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No sabía que había sido publicado en España, hasta que una de mis habituales visitas masocas a LD me encuentro a Juan Carlos Girauta poniéndolo a parir. Ya hablé de el libro hace tiempo, precisamente del capítulo del que Girauta habla, así que no es que esté aquí rebuznando para llevar la contraria.
Pues sí, el libro es excelente, y la crítica de Girauta que la correlación entre legalización del aborto y descenso de la criminalidad diciendo que es una «falacia non causa pro causa del tipo post hoc ergo propter hoc» (marchando una de latinajo fácil en vinagre) es bastante estúpida, y demuestra que o
bién no se ha leído el libro, o bien no tiene pajolera idea de estadística.
Levitt y Dubner, los autores, son especialmente cuidadosos en ese aspecto. De hecho, en la edición revisada en Estados Unidos añaden de forma harto inusual para un libro de divulgación el modelo estadístico completo en el anexo, con multitud de variables de control para tratar de descartar otras posibles causas. De forma muy sorprendente incluso para mí (que aún no creyendo que deba prohibirse, el aborto no me hace ninguna gracia), el modelo cuadra y es sorprendéntemente robusto; no parece que la correlación tenga nada de casual. A falta que a alguien se le ocurra otra variable que no está en el modelo que dé una explicación más potente (y repito, controlan por todo lo que decía la literatura hasta entonces) el modelo parece correcto, y la hipótesis confirmada.
Lo que me parece más cómico (y triste) de la crítica de Girauta es que hable de moral. La pregunta que se hacían Levitt y Dubner no era si el aborto es
bueno o no; la pregunta es por qué de forma inexplicable la criminalidad cae en picado en Estados Unidos a principios de los noventa, sin que los datos apoyen ninguna de las explicaciones habituales explicando el fenómeno completamente. La buena marcha de la economía, el número de polícias, las estrategias de lucha contra el crimen, el mercado de la droga, el número de jóvenes (los que más crímenes cometen) en la población, la estructura de las ciudades, distribución de la renta, nivel de paro… ninguna variable parece explicar por qué súbitamente la delincuencia disminuye en todas partes, en contra de todas las predicciones de los expertos, y en muchos lugares mucho antes que se note el crecimiento económico.
¿Qué hace un científico, si no explicar la realidad? Los autores de Freakonomics hacen exactamente eso. Decir que el hecho que hayan menos niños no deseados lleve a que haya menos adolescentes cometiendo crímenes unos años después no equivale a decir que matar a bebés pobres es una buena
idea. Los autores mismos, con cierta sorna, han dicho alguna vez que para evitar el problema son más partidarios del condón. Que haya mujeres que usen el aborto como mecanismo de planificación familiar no equivale a celebrarlo; Leavitt y Dubner de hecho dicen claramente que como herramienta de lucha contra el crimen es algo patéticamente ineficiente.
La realidad no tiene un valor moral de por sí, es, y punto. Una mesa no es un ente bueno y valioso por el hecho que diga que tenga cuatro patas, y una silla no es malvada y genocida al ser descrita como vagamente incómoda. De igual modo, el describir como Egócrata está sentado en su sillón, con su portatil en sus rodillas, escribiendo con rostro serio no debe ser un juicio de valor por sí sólo; si se podrá decir que moralmente es un acto repugnante, al representar un pérdida de tiempo, pero el hecho de proclamar que Egócrata escribe letras al pulsar botones no debe ser motivo de controversia moral, si no en todo caso científica.
Si Girauta
cree que describir la triste vida de las mujeres que deciden abortar ya que no podrán cuidar al niño es inmoral, nos estamos metiendo en terrenos peligrosos. Sé que mencionar a Galileo es exagerado en este caso, y que el pobre Juan Carlos no está para quemar a nadie en la hoguera, pero negar la realidad porque no me cuadra con mis ideas es la verdad bastante lamentable.
A mí los überliberales ya no me sorprenden en absoluto. Cuando ellos proponen verdaderas salvajadas o brutalidades con fría lógica cartesiana en nombre de lo que se atreven sin desahogo a llamar «libertad», o defendiendo que las leyes de la economía son como ellos dicen que son y tan inexorables como el movimiento de los planetas, que ellos no tienen la culpa de que el Universo funcione así, por lo visto sí que están más allá del bien y del mal.
Y que cosas como éstas los escandalicen y cabreen tanto no hace sino demostrar que al final los que mandan en esos grupos no dejan sino de ser los conservadores de toda la vida que ahora van con otro nombre.
Probablemente al Sr. Girauta prefiere que esas pobres señoras no aborten, para que se vean obligadas a aumentar su productividad para sacar adelante su prole, lo que da lugar a un incremento del PIB del país.
Abortando, niegan al mercado la mano de obra baratísima que se precisa para engordar las alforjas de los de siempre.
Repugnante
La falacia se da si se relacionan dos variables independientes, pero si son variables dependientes no hay falacia.