Hoy viernes se publican las pruebas de resistencia del sistema bancario europeo, un paso más en esta lenta y chapucera depuración de la crisis financiera que empezó hace más de dos años. Es uno de esos momentos dramáticos con grandes cifras que chiflan a los periodistas, aunque la mayoría no entiendan de qué se habla, con hordas de gente seria con corbata diciendo que van a mover muchos millones y pasar grandes reformas para salvar grandes problemas.

Es importante, no lo voy a negar; ya he hablado mucho de ello. Lo que me temo es que estos grandes eventos hace que periodistas y políticos se olviden de cientos de pequeños problemas  más pequeños y quizás por separado no demasiado relevantes, pero que en agregado pueden hacer un daño enorme. Son todas esas políticas, instituciones y regulaciones que nadie ve, afectan a muy poca gente y parecen inofensivas, pero que tienen repercusiones tremendas en la economía en general.

Mejor lo explique con un par de ejemplos. Empecemos con un detalle relativamente secundario del sistema fiscal español que nunca nadie debate, la financiación municipal. Los ayuntamientos tienen un sistema fiscal completamente absurdo que crea toda clase de incentivos terroríficos, que van desde el urbanismo desatado cuando los políticos son moderadamente honestos a la corrupción desaforada en el peor de los casos.

En esos alegres años en que la burbuja financiera crecía sin cesar, las autoridades locales de media España básicamente no tenían el más mínimo motivo para combatirla. Los alcaldes españoles tienen voz en las diputaciones, y las diputaciones son el feudo de la mayoría de barones regionales de los dos grandes partidos. Ahora imaginad lo que oían en Génova y Ferraz sobre pasar reformas en la materia. Una pequeña ley, básicamente invisible pero realmente mal diseñada, crea una pequeña legión de políticos influyentes que trabajan por mantener un modelo productivo enloquecido.

La cosa no se limita a la burbuja financiera, por supuesto. El chabolismo desatado que hemos visto en muchas comunidades han creado una dispersión de la población tremebunda, extremadamente ineficiente. Madrid, por ejemplo, ha creado una montaña de suburbios lejanos de baja densidad a los que es muy caro llevar servicios y transporte público. Como resultado, una de las grandes ventajas de la capital (una red de metro fantástica) es utilizada de mala manera, con estaciones en sitios medio vacios. A medio plazo, esto significa electricidad más cara, impuestos más altos para pagar un metro infrautilizado, subiendo el coste de hacer negocios. Puede que un 2-3% extra no parezca gran cosa, pero puede ser la diferencia entre que inviertan en Madrid o se vayan con la música a otra parte.

Otra política pública que parece inofensiva son las universidades. No estoy descubriendo la mar oceana si digo que en España la educación superior no es precisamente estelar, o que las universidades parecen ser alérgicas a aceptar capital privado.

Imaginad, por un momento, que un hospital americano quiera aprovechar el (excelente) sistema sanitario español para abrir un centro de investigación asociado, y busca colaborar con una facultad de medicina en Valencia o Zaragoza. Cuando llegan, el decano les dice que encantados, pueden traer médicos y profesores, pero tienen que esperar a que la consejería autonómica acabe el papeleo (un año), el claustro lo apruebe, y conseguir no se qué autorización del claustro para permitir que una multinacional farmacéutica ponga pasta (con los consiguientes bramidos altermundistas sobre privatización inminente de todo lo que existe).

Tras esto, y si Dios quiere, alguien encontrará una figura legal que permita contratar a gente superexperta sin pasar por el filtro del sacrosanto tribunal de selección de la facultad y su aprecio por los amiguetes. Ah, y por descontado, aquí nadie puede cobrar más que el decano y su sueldo de funcionario. Eso de los salarios de mercado no se lleva.  No hace falta decir que la reacción instintiva de cualquier institución con dos dedos de frente sea irse al aeropuerto y largarse a Alemania o Inglaterra, que tienen sus manías pero al menos no están locos de atar. De nuevo, una ley más o menos inocente hace que el dinero no se invierta aquí, ya que parece que nos divierte hacer las cosas difíciles.

Son dos ejemplos, pero en España (*) tenemos leyes de esta clase a patadas. La justicia española en general es un cuello de botella escandaloso para toda la economía. La totalmente estúpida manía de regular horarios comerciales o no abrir en domingos (¿queréis una política de empleo fácil? Estoy seguro que hay montones de gente dispuestos a estar en el Corte Inglés el día del Señor), el impresionante barullo legal que es el sistema fiscal, AENA (en general), la SGAE, el oligopolio descarado que son las editoriales españolas (y su idea de «innovación«), el sector de las telecomunicaciones y su pésima liberalización, el sector energético, la falta de competencia en muchos sectores…  Hay una cantidad enorme de pequeñas leyes e instituciones que sólo tienen como objetivo hacer muy feliz al pequeño colectivo que protegen de la competencia, y añadir costes al resto.

Cambiar estas cosas no es demasiado difícil. Una reforma o dos no te dará medio punto anual de crecimiento en el PIB, ciertamente. La cuestión es que hay tantos pequeños detalles, tantas rigideces, tantos incentivos que pueden ser cambiados con muy poco esfuerzo (**) que en agregado la economía sí notaría los cambios. A veces los obstaculos al crecimiento de una ciudad o de una región son realmente mucho más pequeños de lo que pretendemos – con dejar de prohibir tonterías hay bastante. No estaría mal intentarlo.

(*): No es exclusivo a España, por cierto. Podría escribir un artículo igual de largo y con la misma cantidad de políticas absurdas sobre Connecticut sin problema. Sí, es un estado muy rico, pero no ha creado ni gota de empleo desde hace décadas – y lleva muchos años perdiendo población. La cantidad de legislación absurda es increíble, empezando por (casualidad) cómo se financian los ayuntamientos.

(**): Reformar las universidades no es fácil, lo sé. Para eso inventamos el napalm.


12 comentarios

  1. Buena, esta. No sé si es lo que te ha inspirado, pero en NeG publicaban ayer una nota sobre innovación y regulación autonómica. Pone datos y «cara» (sacados de una investigación más amplia) a lo que aquí apuntas.

  2. Lole dice:

    En el ejemplo del metro madrileño, cuando dices que la red está infrautilizada entiendo que conoces cual es el problea, pero creo que debo añadir una matización para que ningún lector ajeno a la ciudad interprete algo incorrecto (especialmente los habitantes de ciertas comunidades autónomas sedientos de agravios comparativos):
    No se trata que los vagones circulen medio vacíos. Si acaso, el problema es que en algunos suburbios con densidades media o baja, los trenes circulan con frecuencias odiosas, es decir, con tiempos de espera entre convoy y convoy enormes. En consecuencia, los convoyes circulan así considerablemente llenos y en horas punta rebosan. Obviamente una red de metro con frecuencias bajas es una infraestructura desperdiciada.
    Además, una red con poca frecuencia incita a los usuarios a pasarse al coche. Si se anticipan al atasco cotidiano, llegan mucho antes al curro.

    Lo que también es una clara infrautilización de la red es el hecho de que en hora punta los convoyes circulen horriblemente repletos en un sentido y medio vacíos en el otro.

  3. Roger Senserrich dice:

    Anda, se me pasó lo de NeG. Genial artículo.

  4. Burke dice:

    Lole, el problema del metro de Madrid es que es un transporte urbano y no interurbano, lo que no se puede es alargar líneas para que salgan de Madrid y que tengan sus paraditas cada kilómetro, porque entonces te tiras una hora para llegar al centro.

  5. Lole dice:

    Sí, estoy totalmente de acuerdo, Roger. Las prolongaciones que se han hecho son disfuncionales. Por contra, no veas lo bien que ha quedado Espe ante sus votantes debido a estas ampliaciones. Son un churro, pero nadie lo ve así.

  6. Miguel dice:

    Lole, Roger: ¿Podéis poner algún ejemplo de línea disfuncional? ¿Metro o ese tranvía suburbano mal llamado «metro ligero»? Llevo unos cuantos años viviendo en Madrid, y las ampliaciones generalmente han sido bienvenidas y muy utilizadas: la única que hasta ahora me ha parecido poco práctica es la de la línea 10 hacia el norte, con lo de tener que cambiar de tren en Tres Olivos y todo eso.

  7. Raúl S. dice:

    Como usuario del Metro de Madrid, insistir en lo dicho por Miguel. El metro ha llegado a zonas que normalmente pedían desde hace años que llegara hasta ahí el metro. Y han tenido mucho mucho éxito entre los votantes de cada sitio. Las paradas de Metrosur son utilizadísimas y han sido un gran acierto (más allá de que 2-3 de ellas las hayan puesto en sitios raros, pero en general tenían sentido).

    ¿El metro de Madrid está infrautilizado? ¿cual línea? Ni siquiera la 11 está vacía ni mucho menos.

    Lo que dices se aplicaría más a la Renfe: hay unas cuantas estaciones fantasma en las que nunca se ve a nadie y en las que no hay ni tornos (Pinar de las Rozas y similares).

  8. Lole dice:

    Raul S., Miguel.
    Antes que nada, yo también soy usuario del metro a diario.

    Roger se refiere (si no he entendido mal) a líneas dirigidas a zonas de baja o media densidad, que en consecuencia tienen poca frecuencia. Esto en si mismo es un desperdicio de recursos. Si haces una línea de metro, para que esté bien aprovechada tienen que circular convoyes cada cuatro minutos como máximo. Esto es lo que pasa en la prolongación norte de la línea 10, todo el metrosur, el mal llamado metro ligero y la prolongación este de la línea 7. Por supuesto, con frecuencias de 7 minutos o más inevitablemente los trenes van llenos.

    Burke (que no Roger, error mío) dice que esas prolongaciones no son prácticas: los tiempos de desplazamiento son enormes. Efectivamente, el metro no es el medio adecuado para comunicar la Almendra Central con los municipios adyacentes. Ahí lo que hace falta es el Cercanías.

    Por mi parte he puesto otro caso de desperdicio de recursos: las líneas que van atiborradas en un sentido y medio vacías en el otro. Es una consecuencia de la distribución no uniforme de residencias y servicios en el casco urbano.

    De todos modos, Metro Sur me parece una idea, pues vincula los municipios del sur entre ellos.

    ¿Que la gente recibe con entusiasmo la llegada del metro a sus barrios? Claro, ellos no pagan sus costes mayoritarios. Y si las frecuencias y el tamaño de los trenes no son insuficientes, siempre será mejor que nada. A caballo «regalado» no se le mira el diente.

    De Cercanías también habría mucho que hablar. Pero este no es el lugar adecuado. Sobre todo, porque el tema principal de la entrada de Roger no era el metro. Mejor no demos más la tabarra con este medio off-topic. Mea culpa.

  9. Las pequeñas reformas de las que hablas son las que destruirían el poder y privilegio de unos cuantos, y son precisamente esos los que bloquean cualquier reforma que modifique el status quo.

    la suma de esas pequeñas reformas es lo que yo, personalmente, llamo una verdadera revolución.

    Estupendo artículo.

    Gracias.

  10. Burke dice:

    Yo vivo en Coslada y para llegar a Madrid prefiero el autobús, a pesar de que tiene una frecuencia de paso de más de media hora (para un municipio de casi 100k habitantes, manda cojones), el metro sería una buena idea si se hubieran puesto cinco o seis estaciones y de ahí directo al centro de Madrid, en su lugar se han puesto tres estaciones que distan de cubrir la mayor parte del municipio y que han conectado chapuceramente con la línea 7, con lo cual para ir al centro de Madrid te puedes tirar el mismo tiempo que se tarda en ir en coche a Guadalajara.

  11. oalfonso dice:

    Lo que sucede es que estan llevando metro a barrios a los que tendria que llegar el cercanias. Pero se desarrollo el metro porque la CAM tenia competencias y no en cercanias.

    A mi como motores de crecimiento invisibles se me ocurren las farmacias, los taxis y los horarios de apertura.

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