Para los que se entristezcan al ver como las propuestas legislativas relativamente poco ambiciosas de un gobierno son rebajadas en el trámite parlamentario (con un partido de izquierdas como IU, por cierto, protegiendo la muy regresiva desgravación por vivienda), recordad que hay sitios peores.

El Congreso de Estados Unidos está a punto de aprobar una ley que regulará la industria de las tarjetas de crédito, un ejemplo especialmente espantoso de entidades financieras enloquecidas y abusicas en los últimos años. En el Senado, como de costumbre, lo que era una ley relativamente razonable ha sido frankensteinizada a base de enmiendas que la hacen menos efectiva, protegiendo los intereses de algunos generosos donantes de campaña, y con algunos añadidos que literalmente no tienen ningún sentido.

Ejemplo: en una ley que regulará las tarjetas de crédito habrá un artículo autorizando a los visitantes de parques nacionales a llevar armas de fuego cargadas. La enmienda fue aprobada 67-29, en una muestra obvia que los políticos americanos no sólo creen que mezclar tocino con la velocidad es buena idea, sino que además están dispuestos a proporcionar dos pistolas al gorrino para que se defienda de la opresión del gobierno federal.

No que esto sea demasiado inusual, por cierto. En un sistema legislativo que tiene la extraña manía de exigir supermayorías para todo, los votos se ganan a menudo con bobadas como estas. Lo más deprimente es que la práctica del filibusterismo (esa que exige 60 votos para romper un debate) era hasta hace poco relativamente inusual. Con los republicanos actuando como un troll medio en una bitácora con tráfico en los últimos años, esta práctica ha llevado a que el Senado sea cada vez peor redactando legislación.