La política es a menudo complicada. Los políticos tienen intereses rebuscados, ideas confusas, soluciones difíciles a problemas complejos, y todo ello sazonado con la necesidad imperiosa de todos los actores implicados de hacer posturitas y sonreir a cámara para que la gente les vote.

Cuando hablamos de política nacional, esto de hacer posturitas y grandes gestos tiene cierto sentido; al fin y al cabo, los políticos salen en la tele cada noche en el telediario, y los votantes pueden ver el elaborado ritual dramático. Sin embargo, incluso en Madrid o Washington, los políticos a veces se pasan con sus rebuscadas danzas tribales, haciendo gestos tragicómicos difícilmente comprensibles para el común de los mortales. Vamos, hay cosas que yo, friki de la política entusiasta, veo y no acabo de entender, como los grandes aspavientos por una contribución sindical o planes imposibles y obtrusos que de vez en cuando corren por el Congreso y que nadie lee.

Esto en Madrid o Washington tiene sentido, y puede ser hasta cierto punto racional. En algunos sitios parecer una demente te da puntos (en el partido republicano sucede a menudo estos días), al fin y al cabo. O puede que el político esté intentando ser dramático y pasándose de frenada, siendo ignorado o haciendo el ridículo.

La política, sin embargo, no es seguida con el mismo entusiasmo en todos los niveles. A pesar que soy un auténtico adicto del kabuki político, ni siquiera alguien tan alegremente obsesivo como yo es capaz de seguir con detalle lo que pasa en todas las jurisdicciones donde tiene voz y voto. Por mucho que lea las noticias cada día, es muy difícil -casi imposible- entender todo que sucede. De hecho, incluso ganándome la vida -en parte- siguiendo la bizantina política en el estado de Connecticut, tener una idea general de qué porras están haciendo o pretenden hacer en el legislativo (en un estado que recuerdo tiene problemas fiscales atroces) es muy difícil.

El resultado es que cuando la gente me pregunta qué está pasando en el estado o qué leyes se han aprobado hace poco (aparte de recortes de gasto en todo aquel programa que es remotamente útil o que ayuda a gente con poco dinero), sólo puedo hablar de una tasa sobre las botellas de plástico que ha costado una burrada de tiempo y trabajo (y es básicamente poco importante), un plan de salud que no cubre a casi nadie (Charter Oak) y… poca cosa más. Tengo una lista enorme de leyes estupendas que se han estrellado, unas cuantas estúpidas que no han llegado a ningún sitio, y la verdad, no demasiada idea sobre qué ha sucedido.

Pongamos el caso de una idea obvia, sólida y prácticamente autoevidente: simplificar el sistema legislativo. Connecticut tiene menos de la mitad de la población de Cataluña (territorio no precisamente demasiado gobernable), pero se las apaña para tener un legislativo bicameral absurdamente complicado con mogollón de representantes que nadie conoce. Hace décadas que esto debería haber cambiado, y como de costumbre, una ley acaba de ser propuesta sobre el tema. Lo más probable es que muera en comité, sin que el 99% de los votantes nunca sepan sobre esta propuesta, o el hecho que es una muy buena idea.

¿Cómo puede una democracia funcionar cuando nadie tiene ni la más remota idea sobre lo que está sucediendo? ¿Por qué los políticos pierden el tiempo poniendo impuestos en botellitas de plástico, haciendo grandes discursos que nadie escucha y pasando o cargándose leyes que nadie conoce? ¿Qué sentido tiene?

La política en democracia en muchos aspectos es algo misterioso, y a veces de un poco visible que asusta. En España uno puede seguir si vive en Cataluña, Valencia o el País Vasco qué hacen sus políticos autonómicos y quizás los alcaldes de provincia. ¿Cuánta gente puede votar por el presidente de La Rioja o Castilla León, o el alcalde de Salvacañete, Vinarós o Alcañiz con suficiente información sobre qué han hecho los candidatos? La idea a menudo es que los políticos deben vigilar a otros políticos, pero sabemos de sobras que eso no siempre funciona.

Los votantes tienen un trabajo difícil de veras en muchos sitios. Es un milagro que el sistema funcione tan «bien» como lo hace ahora… y es relativamente fácil de imaginar por qué hay corrupción en según qué sitios.


9 comentarios

  1. Golias dice:

    Lo cual nos lleva a una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto supondría un cambio en la política española un sistema de listas abiertas, algo que a veces se pregona como si fuese revolucionario?

  2. Roger Senserrich dice:

    Probablemente, a peor, ya que haría a los políticos mucho menos visibles.

  3. citoyen dice:

    Bueno, no es un milagro (de saturnalia); es un problema de diseño de mecanismos y algunos queremos dedicarnos a ello de forma más o menos profesional :).

    Olvidas mencionar algo; la prensa. De hecho, uno de los problemas por los que la política europea es percibida como transparente es precisamente porque la prensa no lo cubre (y la prensa no lo cubre porque, aparte de tener periodistas idiotas, son temas técnicos que no dan demasiado como portada). Otro aspecto que no mencionas es el uso de proxies para evaluar la buena o mala gestión: normas-prejuicios-ideología que la gente tiene respecto a determinadas cosas. Si la gente tiene prejuicios positivos respecto a cosas observables estadisticamente correlaconadas con buenas políticas, entonces tendremos más buenas que malas políticas. En Francia tienen ese problema con todo lo qeu suene a «mercado». Por último, no hablas de lo importantes uqe son los partidos políticos unificados y escasos para que esto no ocurra. 🙂

  4. Ian Curtis dice:

    Probablemente, a peor, ya que haría a los políticos mucho menos visibles

    Explícame esta frase, Roger. Así, pensando a bote pronto, me parece lo contrario: con listas cerradas (sistema actual), sólo el cabeza de lista es el que se tiene que mojar (y suele ser el único que lo hace); con listas abiertas la competencia de un candidato con cualquier otro devendría brutal, porque ya nadie tendría el sitio casi asegurado sólo por ir en un puesto de salir.

  5. […] que una de las soluciones para aumentar el control ciudadano sobre los políticos es implementar un sistema de listas abiertas. La teoría es bastante sencilla, y ciértamente elegante: si el electorado puede castigar a los […]

  6. […] que una de las soluciones para aumentar el control ciudadano sobre los políticos es implementar un sistema de listas abiertas. La teoría es bastante sencilla, y ciértamente elegante: si el electorado puede castigar a los […]

  7. […] Lo segundo, y más increíble: ¿cómo es que un sector tan gigantesco de la economía está regulado de forma básicamente invisible para la mayoría de los votantes? No sé si será una impresión mía, pero no creo que la mayoría de ciudadanos realmente presta atención su parlamento autonómico lo suficiente como para darse cuenta si la ley de cajas que acaban de pasar es un horrible engendro caciquil o una apuesta decidida por la independencia. Incluso cuando Aguirre reformó la la ley de Madrid no creo que casi nadie le prestara atención (yo no lo hice), y no era algo precisamente irrelevante. Es política invisible. […]

  8. […] Lo segundo, y más increíble: ¿cómo es que un sector tan gigantesco de la economía está regulado de forma básicamente invisible para la mayoría de los votantes? No sé si será una impresión mía, pero no creo que la mayoría de ciudadanos realmente presta atención su parlamento autonómico lo suficiente como para darse cuenta si la ley de cajas que acaban de pasar es un horrible engendro caciquil o una apuesta decidida por la independencia. Incluso cuando Aguirre reformó la la ley de Madrid no creo que casi nadie le prestara atención (yo no lo hice), y no era algo precisamente irrelevante. Es política invisible. […]

  9. carlos dice:

    Hola, te dejo un comentario para agradecer el post, que he encontrado buscando informacion sobre unos comentarios de un ideologo Italiano al respecto de que con listas abiertas entró la mafia en el parlamento italiano.

    En un sistema así, es factible para un lobby concentrar sus recursos economicos en apoyar a unos pocos candidatos que puedan controlar tras ser elegidos.

    En mi humilde opinion, dar informacion y mentir son lo mismo:
    – Si se miente, la gente se lo traga.
    – Si se da informacion, la gente no la quiere digerir y se lo traga de igual anera.

    Espero que gracias a la colaboración caotica de una gran minoria en internet, permita gravitar la opinión publica no hacia lo que dicen los interesados, sino lo que coinciden los anonimos.

    La idea de ser anonimo es fascinante, pues tus opiniones son gratuitas y sin animo de protagonismo.

    Como wikipedia, que al principio todos decian que era una mierda porque cualquier imbecil podía editar, y ahora se ha visto, que gracias a que es así, tenemos la mejor enciclopedia gratis.

    Lo que es gratis es porque la gente lo hace con el corazon, porque les hace mas felices. Yo prefiero lo gratis, prefiero depender de los contenidos y opiniones desinteresadas y voluntarias, y apoyar a quienes hacen las cosas por amor.

    Los «anonymous» de las caretas, es solo un aspecto de un movimiento mas generalizado. Ser anonimo no es ponerse una careta, es una actitud vital ante internet y la vida, la busqueda de la felicidad a traves de la razón y el conocimiento.

    Feliz 2011

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