Siempre que hablamos de mercados eficientes, siempre debemos tener en mente que sólo los vemos bajo unas condiciones muy determinadas. Un mercado no es sólo cuestión de tener muchos consumidores y vendedores compitiendo; el primer paso necesario para que la cosa funcione es que los precios «expliquen» lo que vemos de forma coherente.

En un mercado normal, los precios son la mayor fuente de información en nuestras manos. El precio nos dice si un bien es escaso o abundante, el nivel de demanda y la calidad relativa de un bien determinado. Un cacharro caro es mejor que uno más barato; si la gente está dispuesta a pagar más por ello, será por algo. Cuando esta regla se rompe, los mercados dejan de ser eficientes – los consumidores no saben qué bienes son mejores, y la demanda deja de guiarse por criterios de competencia.

Los mercados donde vemos esta clase de distorsiones se caracterizan por lo difícil que resulta saber la calidad relativa de un bien. Si los vendedores tienen más información que los consumidores sobre qué productos son mejores, los precios hacen cosas muy extrañas. El ejemplo más conocido son los coches de segunda mano, del que hablé hace una (larga) temporada, pero no es el único. Estos días en las noticias teníamos un ejemplo muy obvio en el mercado farmacéutico en Estados Unidos.

Una de las cosas más irritantes de este país son los anuncios de medicinas en televisión. Son siempre largos y aburridos, siempre dirigidos a baby boomers con problemas de próstata o presión sanguínea alta. Los dan a todas horas en todas partes, explicándote como no se qué medicina hará que dejes de ir al lavabo todo el rato. Hay dos medicinas, Vytorin y Zeitia, que están en televisión constantemente. Merck, su fabricante, se gasta cantidades ingentes de dinero en televisión para decir que no hay nada mejor que sus dos fármacos estrella para reducir el colesterol, reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas. Las dos medicinas están aún bajo patente, así que no hay genéricos alternativos – y Merck cobra el gusto y las ganas por ellas, obteniendo grandes beneficios.

¿El problema? Vytorin y Zeitia no son realmente tan efectivas como dicen. Un estudio en el New England Journal of Medicine publicado estos días compara la efectividad de las «medicinas mágicas» de Merck con los genéricos que pretenden substituir. Resulta que sí, Vytorin y Zeitia reducen el nivel de colesterol de forma significativa, pero el medicamento genérico tradicional, niacin, es muchísimo más efectivo para la prevención de enfermedades circulatorias. Por descontado, los medicamentos de Merck son más caros; de hecho, unas diez veces más caros, según qué combinación de genéricos utilicemos.

El precio de las medicinas, en este caso, no está transmitiéndonos información de forma fiable. Merck utiliza su tamaño y recursos para gastar muchísimo más dinero que nadie en publicidad. Los pacientes y médicos no pueden probar antes que comprar las pastillas, ni tienen recursos suficientes para encargar un estudio a gran escala. Por descontado, uno no puede ir a internet y leer los comentarios en Amazon, a ver que le dicen.

La única pastilla conocida en el mercado es Vytorin o Zeitia, y al ser nueva y cara, es la elección fácil para todos los implicados, especialmente cuando no la están pagando directamente. Las aseguradoras, por descontado, no van a matarse a hacer estudios ellas solitas sobre el tema, no sea que cabreen a sus clientes. El resultado es un mercado horriblemente disfuncional, donde el precio de los medicamentos depende más de la demanda inducida y la existencia de patentes que de su efectividad real. Sólo cuando algún centro independiente (normalmente con financiación pública) decide hacer un estudio comparado podemos ver si un medicamento es realmente mejor o no – y eso normalmente toma años.

La reacción de Merck ha sido previsible. Lo primero ha sido criticar el informe, diciendo que la muestra es demasiado pequeña. Tienen razón, en parte – ninguna hipótesis es confirmada o refutada por un estudio solitario, y menos en medicina. Lo que es de traca es que hayan declarado inmediatamente después que ellos están en elaborando un estudio con 20.000 pacientes para ver si sus medicamentos son tan maravillosos como ellos dicen. No hace falta que diga nada sobre su imparcialidad.

¿Cómo podemos solucionar este problema? Lo cierto es que es bastante sencillo; en Europa lo hacen desde hace tiempo. Primero, prohibir la publicidad de medicamentos. No sabemos hasta que punto influye, pero con lo palizas que son vale la pena.

Segundo, hacer que quien paga el medicamento se asegure que este es realmente mucho mejor – básicamente, internalizar los costes. En España y Reino Unido esto se hace utilizando el sencillo método de nacionalizarlo todo: la sanidad pública paga, la sanidad pública decide. En Francia, el estado regula precios y qué medicamentos cubre. En Alemania las aseguradoras son entidades sin ánimo de lucro, así que no están realmente compitiendo, y pueden excluir medicamentos sin miedo.

En todos los casos, por supuesto, el paciente calla y obedece, que es lo que le toca. El 99% del a gente ni tiene ni pajolera idea de medicina, así que la decisión sobre qué pastilla vas a tomar es del médico y los aseguradores, no tuya. Esto de la soberanía del consumidor en medicina es una pamplina inmunda.

¿Cambiará la reforma de la sanidad el hecho que los americanos gastan más dinero que nadie en fármacos a precios inflados? La verdad, no. Las leyes no se han atrevido a atacar la industria farmacéutica con demasiado entusiasmo – y no crean incentivos a las aseguradoras para que discriminen por efectividad. La única esperanza distante es la creación de una agencia que realizará estudios sobre la efectividad de los tratamientos (que Medicare y el plan público pondrán en práctica, se supone). El mercado sanitario es cualquier cosa menos un mundo de información real y perfecta para consumidores y médicos, así que cualquier agencia que dé más información será bienvenida, aunque es difícil saber si será demasiado efectiva cambiando hábitos o prácticas comunes.

Lo que parece meridianamente claro es que el mercado de la sanidad, sin regulación, crea esta clase de problemas constantemente. El estado realmente debe tener un papel destacado.


4 comentarios

  1. LJM dice:

    Interesante. Puedes comentar algo más sobre que «En Alemania las aseguradoras son entidades sin ánimo de lucro»?

  2. citoyen dice:

    La economía de la información es sexy.

  3. Vicho dice:

    ¿En Europa prohibimos la publicidad de medicamentos? Y qué hay de esas maravillosas coletillas de anuncios:
    «Este anuncio es de un medicamento. Lea detenidamente las condiciones de uso. En caso de duda, consulte con su farmacéutico»

    Yo diría que en España sí que hay anuncios de medicamentos. Igual no tantos como en EEUU, pero haberlos, haylos.

  4. Roger Senserrich dice:

    Corrijo: medicamentos con receta, cierto. Los que no necesitan receta pueden ser anunciados en España.

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