No es ningún secreto que el partido republicano tiene un problema. En Estados Unidos un partido no acostumbra a perder dos elecciones seguidas; de hecho, es muy raro que el resultado sea aún peor en las segundas que en las primeras. Esto debería bastar para encender todas las alarmas; mirando las encuestas, diría que es casi más que eso.

Fijaros en la segunda gráfica. El problema no es que los republicanos sean poco populares, el problema es que parece que el desprecio del electorado lleva prácticamente tres años anclado en el 36-39% de aprobación con el partido. Esta es la clase de cifras que colocan a un partido en la oposición durante décadas; el problema no parece ser de nombres o candidatos, sino la imagen misma, la identidad del partido. La marca «republicana» tiene un nivel de aceptación parecido al de los conservadores en 1996 en el Reino Unido o los laboristas en 1980; es la clase de números que debería llevar a los popes del partido a cambiar de canción tán rápido como puedan.

El problema: no pueden, en gran parte debido a los efectos del sistema electoral. Las elecciones americanas deciden representantes y senadores a base de votaciones first-past-the-post en distritos uninominales; un escaño por distrito, quien saca más votos gana. No todos los distritos son iguales; los hay de más conservadores, los hay de más progresistas, con distritos más «seguros» para el congresista según región. Un republicano no ganará nunca en San Francisco (el distrito de Nancy Pelosi), ciudad ultra-liberal comparada con el resto del país, igual que un demócrata no hará más que perder en distritos rurales de Carolina del Sur.

Cuando un partido se pega un revolcón en las urnas a nivel nacional, los congresistas en distritos más «centristas» son los que están en mayor peligro. Si tu partido tiene una imagen tan espantosa que el ser republicano es un lastre, la probabilidad que pierdas en elecciones ajustadas se dispara.

Esto es lo que ha sucedido en todo el país a políticos republicanos en zonas vulnerables; los únicos supervivientes son gente que viene de distritos y estados muy, muy conservadores. El resultado es que la mayoría de republicanos en el Capitolio viene de sitios muy lejos del centro político, y sus posiciones políticas así lo reflejan. Los republicanos no es que tengan un problema sólo de ideas; su liderazgo más visible no ayuda. Y esta gente, por descontado, no está por la labor de moderarse y pensar en el partido nacional; ellos quieren seguir ganando en sus distritos.

¿Qué les queda a los republicanos? En un principio es un buen vivero de líderes pragmáticos. Los republicanos salen elegidos en estados poco conservadores, a menudo presentando gente brillante y muy moderada (Romney pre-zombificación en Massachusets, por ejemplo); es un cargo que genera presidentes a menudo. A la práctica, será muy difícil ser gobernador estos días y sobrevivir siendo popular, debido a los absurdos límites que muchos estados sufren. Recordad, no pueden tener déficit. Pase lo que pase (y falta que se aclaren), los republicanos necesitarán o un genio inesperado o algún tipo que salga de la nada para tener opciones el 2012.

Y no, ni Sarah Palin ni Mike Huckabee tienen la más mínima opción de ganar unas generales. Necesitan algo mejor que eso.


2 comentarios

  1. La estrategia de Rove de concentrarse en el propio espacio político y dejar el «centrismo» muestra ahora sus límites. Cuando se deja terreno libre, tarde o temprano alguien lo ocupa y luego cuesta mucho recuperarlo. Al menos ésta es mi opinión.

  2. citoyen dice:

    Tienen que dejar de vender helados de mantecado artesanos y pasarse al magnum doble chocolate.

    Qué bonita es la organización industrial.Downs&Hotelling will make us wise!!

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