Ha sido divertido leer la desesperación y el desasosiego de los comentaristas británicos estos días, exclamándose que cuatro días después de las elecciones aún no tenían gobierno. El quinto día, para alivio de todos, Camaron y Clegg finalmente llegaban a un acuerdo, y en apenas unas horas el Reino Unido tenía un nuevo Primer Ministro.

Para lo que están acostumbrados, es una transición larga. El cambio de Primer Ministro normalmente se hace el día después de las elecciones, casi literalmente en 24 horas, sin gobiernos en funciones ni transiciones que valgan. Pueden hacerlo así primero porque casi siempre las mayorías parlamentarias son claras, segundo porque el partido de la oposición está organizado en forma de shadow cabinet (gobierno en la sombra), con políticos ya «designados» como futuros ministros (algo que deberíamos importar en España, por cierto), y tercero, gracias a Sir Humphrey Appleby.

¿Recordáis Yes Minister, la genial serie de la BBC? Un ministerio británico es, casi literalmente, un 99,9% funcionarios de carrera. Cuando hay un cambio en 10 Downing Street, el nuevo ministro no necesita (¡ni puede!) designar cargos políticos. El tipo llega a la oficina con un secretario, un enlace con el partido, y básicamente nada más. El Secretario Permanente del ministerio (equivalente a Secretario de Estado) es un tipo que lleva en un despacho en Westminster desde hace décadas – tradicionalmente una criatura de Oxbridge trabajador, apolítico y que conoce todo lo que sucede en el ministerio al dedillo. El sistema de reclutamiento de funcionarios británico es sorprendentemente efectivo, según dice la leyenda.

Sobre el nuevo Primer Ministro, no tengo mucho que decir. Cameron no me disgusta demasiado, y creo que Clegg ayudará a controlar desvaríos Thatcheritas. Aunque sé que el sistema electoral está desfasado, me sabrá mal que lo reformen; tengo un aprecio irracional a su historia y simplicidad.

Políticamente, Clegg está tomando un riesgo importante; tradicionalmente en los gobiernos de coalición el partido minoritario se pega un revolcón en el siguiente ciclo electoral. Si las cosas salen bien, el Primer Ministro tiene un altavoz mucho más grande y ruidoso para ponerse medallas;  si salen mal, siempre puede echarle la culpa al obstruccionismo de sus socios. Por descontado, un cambio en el sistema electoral hará que un peor resultado les acabe dando más escaños, así que es probable que el invento les funcione bien. Cuando tengamos un texto del acuerdo y listas de medidas económicas, hablamos de ello.  Están aún concretando detalles.

Sobre potenciales problemas de estabilidad de gobierno, crisis y demás, el riesgo está ahí, pero no creo que sea demasiado grave. En Europa vemos gobiernos de coalición constantemente, al fin y al cabo, y no se nos caen las uñas. Por si tenéis curiosidad, sí, hay estudios de efectividad y duración comparativa entre coaliciones y gobiernos monocolor. Por lo que recuerdo (puede buscar enlaces si os ponéis pesados), las coaliciones dan cifras de crecimiento económico y desempleo parecidas a sus colegas unitarios, son ligeramente mejores reduciendo el déficit público (¡en serio!), y tienden a durar un poco menos en el poder, en gran medida porque el presidente se muere de ganas de echar a sus socios del gobierno en cuanto puede ganar en solitario.


4 comentarios

  1. Ian Curtis dice:

    Puede que [los LibDems] en las próximas saquen menos votos, pero ten por seguro que van a sacar más diputados. Ellos no quieren votos, quieren diputados (evidentemente). Mira lo que ha pasado ahora: más votos que en 2005, menos diputados. Están hartos: eso de sacar el 79,51% de los votos laboristas y sólo el 21,52% de los escaños de ellos no mola nada.

    Por cierto, el cambio no va a ser la panacea [para ellos] (no es sistema proporcional). Pero mucho mejor que ahora.

    Bueno, en fin, a ver cuánto tarda Clegg en decepcionarme -sí, ya sé, los LibDems no son liberales, son un raro combo socialdemócrata-liberal… pero me gustan… no me pregunteis por qué.

  2. Alatriste dice:

    Ya veremos. Se merecen una oportunidad, esos tradicionales 100 días de gracia… pero creo que no los van a tener. La crisis no espera a nadie, los van a poner en el disparadero desde ya.

    Lo que no me ha gustado nada es eso de blindar la legislatura (o todas las legislaturas desde ahora, no me ha quedado claro). Es decir, que las próximas elecciones serán obligatoriamente en mayo de 2015, Cameron no podrá adelantarlas pase lo que pase. Supongo que en muchos sentidos es comprensible que Clegg quisiera ciertas garantías pero esa deconfianza entre «recién casados» es un augurio muy malo para el futuro.

  3. Lamidaeff dice:

    «Bueno, en fin, a ver cuánto tarda Clegg en decepcionarme -sí, ya sé, los LibDems no son liberales, son un raro combo socialdemócrata-liberal… pero me gustan… no me pregunteis por qué.»

    Ha de ser porque lees El Pais y eso ha corrompido tu mente haciendo que te decantes por el expolio fiscal y la servidumbre entusiasta.

  4. Marc Fargas dice:

    «alivio de todos, Camaron y Clegg»

    Lo del CamAron es a posta? 🙂

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