desarrollo económico & Hemeroteca Lorem Ipsum - Materias Grises & idas de olla
A Britney Spears no le hacen más que pasar desgracias. La chica lleva una buena temporada comiéndose unas cantidades de mala prensa tremebunda, a menudo más que merecidas; a la chica se le ha ido la olla de mala manera, y parece que ya ni intenta ser remotamente presentable o tratar de rehacer su buena estrella.
Lo cierto es que podemos aprender mucho de Britney. Britney es una tragedia humana clásica, un ejemplo claro que tener un golpe de suerte, ser mona y lanzar un mega exitazo musical no convertirá tu vida en un camino de rositas. Britney es un símbolo de una de los problemas clásicos de muchos lugares del mundo,
la tragedia del ganador de la loteria.
Britney Spears es Bolivia.
Expliquemos por qué. Britney Spears es una muestra clara que si uno es imbécil y tiene un golpe de suerte, después del golpe de suerte uno sigue siendo imbécil. Recibir cantidades ingentes de riqueza de forma imprevista no significa que ese dinero vaya a ser administrado bien; si uno tiene una larga tradición de despilfarro, nunca ha aprendido a cuidarse solito o tiene un talento extraordinario para meter la pata de forma espectacular y no querer recibir consejo, es bastante probable que eche a perder esa súbita inyección de riqueza.
Britney tuvo el golpe de suerte de ser la elegida por la maquinaria de promoción de la industria musical; tiene un talento y presencia discretas, nada demasiado extraordinario, pero una campaña magistral y dar con la fórmula mágica («escolar lasciva virgen») la hizo multimillonaria. El problema es que tras el golpe de suerte, y una vez dejada a solas, la chica se ha demostrado
incapaz de sobrevivir a sí misma; la niña era tonta antes, y ahora que puede demostrarlo lo ha hecho de forma magistral.
¿Qué sucede con Bolivia? Algo parecido, con algunas palabras distintas. Si en vez de escribir «éxito discográfico» decimos «encontrar gas natural», la historia es bastante parecida. Bolivia tuvo el golpe de suerte de encontrarse con un premio de loteria natural, las enormes reservas de gas en su subsuelo; el problema es que el país, de un modo u otro, no parece capaz de hacer nada que valga la pena con el súbito aumento de ingresos.
No diré que los Bolivianos fueran un grupo de cretinos irresponsables; el símil no va tan lejos. Lo que si es cierto es que hay un número importante de características estructurales que hacen mucho más difícil la tarea de crear y gestionar riqueza.
Para empezar, el país no tiene una distribución de la riqueza equilibrada. Cuando el dinero se concentra en
pocas manos, aquellos que tienen mucho son muy poco amigos de la redistribución; sea petroleo, sea gas o sea tierras, si uno tiene mucho de algo y hablan de redistribución sabe que va a salir perdiendo. Como resultado, el gas natural es otro premio más por el que liarse a tortas; si lo controla el estado o una multinacional no importa, siempre habrá perdedores que fuera de la fiesta.
El segundo problema se deriva del hecho de la falta de diversificación de la economía. Cuando un país ve como de golpe una parte muy importante de su riqueza viene de una sóla fuente natural mágica, las distorsiones que esto crea son tremendas. Desde subinversión en otros sectores a una tendencia a tratar de utilizar los recursos para ahorrarse el trabajo de crecer pasito a pasito produciendo cosas, la economía de un país se resiente. Es el efecto de tener ya dinero y ganar más, en comparación a no tener nada y que te caiga fortuna
de golpe; el nivel de histerismo es infinitamente mayor.
El tercer problema viene derivado de los dos primeros, y es la estructura del sistema político. Los paises con pocos recursos mal distribuidos tienden a producir régimenes llenos de conflicto, sea latente o explícito. La pobreza acostumbra a venir acompañada de una variedad de malas costumbres: falta de respeto a las reglas del juego, leyes confusas y con implementación arbitraria, corrupción, caciquismo, etcétera. La riqueza no arregla estos problemas; de hecho estos inconvenientes acostumbran a ser magníficos instrumentos para despilfarrar cualquier cosa.
Más allá de eso, la falta de infraestructuras básicas hace todo más complicado. Si uno no tiene carreteras, por mucho dinero que haya flotando (y siendo desperdiciado) por el sistema, no hay demasiado que hacer. Crecer, desarrollar, avanzar la economía es complicado, y más cuando esos
yacimientos y gasoductos se llevan toda la inversión.
En pocas palabras: no es lo mismo ser rico que ganar mucho dinero. Tener muchos ingresos no conlleva necesariamente desarrollo económico; el crecimiento es algo mucho más sutil y complicado que tener y utilizar el dinero que nos ha tocado a suertes. Que le pregunten a países como Japón, que en cuestión de recursos naturales sacaron la pajita más corta…
Sólo por casualidad… ¿Te has leído el libro de Jeffrey Sachs «The end of poverty» (aquí traducido como «El fin de la pobreza»)?
Da una explicación de la pobreza más simple pero mucho más interesante y con consecuencias más devastadoras…
Saludos.
¿Cual es su tesis? Normalmente no me tomo a Sachs demasiado en serio (le tengo una manía irracional, mira), pero si la idea básica es buena lo saco de la biblio y le doy un vistazo.
De hecho entonces su argumento no es muy distinto: si un país tiene problemas estructurales graves (y la geografía lo sería), la riqueza no es fácil de crear. Le echaré un vistazo, la verdad.
La verdad, más que decir sólo Bolivia, mi intención era referirme más a la maldición de los recursos naturales. Algún día tengo que escribir sobre por qué los Saudíes son pobres y Dubai no lo es…
El libro de Sachs tiene bastante de «yo, yo y yo… ah, y yo…», síntoma que comparte con Stiglitz (sólo le falta el Nobel), pero como el tío ha vivido tiempos interesantes, la verdad es que resulta curiosa su lectura. Yo me salté el prólogo de Bono, lo que supongo que me ahorraría un tiempo considerable.
Si quieres un precedente de «Britney», tendrías que buscar en Google «Bolivia» y «Estaño»… Lo que te ibas a reir…
Saludos.
Para poneros en contexto,
Jeffey sachs fue un «chico prodigio» de la economía neoliberal. La mayoría de los postulados neoliberales de reducción drástica del gasto público y la liberalización de toda la economía de los países en aras de la globalización está soportada por gente como Jeffrey Sachs. Como otros de su cuerda, se dedicó a asesorar a gobiernos diversos sobre cómo hacer una transición desde regímenes políticos más o menos estatalizados al neoliberalismo, como se hizo en Rusia, Polonia y muchísimos países de latinoamérica, con un «éxito» que visto en perspectiva, sólo puede calificarse de todo lo contrario: un fracaso rotundo que empobreció aún más a la mayoría de la población de esos países aún más.
Entre otras cosas, Sachs fue asesor en asuntos económicos nada más y nada menos que del presidente de Bolivia Gonzalo Sánchez de Lozada. Consiguió controlar la inflacción a base de desvestir al estado y privatizarlo todo. En pocos años el nivel de vida de
Bolivia, que ya era bajo, se fue al carajo (con inflacción controlada, para que las multinacionales pudiesen funcionar, pero la mayor parte de la población en la ruina más absoluta). Y el surgimiento de movimientos indigenistas y de izquierda que hay en Latinoamérica hoy en día es consecuencia directa de esas políticas y sus efectos sobre la mayoría de la población, que quedó en la más absoluta miseria.
Un ejemplo de cómo funcionaba la política Sachs en la práctica (la teoría, por supuesto, era fantástica y de resultados «garantizados»): En Bolivia se llegó a privatizar los servicios de agua. Los precios, fijados por las concesionarias, se dispararon. La gente se iba al río a coger agua porque no podía pagar la factura. Las empresas concesionarias amenazaron al gobierno de Bolivia de denunciarlo a instancias económicas internacionales por incumplimiento de contrato. El gobierno de Bolivia tuvo que aprobar una ley que prohibía coger agua de los ríos y manantiales a la gente. Ese, junto con las
adjudicaciones de los recursos de Gas del país, llevaron a una serie de revueltas que forzaron la salida de Sánchez del gobierno, con varios gobiernos precarios hasta que entró Evo Morales.
Por cierto, que Gonzy (como llamaba Sachs al presidente boliviano), cuando ganó Morales, se intentó fugar del país con un buen montón de millones de dólares en maletines…
A posteriori, Sachs, entre otros de su cuerda, dijeron que el fracaso de las políticas neoliberales se debía a que no se había sido lo suficientemente «neoliberal»… Y todavía va vendiendo esa moto para salvar su culo. Hace ya unos años que se pasó a lo del hambre y dejó de lado sus ambiciones como «transformador de la economía mundial», y cada vez tiene un prestigio más discutido y erosionado. Hay que decir, a su favor, que no se trata de un intelectual comprado y que seguramente pensaba, de forma presuntuosa y egocéntrica, que tenía razón en lo que decía y recomendaba, pero si eso demuestra algo es que como economísta fue un un
auténtico petardo.
Para mí Sachs es poco menos que un criminal, que yendo de niño listo y con el soporte del FMI y del BM, se dedicó a recomendar a los países pobres hacer aquello que más les perjudicaría en beneficio de las grandes multinacionales. Algunos de esos países intentan recuperarse como pueden de las devastadoras políticas de los 90, escogiendo políticas y políticos «revolucionarios» como Chávez, Morales, Ortega, etc. Otros, como Rusia, con una transición del estatalismo al neoliberalismo catastrófica, siguen inmersos en una economía depredadora y corrupta de efectos que todos conocemos.
No sólo los políticos y los magnates son repsonsables de cómo van algunas cosas en el mundo. Los «intelectuales» que les dan la pátina de legitimidad y sapiencia son tan culpables como ellos.
Bien, veamos los datos: entre 1985 y 2002 el PIB por habitante subió de 835 a 940; la tasa de gente alfabetizada mayor de 15 años subió del 74 al 87%; la tasa de niños en educación primaria subió del 91 al 94%, en secundaria del 29 al 67% y en terciaria del 21 al 39%; la mortalidad de niños de hasta cinco años descendió de 122 a 71 por cada mil habitantes; y la infantil de 87 a 56 por cada mil habitantes. No está mal.
Sobre la inflación. Hizo dos cositas: reducir la emisión de moneda (emisión que disparaba la ya disparatada hiperinflación) que sufragaba todas esas cosas que no salen de la nada y subir el precio del gas. Y le dió al país una estabilidad que duró casi veinte años.
Privatización del agua. Pues la privatización, en sí, funciona. ¿Se podía haber hecho mejor, con cuotas? Probablemente. Pero en Bolivia el agua se despilfarraba.
Y » En pocos años el nivel de vida de Bolivia, que ya era bajo, se fue al carajo (con inflacción controlada, para
que las multinacionales pudiesen funcionar…» se define por sí solo y al resto de tu comentario.
Y si todo andaba tan bien, como sera que gano Evo Morales??? Estos indios no aprenden mas a entender las cosas como nosotros los blanquitos.
Happy butcher:
No soy economista, así que me gustaría que me aclarases dos datos:
– Un aumento del 12,6% en 17 años en un país en desarrollo, técnicamente ¿se considera crecimiento o contracción?
– Al dato del PIB medio por habitante, ¿podrías añadirle el dato de la desviación típica?
Gracias!
12,5% en 17 años es 0,739% anual. Ole. 🙂