Ejerciendo mi papel de friki militante, el viernes fui con mi mujer a ver Watchmen, la adaptación al cine del fantástico cómic de Alan Moore y Dave Gibbons. Para los que quieran una crítica cinemátográfica, hemos escrito una a cuatro manos aquí, en la otra bitácora. Uno, que sufre incontinencia opinionil.

Aviso: lo que sigue es una disquisición moralista de tercera de un libro que probablemente no habéis leído. Los que no tengan ganas de peroratas filosóficas baratas, abandonen el barco ahora.

Por lo que respecta a los temas del libro y película en sí, Watchmen da para un curso de teoría política. No es que sea denso o ambicioso; el libro -y en menor medida, la película- está recargado de ideas, disquisiciones, filosofía y discusiones sobre moralidad hasta decir basta. El mismo título procede de una sátira de Juvenal; la frase «quis custodiet ipsos custodes» (¿Quién vigila a los guardianes?) es de hecho uno de los problemas más viejos de la política. La respuesta de Alan Moore es compleja hasta decir basta; de hecho, abre la puerta a muchas más preguntas.

El libro no es sólo una deconstrucción de la figura del superhéroe; va más allá. Cada personaje en Watchmen es en cierto sentido una forma distinta de ver la justicia, cada uno con sus contradicciones, y todos al borde de la locura. Edward Blake es alguien que se toma a Hobbes en serio: justicia es mantener el orden, una lucha en el fondo imposible contra el caos que se extiende. Sólo aquellos con el estómago para tomar decisiones extremas son capaces de hacer su trabajo. Blake probablemente no hablaría de «justicia», sino de necesidad; el orden está por encima de la moral.

Rorschach es Nietszche… o al menos, una versión de Nietszche. El superhombre de Nietszche no es tanto un código moral como una actitud vital, y Rorschach es en cierto modo un ejemplo. No un modelo puro -el personaje cree en el bien y el mal, al fin y al cabo- pero si en su obcecación, en su actitud de nunca rebajarse a un acuerdo pragmático. En el libro, Rorschach es prácticamente un fascista, alguien que desprecia la debilidad del mundo; sólo Blake le merece respeto. A diferencia de Blake, sin embargo, Rorschach no es cínico, sino un absolutista moral -lo que lleva a que al final del libro, él, siendo el personaje más despreciable, sea el único capaz de entender el horror de la visión de sus compañeros.

Adrien Veidt es probablemente el personaje que la película trata peor. En el libro, Veidt es un tipo complejo; un ultrarracionalista que ve la justicia como un cálculo de utilidad. Es una persona pragmática, preocupada y comprometida; un millonario progresista cualquiera, con la pequeña diferencia que no se queda en palabras. En la película Veidt es un cerdo arrogante sabelotodo desde el principio, haciéndole bastante menos interesante, quizás un simple megalómano.

Dan Dreiberg (y en cierto sentido, Sally, aunque su personaje es más que eso) es la justicia burguesa clásica; alguien que ve el bien y el mal como un problema de detalles, no de conceptos. Dan nunca se ha planteado realmente qué hace; sólo lo hace porque suena bien y le divierte. Eso le hace probablemente la persona más «normal» de los seis protagonistas, y a la vez, el personaje más patético y pusilánime de todos.

El Dr. Manhattan es básicamente otro mundo: es la justicia vista desde fuera de los hombres. Una especie de análisis externo radical de la condición humana; Rawls pasado de vueltas. El valor de la humanidad no es tanto cuestión de bondad o maldad, pero el hecho de ser algo único; una especie de accidente natural que vale la pena conservar. Eso le lleva a aceptar unos costes y sacrificios difíciles de entender para el resto.

La interacción de estas ideas y sus conflictos es de hecho el hilo conductor del libro, pero sólo una parte de su fuerza. Hay mucho más que discutir, pero la verdad, no soy profesor de literatura y probablemente lo que digo no tiene demasiado sentido desde hace siete u ocho párrafos, así que lo dejo. Digamos que es un libro que tenéis que leer. Es excelente.

Y punto.


8 comentarios

  1. jasev dice:

    ¿Por qué ese empeño en llamarlo «libro» cuando no es sino cómic? Entiendo que es un intento de ennoblecerlo, pero en mi opinión lo que se consigue es degradar al género, diciendo «vale, es un cómic pero es tan bueno que parece un libro».

    Por cierto, me leí el cómic hace unos días (puesto que, según parece, es lo que cualquier friki debe haber hecho)… y no. Lo siento, pero no. Veo las tramas, veo los conflictos morales, veo las referencias filosóficas y culturales. Entiendo que es una obra profunda y compleja. Incluso me gusta. Pero, paradójicamente, me ocurre lo mismo que te echo en cara en el primer párrafo: para mí, sigue siendo un cómic. Nada más. No me ha provocado especial interés en ver la peli.

  2. Roger Senserrich dice:

    Es un cómic; si le llamo líbro es para no repetir el palabro tropecientas veces :-).

    Sobre si es tan bueno como un libro… bueno, es como comparar una poesía con un cuadro. Diría que como cómic es excelente, y como obra de arte también lo es; si fuera una novela, sería un clásico del género. Claro, no lo es, pero es un cómic excelente.

  3. Chuchango dice:

    Jasev
    No entiendo lo de «sino comic». Es como ir a la opera y decir «sólo es opera», o a una exposición y decir «sólo son cuadros». Estoy de acuerdo en que hay un complejo estúpido en el mundo de los comics, que en vez de reconocerse como forma cultural legítima se avergüenza, y quiere parecerse a un género más consagrado, el libro. Para mi, la diferencia es que uno tiene poco más de un siglo de vida, mientra que el otro tiene ya miles de años, por lo que está más consagrado.

    Y a mi Watchmen me impresionó mucho. Como creo q ha dicho el propio Alan Moore, fue una forma de decir basta a lo que le estaban haciendo al género de superhéroes. Y estéticamente es muy impresionate, la composición de algunas las páginas, por ejemplo, es de obra maestra. Por no hablar de la forma en que cuenta un comic dentro de un comic, el de piratas.

    Pero como todos los productos culturales, hay que estar un poco hecho a su consumo para disfurtarlos. Si me tocase hacer una crítica de ballet, igual diría q simplemente había gente en gallumbos y ropa interior dando brincos díficiles, pero sólo eso, brincos…

  4. jasev dice:

    Chuchango, creía que mi argumento estaba claro: yo soy de esos que considera al cómic un género menor, y no he visto en Watchmen nada que me saque de lo que sin duda es un error.

  5. Javier dice:

    Por cierto, teniendo la empresa de adaptar uno de los comics más emblemáticos y profundos, ¿A quién se le ocurrió designarlo a un director que sólo sabía de zombies y chorradas espartanas para mantener a flote a los republicanos de turno? Mezclar todo pensando que los frikis apreciamos toda la ficción por igual es indignante.

  6. joneame.net dice:

    Política friki-ción (sobre Watchmen)…

    "El libro no es sólo una deconstrucción de la figura del superhéroe; va más allá. Cada personaje en Watchmen es en cierto sentido una forma distinta de ver la justicia, cada uno con sus contradicciones, y todos al borde de la locura. Edward B…

  7. Hay un detalle que mucha gente ignora: los personajes que en principio iba a utilizar Moore eran unos ya existentes de la fenecida compañía Charlton, comprados por DC. En el último momento DC los quiso reaprovechar y Moore creó unos personajes derivados de los de la Charloton, bastante reconocibles.

    La gracia del caso es que Rorschach es el trasunto de The Question, un personaje también bastante cañero vestido de paisano con traje y que usaba una máscara que ocultaba todos sus rasgos. El personaje fue creado por Steven Ditko (co-creador de Spider-man), conocido entre otras cosas por ser un convencido objetivista, así que el personaje es una forma de exponer sus ideas, con lo que el personaje no pasa ni una, no negocia jamás y cumple sus objetivos sin que nadie lo detenga. Es el superhéroe randiano.

    Acojona sólo de pensarlo, ¿eh?

  8. Roger Senserrich dice:

    Dioses, no es sólo un comentario estupendo, sino que eres oficialmente aún más friki que yo.

    Y sí, es un halago.

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