No recuerdo de donde viene la cita (probablemente de Jon Stewart) pero el cargo de vicepresidente de Estados Unidos equivale en muchos casos a ser una nota de página bien poco gloriosa en la historia del país. John Adams, hombre brillante donde los haya, fue el primero; describía su trabajo como «the most insignificant office that ever the invention of man contrived or his imagination conceived«. Algo debía saber, ya que fue uno de los redactores de la constitución.

Aunque Adams fue el segundo presidente, hasta hace relativamente poco el cargo no era visto como un buen lugar para llegar al despacho oval; el Secretario de Estado tenía mayor prestigio. No fue hasta que Richard Nixon ocupó el cargo en los 50 con Eisenhower que tuvo algo de publicidad. No que tuviera poder real dentro del gabinete; el primer vicepresidente con algo de peso fue probablemente Al Gore (y no demasiado); el caso de Chenney y su presencia imperial es francamente inusual.

Por estos motivos, entre otros, la búsqueda de un vicepresidente tiene una importancia relativa, a pesar de la atención de los medios. Tanto desde el punto de vista institucional como desde el punto de vista electoral, la figura del segundo de a bordo es relativamente poco importante: no tiene demasiado poder real, y no se ha demostrado escoger con especial cuidado aporte demasiado a las expectativas del jefe. Los periodistas hablan de equilibrio, cubrir flancos y reforzar mensaje, pero en la mente de los votantes el presidente es el que ocupa la primera página.

Hasta aquí las costumbres y la tradición; este año puede que la cosa sea ligeramente distinta. Ambos candidatos a la presidencia son personas bastante excepcionales, por un motivo u otro, que hacen el cargo de vicepresidente algo menos trivial. Quizás la persona no te de votos, pero escoger a la persona equivocada si pueda quitártelos.

Empezaremos por McCain, que lo tiene un poco más fácil. Se dice a menudo que el senador de Arizona tiene un flanco débil en un sector importante de la base del partido, los votantes evangélicos más conservadores. McCain no era tradicionalmente un gran amigo del colectivo cristianohistérico del partido republicano; el tipo parecía divertirse de hecho metiéndose con ellos en las primarias en el 2000, algo que le acabó saliendo bastante caro. De un tiempo a esta parte (como parte de la tendencia pragmática de su quijotismo aparente) ha ido girando a la derecha y haciéndoles descaradamente la pelota, pero aún parece generar recelo.

Parecería obvio entonces para McCain escoger un alegre comebiblias del sur para hacer feliz a este sector del partido, pero la verdad, no creo que le salga a cuenta. Si algo tiene McCain que le está salvando en las encuestas del desastre general de su partido es su imagen de ir por libre; un giro a la derecha tan poco disimulado le haría más daño que bien en un año en que la palabra «conservador» tiene mala prensa. Soy de la opinión que el candidato republicano tiene bastante margen de maniobra en este aspecto, con una sóla condición: la edad.

Haga lo que haga McCain, no puede escoger un vicepresidente viejo. Aparte del hecho que a sus 72 años puede que su segundo tenga que tomar las riendas del país si le da un achaque, desde el punto de vista de imagen de campaña no puede salir en la foto con alguien que parezca anciano. El partido republicano tiene cierta imagen de gerentocracia petulante, así que sólo les faltaría poner otro viejete excitable.

¿Quién suena para vicepresidente republicano? La verdad, cientos de personas. La prensa se divierte muchísimo escogiendo y buscando futuribles, siempre con cientos de razones muy lógicas. Tiene sentido que sea una mujer, que sea un pseudo-demócrata (Joe Lieberman), que sea del sur, que sea del Midwest, que sea religioso, que sea moderado o que sea un caballo. Todo tiene buena prensa. Los futuribles concretos son relativamente poco sólidos. Los que me parecen más factibles son los gobernadores de Minnesota y Louisiana, la (guapísima) gobernadora de Alaska, Huckabee, Romney y pocos más, pero ir más allá de esta lista tiene poco sentido ahora mismo.

El caso de Obama es parecido, pero algo menos complicado. El «dilema» Hillary es la verdad un poco artificioso; no creo que los Clinton tengan ganas -ni capacidad- de pasarse los próximos seis meses (mínimo) recibiendo órdenes. Hillary quizás pueda cumplir con el requisito número uno de ser una buena vicepresidenta (salir del medio, alabar al jefe y no decir chorras ni crear problemas) pero Bill me parece incapaz de tal hazaña. Sólo con la cantidad de basura mediática que las amistades de Bill post-Casa Blanca llegaría a generar bastaría para hacer una campaña que promete ser relativamente limpia un vertedero. Los estilos de los Clinton y el de Obama son radicalmente distintos, y la verdad, destruirían la campaña: ¿tantos meses prometiendo cambio, y escoges de vice a la mujer de un expresi? ¿Dónde deja eso tu mensaje?.

El dilema de Obama no es tanto Hillary sino sobre qué señal quiere enviar, y dónde quiere hacer campaña con fuerza. El ejemplo natural sería Jim Webb, senador por Virginia. Webb trabajó para Reagan en los ochenta, tiene una carrera militar brillante, sabe mucho de política exterior y es muy popular en un estado que puede cambiar de partido este año (y escribe novelas supuestamente decentes, por cierto. Pero eso para otro día). Encima es blanco, muy clase trabajadora y populachero, compensando algunos -presuntos- problemas de Obama. Como Webb, hay una lista enorme de posibles candidatos que darían un juego similar, dependiendo de dónde los saquemos.

Algunos ejemplos: Richardson (Nuevo Méjico y oeste en general; sabio, con experiencia en todo, popular, latino), Edwards (blanco, populachero, Carolina del Norte), Biden (sabio, blanco), Strickland (Ohio, clintonista, populachero, obrerista, blanco), Evan Bayh (clintonista, Midwest, blanco y puro), Sebelius (mujer, gobernadora de Kansas, moderada), Rendell (como Strickland, pero en Pennsylvania), y así un largo etcétera. Lo cierto es que Jim Webb suena con fuerza, pero el futurismo es un poco vacuo a estas alturas. La verdad, no creo que valga la pena especular, y lo cierto es que aparte de no escoger a Hillary (que por
cierto, los republicanos odian; los movilizaría algo serio) no creo que el efecto electoral sea demasiado grande.

A todo esto, lo que decía el otro día del «salto» de Obama en las encuestas ya está en marcha. De momento anda en los 7-8 puntos de ventaja, y aún con margen de mejora. Veremos en qué se estabiliza en un par de semanas.


5 comentarios

  1. Realice dice:

    Sí es guapa la potencial vice, sí; y tiene un buen peluquero, no como la mujer de McCain, que es a su vez muy guapa pero con ese aire de Barbie un poco trasnochada.

    Es curioso que parezca importar tan poco la elección de VP. Uno pensaría que es un mensaje importante para el electorado: un mensaje sobre la distancia entre las palabras de los meetings y los hechos de lo que realmente va a suceder a la hora de la verdad. A mí me parece que, en cierto sentido, los candidatos se retratan en la elección de vice: si priman los equilibrios de poder dentro del partido sobre la singularidad o la coherencia de su mensaje, si buscan un perfil que compense sus deficiencias… Me resulta curioso que esta decisión no modifique sustancialmente la imagen pública del candidato. Es como si me dijeras que lo mismo da que Rajoy renueve a Acebes que ponga a Gallardón, su imagen pública no sufre alteraciones significativas.

    La vicepresidencia de Chenney parece atípica desde el principio, ¿no? En algún sitio leí que era el tipo destinado a elegirle vicepresidente a Bush, pero que él mismo no contó como candidato hasta el último segundo.

    Muchas gracias por el análisis, por cierto. Siempre es un placer leerte.

  2. A ver, he exagerado un poco. Es una de esas decisiones que si se hace bien no te aporta nada, pero si se hace mal te hace mucho daño. Si McCain pone de vicepresidente a Donald Rumsfeld, eso le hará un daño terrible. En cambio escoger entre Huckabee o Newt Gingritch es relativamente poco relevante.

    La cuestión es, EUA es un país gigantesco que tiene una burrada de políticos potencialmente buenos VP. Si te gusta la política (y eres un poco friki) te pasa como a un servidor, que te puede contar quién es Bobby Jindal o Kathy Sebelius, y decirte si me caen bien o no. Para la mayoría de votantes, sin embargo, el gobernador de Lousiana o la gobernadora de Kansas es como si al españolito medio le preguntan el nombre del presidente de Austria: sabrá bien poco. El candidado a presi nunca va a escoger alguien más conocido que él mismo (duh), así, que siempre es un añadido relativamente menor, con la excepción del sitio donde viene el VP.

    Y sí, Chenney es muy atípico. Igual que Bush, vamos, un tipo que anda con un 28% de aprobación…

  3. Realice dice:

    «el gobernador de Lousiana o la gobernadora de Kansas es como si al españolito medio le preguntan el nombre del presidente de Austria: sabrá bien poco»

    O el presidente de Castilla-La Mancha 😀

    ¿Y te cae bien la gobernadora de Alaska de correctas mechas y estilizado recogido en la nuca?

  4. Mpmx dice:

    Para mujer la de Kucinich…

  5. A ser sincero, no sé de ella mucho más de lo que dice su página en Wikipedia. No sé ni qué voz tiene. Alaska está muy, muy lejos, coño 🙂

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