Estrategia obtusa & Retórica & Tonterías mediáticas

Mitología política americana (III): Colbert y su «tributo» al presidente

25 Jul, 2008 - - @egocrata

Tras dos entradas hablando de historia antigua, hoy toca algo un poco más reciente: el monólogo de Stephen Colbert en la cena de corresponsales de la Casa Blanca en Abril del 2006. Podéis ver el video -casi- completo de su actuación aquí; os dejo un ratito para que le echéis un vistazo.

La actuación de Colbert tiene su historia. La cena de corresponsales es una tradición antigua en Washington; una fiesta en que periodistas, famosos y políticos se reunen para hacerse la pelota y reirse de forma muy educada unos de otros. Es costumbre que el presidente o algún miembro de la administración haga un monólogo humorístico, haciendo bromas sobre sí mismo y la prensa, siempre sin ánimo de ofender. Aparte de los políticos, cada año se invita un cómico conocido para que haga un monólogo o actuación, normalmente haciendo bromas para que la gente se sienta bien importante.

En el año 2006 algún genio en el departamento de prensa de la Casa Blanca (dicen que fue Mark Smith) debió escuchar el nombre de Stephen Colbert y lo brillante y fantástico que era, y quisiendo estar a la última, lo invitó para que actuara. Colbert empezó su carrera como «corresponsal» en el Daily Show, y tenía (tiene) un programa llamado The Colbert Report, una parodia de los «informativos» conservadores entre histéricos y sobreexcitados en Estados Unidos (Bill O´Reilly siendo su principal inspiración). El tipo es fráncamente brillante, y no duda en cachondearse del alegre irracionalismo de algunos políticos y el alegre desprecio de la prensa por la realidad, con especial atención a la endogamia galopante entre ambos en Washington. Cuando le dieron la oportunidad de actuar en el epicentro de todas sus burlas, Colbert, como no, aceptó encantado.

Su monólogo fue un espectacular ejercicio de funambulismo cómico. En vez de variar y suavizar su parodia, Colbert se lanzó a muerte y a saco contra todo lo que se movía, burlándose abiertamente de prácticamente todos los asistentes. Uno tiene que estar especialmente loco para burlarse del hombre más poderoso de la tierra en su cara, con las cámaras rodando y un público no especialmente receptivo; Colbert lo hizo. No contento con ello, el tipo procedió a meterse con absolutamente todo el mundo en la habitación, con chistes dolorosamente cercanos a la realidad que no hicieron gracia a casi nadie.

De hecho, eso fue lo más gracioso de todo el asunto. La reacción de muchos de los medios y políticos presentes fue una combinación de enfado, shock, confusión y pérdida de la memoria selectiva. Las críticas de los medios fueron en ocasiones salvajes, diciendo que Colbert había sido cualquier cosa menos gracioso y que el monólogo había sido un espectacular fracaso en la audiencia. El presidente, aunque se controló durante la actuación, pilló un cabreo monumental; varios políticos salieron de la sala en medio de la actuación, visiblemente enojados. Los medios apenas hablaron de Colbert el día siguiente, más que para decir que su monólogo no provocó demasiadas risas en la sala.

Cosa que dice bien poco a favor de los medios, ya que la actuación de Colbert sí provoco risas fuera de la sala, especialmente en los que no participan del absurdo circo político de Washington. El evento se convirtió en un éxito en YouTube y sitios parecidos inmediatamente; no pasó demasiado tiempo antes que comentaristas empezaran a criticar el hecho que muchos medios habían silenciado la (brutal) parodia de Colbert en la cena. Más allá de la actuación, ver las caras de póker de todos esos periodistas, capitostes y políticos cuando el bufón de la corte les metía el dedo en el ojo con saña resultó ser una de las mejores críticas al sistema vistas en años; una espléndida muestra del poder de internet en la era de Youtube.

El monólogo de Colbert, por encima de todo, fue un ejemplo claro del autismo de una parte importante de los medios y clase política americana respecto a la sociedad en general. La reacción de los presentes ante lo que para cualquier observador externo era un monólogo brillante fue un recordatorio doloroso de la enorme, extrema, singular torpeza de la prensa americana en los últimos 6-10 años.

¿Cambió Stephen Colbert el mundo con su monólogo? No, eso es bastante obvio. Su actuación, sin embargo, si que fue un toque de alerta; no son pocos los que atribuyen los cambios en la política americana a la sátira salvaje de ese día. No podemos decir que la prensa realmente cambió de tono y que nació la idea del cambio necesario gracias a cuatro chistes, por descontado; pero como elemento simbólico (el monólogo es recordado y citado a menudo) el discursito de Colbert si tiene cierto valor.

Y joder, es muy gracioso. No siempre voy a poner anuncios deprimentes al hablar de mitología.


Un comentario

  1. Yo me quedo con una frase:

    «Yo creo que el mejor gobierno es el que menos gobierna. Y bajo esos parámetros, estamos haciendo un gobierno fantástico en Irak.»

    Genio.

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