La semana pasada hablábamos sobre cómo el activismo digital se parecía cada vez más al viejo y aburrido ejercicio de relaciones públicas en el mundo analógico. También repasábamos como el utilizar voces más personales y menos reglamentadas es muy efectivo generando confianza y lealtad, pero tiende a confundir el mensaje ante el público y abre el partido o organización a que algún cargo intermedio diga alguna burrada.
Hoy tocaría hablar, previsiblemente, sobre cómo podemos hacer una síntesis entre una estrategia descentralizada y una disciplinada, explicando como una maravillosa gestión de community management y otro perroflautismo moderno puede darte lo mejor de cada casa. El problema es que no estoy del todo seguro que eso sea posible – y de hecho, creo que ambas clase de campañas son útiles en distintos contextos y con distintos objetivos.
Empezaremos, si acaso, con un ejemplo bastante obvio: esta misma bitácora. Entre los dos polos de estrategias de comunicación, Materias Grises (y nuestros vecinos por Neoprogs), estaría posiblemente en el lado gafoso/ va por libre de la escala. Estoy más cercano al partido del gobierno que al de la oposición, pero suelto galletas en dirección a los míos bastante a menudo, a veces acompañadas de extrañas reflexiones con montones de jerga económica.
Ahora imaginad que con este punto de partida, un servidor intentara organizar una manifestación a favor de alguna política pública específica. Aparte que nuestros eslóganes serían magníficos («Por una liberalización real del mercado de servicios aplicando la directiva europea para abrir sectores a la competencia de forma real», «El mercado de trabajo tiene que ser reformado siguiendo el modelo diseñado por Blanchard», «Los trenes molan») estoy relativamente seguro que nuestro glorioso movimiento social atraería unos ocho manifestantes, probablemente atraídos por el magnífico café en el local donde hemos convocar el evento. Los ocho tipos estarían muy bien adoctrinados en las gloriosas doctrinas del neoprogresismo, por descontado, pero el poder movilizador de nuestra flamante red de bitácoras modestamente gafosas sería bastante patético.
Ahora dadle la vuelta al asunto, y pensad en un sitio estilo Hazte Oir o los alegres Tea Parties que decide organizar una charla coloquio con sus lectores y blogueros sobre la crisis del sistema financiero y la refundación de la derecha española. Aparte que tendrían ocho o nueve asistentes, estoy bastante seguro que el nivel de debate sería bastante pedestre, con la mayoría de ponentes repitiendo consignas sin demasiada imaginación. Ambas organizaciones son muy efectivas utilizando internet de la forma más efectiva posible (haciendo el troll) y son capaces de sacar 10.000 personas a la calle sin despeinarse, sin preocuparse demasiado en crear estupendos debates chutafísicos.
El primer paso antes de pensar qué clase de activismo queremos es, por tanto, cuál es nuestro objetivo. Si queremos crear debate gafoso profundo, convencer a las élites y aquellos influyentes dentro de su circulo de contactos (nota al margen: lo de influencers es un pamplina, por cierto. Pero eso es para otro día) y centrarnos en la persuasión, lo que queremos es una red de opinadores descentralizada, con el partido/sindicato/ONG coordinando y enriqueciendo el debate. Si lo nuestro es la movilización social, sacar gente a la calle, crear histerismo entre las bases y tener a nuestros militantes listos para ir a votar o manifestarse, queremos una estrategia más centralizada y con mensajes más uniformes, con un ecosistema más cerrado.
Por extraño que parezca, si realmente queremos organizar un movimiento social que saca la gente a la calle y protesta cuando le pedimos, nuestra estrategia en la red será mucho más mensajes desde arriba y repetición constante que alegres disquisiciones persuasivas. El poder del trollismo, desatado; nada de sútiles debates democráticos intentando llegar al nirvana político. Gracias a internet, coordinar el mensaje y los eventos montados por tus militantes es infinitamente más fácil, y puedes confiar mucho más en voluntarios que antes, pero la estrategia básica no habrá cambiado demasiado.
Queda una pregunta obvia: ¿Qué papel tienen los debates gafosos descentralizados en la red, y qué aportan al activismo de una organización política? La respuesta es un poco complicada, y no estoy seguro que sea del todo satisfactoria (esto es, que seamos demasiado útiles). Pero eso, como de costumbre, lo dejamos para la siguiente entrada.
A la manifestación sobre que los trenes molan, me apunto.
Me gustaría que en un postproximo, desarrollaras la idea de que no te crees lo de los influencers, porque me has dejado pensante.
Saludos,
Javi
(@Treintanyero)
A veces las dos estrategias no son incompatibles y ambas necesarias. Hay batallas a largo plazo que se ganan gafapasteando y otras que requieren ir más a lo emocional.
Como en toda guerra hay que ir conjugando táctica y estrategia. Cuando explicas de manera amena y laudatoria las políticas del PSOE, te suelen preferir a sus argumentarios.
Además, hay gente para todo. El que que es troll, es que le gusta ser troll y no otra cosa. Hay que contar a partes iguales con el debate gafoso y el hooliganismo. Lo difícil es saber con cuánto cuentas de cada cosa.