Una de las cosas más incomprensibles para un Europeo (servidor incluido) al seguir la política americana es la cantidad de temas y propuestas que están completamente fuera del debate, y que ningún político en su sano juicio se atrevería a poner sobre la mesa. Ideas que si alguien las pronuncia en voz alta en una campaña nacional te envían inmediatamente al más solitario de los cementerios políticos.

Un ejemplo obvio es la sanidad. No descubro la mar oceana si digo que la sanidad en Estados Unidos es un auténtico desastre: gastan más como porcentaje del PIB que nadie y su gasto por paciente es estratosférico, pero todas las estadísticas de salud relevantes (mortalidad infantil, esperanza de vida, años de vida saludable, acceso a la sanidad) son absolutamente patéticas. Todos los paises desarrollados gastan menos y tienen mejores estadísticas de salud; lo que hace a Estados Unidos distinto es el hecho que la sanidad no es pública (o «socializada» como dicen por aquí).

En cualquier lugar del mundo plantearse copiar un sistema que funciona bien en todas partes sería una propuesta perfectamente aceptable; en Estados Unidos, es un sentencia de muerte política. Como resultado, todos los candidatos demócratas en las primarias (con la excepción de Dennis Kucinich, tipo que nunca tuvo ninguna opción) defendían crear un sistema de sanidad universal, pero siempre a través de una especie de engendro que combinara gasto público, subvenciones, regalos, cuentas obtrusas y un papel central para las compañías de seguros privadas. Incluso John Edwards (el candidato que tenía de lejos el plan menos malo) tenía en mente crear una empresa pública que compitiera con el sistema privado utilizando un sistema rebuscado de mercados de salud. La solución obvia, simple y básica, extender Medicare (sistema salud que ya es de por sí rebuscado y chapucero) a toda la
población, está totalmente fuera de límites.

Por descontado, la sanidad no es el único tema con soluciones inaceptables; hay decenas de temas parecidos. No hay ningún político que se pasee por el mundo diciendo que quiere subir los impuestos; en Estados Unidos no hay ninguno que no diga que va a bajar los impuestos a alguien. No importa que el presupuesto federal esté nadando en tinta roja y que el gobierno americano sea ya de por sí pequeñito; aquí no se puede hablar de política fiscal de forma razonable.

Está terminantemente prohibido decir que uno cree que el gobierno debe tener un papel más activo en la economía (aunque eso es lo está sucediendo exactamente), que el gasto en defensa es excesivo (como mucho, «mal organizado») o que la gasolina es demasiado barata (lo es). Hablar de regulación tiene que siempre ir acompañado de un montón de reservas, no sea que que odies al libre mercado, y mucho cuidado con mencionar «homosexuales» y «derechos» en la misma frase en según que contexto, o «armas de fuego» y «control» en según que sentido. Y  por descontado, uno ama, adora, venera a las gloriosas fuerzas armadas de la República, y Estados Unidos no ha sido nunca nada más que el bueno en todas las películas al hablar de política exterior, y todo el que está en desacuerdo con nosotros es malo, malo, malísimo, o cobarde y francés.

Ah, y por descontado, todo el mundo es muy creyente. Faltaría.

Es una ligera exageración, pero no creáis que las cosas andan demasiado lejos de estos límites a nivel nacional. Obviamente en muchos estados algunos de estos temas si están abiertos a debate (California,  casi toda Nueva Inglaterra, Washington, Oregón..) pero a nivel nacional cualquier candidato irá con pies de plomo de no salirse de estos parámetros. El centro político en Estados Unidos está muy a la derecha de lo que uno espera en Europa; si a eso le añadimos el estricto, radical bipartidismo del sistema americano el debate queda muy limitado.

Lo que es curioso, sin embargo, es que esto no siempre ha sido así; muchos de estos «consensos» son relativamente recientes. El gran responsable del giro a la derecha de la política americana (y condicionador del debate) es, por encima de todo, Ronald Reagan. La derecha americana tiene una especie de fetichismo presidencial con Reagan casi preocupante, y la verdad, no me extraña; el tipo redefinió radicalmente sobre cómo se habla de política en Estados Unidos. No creo que Reagan fuera un presidente estelar en cuanto a resultados (el crecimiento económico fue más bien decepcionante), pero en cuanto a retórica ha sido una lacra / bendición (según se mire) para el país durante décadas.

Hay señales, parece que esta influencia del Reaganismo está empezando a perder fuerza, básicamente porque su último defensor en la Casa Blanca ha hecho un trabajo espantoso. Veremos si la cosa cambia. Lo que parece claro es que tanto McCain como Obama cuando hablan de política están hablando tanto con (o contra) Reagan que contra su oponente directo.


4 comentarios

  1. Nota al margen: esta clase de «límites» al debate no son exclusivos de la política americana; los europeos tienen cuestiones parecidas.

    En España, sin ir más lejos, uno no puede ni tocar la sacrosanta existencia de educación universitaria subvencionada (algo que es un poco absurdo), ni siquiera sugerir copagos en sanidad, dar la más remota impresión que uno quiere aumentar el gasto militar o hablar de dejar sin AVE a una capital de provincia.

    No hace falta decir que España es un país muy, muy, muy liberal comparado con Estados Unidos. De hecho, incluso comparado con Alemania o Francia.

  2. […] nunca; es una criatura del ala pragmática del partido demócrata que entiende su país y sabe qué puede pedir y que no. Este hecho, sin embargo, no debe hacer olvidar a nadie que a pesar de su moderación, la historia […]

  3. […] cuestión es, hablar de nacionalizaciones en Estados Unidos es una de esas cosas que están fuera del debate político. Es algo parecido a tener un político europeo hablando de eliminar las vacaciones pagadas;  […]

  4. […] cuestión es, hablar de nacionalizaciones en Estados Unidos es una de esas cosas que están fuera del debate político. Es algo parecido a tener un político europeo hablando de eliminar las vacaciones pagadas;  […]

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