Hispania.

Politización y selección de élites: notas adicionales

16 Ago, 2012 - - @egocrata

Ayer todo el equipo de Politikon en pleno se paso el día enlazando el magnífico artículo de Victor Lapuente sobre la politización de la administración pública y sus efectos sobre la calidad de las instituciones españolas. Si aún no lo habéis leído, haced el favor de leerlo ahora mismo; es una explicación fantástica sobre cómo el exceso de cargos nombrados a dedo dentro de las administraciones públicas empeora la gestión.

Lo que me parece muy interesante, y es algo que Victor no menciona directamente, es cómo la politización de las administraciones no sólo debilita el sector público, sino que también crea multitud de incentivos perversos dentro de los partidos. Una de nuestras quejas más habituales por esta página es que la clase política española es, en general, soberanamente incompetente y no tiene capacidad de liderazgo. La sobreabundancia de funcionarios de carrera en excedencia tiene bastante que ver, no lo dudemos (especialmente en un país que tiene un sistema completamente absurdo de selección de personal, insisto), pero creo que la adaptación de los partidos al sistema administrativo español es quizás el mecanismo central que explica este problema.

Para verlo, poneros en la piel de un político español de medio pelo, alguien que ha ganado las elecciones en una alcaldía medianeja. La primera serie de decisiones a tomar no tienen nada que ver con medidas de gobierno, sino que se centran en cómo rellenas toda esa horda de puestos de designación directa que tienes a tu disposición. Como es natural, vas a reclutar entre las filas del partido, e irás según competencia, o al menos esa es la teoría.

El problema, claro está, es que no tienes información directa sobre el grado de competencia de tus compañeros de partido. Lo que sabes, sin embargo, es quién lleva una temporada muerto de ganas de echarte a patadas de tu puesto como secretario general, todos los que se han quejado de forma inacabable sobre todas tus ideas y todos los que te ayudaron cuando ganaste gloriosamente el poder. Tus subalternos, toda esa tropa que está haciendo piruetas para atraer tu atención, saben que su vida y milagros depende de tu voluntad imperial para darles una poltrona, así que lo único que verás será un montón de gente que sólo conoces de todas las tortas que os distéis en la agrupación y sus juramentos de lealtad. No es una receta para un proceso de selección de personal eficiente.

Para los que están en el lado contrario de la decisión la cosa es aún más divertida. Primero, tienes que poder demostrar al jefe que eres leal. Segundo, tienes que hacerlo de forma creíble. Gambetta, en un librito fascinante sobre juegos de señal en contextos de información imperfecta, señala un método muy extendido entre criminales y catedráticos de universidad (!!!) para transmitir la idea que uno es inofensivo: fingir estupidez / incompetencia. Cualquiera que haya pasado por una agrupación habrá escuchado la expresión «gente que no le haga sombra» referida a algún líder político. Bueno, ya sabéis de dónde viene.

La selección de élites no se ve perjudicada sólo en este aspecto, sin embargo; la politización de la administración debilita enormemente los mecanismos de rendición de cuentas dentro de un partido. La democracia, en su versión más básica, es un sistema de gobierno efectivo porque permite a los votantes echar a patadas aquellos líderes que sean corruptos o incompetentes. Es un sistema de selección de élites un tanto cavernícola donde los que deciden quien manda no son expertos sobre el tema, pero funciona por pura ley de los grandes números.

Cuando un partido político tiene un porcentaje significativo de sus cuadros intermedios escogidos a dedo por el jefe, sin embargo, este sistema de accountability se debilita enormemente. Para empezar, la mayoría de notables del partido basan su carrera profesional en su capacidad de convencer al jefe que son inofensivos, primero, y que no son lo suficiente dinámicos como para convertirse en una amenaza, segundo. Por mucho que el jefe del partido sea relativamente decente, los votantes no pueden tocar a los cretinos que viven de hacerle la pelota directamente. Si en un ataque de pelotera deciden cambiar de alcalde, el nuevo líder del partido será reclutado, casi seguro, de esa casta de notables que lleva años cultivando su propia mediocridad. Mientras tanto el nuevo alcalde se encontrará con una administración con las mismas vacantes que su antecesor, y los mismo incentivos perversos para rellenarlas.

Para empeorar aún más las cosas, el sistema de selección de líderes dentro de los partidos políticos caerá en problemas parecidos. Cualquier cargo intermedio de un partido político (paso previo a ser candidato, casi de forma invariable) ha hecho carrera a base de hacerle la pelota a su jefe. Si están en la oposición, sin ofrecer resultados; si estaban en el gobierno, trabajando muy duro para parecer completamente leal e irrelevante. El mecanismo que «regula» los ascensos dentro de la organización no se basa el nivel de competencia gobernando, sino en que los de arriba no crean que vas a ser una amenaza. Un político tiene que convencer primero al «electorado interno» para seguir en el sistema, y ese electorado no valora capacidad de gobierno, sino lealtad.

En una administración menos politizada, sin embargo, los partidos políticos sólo tienen dentro de la administración unos cuantos dirigentes, casi todos «a tiro» de las urnas. Dado que el hombre no puede colocar subalternos por todo el ayuntamiento, no podrá comprar la lealtad de sus compañeros de partido subastando cargos entre los que más le hagan la pelota. El resto del partido, además, sabe de sobras que lo único que hace que alguien llegue lejos es su capacidad de ganar elecciones, no arrimarse a un trepa con recorrido y andar de dirección general en dirección general hasta el fin de los tiempos. Como la mejor forma de ganar elecciones es gobernar de forma competente (cielos), todo Dios buscará gente que sepa mandar por encima de todo. Como ventaja adicional, el partido además no atraerá esa subcultura de «cazadores de cargos» que andan por agrupaciones esperando un despachito en una consejería. Y dado que el resto de militantes dejan de ser competencia para cazar cargos, las agrupaciones dejarán de tener ese irritante hábito de soltarle una patada en la boca a cualquiera que se acerque a ellas, no sea que tengas que competir con alguien más joven y prepadado que tú.

Si queremos reformar los partidos en España y mejorar la selección de élites, el primer sitio donde tenemos que mirar es el papel de los políticos dentro de la administración. Como menos lugares tengan los políticos para ocultar pelotas, inútiles y sicofantes que contribuyen a perpetuar la ley de hierro de la oligarquía, más incentivo tendrán los partidos en premiar competencia por encima de lealtad.

En fin, son unas pinceladas – es un tema que seguramente seguiremos hablando a menudo durante los próximos años. El mecanismo de selección interna dentro de los partidos políticos es en gran medida un misterio en casi todos los partidos, así que queda mucho por aprender. Demasiado.


15 comentarios

  1. Manuel Bautista dice:

    De acuerdo en que el tema de la selección de las elites gobernantes es uno de los talones de aquiles de nuestro sistema político-administrativo. Pero caemos en un exceso de simplificación si creemos que trazando una separación férrea entre los funcionarios (aún seleccionados de otro modo) y los políticos se resolvería el problema. Pongo un par de ejemplos. En los puestos altos de la Administración (hablo solo de la Central) que habitualmente desempeñan funcionarios es difícil en muchas ocasiones distinguir lo que es «político» de lo que es «técnico». Por tanto, el técnico (funcionario) acaba opinando sobre cuestiones políticas aunque no quiera. La colaboración con los políticos se produce de forma natural al elaborar un proyecto de ley o de real decreto. De ahí que, a menudo, un ministro acabe nombrando director general a un funcionario, no porque sea de su partido sino porque se fía de su criterio.
    Por otra parte, se tiende a confundir los puestos «para políticos» con los llamados puestos de «libre designación». Y son dos cosas muy distintas. Cualquier gestor en la Administración (insisto: Central) prefiere nombrar por libre designación porque, entre otras cosas, tiene la posibilidad de cesar a quien no rinda en ese puesto. La alternativa a la libre dsignación es el llamado «concurso de méritos», que puede ser relativamente eficaz como sistema de selección a un puesto pero impide el cese del titular de ese puesto si fuera necesario. Hay ministerios que en 20 años nunca han podido cesar a nadie que haya llegado a un puesto por concurso de méritos. Lo cual no es una garantía de profesionalidad sino todo lo contrario.
    Cierto que hay que «blindar» de alguna manera al técnico funcionario frente a las veleidades del político, pero no creo que la solución sea hacerlo inamovible.
    El tema da mucho de sí y tiene muchos aspectos a tocar. Y como ya he opinado sobre este tema (http://www.otraspoliticas.com/politica/%c2%bfgobierno-de-los-mejores-o-solo-de-los-afines) en otro sitio, no me extenderé aquí.

  2. mictter dice:

    Aquí nos ayudaría mucho comparar con cómo se hace en otros países (Reino Unido, Francia, USA, Alemania).
    Coincidiendo con las tesis de Roger, en este caso (también) soy muy pesimista: en este sistema que padecemos, los que tienen el poder de cambiarlo son los menos interesados en hacerlo.
    Y luego, además de los puestos de libre designación tenemos esa plaga llamada «asesores». Desde que me enteré de que el ayuntamiento de Madrid tiene 250, y seguro que sólo es uno de tantos, creo que nuestro destino es ser exprimidos en plan Castilla, siglo XVI.

  3. juan dice:

    Yo creo que este tema es mucho más simple.
    Si uno necesita 100 asesores no debería presentarse a ningún cargo.
    Se supone que en la administración hay gente de todas las ideologías, el político puede apoyarse en aquellas más afines para asesorarse, no es necesario meter a nadie a dedo.

    El funcionario tiene un deber técnico de aplicar las políticas (sean más o menos conformes a su ideología), y puede ayudar al político a definir dichas políticas cuando haya sintonía ideológica, pero siempre desde un punto de vista técnico.

    • Navarta dice:

      Y después de todo eso que me dices sobre funcionarios asépticos y profesionales impecables, ¿quieres que te deje mi unicornio un ratito para que juegeues con el?.
      Cuando fue la última vez que trataste con la administración española?, ya caminabas o aún gateabas?.

      • juan dice:

        Sé más explícita ¿qué propones? ¿qué cada nuevo gobierno meta un cargamento a dedo? luego los asesores son gente que no ha trabajado en su vida en nada tipo Carromero.

  4. Navarta dice:

    Como bien dice Manuel Bautista, el problema de simplificar el tema con la división absoluta entre funcionarios y no funcionarios en los puestos de responsabilidad de la Administración, reside en establecer un sistema eficaz de entrada y salida de esos cargos.
    Es decir, la puerta giratoria debe funcionar, y después de casos como los de Dívar, creo que ese tema debería ser más comentado. Está bien profesionalizar, pero también debemos poder deshacernos de esos profesionales sin miramientos cuando sus actos así lo merezca.

  5. Jorge dice:

    Puede que votar listas cerradas sea el origen del problema.

    Si pudiésemos elegir nombres con apellidos en vez de partidos para representarnos en las elecciones, puede que la oferta se volviese más atractiva.

    • dan dice:

      Las elecciones al Senado son por listas abiertas y no creo que el Senado sea ejemplo de nada.

      • Pescador dice:

        Es que, entre otras cosas, esta muy claro que el Senado no sirve absolutamente para nada. Si acaso para retrasar aguna ley quince días y ahora que se gobierna – ¡¡¡ con mayoría absoluta!!!- mediante Decreto Ley, ni eso.

      • Jorge dice:

        Como bien dices, el Senado no es ejemplo de nada, ni si quiera de listas abiertas. Hay muchas formas de plantear unas elecciones con listas abiertas…

        Personalmente preferiría poder asignar 6 escaños (y luego que hagan un escrutinio proporcional) a personas con nombres y apellidos, pero como yo quiera. Si me da la gana darle 3 escaños a Pancho Panchez del partido UNO, 2 a Juan Juanez del partido OTRO y 1 a Paco Paquez del de MASALLA, pues ¿Por qué no? no necesito que Pancho esté sentado 24 horas al día en los 3 escaños, lo único que quiero es que se haga responsable de su uso, y le doy mi plena confianza para que delegue estas 3 responsabilidades en quien mejor le parezca (ya haremos cuentas en las próximas elecciones). A lo mejor de esta forma nos acostumbramos a ver las Cámaras con lleno absoluto, como debe ser.

        De esta forma los partidos tendrían que presentar listas con solo 5 nombres, sabiendo que cualquiera de ellos podría ser el más votado del partido y además que si no son lo suficientemente buenos, alguno de esos 6 «escaños» se puede ir a otro partido con candidatos más potentes.

  6. Shine dice:

    En España sólo hay un nivel de la Administración donde los funcionarios son minoría, es precisamente donde se muestran las «ventajas» de la «laboralización» en la Administración española.

  7. Penny dice:

    Roger: ¿Es España realmente una kakistocracia? ¿Qué datos tenemos sobre la incompetencia de la clase política española?

    Pongo 2 tipos de información encima de la mesa

    Xavier Coller y Andrés Santana en La homogeneidad social de la elite política
    http://ddd.uab.cat/pub/papers/02102862n92/02102862n92p29.pdf escriben: “ Los parlamentarios autonómicos tienen niveles educativos similares a los de los diputados nacionales y europeos: un 85% son doctores, licenciados o diplomados universitarios, ubicándose en el segmento alto del sistema educativo (con una media de 3,56)18. A efectos informativos, sólo un 4% se ha quedado en primaria, un 12% terminó los estudios de grado secundario y el 85% ha pasado por la universidad en una modalidad u otra, aunque, entre los universitarios, lo más frecuente es que el parlamentario autonómico tenga una licenciatura (59%), especialmente más entre los diputados de los PANE que entre los de los partidos de ámbito estatal”

    Como sería de esperar, las credenciales educativas de alcaldes y concejales son claramente peores, predominando los que sólo cuentan con estudios elementales http://www.seap.minhap.gob.es/es/prensa/notas_de_prensa/notas/2009/08/20090825.html. (Es una pena que no se presente esta información en función del tamaño del municipio)

    ¿No será también parte del problema la manifiestamente mejorable calidad del sistema educativo español, especialmente de las universidades españolas? http://www.arwu.org/ARWU2010.jsp?bcsi_scan_3701867909E479F5=phVuExlSjFXIG/Gf4IfKLycmjVUPAAAAjYjiDA==&bcsi_scan_filename=ARWU2010.jsp

    ¿y no puede ser que los cargos políticos no sean inútiles, sino eficientes rent-seekers?

    Y ¿qué culpa de todo esto tenemos los votantes? Cuando buena parte del voto es ideológico siempre surgen problemas

  8. Sanchez Román dice:

    Y luego llegan los de Torrelodones, que no son profesionales de la política, sino de otras muchas cosas en las que sí hace falta el sentido común, limpian el Ayuntamiento de parásitos en un año, y para poner la guinda, a la pregunta de si es difícil ser alcalde, responden NO.

    La política si le quitas el politiqueo es lo más fácil del mundo.

  9. Sílvia dice:

    Yo creo que es un tema complicado, y me acerco más a la postura de Manuel Bautista. Hay que tener en cuenta que la mayoría de decisiones no las toma el político elegido, sino su cuerpo “designado”. Y por mucho que creamos que la neutralidad (tecnocracia) existe, eso no es verdad. Por tanto te tienes que dotar de personal que pueda tener tu misma ideología.
    Por otra parte, si los “funcionarios” llegan hasta un puesto muy alto de la pirámide (a parte de que el político no podría echar al que no quisiera) se puede dar el caso, como mostraba “Yes, Minister” que el “funcionario” sólo por el tiempo que lleva en la administración sepa manejar mejor las estructuras informales de poder de la misma, haciéndolo incluso más poderoso en sus decisiones que el propio político. Vaya, que se podría dar el caso de estar gobernados por alguien a quien no se ha elegido…

    No tendría una solución para tal embrollo, pero considero simplista solucionar este problema de la manera que se ha planteado.

  10. Arturo Gutierrez dice:

    Egualico, egualico que lo que ocurre en un partido que yo me se.

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