Política

Give peanuts, get monkeys? Una propuesta para remunerar mejor a los políticos

18 Abr, 2013 -

Por Carles A. Foguet

El signo de los tiempos es reclamar que los políticos, en general, cobren menos. Yo, intuitivamente, era del parecer que los políticos, en general, tienen que cobrar más. Pero ya que conducir en dirección contraria por una autopista en plena operación retorno y con depende de quién de copiloto (1 y 2) no es una sensación demasiado agradable, propongo un trato: que los políticos no cobren ni más ni menos, sino mejor.

Hay quien ya se ha molestado en explicar porqué no parece una buena idea que los políticos cobren menos, así que no insistiré demasiado en ello. También ha habido ya quien ha contradicho que tengan que cobrar (mucho) más, la posición mayoritaria socialmente hoy. Muy resumidamente, lo que a mí me preocupa es que si cobran poco o nada se expulsa a una parte muy concreta (y mayoritaria) de la población del ejercicio efectivo de la política mientras que, si cobran mucho, se alinean incorrectamente los incentivos de forma que se corre el riesgo de atraer al ejercicio de la política buscadores de rentas (que son sólo buscadores de rentas).

Creo que tanto una como otra alternativa, respectivamente, no son demasiado deseables, porque repercuten potencialmente (en negativo, claro) en la calidad de las políticas públicas que se lleven a cabo, ya sea porque sufrirían un sesgo socioeconómico muy determinado o porque se asumiría el riesgo de que fueran todavía peores de lo que ya son hoy (y a un precio más caro).

¿Hay algún camino de en medio para evitar los riesgos de las dos alternativas que hay sobre la mesa? Espero que sí. Se trataría, muy resumidamente, de pagar a los políticos electos de acuerdo con su “precio de mercado”. ¿Cómo? Pues estableciendo unos sueldos variables en función no del cargo a ocupar sino de las retribuciones que los electos tuvieran antes de ocuparlo. Sí, esta propuesta no respeta ningún tipo de ordinalidad basada en la jerarquía institucional. Pero justamente de esto se trata.

La idea de fondo es que nadie pueda participar o quedarse fuera de la gestión de la cosa pública por culpa de la retribución vinculada a su ejercicio. Y, de retruque, lanzar el mensaje (que parece lo único relevante hoy en día) que la política no será una vía para el enriquecimiento, ni lícito (puesto que se mantendría el nivel de vida logrado con anterioridad por el candidato) ni ilícito (por el mismo motivo, a pesar de que habría que acompañarlo con otras medidas que ya están sobre la mesa, a pesar de que corren el riesgo de quedarse cortas).

Con el sistema actual, caracterizado tanto por su arbitrariedad como por su inflexibilidad, nos encontramos que la estructura de incentivos está lo suficientemente mal diseñada como para interferir en las decisiones de casi todo el mundo.

Por ejemplo, los sueldos actuales pueden expulsar a la parte de la población que cobra sueldos mucho más altos en la empresa privada. Y si no los expulsa, puede tentarlos a lograrlos por vías ilícitas. Es cierto que no hay una correlación perfecta entre la valía profesional y algunos de los sueldos exorbitantes que se están pagando en el mercado, pero estoy convencido de que sí que hay una correlación significativa. ¿Nos podemos permitir, por sistema, no atraer los ciudadanos más válidos al ejercicio de la política?

Pero los sueldos actuales pueden, a su vez, ser un incentivo suficientemente atractivo para personas que difícilmente podrían conseguir por sí mismas uno parecido en el mercado laboral, provocando los fenómenos de selección inversa por todos conocidos. Y, estirando el argumento, si perseguir un sueldo “inmerecido” (por exceso) justifica determinados comportamientos tanto en el seno de las organizaciones como fuera de ellas, nada hace pensar que llegado el momento no puedan pretender uno todavía más alto, por canales ilícitos, si hiciera falta.

Hoy en día, sólo aquellos que tengan un “valor de mercado” suficientemente pareciendo a los sueldos ofertados actualmente podrán excluir esta variable de su proceso de decisión. Y, por una cuestión de probabilidad, son una minoría. Una de las ventajas potenciales de esta propuesta es que es sensible, a tiempo prácticamente real, a la estructura de retribuciones del mercado laboral: no la modifica en su conjunto, ni lo pretende, sino que obvia conceptos como “ciudadano medio” para resolver cada caso particular de manera individualizada.

Sé que la propuesta tiene muchas debilidades cuando se concreta (¿qué hacer con empresarios, autónomos o clases pasivas? ¿Y con los jóvenes de 18 años? Etc.), pero creo que puede ser un buen punto de partida. Algunas de las líneas de desarrollo de la idea:

  • Sólo tendría que aplicar a los políticos electos. Estoy seguro que no tendría que aplicar a los funcionarios, por muy arriba de la pirámide burocrática que se encontraran (a pesar de que la retribución del funcionariado también merecería una reflexión a fondo). Dudo que tenga que aplicar a los cargos de confianza, pero a día de hoy, tiendo a creer que, con algunas limitaciones, sí, el modelo puede ser igualmente válido (los ministros, por ejemplo, de libre designación, los trataría de acuerdo con los mismos principios).
    • Del punto anterior se desprende una cierta preferencia por la no profesionalización de la política y por la transitoriedad de su ejercicio. Es cierto, pero con matices: considero que la política necesita de un grado de profesionalización con el que no cuenta hoy, muy especialmente en los niveles donde el centro de gravedad se desplaza del contenido estrictamente político al técnico, pero vincular la eligibilidad con unas habilidades profesionales concretas no es nada democrático y, en consecuencia, inaceptable (motivo por el cual esta propuesta valora la profesionalidad genéricamente, independientemente de si encaja mejor o peor con las responsabilidades que se tengan que asumir).
  • Para calcular el sueldo con el que retribuir a un candidato escogido se calcularía alguna media de las retribuciones percibidas (rentas del trabajo, no del capital) a lo largo de, como mínimo, los dos años anteriores a ocupar el cargo. Digamos que la intención es que el “valor de mercado” de los candidatos esté bastante consolidado y se cierre la puerta a que puedan coger atajos para engordar su retribución potencial una vez tomada la decisión de concurrir a unas elecciones.

    • Obviamente, tendría que haber algún tipo de escala que estableciera unos límites en función de la medida de la institución / administración del cargo a que se concurre. Más que nada porque no parecería justo que los pobres ciudadanos de Castelldefels tuvieran que endeudarse hasta el fin de los días si una tarde los jugadores del Barça que allí residen decidieran organizar una candidatura para las elecciones municipales.
  • Se puede valorar la inclusión de una horquilla que afecte, en positivo o negativo, a este salario básico. En positivo, combatiendo el principio de indiferencia, incrementando en un porcentaje determinado (¿5%?, ¿10%?) el sueldo de referencia para incentivar a participar en la representación política. O un decremento similar si se cree que el mero hecho de participar en la gestión de la cosa pública ya es un incentivo suficiente que compensa la pérdida de renta disponible.

  • En previsión de la salida del ejercicio de la política y para facilitar un aterrizaje suave al mercado laboral, habría que diseñar un sistema de pensiones absolutamente diferente al actual. Prácticamente inverso, de hecho. Disculpadme la simplificación, pero creo que puede ser ilustrativo aproximarse al fenómeno como si hubiera sólo tres tipos de políticos electos:

    • En los niveles más bajos, el ejercicio de la política puede penalizar el regreso a la carrera profesional, ya sea por el abandono temporal que descabalga al político de la carrera con su competencia (un argumento peligrosamente parecido al que se utiliza demasiado a menudo para justificar la diferencia salarial entre hombres y mujeres) o por la mera significación política pública en entornos pequeños donde juega un papel importante la presión de grupo.
    • En los niveles intermedios el fenómeno más habitual es el de la recolocación, al amparo de la organización partidista en la cual se haya ejercido, ya sea en cargos de confianza en otras administraciones, en instituciones y empresas públicas o parapúblicas… pero, como norma general, cargando el coste a las espaldas del conjunto de los contribuyentes.
    • Por último, en los niveles más altos, sucede un fenómeno claramente identificado: las famosas puertas giratorias, según las cuales los políticos pasan de la gran empresa a la política y a la inversa (sobre todo, a la inversa) en virtud de unas justificaciones circulares en que la valía profesional no es una de las variables que se tienen en cuenta.

Es absurdo que el sistema de retribuciones (durante el ejercicio y después) proteja a aquellos que ya están más protegidos y deje desamparados a aquellos que más necesitarán apoyo cuando abandonen la política. En resumen, hay que garantizar, como norma general, que cada persona pueda valerse autónomamente para reincorporarse al mercado laboral y, dentro de lo posible, que el ejercicio de la política no se convierta ni en un mérito (y si lo es, que lo sea para todo el mundo) ni, sobre todo, en un lastre (para nadie).

No tengo ninguna intención de pontificar, no hoy, al menos, sino de proponer un cambio en los términos en los que habitualmente discurre este debate y ver si de este modo puede llegar algo más lejos que de costumbre.

Esta entrada fue publicada originalmente en catalán en Cercle Gerrymandering.


31 comentarios

  1. David dice:

    Yo tengo un familiar que lleva toda la vida de funcionario de la seguridad social y ahora es alcalde de su pueblo. Ahora tiene muchas más responsabilidad, trabaja muchas más horas y tiene que aguantar críticas y puñaladas de oposición «Spanish style» y ciudadanos descontentos.
    Me da que este sistema desincentiva el meterse en política. La horquilla en positivo puede estar bien si el sueldo del trabajo anterior era ya decente, pero con los 900€ que estamos viendo últimamente no sé yo…

    • Javier dice:

      Pues no veo que tiene de malo que mantenga su sueldo o similar. ¿O se ha metido a alcalde de su pueblo, entre otras cosas, para ganar más?

      • David dice:

        Pues no, pero creo que debe tener su recompensa justa. La vocación no es infinita, todos tenemos un límite.

  2. juan dice:

    Ya se ve lo que sucedería, si uno va a dedicarse a la política y negociar entrar en listas de salida para un puesto de 4 años renovable, digamos negocia con su empleador duplicar su salario 2 años, y compartir futuras ganancias durante 8.

    Y luego, el problema no son los salarios públicos, son los salarios privados autoasignados por la élite (muchas veces ni accionista de las empresas). Cajamadrid iba bien con un señor, Jaime Terceiro, con un salario 18 veces inferior al de su sucesor Blesa.

    Lo que propone el artículo es que nos creamos que Blesa «lo vale» y si lo nombran ministro que le paguemos un par de millones de € mientras destroce lo que vaya tocando ¿no?

    Yo opto por otra vía, que los cargos públicos sean gente frugal, acostumbrada o capaz de vivir con poco. Y si alguien no va a ganar en política lo que necesita para vivir que no se meta, y si alguien delinque buscando sobresueldos que las penas se equiparen a las máximas de terrorismo.

    ¿por qué hay que asumir que «los mejores» son los que gustan del lujo y la ostentación?

    • heathcliff dice:

      No se trata de lujo y ostentación. Lo que te aseguro es que sé hacer algo que vale un dinero, no lo hago por menos, ya sea arreglar una excavadora u gestionar una empresa. Y tampoco gestionar un municipio…

      • juan dice:

        Es muy difícil trabajar donde quieres, ganando lo que quieres, y haciendo lo que te gusta, a menudo hay que prescindir de algo, a veces de 2 de las 3 cosas y hay gente que ni siquiera encuentra un trabajo.

        Si ganas muy bien en una empresa pero quieres el prestigio de ser ministro o secretario de estado, sacrificas renta por eso, o por ayudar al país, si es algo temporal no puede ser tan traumático.

        Y bueno, por favor, acabemos con el mito que los ejecutivos y consejeros del IBEX de este país son los más capaces. El mayor endeudamiento de España es el de las grandes empresas, o sea que lo que tienen que aportar a la gestión pública no es muy recomendable en este momento.

      • Aloe dice:

        Pues en ese caso yo no te quiero como alcalde. Así de claro.

        • heathcliff dice:

          Yo es que lo del altruismo me lo creo sólo para un rato, no para cuatro años…

          No sé…

          • Undry dice:

            No creo que los que se metan en política lo hagan por altruismo. yo más bien pienso que lo que buscan es poder y/o notoriedad.

            El dinero no es el único pago. El sentirse poderoso ha movido a mucha gente a lo largo de la historia. Vale que el enriquecerse también es un motivo, pero también ha habido gente poderosa más preocupada por el poder que por el enriquecimiento personal (no es que vivieran como Diógenes, pero otros vivían mucho mejor que ellos)

    • Javier dice:

      Se puede hacer una media ponderada del salario a lo largo de tu vida laboral para evitar estas cosas.
      Por fortuna no estamos inventando nada, algunos cantones de Suiza (no sé si todos) ya funcionan así. Habría que mirar cómo lo hacen

  3. Raúl dice:

    Muchas gracias por el post, me parece muy útil para los tiempos que corren. Desgraciadamente (aunque supongo que el autor es plenamente consciente de ello) el análisis de la actualidad en España tiene muy poco de análisis y mucho de fanatismo y de dejarse llevar por lo que está de moda decir.

    En cualquier caso, me gustaría comentar un par de temas. Primero, sobre la transitoriedad de la política, yo creo que un buen cuerpo de funcionarios (y, desde mi desconocimiento de la función pública, creo que en general es así en los niveles altos de la pirámide), puede permitir que los cargos electos tengan «fecha de caducidad» como tales, puesto que lo contrario suele conducir a lo que ya sabemos (ver gobiernos de Andalucía y Valencia para un ejemplo). La regeneración es buena.

    Esto va relacionado con el segundo tema del que quería hablar: la salida de la política. Está claro que es más necesario que nunca atraer talento a la política, y la propuesta del autor para la remuneración de los políticos puede ser una vía. Pero precisamente, tal y como el talento llega, se va (al fin y al cabo en la empresa privada es así). Es decir, si un buen profesional llega a político, cuando se acabe su(s) mandato(s), no debería tener problema en re-engancharse al mercado laboral. Digo esto por el tema de las pensiones post-política, que en la mayoría de los casos creo que están mas que injustificadas (ya no digo nada si encima se pasan las incompatibilidades por el Arco del Triunfo).

  4. Lou dice:

    Juan, ese mismo razonamiento lo podríamos utilizar para fichar jugadores de fútbol en España. ¿Por qué tienen que ser los mejores jugadores los que les guste el lujo y la ostentación?

    No acabo de entender que nos parezca normal pagar al seleccionador de Futbol más de 2 millones de euros y al presidente del gobierno ni siquiera 100.000. Dice mucho de un país.

    ¿Por qué está reñido querer gobernar bien un país con querer vivir cómodamente? ¿Queremos presidentes desinteresados o queremos presidentes competentes? Eso sin quitar el enorme efecto que esos sueldos tienen en la corrupción. Las multinacionacionales tienen claro que la mejor manera para evitar la corrupción interna es empezar con un buen suelo, y mejor si es muy bueno.

    Pero en fin, así nos va.

    • Aloe dice:

      En primer lugar, no es que esos sean sueldos normales ni mucho menos. Se deben al fenómeno ese «el ganador se lo lleva todo» que produce el sector del espectáculo (también en música, libros y otros items) debido a la enorme masificación del público que paga, la uniformización de gustos y la uniformidad de acceso. Un peculiar efecto de las economías de escala que no se da en la gestión de nada.

      En segundo lugar, existen porque hay un mercado, y un mercado con informacion bastante simétrica, y donde el «valor» que aporta el futbolista para quien lo contrata está a la vista.

      En tercer lugar, tampoco lo anterior explica los sueldos extraterrestres sin tener en cuenta la burbuja del fútbol y el estado de quiebra real de muchos clubs. Porque aunque el mercado de futbolistas es bastante competitivo, y el espectaculo mueve mucho dinero gracias a los derechos televisivos globales, el sector en su conjunto es opaco y subvencionado de narices.

      • Felix dice:

        Tienes toda la razón en lo que comentas. Pero, además hay un simple factor de división matemática. El fútbol mueve muchísimo dinero (más del que debería, efectivamente está en burbuja) y los futbolistas son pocos comparativamente, 20 equipos en Primera con 20 jugadores cada uno. Mucho a repartir entre pocos significa que tocan a mucho. El efecto se amplifica todavía con la enorme desigualdad de ingresos entra la estrella del Madrid o el Barça y el suplente del colista.

    • Miguel dice:

      «Las multinacionacionales tienen claro que la mejor manera para evitar la corrupción interna es empezar con un buen suelo, y mejor si es muy bueno.»

      No creo que eso lo hagan para evitar la corrupción. Simplemente es un problema de oferta y demanda y por que hoy en día la propiedad de las grandes multinacionales está muy difuminada de la gestión. Cuando una multinacional es propiedad de millones de accionistas, al final los gestores hacen lo que les da la gana.

  5. MIguel dice:

    Hombre, yo soy uno de esos miles que normalmente sueña con meter a todos los políticos de todos los colores en un barril con clavos hacia adentro y lanzarlos por una loma cuesta abajo…Pero también es verdad que cuando despierto de ese bonito sueño y me pongo a reconsiderarlo, creo que les admiro (a los honrados, se entiende) porque nunca sería capaz de meterme en política. Y no porque me considere poco capaz (que también) sino porque no soportaría todos los insultos que padecen los políticos a diario. Vamos, que tendrían que pagarme un plus, y ni aún así.

  6. Undry dice:

    Yo a este argumento le veo un fallo.

    Aquí no tenemos a gente proveniente de la privada que se dedican a la política. En España nos hemos encontrado con una casta de «familias» de funcionarios que en su vida han dado palo al agua y que se dedican a la función pública por temas de familia. Como mucho, alguno ha tenido una empresa que se dedicaba a chupar de la teta pública.

    Para más INRI, no nos encontramos con casos de corruptos aislados (que por desgracia se da en todas partes) si con una organización que se dedicaba a cobrar el impuesto revolucionario a una serie de empresarios sin escrúpulos a cambio de contrataciones de obra pública. Todos los administradores desde la democracia de esta «familia» se han visto envueltos en tramas de corrupción, cobro de comisiones, blanqueo de dinero etc.

    Es que no tenemos a cuatro chorizos, sino a una organización mafiosa con todas las de la ley, empezando por el presidente, siguiendo por el tesorero (o a ver si ahora la gente piensa que lo hizo el pobre por propia iniciativa) y a saber hasta dónde se ramifica (seguro que honrados hay por abajo, pero a medida que suben en el escalafón, más a podredumbre huele)

    • Saulo dice:

      ¿Funcionarios que en su vida han dado palo al agua? No, mejor metemos a autónomos que en su vida han declarado una factura a Hacienda o a empresarios que se lucran a costa de burlar a la Administración pagada por el resto de contribuyentes.

      En fin…

      • Undry dice:

        No me refiero a los funcionarios en general, sino a cierto grupo que tras sacar/recibir como regalo la plaza se dedican a predicar las excelencias del liberalismo disfrutando de su excedencia y acumulando trienios y demás «mamandurrias» sin haber pisado su puesto de trabajo.

    • Epicureo dice:

      Al menos en España, y en otros sitios no debe ser muy diferente, cuando uno llega a ser candidato para un cargo importante es porque lleva muchos años «trabajando en el partido» (o más bien «trabajándose al partido») y viviendo de un carguito a otro, ya sea en el partido o en la Administración. Es bastante difícil compatibilizar la política con una profesión convencional, a no ser que seas funcionario y pidas excedencias. ¿Cómo remuneraríamos a esta gente, los «políticos de carrera»? ¿Tendrían que trabajar gratis o por el salario mínimo?

      Exigir a la gente una mínima carrera profesional para poder vivir bien de la política sería una revolución, sin duda. Y si los políticos resultan no ser tan profesionales, por mí mejor.

      Creo que sería más fácil aplicar esta medida a los cargos designados: ministros, consejeros y demás. Y además exigiría una titulación profesional acorde con la rama en la que van a mandar, por lo menos en los casos más obvios (Obras Públicas, Sanidad…). No es nada antidemocrático, es simple sentido común. Un ministro indocumentado, aunque se ponga dos o tres asesores (con sueldos de altísimo funcionario) es un desastre, lo se por experiencia.

      • MuGaR dice:

        Siempre me ha atraído una idea parecida, poner edades mínimas para acceder a cargos. No osbtante, dada la filia por juventud que reina en estos lares voy a abstenerme de predicar las virtudes de mi medida.

  7. Lamidaeff dice:

    No veo que en ningún punto del artículo se ataje el principal problema, a saber: la dependencia estructural del Estado respecto del capital.

    Mientras sigamos manteniendo un sistema de producción capitalista, como ha repetido en diversas ocasiones Alberto Garzón, el Estado no dejará de ser el comité de negocios de la burguesía.

    El ímpetu legitimador que destila este artículo no asombrará a nadie que se haya molestado en leer otros artículos del autor en los que su ideología pequeño-burguesa de community manager es aparente y notoria.

  8. […] Una propuesta para remunerar mejor a los políticos […]

  9. Inopia habemus dice:

    Ya tardaba en salir la URSS, hombre…
    Tratar de trasladar el sistema de remuneración del sector privado a la vida pública tiene el inconveniente del famoso «valor de mercado», como alguno ha señalado ya para el caso de los futbolistas. Pero el fútbol es uno, y no el más evidente, de los muchos ejemplos posibles.
    Se me ocurre el caso de un conocido presidente de gran grupo de la construcción. Sus 6 mill € anuales de remuneración suponen un salario mensual equivalente al que el trabajador medio español percibe tras 25-30 años de trabajo o, lo que es o mismo, este hombre gana en un año una cantidad similar a la percibida en toda su vida por: el trabajador medio español, su padre, su abuelo, su bisabuelo, su tatarabuelo, el padre de su tatarabuelo, el abuelo de su tatarabuelo, el bisabuelo de su tatarabuelo, el tatarabuelo de su tatarabuelo, el padre del tatarabuelo de su tatarabuelo, el abuelo del tatarabuelo de su tatarabuelo y el bisabuelo del tatarabuelo de su tatarabuelo.
    Se me ocurre también que, siendo el caso llamativo, aún los hay más espectaculares. Así, ascendiendo por el árbol genealógico del asalariado medio español, rastrearíamos el ADN mitocondrial hasta llegar a su ancestro más remoto, que vivió en África hace unos 160.000 años. Pues bien: 160.000 años trabajando permitirían al asalariado medio español percibir una cantidad algo inferior al 9% del patrimonio atribuído a Amancio Ortega.
    Dicho lo cual, propongo que, sin necesidad de recurrir a improperios del tipo «volvamos a la URSS», quien pretenda fijar como criterio el «valor de mercado» se pare a reflexionar unos minutos sobre la eficiencia de éste -el mercado- a la hora de asignar recursos.
    ¡Ah! Y ese que opina que 100.000 € es poca pasta, por favor, que se lo haga mirar.

  10. Pericoxx dice:

    Toda esta teoría es muy «mona». Yo creo que deberían cobrar con respecto a la capacidad de asumir responsabilidades tengan. Cobran mucho, en cuanto huela a podrido a la puta calle y puteados. Cobran poco, se les da un capon y se les hecha a la calle, sin más.

    Se que no van a corresponder ni a la uno, ni a lo otro. Además ¿quienes somos nosotros para discutir el sueldo de los políticos, si ellos deciden el suyo, el tuyo y el mio? Y si me dices que no, procura que no te despidan.

  11. Feinmann dice:

    El primero y principal problema que tenemos es que, en realidad, no tenemos ni idea de cuanto ganan nuestros políticos, pues ya han montado el necesario entramado para que no lo sepamos. Ejemplos claros son los de aquellos politicos que siendo miembros del parlamento, teniendo vivienda propia en Madrid reciben unas dieta impresionantes, pero llega mas allá cuando tienen varios sueldos y dietas simultaneamente. Así, el presidente del gobierno, que cobra tambien como diputado, reside en el Palacio de la Moncloa, que pagamos todos los contribuyentes, a la vez que percibe unas dietas igualmente, pagadas por todos los contribuyentes. El caso mas llamativo es el de una politica leonesa que disfruta de una docena de puestos, cada uno con su correspondiente salario.

  12. El Flaco dice:

    Sí, pero. En Italia los sueldos de los políticos son mucho más altos y tienen el mismo problema

  13. Miguel dice:

    No creo que pagar mas a los políticos solucione nada.

    Esta bastante comprobado que cuanto mas tiene uno, mas quiere tener y por tanto mas quiere robar, el ser humano no tiene límite.

    Tampoco creo que deba ser la motivación para entrar en política el ganar dinero. Tiene que ser algo vocacional, lo mismo que hay gente muy buena que se mete a maestro o hacer un proyecto en el tercer mundo o que decide quedarse en casa a cuidar de sus hijos.

    Pagarles mas haría a los ciudadanos mas desafectos de la política en un momento en que lo están pasando muy mal, son los primeros que tienen que dar ejemplo.

    Quien realmente tiene dinero y quiere entrar en política no tiene ningún inconveniente, se puede permitir no cobrar tanto una temporada y mejora sus contactos. De los políticos famosos todavía no conozco a ninguno que haya salido peor de lo que estaba cuando entró en política.

    Además de su sueldo, tienen múltitud de complementos y muchos gastos pagados, coches oficiales, etc. El salario real es mucho mayor de lo que parece.

    Hay gente muy buena cobrando miserias que les encantaría entrar en política para los cortijos cerrados de los partidos no les dejan, por que entre ellos se deben muchos favores.

    La remuneración en España premia en muchos casos al mas pelota, al que mas vende o al que tiene mas amigos. Rara vez se premia al que obtiene una solución a un problema real. Ofreciendo sueldos altos para que sean competitivos con los mas cobran, atraeríamos también a pérfiles de ese colectivo de gente que se lo ha montado muy bien simplemente por influencias, por venir de buena familia, etc. No gracias.

    Para que los políticos sean mejores simplemente hay meter mas competencia y evitar el duopolio PP-PSOE. Y abrirlos a todos los ciudadanos.

  14. Pescador dice:

    Un problema para fijar los sueldos: los politicos no los elige el mercado.
    En el nivel parlamentario salen los que quiere la Dirección que salgan. En el nivel «gestión», salen los que quiere la Dirección – y quizá algunos que pida el ministro de la cosa. Aunque quizá se les pueda aplicar el cobro por objetivos, a poder ser medidos en periodos superiores al año. Si ya todo fuera transparente, sería la monda.
    Hasta que no se resuelva ese temita, plantearse sueldos «merecidos» ó «inmerecidos» no tiene mucha razón de ser ni como ejercicio de estilo. Ya se lo montan entre ellos a gusto

  15. pepe the bushman dice:

    Creo que el fondo de la cuestión no es si un político gana mucho o gana poco. Lo importante es si un político se lleva dinero del erario público de manera «extra» y si son descubiertos no pasa nada. Ni devuelven el dinero ni van a la cárcel. Yo propongo lo siguiente: Doblar el sueldo de los cargos públicos y si son investigados por presunta malversación de caudales públicos, suspendidos de empleo y sueldo hasta que se dicte sentencia. Si son declarados culpables, entrada «real» en prisión y no salir de ella hasta que se devuelva lo que se ha malversado. Evidentemente 0 beneficios penitenciarios. El robar dinero público debe conllevar el peor de los castigos.

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