Esta noche pasada moría Edward Moore Kennedy, el que fuera senador por Massachusetts durante los últimos 46 años. Kennedy era el último de los hermanos del presidente Kennedy, y probablemente uno de los políticos más influyentes en los últimos cincuenta años. No voy a hablar demasiado de su vida; el obituario de El País y el NYT lo hacen mejor que yo.

La muerte de Kennedy es el final de una era, pero no por ser el final de una dinastia. Kennedy era a la vez una reliquia de otra era, de otro tiempo, de otro estilo de hacer política, y a la vez era un tipo con un talento extraordinario, que combinada como pocos un idealismo a prueba de bombas y un pragmatismo impecable.

Lo primero es más importante de lo que parece. En la política americana no es que haya una falta de dinastias políticas inaguantables; hay un buen puñado de hijos de congresista y senador habitando los pasillos del Congreso. Los Kennedy, sin embargo, eran una dinastia extraña: inmensamente ricos y con una idea altísima de ellos mismos, su participación en la política era algo de «nobleza obliga», un deber de servicio aristocrático. El hombre tenía el ego del tamaño de un portaviones, por descontado, pero Kennedy se tomaba la política muy en serio, mucho más allá de elecciones, tácticas o historias extrañas (en parte porque su escaño era completamente inexpugnable), trabajando con esa especie de fervor que tienen los que creen que tienen algo que demostrar. Políticos de este estilo quedan muy pocos, por suerte o por desgracia.

El segundo punto, sin embargo, es más importante; Ezra Klein lo describe muy bien. Kennedy era progresista, liberal de veras, el punto de referencia del ala izquierda del partido demócrata. Sin embargo, nunca fue un ideólogo; el Senador siempre fue de la opinión que es mejor aprobar una ley que avance dos pasitos en la dirección correcta que negarse a colaborar y no hacer nada. Kennedy siempre fue capaz (sobre todo a partir de 1980, después que se cargara la campaña de reelección de Carter) de llegar a acuerdos con quien fuera si eso mejoraba las cosas, y lo hizo sin nunca dejar de tener sus ideas claras.

Este hecho le hacía un negociador inigualable, ya que los dos partidos confiaban en él: los republicanos sabían que no estaban de acuerdo con él, pero que trabajaba de buena fe, y los demócratas podían estar seguros que siempre intentaba conseguir el mejor resultado posible; si Kennedy decía que no había más, sabían que no les estaba vendiendo. Estos factores le convertían en un legislador enormemente efectivo; el hombre estaba allí por deber, tenía las ideas claras, pero quería mejorar las cosas – una receta ideal para construir consensos complicados.

¿Hay alguien que puede sustituirle? La verdad, creo que no, por varios motivos. Por un lado, la reputación de Kennedy viene en parte por su apellido; el halo de Camelot que le convertía en el corazón del partido demócrata de forma instintiva, y su condición de vieja nobleza le abrían puertas y lo convertían un contacto fiable en los republicano. Para tener esos niveles de confianza, hacen falta muchos años – y nadie llega ya al Senado a los 30 años, como hizo él. Aparte de eso, y más importante, el Senado no es lo que era – de hecho, la era de los consensos y grandes gestos de estadista grandilocuente son una cosa del pasado. El sistema político americano se ha polarizado mucho, haciendo la clase de política que hacía Kennedy algo casi imposible.

Pero de eso hablaremos otro día, espero. Seguiremos.


7 comentarios

  1. Francis dice:

    ¿Qué hay con respecto a esta información?

    http://barcepundit.blogspot.com/2009/08/aparte-de-beber-como-un-cosaco-y-de.html

    Sé que viene de Red Liberal, pero más que el sitio en el que se expone, me gustaría una apreciación de los datos en sí.

    Cónstese que de ser ciertos no restan mérito a sus virtudes, pero tampoco sería justo hacer una semblanza sólo de ellas olvidando sus vicios (alguno de ellos, como las «puñaladas» traidoras a dos presidentes estadounidenses, serían cosa seria en cualquier caso).

  2. Roger Senserrich dice:

    Dos cosas:

    1. El tipo bebía como un cosaco. Se llama Kennedy. Es un irlandés de Boston ¿Qué esperan? Es como decir que un político sevillano tiene acento andaluz.

    2. Lo de Chapakkudik o cómo se llame la playa esa ocurrió hace cuarenta años. El tipo ha pedido perdón, por activa y por pasiva; se ha arrepentido como nadie. Sí, fue una cafrada, pero todo el mundo comete errores. Kennedy, por cierto, sólo la estaba acompañando al ferry para que volviera a casa (está bastante bien establecido); el escándalo fue que no aviso a la policia hasta nueve horas después. Era joven, rico y burro. Qué se le va a hacer.

    3. Los del KGB y hacer fracasar a Reagan… La fuente de esa «carta» es un tal Paul Kregor, un tipo ultraconservador bastante aficionado a los inventos del TBO. Es una teoría conspiranoica muy extendida, pero es eso, un invento. El KGB nunca ha mostrado esas cartas a nadie. Añado más información luego, pero sí, es una burrada.

  3. Roger Senserrich dice:

    Ahora lo encontré: es una mentira lárgamente desacreditada. Clásico.

    http://lefarkins.blogspot.com/2009/08/stay-classy.html

  4. Francis dice:

    Sobre los dos primeros puntos, nada qué decir. Como bien dices, son hechos del pasado, pero como apuntaba antes una semblanza debería ser lo más equilibrada posible. Y naturalmente, los errores empañan, desde luego, pero no le quitan valor a los méritos que lo son por derecho propio. Además, nunca está de más apostillar cuando por la entrada se nota que el personaje goza de tanta simpatía por su autor. No estaba de más ver como tratabas con ello 🙂

    Sobre el último aspecto, ahí segurísimo que nada que añadir. Mostrada la prueba (y más tratándose de acusaciones bastante serias), lo único que cabría pedir es que en Red Liberal corrigiesen su información y, de cara a próximas, contrastasen sus fuentes, más allá del aludido. Nunca está de más.

  5. mickeymouse dice:

    siempre fue capaz (sobretodo partir de 1980, después que se cargara la campaña de reelección de Carter) de llegar a acuerdos con quien fuera si eso mejoraba las cosas, y lo hizo sin nunca dejar de tener sus ideas claras.

    Por favor, corrija esa falta de ortografía que en un hombre de su erudición aterra.

    sobretodo.

    1. m. Prenda de vestir ancha, larga y con mangas, en general más ligera que el gabán, que se lleva sobre el traje ordinario.

    2. m. Am. Abrigo o impermeable que se lleva sobre las demás prendas.

  6. Roger Senserrich dice:

    Corregido. Perdón :).

Comments are closed.