Ayer saltó una noticia que pasó bastante desapercibida entre el Apocalipsis nuclear-geológico japonés y el desastre libio: Bruselas ha propuesto poner en marcha una ventanilla única para que:

La base tributaria de cada empresa se calculará según los Estados miembros en los que opere, basándose en una fórmula que contemplará tres factores: activos, mano de obra y ventas.

La UE ha recalcado que cada Estado será, como hasta ahora, soberano a la hora de marcar su tasa. Pero Irlanda denuncia que es un movimiento encubierto para avanzar hacia un tipo único. Ya sabemos que Irlanda hizo el agosto durante la última década y media con un tipo de IS realmente bajo, hasta el punto de que empresas como Apple facturan todas sus ventas españolas allí. Pero, sintiéndolo mucho por ellos (bueno, en realidad no mucho), ya va siendo hora de que Europa se tome en serio una alineación de criterios fiscales más fuerte. Sociedades e IVA son los primeros candidatos para ello, porque son relativamente fáciles de armonizar y constituyen una fuente clara de diferencias entre Estados. Tarde o temprano, acabará sucediendo (entre otras cosas, porque Alemania quiere que así sea).

Lo importante es que es el inicio de un camino que, salvando millones de dificultades, puede llevar a la UE a un modelo de relativa unidad fiscal, que quizás es lo que necesitamos: no quedarnos a medias.