El otro día, hablando con un par de amigos estas vacaciones, comentábamos con cierto pesar que los partidos de izquierda en Europa son incapaces de contar historias. Los viejos partidos socialistas no encuentran una narrativa, una explicación coherente de qué quieren hacer; no parecen tener una historia que contar a los votantes para convencerles que les voten.

Parte del problema es que en Europa, la izquierda ha ganado de forma decisiva. Todos los países del continente tienen unas instituciones que son sacadas palabra por palabra del programa de los partidos socialdemócratas de entreguerras: tenemos sanidad universal, sistemas de pensiones públicas, educación pública desde el parvulario hasta la universidad, servicios sociales para personas dependientes, prestaciones de desempleo, mercados de trabajo regulados, vacaciones pagadas y transporte público estupendo. Si un aguerrido militante del SPD en 1890 viera el estado de bienestar de un país europeo medio hoy en día, se desmayaría de emoción.

La gran pregunta, el gran problema es ¿y ahora qué?. Los socialistas europeos siempre pueden decir que tenemos las bases del sistema sobre la mesa, pero que debemos ir un poco más allá, pero ese no es un mensaje especialmente atractivo. Hacer campaña con el eslogan «hagamos que la igualdad de oportunidades de Francia se acerque a niveles canadienses» defiende un objetivo cierto y necesario, pero no sé si es realmente fácil de vender. El discurso de la izquierda tradicionalmente ha sido de conquistas sociales, de batallas ganadas, así que defender la lenta épica de la mejora gradual de la educación preescolar y compatibilizar trabajo y familia suena como un paso atrás. Si las «conquistas» son chapuzas regresivas heredadas de régimenes políticos pasados (cof- mercado laboral -cof) ya mejor ni hablar.

¿Qué tiene que decir ahora la izquierda? ¿Cómo se defiende un partido que realmente ha cumplido con prácticamente todo lo que tenía en la agenda? El partido socialista puede decir que debemos seguir mejorando la gestión y calidad de los servicios sociales, por supuesto, y en eso tendrá toda la razón del mundo. Se puede hablar de mejorar la igualdad de oportunidades (el objetivo real de mejorar el estado del bienestar), pero ese es un objetivo tradicionalmente conservador, no progresista. Hablar de redistribución o acabar con la pobreza sonaba bien en el siglo XIX, pero no genera ya la misma urgencia.  Si quiere que los votantes le sigan a medio-largo plazo, sin embargo, y no sólo que le den el poder cuando la derecha comete alguna estupidez éspectacular, es hora de decir algo nuevo.

Aquí es cuando empiezan los problemas, sin embargo. Preguntad por ahí, porque realmente no tengo ni idea; no sé realmente qué contar. Los objetivos finales de la izquierda (una sociedad más justa y más igualitaria, donde la igualdad de oportunidades es real y riqueza es compartida por todos) siguen siendo válidos; las políticas públicas recetadas han funcionado bien – a la vista están los resultados. Los indicadores sociales (pobreza, esperanza de vida sin enfermedad, igualdad, movilidad social, etc…) en Dinamarca, Suecia o Canadá son espectaculares; incluso en países donde los cristianodemocrátas hicieron el trabajo (Francia, Alemania, Italia) los resultados son muy buenos. Vender la mejora gradual de lo visto, sin embargo, es difícil que emocione a alguien – y así le va a la izquierda europea ¿Qué queremos que sea la izquierda? ¿Qué queremos que nos defina?

Se me ocurren varias cosas, pero no hay nada que realmente me convenza. El discurso ecologista es nuevo, pero no emociona demasiado; además, la derecha lo ha abrazado con entusiasmo a la que ha visto que daba votos. Inmigración, ciudadanía global y globalización responsable son temas que no llevan a ninguna parte y no quieren decir gran cosa. Hablar de justicia social e igualdad es fantástico, pero no tenemos mucho que añadir a la agenda ya; tenemos incluso matrimonio homosexual, y el resto es cuestión de poner más dinero (y cobrar más impuestos) para mejorar servicios. La pobreza, en sociedades con tasas bajas, no es visto como un problema urgente. El desempleo… bueno, realmente mejor no hablar, en vista de la cobardía del gobierno español en este aspecto.

Lo único que se me ocurre (y sigue sin convencerme), es construir sobre los cimientos de algo en que la izquierda sí tiene discurso, y sí ha sido efectiva defendiéndolo: las ciudades. José Rodriguez tenía una entrada excelente sobre el tema hoy, precisamente hablando sobre cómo el PSC se había olvidado de ello en los últimos años y está volviendo ahora a las raices. Ignorad los juegos olímpicos (que no me convencen), pero pensad un segundo qué alcalde, qué idea de ciudad es el modelo a imitar en las últimas décadas. Exacto, Pasqual Maragall, y su etérea, rimbombante, vaga pero treméndamente efectiva idea de Barcelona.

No, lo de Barcelona no es un mito. Y sí, se de sobras que la ciudad tiene problemas , la cosa desde dentro es un poco menos mágica y eterea y que el ego de los políticos locales es ligeramente desmesurado. Sin embargo, he oído hablar a gente en Estados Unidos del «modelo Barcelona», y la idea de hacer una ciudad siguiendo ese estilo está ahí fuera. En cierto sentido el discurso es muy maragalliano (vago, grandilocuente, improvisado, brillante y un tanto chapucero), pero la idea de sociedad detrás es algo que quizás merece ser considerada más allá de la política local.

¿A qué me refiero? Leed el artículo de José Rodriguez. Ahora, quitadle la retórica local, y pensad en ello como un proyecto, un discurso de gobierno más generalizado. La idea de una ciudad humana, amable, tolerante, densa, diversa, con servicios cercanos, creativa, vibrante e innovadora es algo atractivo. El modelo de transformación a base de mejorar, de añadir, de construir sobre lo hecho, de urbanismo que sirva para crear comunidades y conexiones es algo que pertenece a la izquierda (y lo hemos hecho bien). La idea de crear conexiones, de ver la sociedad como algo que nos une, no una serie de mundos separados es muy válida y potente.

¿Problemas? Primero, es muy urbanita, lo sé de sobras. Me parece que esto es una ventaja, sin embargo; Europa es una sociedad urbana y ahí es donde están los votantes  (y a mí el campo me importa un pimiento). Segundo, es un discurso un tanto buenista; a escala nacional, puede que suene a comunitarismo new age. Tercero, es un programa de gobierno, sí, pero es un modelo de urbanismo, no de país. No sé hasta que punto podemos hablar para toda España en este sentido. Cuarto, y más importante, con el paro al 18% tendrá un efecto parecido a leer a Cicerón en todos los mítines, la gente lo ignorará completamente. Son fines a largo plazo, palabrería bonita, justificaciones y objetivos para un programa de gobierno en abstracto en un país con una sobrecarga de problemas reales.

Sin embargo, no creo que tengamos que pensar en esta clase de discursos y debates con la vista en las elecciones; la idea es un poco más ambiciosa. La izquierda debe preguntarse de nuevo qué quiere ser de mayor; cómo queremos que las sociedad sea de aquí 30-40 años. Y tenemos que contarlo, gente, tenemos que contarlo (*).

(*): Sé de sobras que el nivel de perroflautez del artículo es elevado, pero es algo que le llevo dando vueltas una temporada y no encuentro ninguna respuesta que me haga feliz. Confio que en los comentarios me sigáis la corriente – o que me expliquéis por qué toda esta disquisición de barra de bar no sirve de nada. La mayoría de entradas surgidas de una charla con cervezas no valen gran cosa, al fin y al cabo.


19 comentarios

  1. Si usted cree que se ha puesto perroflauta, le recuerdo el artículo que escribí hará un par de meses: http://ruinaimponente.blogspot.com/2009/11/comunistas.html

    Pero, en efecto, es un objetivo a medio y largo (más bien largo) plazo (aunque, si no he leído mal, es lo que usted pide)

    En todo caso, el artículo es correcto, pero no me convence. Si la ciudad se desarrolla con un propósito – idea que comparto plenamente – ese propósito debe tener «punch». El «convirtámonos en una ciudad europea» de Maragall tenía ese «punch»; la engorrosa lista de siete puntos del alcalde Hereu, no. Usted y yo, como frikis gafosos que somos, entendemos qué se quiere decir con «lograr nuevas conectividades». Asúmalo: somos los menos.

    Nos volvemos a encontrar con el mismo problema de siempre: hacer llegar a la ciudadanía la idea de que ellos son la parte más importante de cualquier ciudad y que su participación no sólo es bienvenida sino necesaria. Y aquí son necesarias ideas-fuerza sencillas. La izquierda, últimamente, piensa en demasiado grande: las ideas-fuerza no existen o son un refrito de frases hechas. Y cuándo la izquierda pierde su oportunidad, aprovechan el hueco populismos de la más variada clase, cuyos efectos no hay que explicar.

  2. Pablo dice:

    En mi opinión, si la izquierda estuviera buscando unos nuevos objetivos a gran escala, si de verdad se estuviera preguntando ese ¿y ahora que? la respuesta creo que debería buscarla no en «que más podemos conseguir nosotros», sino en «de acuerdo, ahora consigamos esto para los demás».

    Me explico. Creo que si quisieran volver a esa visión de avance social a gran escala, los partidos de izquierda de los países desarrollados deberían intentar sobretodo conseguir una mejora de los países menos desarrollados. Para mí sería el siguiente paso lógico, el cual, no obstante, tampoco espero que tomen. Entre otras cosas porque no creo que ahora la izquierda (ni la derecha) estén deseosos de buscar grandes planes ni grandes ideas. Ahora lo que se trata es de buscar ideas rápidas que permitan ganar ventaja en el próximo barómetro de opinión.

    Porque la política se enfoca cada vez menos a las próximas décadas o próximos mandatos. Cada vez más se enfoca hacia la próxima encuesta.

  3. Someone dice:

    Creo que vas por buen camino, de hecho, la tríada ciudad-Europa-izquierda es coherente y real. En cierta medida, yo había pensado de hacer la ciudad como emblema de Europa, lo que nos diferencia, lo que nos caracteriza, es una diversidad pero una ordenación del territorio «similar» aunque no mimética. Además, es en la ciudad donde ganamos más. Mucho de lo que nos identifica (transporte, educación, sanidad, etc… PÚBLICO) es mucho más viable en el mundo urbano.
    Sin embargo, creo que deberíamos darle un halo utópico al tema, un barniz que lo haga más vendible aunque onírico. Yo me imagino una ciudad con edificios de 20-30 plantas agrupados, un centro urbano agradable, peatonal, medieval y todo ello rodeado de parques como Hyde Park o Vigelans Park, enormes, con un tranvia (¿qué joven no ama el tram?)en cada esquina. Para mí esa es la utopía urbana, algo muy distinto del suburbia unifamiliar, de coche privado, minijardín privado y distancias kilométricas.
    Ahora bien, esto es vendible sólo de dos maneras, teniendo una época «normal», sin paro al 20%, y, sobretodo, con un sistema electoral de circunscripción única, estatal para el Congreso, autonómica para las CCAA.

    Un saludo!

  4. Realmente, el nivel de barra de bar es alto. Venga, juguemos igualmente.

    Para empezar, el diagnóstico me parece más o menos correcto. Más o menos. Yo diría que hay que seguir manteniendo el discurso social de base, porque realmente hay mucho por hacer y todas esas cosas bonitas de las que hablas no se hacen bien sin guarderías, públicas o privadas, por ejemplo, o sin ver qué pasa con los sistemas de pensiones, etc. En ese sentido, la trayectoria marcada por Esping-Andersen y el resto de la gente de la Unidad de Sociología de la UPF es potente (o debería serlo: lo es al menos en concepto), como ideas a aportar como base del debate político presente y futuro. Pero igualmente la reforma del mercado laboral es necesaria, pero con eso no se va a hacer una campaña triunfal.

    Porque si hablamos de marketing político, de proyecto ilusionante y de vanguardia, efectivamente falta algo más. Y oh, casualmente ese «algo más», a lo que te refieres en el fondo, es un cambio de modelo productivo. Sí, el PSOE ha escogido bien sus objetivos. Lo que sucede es que los desarrolla, en términos de comunicación, muy mal, y en términos de policies, de forma mediocre.

    Innovación, medio ambiente, nuevas tecnologías… Sí, esos son los temas. En el fondo, construir un lugar mejor en el que vivir, en el que poder desarrollar nuestra carrera profesional y personal de manera adecuada y agradable, sentirnos bien, cohesión social, etcétera. ¿Cuál es la dimensión lógica para hablar de todo esto? Toda. ¿Cuál es la básica? Efectivamente, la ciudad. Y ahora, permíteme aportar el punto de complejidad que le falta a tu argumento: el sistema urbano. Un sistema urbano no es una ciudad, ni siquiera tiene por qué ser un área metropolitana al uso. Alcoi-Ontinyent-Xàtiva y sus comarcas forman uno. La zona de la cerámica de Castellón, otro. Y así. Evitas dejarte fuera a los pequeños (los aislados son otro cantar: están condenados a desaparecer excepto en aquellos casos en los que una comunidad de urbanitas decepcionados de la vida moderna decidan que quieren ser arquitectos o fotógrafos o sociólogos desde esos pueblos. Esto salvará a algunos, no a todos), y generas dinámicas
    económicas y sociales mucho más potentes, si el sistema de comunicaciones es el que tiene que ser, claro.

    El ciudadano de izquierdas, en España, para bien o para mal, ya ha asumido plenamente que la recuperación económica total pasa por algo tan abstracto y tan mal definido (por nuestra socialdemocracia) como un «cambio de modelo productivo». Si se ha llegado hasta ahí, aunque haya sido con resignación, desarrollar un programa en base a ideas más sencillas y cercanas no debería ser difícil, ¿no?

    A todo esto has de añadirle un caballo de batalla político (en policies y en politics) básico: la educación. Pero de verdad. Ya basta de tonterías, pongámonos serios y hacia la excelencia. Esto la izquierda sí lo entiende, y sí le motiva. Y ya me dirás dónde vamos a hacer sistemas de ciudades chupiguays competitivos y superagradables tipo Toronto o Portland (Oregón), sin tener una mejor educación, lo cual no significa necesariamente, ojo, subir los niveles de formación del personal.

    El asunto es que es muy fácil hacer esto en un país pequeño superurbanizado como Bélgica, Holanda… En un lugar como España, incluso bien aplicado, es una idea que tiende a generar desigualdades regionales. La única forma de minimizar esto es desarrollar el programa con coordinación estatal. El grado de compromiso político entre partidos y Administraciones que esto supondría… Me marea sólo de pensarlo. Porque si desarrollas un discurso así ciudad por ciudad sin coordinación, caes en lo que yo llamo «Paradoja Richard Florida»: no, no todos pueden ser Barcelona, por mucho que un señor conferenciante se lo vaya prometiendo. Así que a ver a qué juega cada uno.

    El «urbanitismo» del discurso no me preocupa: es uno para la socialdemocracia, ¿no? Y si añades toques de equilibrio territorial y de sistema, hablas de pueblos pequeños que pueden (y realmente pueden) ser aprovechados… Me preocupa más construir con esto algo potente, con gancho, ilusionante, que no quede «buenista», como dices. Y que no suene a «otra vez queremos ser como Suecia/Alemania/Holanda/X». Sin embargo, creo que es posible. Pero eso se lo dejo a los de Comunicación. Que lo mío es construir policies, oigan.

  5. bsanchez dice:

    Roger,

    Creo que el problema que describes también se aplica a la derecha – estamos ante un consenso político donde la diferencia la hace la imagen y no la sustancia. Las diferencias son cosa de matices – no parece por el momento que una agenda política colectivista ni una libertaria puedan llegar muy lejos.

    Yo creo que el desafío es la economía sostenible. Pero no en el sentido en el que lo entiende ZP. La pregunta para mí es si dada nuestra trayectoria demográfica todas esas conquistas sociales del último siglo son sostenibles fiscalmente a medio-largo plazo. Me temo que no, y que por lo tanto lo que se avecina es un periodo de «pain for no gain» y ese no es un mensaje atractivo ni para izquierda ni derecha … Pero claro, a lo mejor soy un simple catastrofista que está intentando aguar la fiesta con sus incoherencias.

    Un saludo

  6. Tito el Elfo dice:

    Muy bonito las ciudadas, las florecitas y todo eso, pero imagino el debate de campaña.

    «Candidatos, definan en una palabra todo lo que defienden y quieren hacer:»

    Derecha: «Libertad. I am loooking for freeeeeeeedom!»
    Izquierda: «errrr…. oh…. ciudades….. errr…. ciudadanía interconectada…. ¡Gafapastismo para todos!»

    No sé si esto vende. Creo que no.

  7. J.E dice:

    Un relato político tiene que ser capaz de resumirse en una palabra: «Queremos una ciudad europea», «Yes, we can», «Obreros del mundo, uníos», «España, Dios y Tradición».

    Que Hereu sea capaz de resumir todo ese relato en una frase y será capaz de venderlo.

  8. citoyen dice:

    Pues mira, yo estoy de acuerdo con bsanchez. El problema del futuro es la sostenibilidad; fiscal y medioambiental. En cambio, soy algo más optimista: yo creo en el poder de las guarderías gratuitas y las reformas fiscales verdes.

    Lo de la ciudad tan chupiguay suena tremendo. Solo te ha faltado citar a Inglehart y Giddens.

  9. Javier dice:

    Con todos mis respetos, no sé en qué mundo vives.

    – Los nuevos ciudadanos de la U.E. viven peor que sus padres y tienen unas perspectivas vitales bastante más negras que ellos. Mucho cacharrito, pero tener un hueco propio (alquilado o comprado) o tener hijos se ha vuelto un lujo casi asiático, y ahora es necesario tener dos sueldos en casa para pagar unos mínimos que antes con un único sueldo se podían cubrir perfectamente.

    – Los dirigentes socialistas de los 80 estarían alucinados sobre todo de la intromisión e infiltración de los intereses de las grandes multinacionales y el capital (banca) en las decisiones políticas, sobre todo en los partidos de izquierda. Estarían alucinados de ver cómo sus hijos no están sacando provecho de sus luchas y retroceden en derechos de todo tipo. Estarían avergonzados de esta Europa de intereses estrictamente económicos y sin vocación social más allá de mantener unos mínimos que tenemos desde que ellos los instauraron de sobras.

    El discursos de la izquierda tiene tope, en el sentido de que tiene unos objetivos claros y suficientes: justicia social, dignidad y sustento para todo el mundo. Eso es asequible y se puede conseguir. Una vez llegados a ese punto, podemos estar satisfechos. Esto no va como la economía, que necesita de un crecimiento infinito para seguir funcionando.

    El futuro, conseguidos los objetivos antes mencionados, está, como dicen otros participantes de este foro, en ayudar a otra gente, de otros países, a obtener esos mismos objetivos, todo ello sin poner en peligro el de nuestras futuras generaciones.

    Yo hace años que la izquierda no la veo por ninguna parte, exceptuando algunos movimientos altermundistas. Cuando el discurso social, particularmente de la izquierda, se resume en qué derechos recortar para supuestamente «mejorar» (no sé bien cómo), que es lo que pasa con la reforma laboral, las pensiones, los serivicos públicos, el Estado como garante de la equidad, el derecho a la libre expresión, a la cultura, etc. es evidente que la izquierda ni se la ve ni se la espera.

  10. J.E., eso se hace. Edgar Rovira nos saca una en un momento.

    Sí, citoyen, la verdad es que al final la cosa ha quedado muy Inglehart. Lo que dice Bsanchez y lo que tú apuntas no es para nada incompatible con la propuesta de Roger. Al contrario.

    De hecho, la verdad es que quizá nos ha quedado la discusión demasiado Inglehart. A ver, no es que esté de acuerdo con Javier. Pero por muy liberal-socialdemócratas-gafapastas que seamos, no podemos ignorar una serie de asuntos: desigualdad global, el problema de las pensiones, pérdida de poder adquisitivo en ciertos sectores de la sociedad, el desplazamiento, a veces excesivo, de la socialdemocracia a planteamientos neoliberales… La pregunta es: ¿con eso se construye un programa entero de gobierno a largo plazo? ¿O nos convertimos en unos graciosos Izquierda Unida a los que nadie hace caso y, por tanto, no pueden hacer nada por cambiar aquello que, al parecer, tanto les molesta?

    Ah, lo glocal…

  11. OBIS dice:

    ·
    Para los socialistas que nunca votarian al PP ,
    recuerden que Rosa Díez González ( UPyD ) era socialista y aqui pueden poner su voto de protesta contra ZPparo-mentiroso , es mejor votar a la ex-socialista Rosa Díez González ( UPyD ) que dejar el voto en blanco .

    http://www.youtube.com/watch_popup?v=t9EU4OkaA1c

    Nos une la ilusión – Rosa Díez ( UPyD ) ….. AAUUUUUUU ….. QUE VIENE EL LOBO ….. SALUD

  12. Avelino dice:

    ¿Compatibilizar trabajo y familia suena como un paso atrás? Pues qué quieres que te diga, a mí es ahora mismo lo que más me preocupa. Un discurso que fuese en esa línea por lo menos llamaría mi atención. Y está justo dentro de tu idea de ciudad, que si no he entendido mal, al final es una propuesta de mejorar calidad de vida.

    En las terribles urbes grandes españolas con los terribles horarios españoles la calidad de vida de la clase media es ínfima (o al menos así lo veo yo, por lo menos entre los menores de 40). Como la vivienda es tan cara, uno se tiene que buscar un piso bien lejos del trabajo, lo que le quita por lo menos una hora y media al día de transporte. Así que al final el que se levanta a las 7:15 para estar en el curro p.e. a las 8:45, sale a las 19:30 como pronto y llega a su casa a las 20:15. Por supuesto luego compra, cocina, tareas domésticas varias….olvídese vd. de estar con sus hijos, de hacer deporte o de leer de lunes a viernes.

    Ni hablemos ya de que el barrio donde se alquila/compra el piso sea «children friendly», vamos, que tenga zonas comunes/parques decentes o un carril bici. Eso es ciencia-ficción

    Vamos, que a mí lo de la ciudad humana, además de todo lo que apuntas, también me incluye el compatibilizar la vida personal con la laboral. No creo que sea en absoluto un retroceso, al menos en España donde los horarios laborales siguen siendo demenciales.

  13. Heathcliff dice:

    -Concentrar la población presiona sobre los precios del suelo y la vivienda, como hemos visto.

    -Me parece bien que la gente sea urbanita, pero que la izquierda lo fomente me da dos cosas que pensar: o que la izquierda vive del descontento y quiere tener más gente descontenta para captar más votos, o que se dirige por el cami8no de la socialización a la fuerza (creerás en la sociedad porque no te quedará más remedio, esclavo). No en vano, en cuanto la gente se hace rica huye de las ciudades cagando leches, así que por algo será…

    -Hasta ahora el discurso de la izquierda era eficiente porque pedía sacrificios a cambio de ventajas. El nuevo discurso genera rechazo porque pide sacrificios a cambio de doctrina. Como una religión, vaya..

    Con todos mis respetos de lector agradecido, tu artículo me ha parecido doctrinario, Roger. Como de Lovelock urbano…

  14. citoyen dice:

    «no podemos ignorar una serie de asuntos: desigualdad global, el problema de las pensiones»

    Sí, lo que yo decía, guarderías gratis, pañales subvencionados e impuestos sobre las emisiones.

    A mí me parece bien que la gente NO sea urbanita, siempre que esté dispuesta a pagar la diferencia que supone abastecer un poblamiento disperso en términos de servicios públicos y demás.

  15. Heathcliff dice:

    A mí me parece bien que la gente SÍ sea urbanita, siempre que esté dispuesta a pagar tránsitos por las tierras que conservan otros y el mantenimiento de infraestructuras alejadas, artificialmente abaratado por el hecho de que otros residan cerca de ellas.

    Entrados en esa dinámica, tan ineficiente es repartir la población entre todo el territorio, a razón de 80 habitantes por cada kilómetro cuadrado, como crear una sola y descomunal ciudad de cuarenta y cinco millones de habitantes.

    Para mí, la gestión del territorio es un tema crucial, pero a nadie parece importarle gran cosa.

  16. Heathcliff, afortunadamente en España tenemos una Asociación de Ciencia Regional y unos cuantos buenos investigadores en ello, tanto del ámbito académico como del privado (y muchísima morralla y mediocridad también, no te lo negaré). Parece mentira, pero poco a poco a los cargos medios de varias AAPP les va importando este tema cada vez más, y comienzan a abordarlo desde una perspectiva multidisciplinar, llamando a expertos para que les echen un cable. Llegamos tarde, no del todo bien, y queda muchísimo por hacer, pero poquito a poquito estamos en ello. Lo que pasa es que hasta ahora no ha ocupado los debates públicos y mediáticos, ni muchos de los de salón, porque la gestión eficiente y de calidad del territorio se daba de hostias con nuestros pilares de desarrollo económico: turismo de masas a destajo y construcción descontrolada (aunque, por lo que veo a través del enlace de tu nick, tú sabes bastante de ambas cosas «desde el otro lado»). Insisto: sólo es un brote, tan frágil
    que puede morir a las primeras de cambio. Pero intentaremos que no sea así. Ahora, falta el imprescindible toque final: que la cosa pase al primer plano de la agenda política, vaya más allá de unos pocos locos trabajando en ello, y constituya tema de debate para que los votos puedan entrar en juego. Y, para ello, el tema de las ciudades da juego.

    Ya en materia, la eterna diquisición que tú y Citoyen estáis reproduciendo, de alta densidad vs. baja densidad. Bien, como ya sabréis esta es un eterno debate en el que, como siempre, la respuesta está en la justa medida y en saber combinar sistemas equilibrados, evitar la dispersión a mansalva y la megalópolis de crecimiento desordenado. Porque la cuestión no se plantea sólo en términos de eficiencia económica, sino de cohesión social, gestión pública, calidad de vida, impacto medioambiental, preferencias individuales.

    El martes, por ejemplo, voy a plantearle a mis alumnas de Crecimiento Urbano y Desarrollo Turístico la cuestión de si es «mejor» el modelo Benidorm (alta densidad) o el modelo Marina Alta de Jávea, Dénia… (baja densidad). A ver si con lo que salga hago una entrada interesante.

    Por cierto, un par de puntualizaciones:

    · Dispersar la población también presiona sobre los precios del suelo (en términos de metro cuadrado útil de vivienda) si se siguen modelos de construcción masiva de urbanizaciones de baja densidad. No es la concentración, la clave.

    · La gente no se va de la ciudad «cagando leches» cuando se hace rica. Más bien, si hacemos caso a las dinámicas de las últimas décadas, va a la ciudad a ver si se hace rica (o si sobrevive mejor que en un pueblo), y si consigue llegar a la clase media o lo que ellos piensan que es media-alta (a base de endeudamiento, claro), entonces sale a una zona que emula la vida aislada pero se mantiene lo más cerca posible del núcleo urbano sin sacrificar demasiado esa emulación: porque el centro económico, su fuente de bienestar, sigue estando en la ciudad.

    Y una duda: no acabo de ver la relación entre el discurso de Roger, el meter descontento a la gente, y el (supuesto) adoctrinamiento.

  17. […] hablamos del discurso de la izquierda, pienso que ese discurso debe, para tener éxito, cumplir dos condiciones. Por un lado, ser […]

  18. […] hablar mucho del futuro de la izquierda y narrativas (y yo soy culpable de ese perroflautismo, no lo duden…), pero no debemos confundir los problemas que tenemos para decidir políticas […]

Comments are closed.