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Teatro, demócratas y reforma de la sanidad

24 Feb, 2010 - - @egocrata

Hace mes y medio dejamos la reforma de la sanidad en Estados Unidos en estado de crisis, víctima del súbito ataque de pánico de los congresistas demócratas tras perder un misérrimo escaño en el Senado. En las últimas dos semanas, sin embargo, la ley parece haber vuelto a la vida, lenta pero segura, y esta semana vuelve a ser motivo de debate y discusión, con la Casa Blanca trabajando duro para que sea aprobada. ¿Qué ha sucedido para que esto sea así?

Empecemos por una crónica de las últimas semanas – esta es un buen punto de partida. Primero, los demócratas se calmaron un poco. Tras los alaridos desesperados de los primeros días, el partido entró un poco en razón. Jonathan Chait lo explica bien aquí; básicamente, es más lógico y racional que aprueben algo, lo que sea, que suicidarse políticamente víctimas de un miedo desatado.

Hace tres o cuatro semanas, la ley volvió a aparecer en el debate político. Los medios la habían dado por muerta, pero Obama empezó a volver a hablar de ella.  Primero fue en el discurso sobre el estado de la Unión, dando una cordial bronca a sus compañeros de partido. Después entre bastidores, con Pelosi y Reid (los líderes demócratas en ambas cámaras) empezando a contar votos. Finalmente, de forma brillante por  el mismo  presidente  en su épico debate / masacre dialética con los republicanos en Baltimore, en una intervención digna de cierta serie televisiva de ficción. Obama estaba en la calle, hablando de la necesidad imperiosa de aprobar la reforma, retando a los conservadores a salir al
ruedo y ofrecer ideas. Para acabar de reforzar el mensaje, las aseguradoras, en un ejemplo de torpeza épica, anunciaban increíbles subidas de precio (¡39%!) esos mismos días.

Volvamos al procedimiento legislativo americano, recordandocómo se aprueban las leyes en Estados Unidos: las dos cámaras tienen que votar a favor del mismo texto, y el Presidente tiene que firmar. En la reforma de la sanidad, los demócratas tienen dos textos distintos realmente muy parecidos entre ellos, tienen un acuerdo más o menos decente entre ambas cámaras sobre cómo sería la ley final… y no tienen los sesenta votos necesarios en el Senado (recordad que los republicanos están abusando del filibusterismo como posesos) para aprobarla utilizando el procedimiento normal.

Eso no quiere decir que no haya una salida. Para aprobar una reforma, los demócratas necesitan hacer dos cosas. Primero, la Cámara de Representantes tiene que aprobar la propuesta de ley aprobada por el Senado. Segundo, el Senado tiene que aprobar una serie de enmiendas a su propia ley que recojan los cambios pactados con la cámara baja, utilizando un procedimiento llamado reconciliación (mayoría pura) que evita los bloqueos vía filibusterismo. El problema, por descontado, es que los representantes no se fían de lo que haga el Senado, y quieren garantías que si aprueban el texto de sus «amigos» de la cámara alta (nota: no se aguantan) estos cumplirán con su palabra y cambiarán las cláusulas que consideran inaceptables.

Llegamos a esta semana. La Casa Blanca tiene dos objetivos. Primero, convencer a sus compañeros de partido que dejen de correr despavoridos, paren de apuñalarse unos a otros y se decidan a aprobar una reforma que necesitan desesperadamente (leed aquí por qué; Jonathan Bernstein lo explica mejor que yo). Segundo, necesita dar una cobertura política a su compañeros de partido, vendiendo agresivamente la ley a un público no demasiado convencido. La gente dice estar en contra de la ley en general, pero está a favor de las medidas que esta incluye; mejor comunicación (y el efecto que tiene una victoria legislativa en indecisos; «lo que gana, es bueno» es un lógica muy extendida) es algo necesario.

Para vender la reforma, la Casa Blanca ha convocado una cumbre bipartidista este jueves. La idea es tener un debate público con el Presidente y gente de ambos partidos, discutiendo y presentando ideas para mejorar la reforma. El lunes Obama presentó su propuesta, una combinación de los textos del Senado y Cámara de Representantes que («curiosamente») está cerca del consenso entre ambas cámaras (nota al margen: es la primera vez en todo el proceso que la Casa Blanca presenta un texto concreto), y retaba a los republicanos a que hicieran lo mismo.

Por descontado, los republicanos realmente no tienen nada que poner sobre la mesa (sus dos «grandes ideas» son o irrelevantes o peligrosas) y no tienen mucho que discutir; su oposición a la reforma ha sido básicamente una serie de alaridos irracionalistas, no una cuestión de principios. La ley incluye una cantidad tremenda de ideas conservadoras; de hecho, es un calco del modelo de Mitt Romney en Massachusetts (que ha funcionado bien) hace unos años. Si tienen que debatir en público, se los van a comer con patatas, así que llevan toda la semana a la defensiva, diciendo que la cumbre es puro teatro.

¿La verdad? Están en lo cierto. El debate de mañana es totalmente ficticio y básicamente artificial, ya que los demócratas están peleándose para aprobar la ley por si sólos. La táctica, sin embargo, parece que va a conseguir dejar a los republicanos en ridículo – en cierto sentido los demócratas están pagando con su propia medicina el alocado teatro del absurdo conservador de los últimos meses. De momento parece que los medios (Fox News excluído, pero esos son imposibles) se han tragado el invento de la Casa Blanca, y están muertos de ganas de ver la carnaza el jueves, en una partida que Obama tiene básicamente ganada.

Queda la segunda parte, atizar a su propio partido. De momento, están avanzando sin prisa (de hecho, con muy poca prisa) pero sin pausa, trabajando para aprobar la ley. La Casa Blanca está repartiendo tortas y dando caramelos con entusiasmo, intentado evitar que el entusiasmo de la izquierda pierda votos de los moderados del partido (muy a mi pesar, la public option está muerta), y mediando con energía y decisión ante todo conflicto. Obama realmente está utilizando su capacidad de atraer y dirigir el debate con energía estos días, dejando claro que quiere una ley.

¿Quiere decir esto que veremos una reforma este año? No tan rápido. Hace un mes le daba un 30% de posibilidades; hoy quizás subiría a un 50%. Como dice Ezra Klein, estamos hablando del partido demócrata, con su capacidad casi infinita de estrellarse contra obstáculos imaginarios; la reforma sigue teniendo que superar obstaculos considerables. Veremos cómo van las cosas el jueves, y si cómo se porta el partido político más desorganizado del mundo cuando toca demostrar algo parecido a coraje.

Aun así, hay partido. Esto no se ha acabado.


2 comentarios

  1. Marc Fargas dice:

    Se podrá decir que la izquierda ya no tiene discurso o que va de capa caida. Que los demócratas eso, que los demócratas aquello, pero a ambos lados del charquito su manejo de los marcos y los tiempos es *Sublime*.

    Obama le pega un repaso a los republicanos, luego les tiende una trampa preciosa y ahí están, enganchados sin saber como salir. El no no no no ya no les sirve porque la trampa les pilló…

    Y aquí tenemos a un presidente que digamos lo que digamos logró convertir un debate sobre la crisis a un debate de lo mala que es la oposición, para que tengan que dejarse de no no no no no.

    Solo veo una diferencia, Obama aprueba (o intenta aprobar) cosas. Aquí, de momento, sin resultados.

    Eso si, quien diga que la política es aburrida que se vaya, el festival es tremendo! Aquí sobre todo 🙂

    AH. Gracias Roger por mantenernos al día de la reforma sanitaria, si tenemos que hacerlo con la prensa local estamos fritos! Gracias!!

  2. Heathcliff dice:

    La cuestión, Marc, es que esas trampas funcionan hasta cierto punto.

    Cuando la gente no llega a fin de mes, deja de poensar y castiga al partido gobernante.

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