuda, pero están totalmente en contra de recortar pensiones, Medicare o Medicaid. Y subir impuestos no es excesivamente impopular, siempre que sea a los más ricos. Como detallito final, Obama ha dicho hoy que si no hay acuerdo no puede garantizar que el gobierno pueda pagar las pensiones, un bonito recordatorio al electorado sobre las consecuencias reales de este conflicto. Si el debate se plantea así, los demócratas tienen ventaja.

Los republicanos tienen un montón de fanáticos tozudos en sus filas, pero no son tontos. Las encuestas señalan de forma consistente que los votantes creen que Obama está siendo mucho más conciliador en estas negociaciones que los conservadores, y que si se produce el desastre y hay impago serán ellos los que serán vistos como culpables. La intransigencia puede que haga felices a las bases conservadoras (gráfico imprescindible), pero no al resto del electorado. En vista que las negociaciones están encalladas, con un número espantosamente alto de congresistas de GOP totalmente opuestos a tocar una coma de impuestos, algunos miembros del partido están buscando una alternativa a subir el techo de deuda sin obtener nada a cambio.

El resultado es la increíblemente extraña, barroca y recargada propuesta de Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado y candidato al premio Franz de Copenhague de criaturas político-legislativas extravagantes. Explicar qué narices intentan es complicado, así que si os suena absurdo no os preocupéis; lo es.

La idea básica es que el Congreso autorizaría a Obama emitir deuda, pero en tres «bloques» distintos de 700.000, 900.000 y 900.000 millones de dólares. Cada vez que el Presidente quiere emitir deuda adicional, deberá enviar una petición al Congreso, que votará si quieren aprobarla o denegarla usando una figura parlamentaria llamada resolution of disapproval. Si la aprueban, el límite de deuda sube; si la deniegan, el Congreso ha prohibido por ley más deuda,  pero Obama puede vetar esa prohibición. El Congreso, en ese caso, puede intentar levantar el veto, algo que requiere una mayoría de dos tercios y es, en el contexto actual, imposible. Si no hay veto, el Presidente deberá además presentar al Congreso un paquete de recortes hipotéticos de gasto equivalente al aumento de deuda.

¿Suena ridículo? Lo es. La idea es que en vez de aumentar el techo de deuda ahora y dejarse de historia, lo que hacen es crear un extraño sistema que fuerza a Obama a pedir emitir deuda tres veces de aquí a las elecciones, y permite a los republicanos votar en contra entre grandes aspavientos, obliga al Presidente a votar la presunta rectitud fiscal de los conservadores otra vez, y encima fuerza a los demócratas votar en contrar otra vez para mantener el veto. Como regalito adicional, Obama debe publicar una lista de programas que eliminaría si tuviera que reducir la deuda, haciendo explícitas sus preferencias mientras que los republicanos no tienen que pronunciarse sobre nada en especial. Es como una rabieta de patio de colegio, realmente; ya que no se salen con la suya, el GOP quiere montar un complicado sistema diseñado para poder lanzar insultos de aquí a las elecciones.

Lo más surrealista de todo esto, sin embargo, es que es una solución (relativa) al problema real de un sistema que pone al Congreso demasiado cerca del botón de autodestrucción. Lo hace forzando al Presidente a someterse a una serie de votos estúpidos cada seis meses, ciertamente, pero al menos uno necesita una mayoría de dos tercios para cargarse la economía mundial, no cuarenta senadores. Es también una admisión en absoluto implícita que cuando los conservadores tienen que escoger entre controlar el déficit o proteger a los ricos, estos prefieren los segundo antes de lo primero, hasta el punto de estar dispuestos a ceder la autoridad sobre el techo de la deuda al presidente antes de decidir qué programas recortar.

David Kurtz señala, con cierta razón, que Obama haría muy bien en cantar victoria;  por mucho que McConnell se esfuerce en hacerles quedar mal, es una rendición. Como dice Jonathan Chait, es difícil saber si la estrategia de la Casa Blanca era meter a los republicanos en un callejón sin salida o si tienen cantidades ingentes de potra, pero la jugada les ha salido ridículamente bien. Los republicanos (o un sector de estos) están diciendo explícitamente que quieren subir el techo de la deuda sin condiciones. Es un regalo inmenso.

Por descontado, la cosa no acaba aquí. La mayoría de las organizaciones de base del partido han salido en tromba diciendo que McConnell es un vendido y que este arreglo sería una rendición intolerable. La oposición, sin embargo, no es en absoluto unánime, con no pocas voces y organizaciones relevantes (entre ellas, Grover Norquist, aunque dice que con matices, y el Wall Street Journal), y apoyos no entusiastas pero relevantes de otros líderes en el Congreso.  El plan realmente sacrifica concesiones concretas por teatro político, con los conservadores no consiguiendo nada de todo este conflicto. McConnell cree, con razón, que el debate se ha metido en una dinámica donde los republicanos no pueden ganar, pero vete a contarle esto al resto de iluminados en ese partido.

¿Qué sucederá ahora? A decir verdad, no lo sé. Los republicanos ya no son esa partido unificado e inflexible, sino que tienen un grupo indeterminado de moderados buscando la salida de emergencia. Los demócratas deberían buscarlos, cazarlos, pasar un arreglo mutante parecido a este engendro legislativo y cantar victoria. Otra cosa es que sean lo suficiente despiertos para hacerlo, o que los conatos de racionalidad del GOP basten para aprobar algo. Veremos.

*: sé de sobras que bizarro, según la RAE, no tiene el significado que le estoy atribuyendo. Me importa un comino. Estoy creando un neologismo vía calco del inglés, porque soy así de chulo.


2 comentarios

  1. Carlos Jerez dice:

    Con esto del límite de la deuda siempre me acuerdo del recorte de impuestos que se hizo hace unos meses, con aprobación de Obama para intentar dar un impuso fiscal (ya ves, para que lo ahorren) recortando mucho a los ricos y poquísimo a los pobres. Seguramente no hubiera bastado para tapar el agujero pero era una buen ayuda.

  2. […] entusiasmo (y encuestas a favor: los votantes prefieren alguna subida fiscal a todo recortes). La extrañísima propuesta de Mitch McConnell del lunes, que parecía muerta de salida, parece gozar de buena salud […]

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