Uno de los mitos persistentes sobre la globalización es las fábricas se mueven de un lado a otro constantemente buscando las regulaciones más favorables. Lo cierto es que esto no sucede demasiado a menudo; las empresas escogen dónde producir siguiendo una variedad de criterios, con la productividad de la mano de obra teniendo un peso más importante que el tratamiento fiscal.

Por descontado, no todos los sectores de la economía son iguales – y algunos sectores, de hecho, son auténticos cazadores de la jurisdicción más favorable. El rey de esta clase de comportamiento es el sector financiero, que depende menos en la productividad individual de sus empleados (que al fin y al cabo pueden estar en casi cualquier sitio) y más en cómo optimizar las cuentas hasta el último céntimo.

En Estados Unidos vemos esta clase de cosas constamente. La práctica totalidad de la industria de tarjetas de crédito está «basada» en Dakota del Sur (literalmente en medio de ninguna parte), en gran medida porque ese estado tiene una regulación esencialmente inexistente sobre la materia, y los contratos se redactan en base de la ley del estado donde opera la compañía emisora. Delaware, otro sitio estupendamente irrelevante, es el equivalente americano a un paraíso fiscal estatal, así que casi toda la gran banca del país «vive» metafóricamente en ese estado. Connecticut es el hogar fiscal de la mayoría de hedge funds de Estados Unidos, de nuevo merced a una legislación estatal asquerosamente favorable.

En Europa hemos visto algo parecido, si hablamos de alegre irresponsabilidad financiera. El Reino Unido e Islandia (¡!) han atraído cantidades ingentes de alocada actividad financiera (la banca Suiza – especialmente UBS- andaba por Connecticut «pariendo» hedge funds); gran parte de la inversión europea andaba perdiendo el tiempo en mercados muy poco regulados creando humo a velocidad de vértigo. Las mágicas fuentes de capital que alimentaron la burbuja en España nacieron, en gran medida,  en esos mercado poco regulados que estaban dando crédito al tuntún.

Es por eso que la noticia que la Unión Europea quiere regular a nivel «continental» esta clase de mercados. Los estados tienen todos los incentivos del mundo a nivel individual de empezar una carrera hacia la menor regulación posible para esta clase de productos, algo que como hemos visto estos días no es una gran idea. Por descontado, los estados miembros de la UE no tienen demasiados incentivos en aceptar esta clase de regulación, así que veremos donde llega. Lo que está claro es que ahora es el momento de pasarla.


Un comentario

  1. Aparte de la Gran Bretaña y de Islandia, no se olvide, señor, de mis particulares cocos: Letonia y Estonia, donde prácticamente todos los «think-tank» über-hayekianos se aprovecharon de la alergia colectiva a todo lo que suene a rojo para implantar el manual de instrucciones de la economía «libre»

    Claro que ahora que han descubierto el lado negativo de una economía alegremente desregulada (No tengo cifras aquí, pero creo que el PIB de Letonia se ha contraído alrededor del 12%, y Estonia creo que no le va a la zaga) a lo mejor se lo empiezan a plantear de otra manera.

Comments are closed.