Se está hablando mucho estos días sobre cómo el muy ambicioso plan de reforma de la sanidad en Estados Unidos parece estar teniendo problemas serios en las encuestas. Los americanos parecen no estar del todo convencidos en la capacidad del Congreso y Obama para arreglar un sistema que está completamente roto, y los sondeos parecen dar fe de este desgaste.

¿Significa esto que la reforma está en peligro y que Obama corre el riesgo de repetir el fracaso de 1994? Bueno, no tan rápido. Hay una cita (¡ficticia!) de Bismarck que repito (demasiado) a menudo, pero que no deja de ser cierta: hay dos cosas que más vale nunca ver cómo se hacen, salchichas y legislación. El Congreso americano estos días está fabricando salchichas furiosamente, y la verdad, no es un espectáculo nada bonito.

Para empezar, ahora mismo no hay una ley de reforma de la sanidad. No hay una propuesta, plan o decálogo presidencial; no hay un modelo establecido sobre qué aspecto tendrá el sistema de salud americano de aquí cinco años. En el Congreso hay ahora mismo, cuatro o cinco propuestas legislativas distintas flotando de comité en comité, algunas completas, otras no tanto. Lo más desesperante para los demócratas y el presidente, sin embargo, es que muchas de estos planes son contradictorios, dando respuestas distintas a los mismos problemas, y permitiendo que los críticos se centren en sacar de contexto todo detalle y artículo ligeramente extraño de esas cinco leyes para decir que la reforma es espantosa.

Un par de ejemplos. Sean Hannity ha encontrado en una de las propuestas en la cámara de representantes que el seguro médico público cubrirá programas de consejo y apoyo para personas en los últimos años de su vida, ayudándoles a decidir cómo afrontar enfermedades. Es un servicio perfectamente normal cubierto ya por Medicare, el seguro público que da cobertura a los jubilados. Según Hannity, sin embargo, esto es mucho más siniestro; la idea detrás de este programa sería que los burócratas federales irían a los hospitales para convencer a los ancianitos que dejen de tomar sus pastillas y se mueran, para que el gobierno pueda controlar costes. El hecho que no lo hacen ahora es irrelevante, supongo; pero no importa cuando hablas de fantasía.

Otros críticos pretenden ser más sofisticados, sólo para acabar diciendo que la medicina socializada hará que el gobierno federal prohiba comer doble ración de chocolate, y que todo viene por el profundo desprecio de las élites demócratas hacia esa chusma pobre y obesa que no vive sano. Es todo un plan para asegurar la hegemonía cultural del hombre blanco. No me voy a parar a contestar esta bobada (Ezra Klein tiene más paciencia), pero ya veis que caer en el absurdo no es un problema. Gente como Glenn Beck habla de fascismo y que Obama querrá racionar la atención médica a los blancos de forma más o menos abierta, y se queda tan ancho.

Cuando el Congreso americano prepara legislación, el proceso es lento, farragoso, confuso y horrendamente complicado. A día de hoy hay dos propuestas más o menos parecidas (y no demasiado malas) y una propuesta sin ninguna esperanza (un sistema de seguro universal a la francesa) en la cámara baja; en el senado tenemos una buena propuesta salida del comité de sanidad, una reforma sólida pero incompleta flotando en el éter sin demasiados votos (el plan Wyden), y un plan debilucho aún siendo negociado en el comité de finanzas. Aparte de estos planes, tenemos las ideas que lanza la Casa Blanca (y que el Congreso puede o no recoger), ideas locas de legisladores individuales meando fuera de tiesto, y por descontado cualquier fantasía que un republicano imagine que los demócratas pretenden aprobar.

No hace falta decir que este mejunje erótico-legislativo no es precisamente el mejor método para mantener un mensaje disciplinado y coherente. La Casa Blanca tiene que hablar básicamente para tres públicos distintos y contradictorios estos días: los votantes, que miran el proceso sin prestarle demasiada atención, los legisladores, para que no escriban cosas estúpidas e incluyan las prioridades del presidente, y los medios de comunicación, tratando de evitar decir nada que suene espantosamente estatalista, racionar o que implique que el gobierno va a secuestrar y fusilar a tu médico.

Mientras tanto, los legisladores discuten entre ellos a ver cómo se paga la legislación, se meten en guerras santas utilizando jerga ominosamente incomprensible («opción pública», «mercado de salud», «condiciones preexistentes») y hablan de ahorrar dinero gastando un billón de dólares o algo así de extraño. Los republicanos claman que se les excluye, critican todo lo que se mueve y trabajan por retrasar el proceso. Y por descontado, los «intelectuales» de la derecha no tienen reparos en inventarse extravagantes conspiraciones socialistas y decir que el gobierno va a quitarle la sanidad a los viejecitos, a pesar que es el gobierno el que les da cobertura ahora mismo.

Dicho de otro modo: lo raro es que alguien aún tenga fe en nada de lo que dice el gobierno – no hay quien se aclare. Es la naturaleza de un sistema diseñado para que intrucir reformas sea absurdamente complicado, al fin y al cabo. Los problemas del sistema actual son obvios, pero parece complicado confiar en los políticos.

¿Lo más curioso? De hecho, las encuestas dicen eso precisamente. Los votantes dicen no confiar demasiado en el presidente o los demócratas en que aprueben una ley decente, tienen un pánico atroz a las ideas de los republicanos (nadie cree que harían un buen trabajo con esto)… pero cuando se les pregunta en abstracto sobre propuestas concretas o la necesidad de impulsar cambios, una mayoría significativa sigue queriendo reformas serias.

Dicho en otras palabras, el electorado está reaccionando con horror ante el patético espectáculo de charcutería legislativa, pero sigue con ganas de cambios y reformas serias. La esperanza de los republicanos es alargar el proceso tanto como puedan, ya que la confusión les favorece, pero me parece que una vez empecemos a tener un plan más sólido y detallado (y todos los demócratas estén remando más o menos en la misma dirección) y los votantes vean que los cambios son básicamente razonables, sensatos y solventes en la ley final, las cosas serán más fáciles, y la ley más popular. Johnson tuvo un problema parecido con Medicare (otra gran contribución), al fin y al cabo, y ahora es un programa básicamente indestructible.

No voy a decir que esté seguro que la ley se apruebe, o que el producto final sea decente, por descontado. Pero sigo creyendo que en octubre Estados Unidos tendrá una ley de sanidad universal más o menos aceptable.


5 comentarios

  1. Y los piraos de la nueva conspiranoia, ¿qué? Los que dicen que Obama realmente nació en Kenia y que todo es una conspiración para poner a un extranjero en la Casa Blanca.

  2. Vellana dice:

    ¿Y si hubiera Camps cuando lo pedíais? ¿qué tendría que hacer ahora, echar al sustituto y volver?

    Y ahora, ¿vamos a pedir la dimisión en pleno del PSPV y de los autores intelectuales de la trama del PRISOE? ¿a que no?

    Por cierto, parace que los piraos de la nueva conspiranoia son los que pensaban que el pp se financiaba irregularmente y Camps era el demonio; pero ésa nos va, que al fin y al cabo es contra nuestros enemigos.

    Saludos.

  3. bsanchez dice:

    Roger,

    He leido la ultima anotacion en el blog de Mankiw sobre la reforma sanitaria y la verdad es que me sigue pareciendo el observador mas imparcial que existe. A lo mejor mea fuera del cubo (creo que eso es lo que dijiste que hace) algunas veces cuando se mete en detalles mas tecnicos, pero en cuanto a mantener la cuestion centrada en economic rationale sin dejarse arrastrar por la demagogia sigue siendo el mejor.

  4. […] significativo de la población se trague las bobadas. Tenemos encuestas dando resultados totalmente contradictorios, con votantes diciendo que quieren reforma de la sanidad, oponiéndose a la propuesta de los […]

  5. […] significativo de la población se trague las bobadas. Tenemos encuestas dando resultados totalmente contradictorios, con votantes diciendo que quieren reforma de la sanidad, oponiéndose a la propuesta de los […]

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