Siguiendo los pánicos financieros en Grecia y los temores que rodean a España, la clase política de medio mundo ha encontrado su palabra favorita: austeridad. El mantra es recortar gasto, subir impuesto, evitar que aumente el déficit y la deuda, y dar tortazos a los desempleados, para que aprendan. La gente seria reduce presupuestos y toma decisiones heróicamente tacañas, en previsión de la ira de los mercados. La globalización exige sacrificios, etcétera.

Más qué sacrificios globales, me temo que la globalización sólo ha universalizado la estupidez. El discurso de austeridad es una retórica que han adoptado los políticos en todas partes, cuando en realidad realmente cada país es un mundo, y cada situación presupuestaria exige soluciones muy, muy distintas.

Básicamente estos días el mundo tiene dos clases de países:

1. Desastres potenciales a corto plazo: realmente hay muy pocos países en esta situación, y la mayoría de ellos son bastante evidentes. Estamos hablando de Grecia (que a efectos prácticos ya se la ha pegado), Irlanda (idem) y España. En el caso español, tenemos un 20% de paro y un sector financiero semipúblico (cajas) en situación potencialmente explosiva. Si no arreglamos ambas cosas relativamente rápido, es imposible que podamos pagar deuda, ya que tendremos bancos zombie en todas partes y un desempleo por encima del 10% durante al menos una década.

2. Desastres potenciales a largo plazo: la inmensa mayoría de estados ahí fuera tienen déficits públicos a corto elevados, básicamente nacidos de la recesión. En cuanto la economía vuelva a niveles de desempleo normales, el déficit se cerrará a niveles manejables sin demasiado problema.

La cuestión es, por descontado, el largo plazo. Estados Unidos volverá a déficits del 2-3% sin demasiado problema en un par de años, pero tiene el pequeño inconveniente que ese desajuste no desaparecerá de sus cuentas durante décadas. Es un déficit estructural, fruto de esos compromisos de gasto a muy largo plazo que tienen todos los estados modernos – sanidad, pensiones, y envejecimiento progresivo de la población.

En el caso americano, el envejecimiento de la población es un problema relativo (es el único país occidental con un crecimiento demográfico fuerte), pero el aumento de los costes sanitarios es mucho más grave que en Europa, merced del ridículamente ineficiente sistema de salud. La reforma de Obama en teoría deberá controlar estos costes, pero falta ver lo bien que funciona (creo que bien, pero el futuro es difícil de predecir, etcétera), y las pensiones no necesitan demasiados cambios para ser viables. El problema, claro está, es que el sistema político no parece estar demasiado por la labor de aprobar nada, y eso genera desconfianza.

Países como Francia, Reino Unido y Alemania se enfrentan a problemas parecidos, pero con escalas distintas. Alemania e Italia tienen unas perspectivas demográficas atroces (así que arreglar las pensiones será muy difícil), Francia tiene un sector público demasiado caro a largo plazo, y Reino Unido, a decir verdad, creo que es más un riesgo a corto que a largo, aunque no lo mencione nadie.

¿Qué dicen los «mercados» estos días? Lo cierto es que no están diciendo gran cosa a los países del segundo grupo, mientras sí se muestran admirablemente paranoicos con los del primero. Estados Unidos está pagando tipos de interés por debajo del 3% estos días al endeudarse a largo plazo, básicamente pudiendo pedir dinero por nada. Nadie parece estar demasiado preocupado por la salud fiscal de Alemania o Estados Unidos a corto plazo, ya que todo el mundo excepto los políticos parece ser perfectamente consciente que los estímulos fiscales mediante deuda sólo duran unos años, son pagados mediante deuda extraordinariamente barata y no afectan apenas la solvencia de las cuentas públicas a largo plazo.

Traducido a medidas concretas: hablar de austeridad a corto es una tontería en prácticamente todas partes, hablar de austeridad a largo plazo es necesario y algo que todos los políticos deberían plantearse de inmediato. Como vemos estos meses, sin embargo, parece que los políticos aceptan con extraño entusiasmo la crueldad a corto plazo (véase el ridículo nihilismo fiscal del Congreso americano), pero son patológicamente incapaces de hablar de cambios a largo. Los votantes no es que se estén cubriendo de gloria tampoco; la reacción en España contra la reforma de las pensiones se llevó garrotazos a mansalva, a pesar de ser mucho más necesaria y útil (y menos dolorosa a corto) que el recorte en las inversiones de Fomento.

Los políticos se están dedicando a hablar de austeridad, algo que es muy necesario discutir algún día – pero no ahora. Queremos ser virtuosos y adustos, pero por favor, no ahora; eliminar estímulos fiscales es algo que puede causar problemas graves, y todo por intentar arreglar el problema equivocado. No es el déficit – son los componentes estructurales del déficit. Es increíble que haya tanta gente que no parezca querer entenderlo.

Por cierto, los problemas estructurales a largo de España a largo plazo son los mismos: una sanidad que ahora mismo es artificialmente barata (a base de pagar muy poco a los médicos, algo no del todo sostenible), una pirámide demográfica horrible y un sistema de pensiones que necesita cambios. El desastroso mercado laboral hace todo esto aún más difícil de pagar.


4 comentarios

  1. citoyen dice:

    Qué te parece añadir Italia a la lista del primer grupo? http://www.gurusblog.com/archives/italia-problemas-deuda-publica/30/06/2010/

    ¿Y Bélgica?

  2. […] Mi vecino de bitácora se pregunta por el problema de la consolidación fiscal. Algo que subraya, aunque en mi opinión no lo suficiente es que, aunque la reducción del déficit sea un problema a corto plazo, lo que realmente importa no es el déficit, es la sostenibilidad fiscal que es un problema a corto medio plazo. […]

  3. […] más desesperante, de todos modos, es la obsesión de Rajoy por el déficit público. Es un tema importante, ciertamente, pero ni es urgente ni es la causa de la crisis económica, y reducirlo no va a […]

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