Política

Reformas y la maleabilidad de la opinión pública

27 Mar, 2012 - - @egocrata

Hace unos años, allá por el año 2006, los americanos se enfrentaban a los horrores de pagar la gasolina a unos aterradores 60 céntimos el litro (3,5 dólares el galón). La nación entera temblaba ante la espantosa subida  del milagroso líquido que permite a los americanos a ir a cualquier parte en sus confortables maquina de dos toneladas. Los demócratas, indignados ante la incompetencia de la administración y su incapacidad para controlar el desastre, criticaban al presidente de forma incesante.

Avancemos seis años. El petróleo, otra vez, está subiendo. Los americanos se enfrentan al fantasma de tener que pagar 70 céntimos, incluso 75 céntimos por litro de carburante. Los republicanos, por supuesto, están horriblemente indignados con todo este desastre, y andan acusando al presidente de ser un comunista ecologista europeo que no deja que nadie busque petróleo.

Hasta aquí, nada sorprendente. Lo interesante, sin embargo, es ver la reacción del electorado ante esta crisis, tanto el 2006 como el 2012. El Washington Post responde con esta gráfica (vía):

Hace seis años, los demócratas estaban con-ven-ci-dí-si-mos que la culpa de la subida del precio de la gasolina la tenía George W. Bush, y no estaba haciendo absolutamente nada para arreglarlo. Un porcentaje decente de republicanos creía que el presidente podía hacer algo, pero la mayoría veían las fuerzas del mercado como principal motor detrás del precio del crudo. Seis años después, sin embargo, las cosas han cambiado: un 40% de votantes demócratas han leído un montón de libros de macroeconomía, han estudiado la dinámica de precios en los mercados de commodities mundiales y decidido que efectivamente, el presidente no puede hacer gran cosa. Mientras tanto, un 18% de votantes republicanos han descubierto  y abrazado ideas avanzadas sobre poderes del poder ejecutivo en Estados Unidos, y ahora un 65% de ellos creen que Obama puede bajar el precio de la gasolina con el poder de su mente.

Lo más probable, sin embargo, es que la explicación sea mucho más sencilla: los votantes primero deciden si el presidente les cae bien o no, y después aplican esa preferencia a las políticas que este defiende. Dicho de otro modo, si un presidente demócrata dice que la política pública X es una idea estupenda y que el indicador económico Y es culpa de los malvados canadienses, un porcentaje patéticamente elevado de votantes demócratas le darán la razón, no importa lo que opinaran antes. Esta clase de cambios de opinión es algo que vemos constantemente en las encuestas en Estados Unidos, y que por supuesto se repite en España.

Es también una cifra especialmente relevante en otro punto: los políticos tienen a sobreestimar exageradamente los costes de aprobar reformas ambiciosas y sus efectos sobre la opinión pública. Si un partido en España decidiera abrazar una medida política como por ejemplo el contrato único (por decir algo), la mayoría de sus votantes, por pura identificación partidista, abrazarían la idea casi de inmediato. Una parte igualmente significativa de sus bases cambiaría de opinión en el momento en que alguien del lado contrario dijera que la reforma es una mala idea («¡prietas las filas!»). Sólo cuatro gatos demasiado politizados que pierden demasiado tiempo leyendo bitácoras en internet sobre políticas públicas se rascarían la cabeza pensativos, e incluso la mayoría de ellos acabaría por encontrar una forma de racionalizar sus apoyo a la idea.

¿Por qué sucede esto? Dos motivos, principalmente. Primero, la ideología es un mecanismo muy, muy potente. La mayoría de votantes tienen pocas ideas políticas claras, pero saben muy bien quién acostumbra a tener la razón. Ahí tuvimos a medio PSOE diciendo que bajar impuestos era de izquierdas una buena temporada (y no digáis que no lo hicisteis. Os tengo fichados), y ahora tenemos a medio PP defendiendo la subida del IRPF como si fuera la cosa más liberal del mundo. Segundo, la inmensa mayoría de nosotros no tenemos una opinión formada clara sobre prácticamente ningún tema, así que vamos a acabar confiando al político de mi bando, que por algo comparto sus ideas en aquello que sí que me importa. Y sí, quizás no tenga demasiado sentido ligar mi aprecio por la sanidad pública con la aprobación del matrimonio homosexual, pero ese es mi partido. Es lo que Daniel Cuñado llama a veces la concepción futbolera de la política, y ni es exclusiva a España ni es demasiado (la verdad) demasiado preocupante.

Las elecciones, como me comentaba un amigo hoy, funcionba no porque los votantes deben escoger sobre qué partido está ofreciendo la mejor solución técnica a un problema, sino porque deben decidir sobre dos objetivos morales.  la democracia trata de posturas éticas ante decisiones técnicamente equivalentes; un partido defiende más redistribución, el otro menos, pero en general tienen un nivel de (in)competencia parecida. Los votantes están decidiendo qué mundo prefieren, no cómo llegar a él. Otra cosa es cuando los políticos no tienen ni la más remota idea sobre qué ofrecer, pero ese es otro tema.

La conclusión principal, sin embargo, es que los políticos no deben temer dar soluciones a problemas concretos. Los votantes en general realmente no saben de qué narices les están hablando; lo que les importa es el objetivo y si las medidas tomadas funcionan o no, sin pararse a pensar sobre los detalles legales del asunto. Esta alergia absurda de la clase política española a coger el toro por los cuernos y aprobar reformas estructurales serias por miedo a la ira de la opinión pública es, en gran medida, una muestra de cobardía o falta de voluntad real de cambiar las cosas. El liderazgo es a veces algo tan simple como eso: pedir a tus votantes que confíen en tí. Rajoy ni siquiera se ha atrevido a hacer eso.

 


8 comentarios

  1. Manuel dice:

    No te quito razón, pero obvias un punto muy importante.

    Te olvidas de que pese al bi-partidismo reinante en nuestro país, donde la inmensa mayoría piensa que solo se puede votar al PP o al PSOE, en realidad hay muchos votantes de Centro que oscilan entre uno u otro partido dependiendo del momento y hartazgo hacia el partido que esté en el poder.

    También cuenta el PSOE con seguidores menos fieles que los del PP, que son capaces de dejar de votar cuando están cabreados con ellos, mientras que los del PP tienen la costumbre de acudir a las urnas como se acude a misa cada domingo, por obligación.

    De hecho, si revisamos los resultados de las generales, podemos ver esto que te comento:

    – Año 2000, el PP logra mayoría: 10.321.178 de votos 44,52 % 183 escaños.
    – Año 2004, el PP pierde tras el 11M: 9.630.512 de votos 37,64 % 148 escaños. Pierde casi 1 millón de votos de centro que se van al PSOE (que gana 3 millones de votos).
    – Año 2008, el PP vuelve a perder aunque recupera votantes: 10.169.973 votantes 40,11 % 153 escaños. Gana medio millón de votos de descontentos con la gestión de Zapatero de la crisis.
    – Año 2011, el PP logra su mayor mayoría absoluta: 10.830.693 votos 186 escaños.

    Como puedes ver el número de votantes oscila, pero no en grandísimas cantidades. Así que su mayoría absoluta se debe más a los desméritos de su rival, el PSOE, que a méritos propios.
    En el 2004 el PSOE logró solo 7 millones de votantes, en el 2011 el PSOE incluso baja de los 7 millones.

    Así que asumiendo que en el PP no son del todo idiotas, es lógico pensar que al igual que yo lo he hecho ellos también analizan los resultados.
    Saben que si el PSOE logra movilizar a sus votantes, no tienen nada que hacer porque no su discurso de derechas no es mayoritario en España.
    Saben que sus resultados además dependen de un grueso de votantes de centro que son capaces de apoyarles cuando el PSOE lo hace muy mal, pero también capaces de apoyar al contrario cuando son ellos los que se equivocan.

    Desde que llegaron al Gobierno a finales del pasado año, han ejercido el mismo con muchísima soberbia y despotismo, tomando decisiones impopulares sin parar, una tras otra, y sin dar una sola explicación a la Ciudadanía.
    Rajoy no es lo que se dice un buen comunicador, y tampoco existe tal figura dentro de su gabinete de Ministros. Basta con escuchar a Montoro y ver con qué soberbia se mueve en la tribuna para darse cuenta de que tienen un serio problema para lograr llegar a los ciudadanos y convencerles de que no queda más remedio que tomar ciertas medidas.

    Por no mencionar que encima la totalidad de sus medidas afectan a los ciudadanos de a pie, lo que provoca que éstos se vean desfavorecidos en el trato con respecto a las clases altas o empresariales, que siguen al margen de reformas y con sus trucos para no pagar impuestos.

    Así que es normal, y de cajón, que tras el revés sufrido en Andalucia (apenas 5 meses después de arrasar en las generales) les preocupe la opinión pública.

    Las medidas impopulares, los recortes presupuestarios, la reforma laboral y sobre todo los disturbios de Valencia (que ha sido un ejemplo de cómo NO gestionar una protesta) le han puesto a la opinión pública en su contra.
    Encima, sin tener nada positivo que ofrecer a cambio a los ciudadanos, ya que encima de recortar derechos laborales anuncian que pese a ello se incrementará el paro en más de medio millón de personas.

    Es decir, están haciendo todo lo necesario para conseguir que los votantes de izquierdas se movilicen de nuevo (el primer ejemplo es Andalucia, donde no ganan ni con caso Eres y montañas de corrupción y cocaina por medio), las protestas se incrementen, el ambiente se caliente aún más y en las próximas elecciones pierdan otro millón y pico de votos mientras el PSOE recupera entre 3 y 4 millones.

    Así que ¿que no deben de tener miedo?… todo lo contrario, deben tenerlo, porque esto no son los USA y además ellos tienen un grave problema, y es que son los primeros que no ven cuándo llegará la solución a la crisis.

  2. NeoEunomia dice:

    […] la opinión pública como dice Roger Senserrich es tan maleable, es decir, se ajusta a las explicaciones y justificaciones de las medidas de los políticos a los […]

  3. Muchas gracias, Roger, por la mención. Es un honor para mí.
    Un post divertidísimo y al tiempo muy sustancial en su contenido. Coincido totalmente con lo que dices, y en particular el último párrafo es para enmarcarlo.
    Qué triste que por lo que vemos los políticos que llegan al escalafón superior de la estructura de los partidos dominantes no comparten ese pensamiento. O al menos es mi percepción desde fuera de la política.

  4. Manu dice:

    Eso es lo que se dice que piensa la gente. Pero no es cierto.

    La gente sabe, sabemos todos, que nuestros precios de la energía son precios políticos y que su relación con el coste real es enteramente ficticia. ¿Qué mercado? Por favor.

    Es decir, la gente llana no es tan tonta como nos hacen aparecer.

    Sabemos que por cada dólar de precio pagado al productor el estado se embolsa alrededor de 1.5$ (adicional) en USA y unos 4 $(también adicionales) en Europa.

    Por consiguiente somos también conscientes de que cuando un texto oculta este hecho (relevante) está distorsionando las cosas y de una u otra forma contribuyendo a despistar.

    • Gherrilheira dice:

      @Manu, exactamente ¿cuál es tu argumento?

      En el artículo yo leo que en una situación virtualmente igual, la gente piensa de una forma u otra dependiendo de quien esté al mando mientras que tú vienes a decir que efectivamente sí que pueden hacer algo :SSS WTF si no se está discutiendo eso

      Por cierto, ¿alguien se pasó por el artículo original del WP a leer los comentarios de la peña?

  5. Luis dice:

    Yo veo un claro paralelismo entre la actuacion de los Democratas en Estados Unidos y el Partido Popular. Ambos consiguieron una mayoria absoluta pocas veces vista, llegaban desde la oposicion y tenian que hacer frente a una gravisima crisis nacional.

    Rajoy, al igual que Obama cuando empezo a gobernerar, no siente que el masivo respaldo en las elecciones sea un refrendo a sus politicas o ideas. Sin una guia clara de lo que el electorado quiere, intenta contentar a todos los que le votaron (muchos de ellos normalmente de signo politico opuesto).

    El resultado es: politicas tibias y radicalizacion de la oposicion. Y seguiendo con la analogia, al final se produce: Desmotivacion de la derecha (democratas) y auge de la «verdadera izquierda» (Tea Party).

    El desgaste del gobierno vendra de una demotivacion de los «suyos» y de un continuo abandono de los «otros». Como dice el articulo de Roger, los «otros» siempre van a ver tus politicas negativamente por mucho que las moderes.

  6. sergi0 dice:

    Más impactante que este ejemplo fue este otro que también citó Roger de política pizzera

  7. […] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos Reformas y la maleabilidad de la opinión pública politikon.es/2012/03/27/reformas-y-la-maleabilidad-de-la-…  por nom hace […]

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